miércoles, julio 30, 2025

El químico que creó el alivio... y la adicción





En 1897, un joven químico alemán estaba a punto de cambiar la historia de la medicina. Su nombre era Felix Hoffmann, y trabajaba para la poderosa empresa Bayer, en una época en que la química empezaba a abrir caminos impensados.
Hoffmann había nacido en Ludwigsburg en 1868. Desde muy joven, mostró una pasión por la ciencia. Se graduó con honores como farmacéutico, obtuvo su doctorado en Múnich y fue recomendado por nada menos que Adolf von Baeyer, futuro premio Nobel, para ingresar al naciente departamento farmacéutico de Bayer.
En ese entonces, la estrategia de Bayer era clara: mejorar medicamentos a través de la acetilación, un proceso que modificaba químicamente las moléculas para hacerlas más eficaces o menos agresivas al cuerpo. Hoffmann empezó a aplicar esa técnica a distintos compuestos, y fue entonces cuando se topó con un problema antiguo: el ácido salicílico, eficaz contra el dolor pero terrible para el estómago.
El 10 de agosto de 1897, Hoffmann consiguió acetilar el ácido salicílico, obteniendo una forma mucho más tolerable: el ácido acetilsalicílico. Bayer lo bautizó Aspirina. Lo que nació como un experimento modesto se convirtió en uno de los fármacos más consumidos en el mundo. En 2024, se estima que se usan más de 44.000 toneladas al año.
Pero eso no fue todo.
Apenas 12 días después, Hoffmann realizó otra acetilación, esta vez sobre la morfina. El resultado fue una sustancia aún más potente para aliviar el dolor. Bayer la llamó heroína, por su "efecto heroico". Se recetó para la tos, el parto, heridas de guerra, e incluso para tratar la adicción… a la morfina. Pero su aparente virtud escondía una condena: su altísimo poder adictivo generó una crisis global.
Aspirina y heroína, dos nombres creados con apenas días de diferencia, nacieron del mismo laboratorio y del mismo hombre.
Uno alivia el dolor. El otro lo multiplica.
Felix Hoffmann vivió hasta los 78 años. Y aunque no buscaba gloria, dejó una huella imborrable. Una que nos recuerda que la ciencia no solo transforma el mundo… también puede desafiar nuestra ética.
De la red

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