martes, mayo 06, 2025

No fracasa el que lucha

 No fracasa el que lucha, aunque se quede solo y no triunfe, sino aquel que vende sus principios, sueños e ideales por dinero, a políticos corruptos y ladrones, sin importar que eso, que se llama clientelismo, al final termine destruyendo el país.

Domingo Acevedo.
Mayo/2025.



Mi respuesta a un defensor del nacionalismo anti haitiano.

 

Yo he sido toda mi vida un militante de la izquierda, aún hoy atomizada, dividida y reducida a su más mínima expresión, sigo orgullosamente siendo de izquierda ‌respeto a todo aquel que no lo es y que vea la izquierda como el culpable de los males que sufre el pueblo Dominicano y que la acusen de pro haitiana y cuántas cosas más se les ocurran.

Pero resulta que siempre hemos estado luchando por los derechos de este pueblo, siempre hemos dado un paso al frente aportando con nuestra sangre y nuestras vidas ese derecho que tenemos a vivir con dignidad. ‌

Ahora aparece un grupo de supuestos nacionalistas, encabezados por una batata con ojeras, con ínfulas de fascista y alentado por los enemigos históricos de la democracia y la libertad de este pueblo, como los Vinchos, que nuevamente saltan al escenario del odio con su discurso histórico anti haitiano, como los paladines de la justicia y la libertad. ‌

Los haitianos es cierto, se han convertido en un grave problema para el país, por la situación interna que viven y por la complicidad de los gobiernos que hemos tenido, la corrupción en los consulados y la frontera Dominicana.

‌A este gobierno fusionista, que patrocina esos grupos paramilitares lo que hay que pedirle es que haga cumplir las leyes migratorias, aún con todo el drama humano que eso pueda causar, porqué de verdad es que resulta doloroso ver las repatriaciones, pero estamos llegando al punto que son ellos o nosotros. ‌

Aclarar también que el problema del mundo no ha sido el socialismo, ni el comunismo, sino el capitalismo imperialista que ha sembrado de pobreza y muerte con sus guerras injustas a la humanidad, ha sido Occidente que ha saqueado y empobrecido a América, Asia y África, no Rusia, China, Viet Ñam, Venezuela etc. ‌

Es Estados Unidos que bloquea e invade a todos los países que no están alineados a su política imperialista. ‌

Hoy los que no tenemos el anti haitianismo arraigado en la conciencia, somos traidores, lo decreta una persona con la cabeza llena de basura y odio por no decir otra cosa, al que ya comparan con Duarte.

‌Y a propósito de la marcha patriótica del 27 por los 60 años de la guerra de abril, no pudieron, ni con mentiras, ni amenazas detenerla.

‌La lucha sigue contra las mineras en todo el país y hoy con más fuerza en Cotuí, contra la corrupción, los abusos policiales, por un mejor país y porque el gobierno asuma la responsabilidad de preservar nuestra identidad y nuestra independencia, no con odio, sino aplicando las leyes migratorias que tenemos

‌Domingo Acevedo. ‌

Mayo/2025.




