El texto "Ahora recuerdo a la abuela Mamá Tita" de Domingo Acevedo es una profunda y poética meditación sobre la memoria, la resiliencia y la lucha por la supervivencia en un entorno rural marcado por la adversidad. Amplía los temas introducidos en el fragmento anterior, adentrándose en una dimensión más introspectiva y simbólica.
Tema Central
El tema central es la memoria y la nostalgia por un pasado de lucha y privación, pero también de resistencia y alegría inquebrantable. Se explora la capacidad humana de encontrar felicidad y propósito frente a la pobreza, el hambre y la inclemencia de la naturaleza. La tensión entre la dureza de la realidad y la persistencia del espíritu humano es un eje fundamental. La figura de la abuela Mamá Tita se convierte en el ancla de estos recuerdos y valores.
Estructura y Narrador
La narración es predominantemente una reflexión lírica y no lineal, impulsada por el recuerdo. Aunque comienza con una referencia temporal ("Ahora recuerdo..."), rápidamente se desplaza hacia un plano más evocador y atemporal. Las escenas y pensamientos se suceden de forma asociativa, como flujos de conciencia.
El narrador es subjetivo y testimonial, hablando en primera persona ("Nuestra rebeldía", "mis ojos"), lo que le confiere una gran autenticidad y emocionalidad. Este narrador es un miembro de la comunidad, profundamente conectado con sus raíces y con la memoria colectiva, lo que le permite transitar entre lo personal y lo universal de la experiencia compartida.
Lenguaje y Estilo
El estilo de Acevedo es marcadamente poético y evocador, con un uso abundante de metáforas, personificaciones y un lenguaje cargado de simbolismo:
Imágenes de Sequía y Desolación: "Primavera atrás ha quedado", "verano se adueñó", "Julio lleno de malos presagios", "gallinas muertas", "sol desata su ira", "arbustos achicharrados", "nubes de polvo". Estas imágenes pintan un panorama de extrema dificultad y escasez.
Contraste y Oxímoron: El texto está construido sobre contrastes poderosos que resaltan la resiliencia: "alegría permanece intacta bajo los escombros púrpuras", "ser felices en medio de tanto horror", "tristemente felices". Esta dialéctica subraya la complejidad de la experiencia humana.
Personificación: La brisa "se desenreda", "danza"; el sol "desata su ira"; el calor "nos emborrachaba de felicidad". Estas figuras le dan vida al entorno natural.
Hipérbole: "Hambre de toda la vida", "lluvia eternizándose". Estas exageraciones enfatizan la magnitud de las adversidades.
Repetición: El uso recurrente de la "danza" y el "fuego" como elementos de resistencia y unión.
El lenguaje es elevado, casi místico en ocasiones, especialmente en la descripción de las celebraciones nocturnas y el acto de escribir la historia "con fuego".
Personajes y Simbolismo
Abuela Mamá Tita: Más que un personaje, es un símbolo central de la resistencia, la sabiduría ancestral y la subsistencia. El recuerdo de ella haciendo "chola de guayiga para mitigar el hambre de toda la vida" la eleva a la categoría de matriarca que asegura la continuidad de su gente. Ella representa el legado de la resiliencia.
Las Hormigas: Se mencionan como los únicos sobrevivientes a la inclemencia del tiempo, un símbolo de tenacidad, organización y persistencia ante la adversidad.
Ancianos bajo el mango: Representan la sabiduría, la vulnerabilidad ante la naturaleza, pero también la búsqueda de refugio y la continuidad de la vida a pesar del sopor del calor.
Los "Fantasmas" (Miche, Amantina, Bertilia, Rafael, Julio y Abuela Mamá Tita): No son fantasmas en el sentido literal, sino la memoria de quienes se han ido, ya sea por la muerte o por la migración ("se alejan hacia la ciudad"). Su presencia etérea sugiere que, aunque ausentes físicamente, su espíritu y su legado persisten. Este es un recurso poderoso para hablar de la migración y la pérdida, así como de la herencia cultural y emocional.
La Tatarabuela: Representa las raíces más profundas, la conexión con el pasado más remoto y la transmisión de un conocimiento o una forma de ver el mundo ("las manos analfabetas y tiernas de la tatarabuela, que se murió de ausencia... tejieron entre mis ojos").
La Chola de Guayiga: Un potente símbolo de la ingeniosidad y la supervivencia ante el hambre, utilizando los recursos disponibles en el entorno.
El Fuego y la Danza: Elementos catárticos y rituales que simbolizan la resistencia cultural, la unión comunitaria y la capacidad de transformar la pena en alegría y esperanza. El acto de "escribir nuestra historia con fuego" es una metáfora de la afirmación de la identidad y la resistencia a ser olvidados.
El Maíz y los Panes: Símbolos bíblicos y universales de la provisión y la abundancia milagrosa que se logra a través de la fe, la unión y el trabajo.
Unicornios en las planicies del sur: Una imagen final de esperanza, fantasía y anhelo de un futuro mejor, que contrasta con la dura realidad presente. Es una visión casi utópica que la tatarabuela esperaba, vinculando el pasado y el futuro a través de la imaginación.
Análisis Social
Este fragmento ofrece una cruda, pero a la vez esperanzadora, visión de las condiciones de vida rural. Acevedo aborda directamente la pobreza y el hambre como realidades persistentes ("hambre de toda la vida", "miserable realidad de nuestra existencia"). La sequía se presenta como una fuerza destructiva que afecta directamente la subsistencia y causa la muerte ("gallinas han muerto").
Sin embargo, el texto va más allá de la mera denuncia social. Destaca la resistencia cultural y la capacidad de una comunidad para forjar su propia felicidad a pesar de las adversidades. Las reuniones alrededor del fuego, las tamboras y los cantos son expresiones de una identidad colectiva fuerte y de mecanismos de afrontamiento. Esta "rebeldía" no es violenta, sino una afirmación de la vida y la alegría.
La mención de los "fantasmas" que "se alejan hacia la ciudad" es una sutil pero poderosa alusión a la migración rural-urbana, un fenómeno social que despuebla los campos y disgrega las familias, aunque sus recuerdos y legados persistan. La espera de la tatarabuela por los unicornios puede interpretarse como el anhelo por un cambio, por una mejora que nunca llega completamente en su vida, pero que mantiene viva la esperanza.
En resumen, Domingo Acevedo nos presenta un retrato social matizado: una realidad de privaciones, pero también de una profunda riqueza humana, donde la memoria, la cultura y la capacidad de soñar se convierten en las herramientas más potentes para sobrevivir y trascender la "miserable realidad". Es un canto a la persistencia del espíritu en el corazón de la adversidad.