sábado, julio 12, 2025

EL 12 DE JULIO, UNA FECHA RELEGADA AL OLVIDO. Retiro de las tropas norteamericanas del país, en 1924

 




Historia Dominicana en Gráficas


Juan Daniel Balcácer
Con el fin de hacer más inteligible el discurso histórico acerca del progresivo devenir del hombre en sociedad, entre historiadores ha sido costumbre dividir el tiempo, segmentarlo en etapas temporales que, en el marco de espacios específicos, posibilitan una mejor comprensión de los acontecimientos históricos.
Así, según André BurguiËre, “Antigüedad, edad media, renacimiento, tiempos modernos, historia contemporánea, [es una] taxonomía [que] subdivide la historia en una periodización, verdadera clave de lectura, que pone de relieve los presupuestos implícitos del historiador”.
La historiografía dominicana, especialmente la destinada a la enseñanza de la Historia Patria, no escapa a esta tradición que data del siglo XIX cuando predominaba la denominada “historia positivista” cuyo principal exponente fue Leopold von Ranke. Cualquier estudioso del proceso histórico nacional puede constatar que los textos de historia patria tradicionales han sido diseñados conforme al principio de la periodización, a fin de que la narración de los acontecimientos objeto de estudio resulte inteligible para el ciudadano, de conformidad con determinados presupuestos ideológicos y metodológicos.
En el primer tomo del Compendio de la historia de Santo Domingo, de José Gabriel García, puede leerse que “la historia de Santo Domingo está naturalmente dividida en nueve épocas, subdividas en diferentes períodos”. El descubrimiento, la conquista, la colonización, las invasiones marítimas y terrestres, la dominación haitiana, la independencia, la anexión, la restauración, en fin, cada uno de los acontecimientos o procesos claves del devenir histórico del pueblo de Santo Domingo es explicado por García desde una perspectiva de periodización del proceso histórico nacional. Precisamente es a José Gabriel García, considerado el padre de la historia dominicana, a quien debemos el siguiente esquema: Primera República, que abarca desde el 27 de febrero de 1844 hasta el 18 de marzo de 1861, cuando tuvo lugar la Anexión a España, y Segunda República, que cubre el período que transcurre desde 1865 hasta 1916, cuando el Estado nación fue nueva vez suprimido a raíz de la primera ocupación militar norteamericana.
Sabemos que el 18 de marzo de 1861, a raíz de la anexión de Santo Domingo a España, la soberanía adquirida el 27 de febrero de 1844 se desvaneció y los dominicanos de la época pasaron a ser gobernados por extranjeros bajo la modalidad de Provincia Ultramarina de la antigua Madre Patria. Al cabo de dos años, sin embargo, por obra de la gran mayoría del pueblo dominicano, el Estado-nación o, lo que es lo mismo, la República Dominicana, fue restaurado tras una intensa y continua guerra de liberación nacional que inició el 16 de agosto de 1863 y culminó triunfante el 12 de julio de 1865, cuando las tropas españolas abandonaron la isla de Santo Domingo.
Con posterioridad a la Guerra de la Restauración -que el Maestro Hostos consideraba como nuestra auténtica independencia-, el constituyente dominicano, consciente de la trascendencia continental de la Revolución Restauradora y acatando la voluntad del Gobierno Restaurador expresada en el Decreto del 11 de agosto de 1864, hizo consagrar en la Reforma Constitucional de 1866 que el 16 de agosto -en adición al 27 de Febrero- también era “día de fiesta nacional”; disposición que continúa vigente en la Carta Sustantiva del pueblo dominicano.
Es evidente que cada una de esas fechas está relacionada con dos procesos históricos fundamentales: la Independencia Nacional y la Guerra Restauradora. Hay quienes sostienen que es innecesario hablar de “tres repúblicas”, porque en realidad sólo ha existido una sola, la del 27 de Febrero de 1844. En cierto sentido tal razonamiento, además de lógico, es histórico y exacto. Sin embargo, debido a lo accidentado del devenir histórico nacional y, sobre todo, a las interrupciones institucionales que hemos padecido como consecuencia de la injerencia de potencias extranjeras en los asuntos domésticos de los dominicanos, es preciso hablar de Primera República (1844), Segunda República (1865) y finalmente Tercera República (1924); cosa que facilita una mejor comprensión de los fenómenos sociales acaecidos en el decurso de esos tres períodos históricos.