LA INMIGRACIÓN HAITIANA: ENCUENTROS Y DESENCUENTROS*


Por *Bartolo García Molina*
Estamos viviendo un momento de efervescencia neurótica antihaitiana en RD, en el cual un grupo de conservadores se ha arrogado el derecho exclusivo de propiedad del nacionalismo y el patriotismo. En su arrogancia, a quienes no comparten su violencia verbal, odio y detritus verbales hacia los haitianos les cuelgan el sambenito de traidores a la patria, su etiqueta favorita. Esta campaña sistemática y generalizada de odio y culpación a los haitianos está ganando cada vez más terreno. Al ritmo que va creciendo el antihaitianismo, el nacionalismo de extrema derecha se convertirá en una orgía dionisíaca en la que se sustituirá el vino por el odio. poco falta para que pidan que en las iglesias, las escuelas, la TV y los hogares se dediquen todos los días dos minutos de odio a los haitianos, como pide El Gran Hermano en la novela 1984. En las redes sociales ya están sobrepasando por mucho esos dos minutos.
No se puede negar que la República Dominicana tiene una situación difícil con la inmigración haitiana. Con la situación cada vez más calamitosa de Haití, podríamos enfrentar avalanchas de masas hambrientas queriendo ingresar a nuestro territorio, lo que aumentaría la ya de por sí excesiva cantidad de inmigrantes indocumentados. En ese aspecto, podríamos coincidir con el nacionalismo neurótico antihaitiano. En lo que tenemos profundas diferencias es en las motivaciones, intenciones y formas.
En lo que a mí respecta, sin que me arrogue la representación de los demás revolucionarios que aman esta patria (y que han avalado ese amor con el sacrificio, el sudor, la persecución, la cárcel la exclusión y la muerte), mi posición es que hay presionar al gobierno para que tomé las siguientes medidas:
Deportación o regularización, en el marco de nuestras leyes, de todos los ilegales, sin maltratos, ultrajes ni despojo de sus bienes; 2) establecimiento de control efectivo en la frontera; 3) interpelación a todos los Ministros de Las Fuerzas Armadas (de Defensa) y a los oficiales encargados de proteger la frontera en los últimos veinticinco años; 4) promulgación de una ley que sancione ejemplarmente a los prevaricadores encargados del control migratorio y a los traficantes de indocumentados; 5) destitución y sometimiento a la justicia de los militares, funcionarios y ciudadanos que trafican con indocumentados, especialmente a los militares y funcionarios prevaricadores. 6) diseño de una política migratoria para RD que incluya las áreas en las que necesitamos inmigrantes. 7) sanciones a quienes usurpen el control de la política migratoria dominicana.
😎
dignificación de las labores que los dominicanos se niegan a realizar por considerarlas mal remuneradas; y 9) apoyo a cualesquiera iniciativas que favorezcan que Haití encuentre el camino de salir de la tragedia que lo devora. No creo que haya que odiar a Haití para amar a nuestra bella Quisqueya. Considero que a República Dominicana le conviene que Haití salga de su deplorable situación.
También considero que hay que apoyar al gobierno (y que conste: no soy oficialista) en la aplicación de cualesquiera de las nueve medidas anteriores, y cualesquiera otras que favorezcan el control migratorio, sin crueldad, sin odio, sin retorcimiento de la realidad y sin oportunismos políticos ni faranduleros. Asimismo, soy partidario de la defensa intransigente del país de ataques injustos en cualquier escenario, nacional o internacional.
Por último, quiero dejar constancia de que mi nacionalismo y mi patriotismo no se limitan a la regularización de la inmigración haitiana. Creo que la patria también es ecología, recursos naturales, administración pública, salud mental, salud moral, educación, desarrollo de la inteligencia, etc. Odiadores procaces que envilecen los sentimientos colectivos de las y de los dominicanos y envenenan la salud espiritual deberían ser llamados a la cordura por los antihaitianos que no estén obnubilados y alienados por el odio. Las y los nacionalistas que vayan en esa dirección me encontrarán en la trinchera del honor: contra haitianos, contra yanquis, contra franceses y contra “toda potencia extranjera” que pretenda violar nuestra soberanía.

Tomado de la red.

Luna dormida

 Luna dormida

la noche es su cuna

el viento la arropa

Domingo Acevedo

Abril/2025.




