Durante años, los héroes de la exploración espacial parecían ocultos tras cohetes y trajes blancos. Hasta que el mundo conoció a Katherine Johnson: una mujer con un lápiz, una regla y una mente capaz de convertir el cielo en números.
En la década de 1960, en plena carrera espacial y cuando las computadoras eran nuevas y poco fiables, Katherine fue llamada a verificar —a mano— las trayectorias que llevarían a John Glenn a orbitar la Tierra. El propio astronauta pidió: “Que sea ella la que lo revise”. Y confió más en sus cálculos que en cualquier máquina.
Su precisión matemática impulsó misiones históricas como Mercury, Apolo 11 y el Transbordador Espacial. Su dominio de la mecánica orbital y la geometría en el espacio fue clave para que Estados Unidos llegara a la Luna.
Todo esto lo logró derribando dos muros que parecían infranqueables: ser mujer y afroamericana en una época que intentaba limitar su voz.
Katherine no solo abrió puertas: las derribó con fórmulas, perseverancia y una fe inquebrantable en su trabajo.
Su legado va más allá de las matemáticas. Nos recordó que el talento no tiene género ni color, y que la precisión también es un acto de valentía.
Hoy, cada misión que se adentra en el cosmos sigue una ruta que, de algún modo, ella ayudó a trazar.
Créditos: Curiosidades desconocidas.