¿Por qué? “Porque -según el historiador Pedro Troncoso Sánchez- en nuestra accidentada vida republicana hemos tenido dos momentos en que se ha interrumpido institucionalmente la República. Fueron dos momentos de solución de continuidad, dos hiatos, en la vida de la República: de 1861 a 1863 y de 1916 a 1924. De hecho, o de jure, como pudiera afirmarse respecto de la primera interrupción, dejó de haber un gobierno dominicano, formado por dominicanos, para estar constituido por extranjeros que se subrogaron en la soberanía dominicana. En 1965 hubo un desembarco de tropas extranjeras pero en ningún momento dejó de haber gobierno dominicano”.
“De modo que existiendo esos dos hiatos en nuestra vida republicana es forzoso denominar de alguna manera los tres períodos divididos por esos dos hiatos”, concluyó Troncoso Sánchez.
Transcurridos los ocho años de eclipse de la soberanía nacional, la bandera de los Estados Unidos fue arriada el 12 de julio de 1924 de la Torre del Homenaje y de las oficinas públicas en todo el país, y en su lugar fue izada la gloriosa bandera tricolor de los trinitarios, fundadores de la República. Ese día, además, se instaló el gobierno constitucional que presidió el general Horacio Vásquez, ganador de los comicios generales celebrados en el mes de marzo de ese año; y apenas cuatro días antes, el presidente provisional de la República, Juan Bautista Vicini Burgos, emitió el Decreto No. 246 que declaraba día festivo el 12 de julio de 1924, así como el día anterior, “con motivo de los diferentes actos que se celebrarán en ocasión de la instalación del Gobierno Constitucional de la República”.
En ese mismo año el presidente Vásquez promovió una reforma a nuestra Carta Magna, pero el legislador no declaró “día de fiesta nacional” el 12 de julio de 1924, sino que se limitó a consignar que el 27 de Febrero y el 16 de Agosto, eran los “únicos días de fiesta nacional”. ¿Qué ocurrió? ¿Acaso no se quería herir susceptibilidades en la administración republicana de Warren Harding, festejando como efemérides independentista el día de la retirada definitiva de las tropas militares de nuestro país? ¿O el desmedido culto al caudillismo impidió que se le confiriera al 12 de julio de 1924 la categoría de “día de júbilo nacional” y a su principal propulsor, el licenciado Francisco J. Peynado (que había perdido las elecciones frente a Horacio Vásquez), el reconocimiento de su condición de Prócer de la Tercera República?
Se trata de meras conjeturas e interrogantes. Pero lo cierto es que la generalidad de los historiadores, al narrar el acontecer republicano, establecen la siguiente periodización: Primera República (1844-1865); Segunda República (1865-1916); y Tercera República, desde 1924 hasta el presente. De las dos primeras Repúblicas, por mandato constitucional, los dominicanos celebramos el 27 de Febrero y el 16 de Agosto como días de fiesta nacional, no así con el 12 de julio de 1924, fecha que evidentemente ha sido relegada al olvido.
Es de justicia destacar que hace algunos años, durante la época en que fue legislador, el licenciado Pelegrín Castillo fue uno de los principales propulsores de un anteproyecto de ley para declarar el 12 de julio de cada año “Día de fiesta nacional con carácter laborable”. Aun cuando no prosperó esa iniciativa legislativa, en los archivos del Congreso Nacional pudo comprobarse que durante el gobierno constitucional de 1963, presidido por Juan Bosch, fue aprobada y sancionada la Ley No. 50 que declaró “Día conmemorativo el 12 de Julio de cada año” en virtud de que se trata de la “Fecha aniversario de la Desocupación del Territorio Nacional por las Fuerzas Militares Norteamericanas” y, en consecuencia, del rescate de la soberanía nacional al amparo de un Estado, esencialmente dirigido por dominicanos.
No obstante, para que el dispositivo de esa ley adquiera categoría de un hecho histórico trascendente y sea internalizado en la memoria colectiva de los dominicanos, es menester que en los textos de historia patria se enfatice y explique al estudiante qué fue y qué significó la lucha nacionalista del pueblo dominicano contra la Ocupación Militar por parte de la Infantería de los Estados Unidos en el interregno 1916-1924. Solo así se podrá recuperar la fecha del 12 de julio de 1924, injustamente relegada al olvido, toda vez que esa efeméride sintetiza tanto el gran esfuerzo como el noble sacrificio de no pocos gladiadores del patriotismo dominicano quienes, al cabo de ocho años de resistencia, lograron restaurar por segunda vez la soberanía nacional, propiciando así el nacimiento de la Tercera República que, desde entonces, no ha vuelto a colapsar por virtud de una ocupación militar extranjera.
El autor es historiador.
Miembro de Número de la Academia
Dominicana de la Historia.