lunes, mayo 05, 2025

Roza Shanina: La francotiradora roja y el suspiro de la Revolución

  ELLA SÍ DERROTÓ A LOS NAZIS Y NO LOS CUENTOS DE FICCIÓN MADE IN HOLLYWOOD

Roza Shanina: La francotiradora roja y el suspiro de la Revolución
«La muerte silenciosa de un suspiro»
En las vastas estepas de Prusia Oriental, bajo el cielo plomizo de enero de 1945, una joven de veinte años y mirada de acero apretó el gatillo por última vez. Roza Ivanovna Shanina, francotiradora del Ejército Rojo y militante comunista, no fue solo un arma letal contra el fascismo, sino la encarnación de un ideal. Su vida, su lucha y su muerte constituyeron un acto de fe en la Unión Soviética, en el socialismo y en la victoria final de la clase obrera.
Infancia en la tierra roja: la forja de una revolucionaria
Nacida en 1924 en Gorodets, una aldea campesina al norte de Rusia, Roza creció entre el aroma del pan recién horneado y las lecturas de El Manifiesto Comunista. Su familia, humilde y arraigada en la tierra, vivió de primera mano el impulso transformador de la Revolución de Octubre, que les devolvió la esperanza en un futuro libre de zarismos y opresión. Desde niña, Roza devoraba tanto a Tolstói como a Lenin, encontrando en éste último no solo teoría, sino un manual de acción práctica.
A los catorce años ya destacaba en el Komsomol —la juventud comunista—, donde su disciplina férrea y su compromiso con la colectividad la convirtieron en una líder natural. Corría, saltaba y estudiaba no para brillar, sino para servir a la causa. Cuando, en junio de 1941, la Wehrmacht invadió la Unión Soviética, Roza no dudó: alistarse no era una opción, sino un deber de clase. Para ella, aquella invasión no era solo un ataque territorial, sino un atentado contra el proyecto socialista que había liberado a su pueblo de viejas cadenas feudales.
El fusil y la hoz: la francotiradora como símbolo soviético
Tras ingresar en la Escuela Militar de Smolensk, Roza se convirtió en una de las primeras mujeres aceptadas en el programa de francotiradores, un honor reservado a los más leales al Partido. Su formación fue tanto técnica como ideológica: cada disparo debía asestar un golpe al corazón del capitalismo fascista. Con su Mosin-Nagant —obra maestra de la industria obrera soviética— aprendió no solo a calcular vientos y distancias con precisión de ingeniera, sino también a ver más allá de la mira: cada soldado abatido era un paso hacia la liberación de los pueblos oprimidos de Europa.
En el frente de Leningrado, sitiado y heroico, Roza acumuló 59 bajas confirmadas. Sus víctimas no eran combatientes anónimos, sino oficiales de la maquinaria hitleriana. En su cuaderno, junto a las coordenadas de cada disparo, solía escribir consignas como «Por Stalingrado» o «Por los niños de Minsk». No actuaba por venganza, sino por justicia histórica: cada bala rendía homenaje a sus camaradas caídos y reafirmaba su fe en la URSS.
Cartas desde el frente: la conciencia de una comunista
En sus misivas a casa, Roza no hablaba de gloria, sino de conciencia revolucionaria:
«Cada día que sobrevivo es un día más para la Victoria. No temo a la muerte; temo no ver el amanecer socialista por el que tanto hemos luchado.»
Portaba siempre dos retratos: el de su hermano menor, asesinado en un bombardeo nazi, y el de su madre, enferma pero orgullosa. También guardaba consigo una pequeña insignia del Partido Comunista, que besaba antes de cada misión. Para Roza, la familia y la Patria Socialista eran una misma entidad: células de un cuerpo colectivo que el fascismo pretendía destruir.
La muerte roja: caer por la URSS
El 28 de enero de 1945, en plena ofensiva soviética en Prusia Oriental, una granada nazi segó su vida. Según sus compañeras, sus últimas palabras fueron: «¡Adelante, por la Madre Patria!». Su muerte no fue fortuita, sino un sacrificio consciente: días antes había escrito a un amigo: «Si caigo, que mi sangre riegue el camino hacia el comunismo.»
El Ejército Rojo la enterró con honores militares, pero su verdadero monumento fue la bandera soviética ondeando sobre Berlín meses más tarde. El propio Stalin la mencionó en un discurso como «ejemplo de la mujer nueva, libre y combatiente que el socialismo ha creado».
Legado: flores rojas en el campo socialista
Hoy, en Gorodets, un busto de Roza Shanina mira al horizonte. No es solo la efigie de una soldado, sino la de una mártir laica de la Revolución. Las flores que le depositan no son blancas, sino rojas: claveles que simbolizan la sangre derramada por la utopía.
En sus diarios, Roza soñaba con plantar jardines donde antes hubo trincheras. Ese sueño no era ingenuo, sino el núcleo mismo del proyecto soviético, que veía en la guerra antifascista el preludio de un mundo sin explotación. Su historia nos interpela: ¿qué pesa más, las balas que destruyen o las ideas que construyen?
Roza Shanina eligió ambas, porque sabía que, a veces, es necesario disparar para que algún día nadie tenga que hacerlo.
«Los héroes no mueren: se multiplican en cada camarada que sigue su ejemplo.»
— Consigna popular soviética, 1945

Laurens van der Post, en su libro The Lost World of the Kalahari, relata su experiencia conviviendo con los bosquimanos del desierto del Kalahari

 Laurens van der Post, en su libro The Lost World of the Kalahari, relata su experiencia conviviendo con los bosquimanos del desierto del Kalahari, un pueblo ancestral que ha mantenido una conexión inquebrantable con la naturaleza. Durante su estancia, vivió momentos de asombro y aprendizaje, pero hubo un episodio que lo marcó profundamente.

Una noche, mientras contemplaban el cielo estrellado del desierto, los bosquimanos le preguntaron si podía "escuchar las estrellas". Para ellos, este murmullo celestial era algo natural, una melodía que había acompañado a su pueblo durante generaciones. Cuando Van der Post respondió que no, al principio pensaron que bromeaba. Pero al darse cuenta de que decía la verdad, su asombro se tornó en tristeza. No poder oír el susurro del universo no era solo una simple limitación, sino una señal de desconexión espiritual. Para los bosquimanos, la verdadera enfermedad no es física, sino la pérdida del lazo con la naturaleza.

Este episodio llevó al autor a reflexionar sobre lo que la civilización occidental ha sacrificado en su afán de progreso. En su libro, no describe a los bosquimanos como un pueblo "atrasado", sino como guardianes de una sabiduría ancestral que el hombre moderno ha olvidado. Su capacidad para rastrear animales, interpretar el lenguaje de la tierra y vivir en armonía con su entorno es un recordatorio de que el verdadero conocimiento no se mide solo en términos de avances tecnológicos.


Otro aspecto que impactó a Van der Post fue la concepción que los bosquimanos tienen de la soledad. Para ellos, la naturaleza nunca es un vacío: el viento, la arena y las estrellas son una presencia constante, una compañía viva. En cambio, el hombre moderno, rodeado de ruido, pantallas y distracciones, padece una soledad más profunda: la de haber perdido su conexión con el mundo natural y, en última instancia, consigo mismo.

La historia de Van der Post en el Kalahari no es solo un viaje físico, sino también un viaje espiritual. En sus páginas, nos invita a reflexionar sobre lo que realmente significa estar vivos, sobre la necesidad de recuperar esa voz interior que nos une a la tierra y al universo

Tomado de la red.



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Todas las reacciones:


 mil

El paso delos años no ha detenido nuestra lucha.

Aunque muchos han traicionado los principios por lo que luchamos nosotros seguimos levantando la bandera de la dignidad y la lucha.





























 

Alma Mater.







 

Nada justifica la deslealtad.


‌Nada puede justificar la deslealtad entre entre padres e hijos, entre amigos, entre maestros y alumnos y menos entre un cinta negra y su sensei, en donde suponemos que hay fuertes vínculos en la sinceridad arraigada a través de años de duros entrenamientos y sacrificios, que va desde el vínculo puramente profesional, pasando por lo afectivo, por ese sentimiento de fidelidad que debe sentir un alumno por su sensei y un sensei por su alumno, establecido en el código del karate.
‌Las diferencias siempre existirán, ya que no todos siempre pensaremos de la misma manera, ni tendremos los mismos enfoques sobre determinados puntos de vistas y en la medida en que el estudiante va avanzando en el conocimiento del karate, es posible que surja en él dudas que lo induzcan a buscar en otros lugares respuestas a las enseñanzas de su sensei, más eso no debe ser motivo de deslealtad, sino un motivo para conversar y entenderse como seres humanos que por años han estado unidos por los lazos fraternos de las artes marciales.
‌Y sí el alumno quiere emprender un nuevo camino, buscar nuevos horizontes, el sensei debe entender que cuando se crece esas cosas suceden, debe dejarlo ir en paz y seguir siendo alumnos y maestros, cada cual por su lado, sin conflictos y sin traumas.
‌Algunos de los diferentes estilos que practicamos hoy, surgieron de esas diferencias, dudas y enfoque distintos entre alumnos y senseis, sobre los métodos y las técnicas que se enseñaban en la antigüedad, por lo que yo creo que no debe haber deslealtad, ni traición entre senseis y alumnos por pensar o tener diferentes criterios, sino tener la inteligencia, la tolerancia y la suficiente madurez, para dirimir las diferencias permitiendo de esa manera que se tome la mejor de las desiciones y que sea aceptada como buena y válida por ambas partes.
‌Debemos entender, aunque nos duela, que las personas que están a nuestro lado, tienen el derecho a tomar su propio camino, cuando lo crean necesario.
‌Domingo Acevedo.
‌Mayo/2025.


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