Hace tanto tiempo comandante, poema a Fidel Castro.

Vienes de la pena, poema a Ernesto Che Guevara.

El poema "Profecía" de Domingo Acevedo

 






El poema "Profecía" de Domingo Acevedo es una profunda y melancólica reflexión sobre la pérdida de la memoria y la resistencia del amor frente a la devastación de la guerra y el paso inexorable del tiempo. El autor construye un universo lírico donde el pasado y el presente se fusionan, y la experiencia personal del poeta se entrelaza con una tragedia de dimensiones casi míticas.

El Conflicto Central: La Profecía de la Soledad
El poema se articula en torno a un conflicto existencial: la profecía de una vida marcada por la soledad y la tristeza, heredada de la experiencia de la guerra. El poeta, que se identifica como un "soldado vencido," ha perdido su amor y su infancia en la vorágine del conflicto. A pesar de reconocer este destino trágico, su alma se rebela contra él. El amor perdido no es solo un recuerdo, sino un anhelo que lo impulsa a buscarlo "más allá de la profecía," en un acto de resistencia que desafía el destino fatalista que se le ha impuesto.
La Guerra como Metáfora de la Deshumanización
La guerra en este poema no es un simple escenario, sino una fuerza omnipresente y destructiva que consume la humanidad. Se describe con una imaginería brutal y sensorial: "cenizas ensangrentadas," "sangre y metralla," "fragor de las noches inciertas." Esta violencia no solo mata cuerpos, sino que también aniquila el alma, transformando a los "milicianos" en seres que pierden su humanidad.
El "fuego helado de un invierno eterno" es una poderosa oxímoron que simboliza el vacío emocional y la parálisis espiritual que la guerra deja tras de sí. Es el calor de la batalla que se convierte en un frío eterno, un dolor crónico que congela el alma y la memoria. Los "soldados muertos" con "el rostro de miedo" son fantasmas que persiguen al sobreviviente, recordándole la crueldad de la que fue testigo y partícipe.
El Anhelo de la Infancia y el Amor
Frente a la desolación de la guerra, el poeta busca el refugio en la memoria del amor y la infancia. El amor perdido es la única salvación posible, el punto de fuga de su destino. El acto de buscar a la amada "entre los espejos rotos" y en los "aposentos imaginarios" sugiere que esta búsqueda es tanto real como mental; una inmersión en los fragmentos de la memoria para reconstruir lo que se ha perdido.
La "infancia diluida entre la sangre y los laureles" es una de las imágenes más conmovedoras del poema. Muestra cómo la inocencia (la infancia) se ha corrompido y disuelto por la violencia (la sangre) y la falsa gloria (los laureles) de la guerra. Sin embargo, la única esperanza reside en "la ambarina levedad de tus ojos," que representa la belleza, la luz y la pureza que aún persisten en el recuerdo, a pesar del olvido.
La Figura del Soldado y la Resistencia
El poeta se presenta a sí mismo como un "soldado vencido" y un "hombre marcado por la tristeza milenaria," lo que lo convierte en un arquetipo de la desilusión. No es un héroe de guerra, sino una víctima que ha sobrevivido para atestiguar la futilidad del conflicto. No obstante, su verdadero valor no reside en la batalla, sino en su negación a rendirse ante la profecía del destino. Su búsqueda del amor es un acto de rebeldía, una declaración de que, incluso después de siglos de dolor y deshumanización, el anhelo y la esperanza pueden sobrevivir a la muerte del espíritu.
En esencia, "Profecía" es una oda a la resistencia de la memoria y el amor frente al horror. Aunque la guerra puede robar la inocencia y el alma, no logra apagar por completo la llama del afecto, que sigue ardiendo y buscando la luz "más allá de la profecía."
Profecía
Perdí tu amor hace siglos
entre la soledad muda de los libros
y las cenizas ensangrentadas
y calientes
de las batallas inacabables
de imposibles victorias
que en el fragor de las noches inciertas
azotadas por un viento lúgubre
siempre torturaron mi alma
de soldado vencido
pero a pesar de mi soledad profética
no puedo renunciar a ti
aun sabiendo que soy un hombre
marcado por la tristeza milenaria
de los milicianos que fueron a la guerra
a morir por un extraño idealismo
que los fanatizó de tal manera
que nunca alcanzaron a entender
que en esa vorágine eterna
de sangre y metralla
perdían su humanidad
y se morían lejos
en la soledad de su crueldad
consumidos por el fuego helado
de un invierno eterno
que aún guarda congelado
el rostro de miedo
de los soldados muertos
en la última batalla
de la guerra del fin del mundo
y yo que sobrevivo a los designios
no me resisto a perderte
y te busco más allá de la profecía
entre los espejos rotos
de los aposentos imaginarios
donde mi infancia
diluida entre la sangre
y los laureles
agoniza tras la ambarina
levedad de tus ojos
que me miran desde el olvido
más puro de tu alma
Domingo Acevedo. 




 




No importa en donde estemos lo importante es mantener intacta nuestra esencia

 

No importa en donde estemos, lo importante es mantener intacta nuestra esencia, lo que verdaderamente somos como seres humanos.

Vivir apegados a nuestras raíces y nuestra identidad es lo que nos hace auténticos, únicos y es lo que las personas sinceras valoran de nosotros, ya que lo que te da un lugar preponderante de respeto en la sociedad no es tu estatus social, sino tu humildad y tu honestidad.

Domingo Acevedo.

Julio/2025

























In memory of Soke Sensei Iwao Tamotsu

¿UN ESPÍA RUSO "ASESINÓ" a SUREN TER SAAKOV en REPÚBLICA DOMINICANA...

viernes, julio 11, 2025

Soldados voluntarios Chinos luchando en Corea

Análisis de la IA del Poema "A mi padre: Sergio Bautista Marte" de Domingo Acevedo

 



El poema de Domingo Acevedo, "A mi padre: Sergio Bautista Marte", es un homenaje profundo y emotivo a la figura paterna. A través de una serie de metáforas e imágenes poéticas, el autor construye un retrato complejo y casi místico de su padre, trascendiendo la simple biografía para elevarlo a un plano arquetípico.

El poema inicia con una aparente contradicción: "Ese hombre analfabeto y simple". Esta sencillez inicial, sin embargo, es solo la puerta de entrada a una riqueza interior y una sabiduría intrínseca que el poeta desvela progresivamente. La frase "que nació un día / después / cuando ya nadie lo / esperaba" sugiere un nacimiento inusual, quizás tardío o inesperado, que ya lo dota de un aura especial, como si su llegada desafiara las expectativas.

A partir de ahí, el poema se despliega en una cascada de imágenes que describen la conexión profunda del padre con la naturaleza y su entorno. Se le llama "labriego empedernido", lo que subraya su vínculo con la tierra y el trabajo constante. Pero esta labor va más allá de lo físico, pues "descifró la / nomenclatura silvestre del bosque", indicando una sabiduría innata y una comprensión profunda del mundo natural que trasciende la educación formal.

Las metáforas se vuelven más etéreas y míticas: "hijo de la noche y el / rocío", "enamorado eterno de la / luna". Estas imágenes lo vinculan con elementos primarios y atemporales, sugiriendo una existencia casi elemental, en armonía con los ciclos naturales. La figura del "jinete invisible" y "cazador de quimeras" lo dota de una dimensión de soñador y buscador de lo inalcanzable, mientras que "guardián de los / charcos sagrados" lo posiciona como protector de lo puro y lo espiritual.

La melancolía y la resiliencia aparecen con "cimarrón herido por el / tiempo" y "Fantasma que sobrevive / al olvido". Estas líneas evocan la resistencia frente a las adversidades y el paso del tiempo, así como una presencia persistente a pesar de los embates de la vida. La imagen de "en los brazos de una / ciguapa" introduce un elemento folclórico dominicano, añadiendo un toque de misterio y arraigo cultural a la figura paterna. La ciguapa, ser mítico que atrae y confunde, podría simbolizar una realidad en la que el padre se sumerge, o una fuerza que lo acoge.

Finalmente, el padre es un "transeúnte solitario / que deja sobre el asfalto / sus huellas de mar y / salitre", una bella contraposición entre la modernidad del asfalto y la esencia natural y primigenia del mar. Es un caminante que lleva consigo la esencia de sus orígenes. El poema culmina con la poderosa imagen de un "centauro que se pierde / más allá del paisaje horizontal / de la imaginación / que recrea memorables / batallas / del hombre contra sus / sueños". Esta metáfora del centauro fusiona lo humano y lo natural, y lo eleva a un plano épico, donde la vida del padre se convierte en una lucha constante, no contra enemigos externos, sino contra sus propias aspiraciones y desafíos internos.

En resumen, Domingo Acevedo construye un retrato lírico de su padre que va más allá de lo meramente descriptivo. Lo transforma en un ser casi mítico, arraigado en la naturaleza, poseedor de una sabiduría profunda y una fortaleza inquebrantable, que ha librado sus propias batallas existenciales. El poema es un tributo a la esencia de un hombre que, a pesar de ser "analfabeto y simple" en apariencia, encarna una riqueza espiritual y una conexión ancestral con el mundo.



Ese hombre analfabeto y simple

 

Ese hombre analfabeto y simple

que nació un día después

cuando ya nadie lo esperaba

es mi padre

labriego empedernido

que descifró la nomenclatura silvestre del bosque

hijo de la noche y el rocío

enamorado eterno de la luna

jinete invisible

cazador de quimeras

guardián de los charcos sagrados

cimarrón herido por el tiempo

Fantasma que sobrevive al olvido

en los brazos de una ciguapa

transeúnte solitario que deja sobre el asfalto

sus huellas de mar y salitre

centauro que se pierde más allá del paisaje horizontal

de la imaginación

que recrea memorables batallas

del hombre contra sus sueños

Domingo Acevedo.

 

A mi padre: Sergio Bautista Marte

 




Debo agradecer a la directora de la Federación Internacional Renshinkan Shorinji Ryu karate do, Narumi tamotsu

 Debo agradecer a la directora de la Federación Internacional Renshinkan Shorinji Ryu karate do, Narumi tamotsu, al sensei Restituyó Fernández y al sensei amable, por haber recibido junto al sensei Jorge Castillo, mi certificado como cinta negra quinto dan de Shorinji Ryu Renshinkan .

Es un honor para mí haberlo recibido, ya que, aunque practique varios estilos y formas de pelea, fue en el Shorinji Ryu Renshinkan donde realmente me formé como karateka.
Y tengo la firme convicción de que el karate, su esencia es una sola y eso es lo que nos debe unir, fortalecer,nos, hermanarnos en la honestidad, en los principios fundamentales del karate, en su filosofía, teniendo en cuenta que en el alma de los verdaderos karatekas, artistas marciales no hay espacios para la envidia, las mezquindades, ni las traiciones.....ossss.

Domingo Acevedo.
Julio/2025.






El 11 de Julio de 1998, fallecía Maria Soledad Rosas, en Turín, había nacido el 23 de mayo de 1974, Buenos Aires.




Apenas conoció la noticia de la muerte de su compañero Eduardo, Soledad escribió esta carta que hoy se puede encontrar en Internet, en el sitio de la Comisión de Defensa Anarquista:

«Compañeros y compañeras: La rabia me domina en este momento. Siempre he pensado que cada uno es responsable por sus actos, pero esta vez hay culpables y los quiero mencionar en voz alta, son aquellos que mataron a Edo: el Estado, los jueces, los abogados, la prensa, el T.A.V., la policía, las leyes, las reglas y toda la sociedad de esclavos que acepta este sistema.

Siempre luchamos contra esta dominación y es por ello que hemos terminado en la cárcel. La cárcel es un lugar de tortura física y psíquica, aquí no se dispone de absolutamente nada, no se puede decidir a qué hora levantarse, qué comer, ni con quién hablar, ni con quién encontrarse, ni a qué hora ver el sol.

Para todo hace falta hacer una "solicitud", hasta para leer un libro. Ruido de llaves y cerraduras que se abren y se cierran, voces que no dicen nada, voces cuyo eco se escuchan en los pasillos fríos, zapatos de goma que no hacen ruido y una linterna que en los momentos menos pensados está ahí para controlar tu sueño, correo controlado, la palabra prohibida.

Todo un caos, todo un infierno, todo la muerte.

Así es como te matan día a día, despacio pero seguro para hacerte sentir más dolor. Por eso Edo ha decidido terminar abruptamente con este dolor infernal.

Al menos él se permitió tener un último gesto de mínima libertad, de decidir él mismo cuándo terminar con esta tortura. Entre tanto, me castigan a mí y me ponen en incomunicación.

Eso significa no sólo no ver a nadie sino tampoco recibir ningún tipo de información, no tener una frazada para taparse. Ellos tienen miedo de que yo me suicide. El mío es un aislamiento cautelar, lo hacen para "salvaguardarme", y así no tener que asumir la responsabilidad si yo decidiera también ponerle fin a esta tortura.

No me dejan llorar en paz, no me dejan tener un último encuentro con mi Baleno. Veinticuatro horas al día, un agente me custodia a cinco metros de distancia.

Después de lo que pasó, los políticos del partido verde que vinieron para darme su pésame y para tranquilizarme no se les ocurrió nada mejor que decirme que "ahora seguramente todo se va a resolver más rápido, ahora todos van a seguir con más atención el proceso y pronto te darán arresto domiciliario".

Después de este discurso me quedé sin palabras, estaba sorprendida, pero pude preguntarles si se necesita de la muerte de una persona para conmover a un pedazo de mierda, en este caso el juez.
Insisto, en la cárcel ya mataron a otros y hoy mataron a Edo, estos terroristas con licencia para matar.

Voy a buscar la fuerza de alguna parte, no sé de dónde, sinceramente ya no tengo ganas pero tengo que seguir, lo hago por mi dignidad y en nombre de Edo.

Lo único que me tranquiliza es saber que Edo ya no sufre más. Protesto, protesto con mucha rabia y mucho dolor.
Sole

P.D.: Si el hecho de encarcelar a una persona es un castigo, entonces a mi ya me castigaron con el asesinato de Edo. Hoy empecé la huelga de hambre. Quiero mi libertad y la destrucción de toda esta institución carcelaria. La condena la voy a pagar todos los días de mi vida.»

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