miércoles, abril 09, 2025

Barbarín Mojica, poema.

 

Barbarín

 

Sí vamos a hablar de dignidad

Podemos sin ruborizarnos

mencionar con ternura

el nombre de Barbarín Mojica

titán anti trujillista

que burló mil veces

los sicarios de la muerte

que amparados

bajo la sombra del poder del jefe

intentaron silenciar para siempre

su voz pertinaz de mar y salitre

hidalgo hijo de esta patria

humilde trabajador portuario

que contrajo nupcias

con la causa de los pobres

y se hizo abanderado de la lucha

por la redención de los oprimidos

y no hubo cárcel para detener sus sueños

ni fusiles para segar su vida

y no pudieron los amos

comprarlo con promesas

ni con amenazas

amilanarlo los verdugos

él siguió erguido su camino

hacia la historia

con la mirada llena de caracoles

y estrellas

puesta en el futuro

 

A Barbarín Mojica




Barbarín Mojica.

 Historia Dominicana en Gráficas

Barbarín Mojica dedicó su vida a losobreros y a otras causas populares
Al morir, habitaba una estrecha casita de madera, que con esfuerzos sus compañeros de lucha y amigos sustituyeron después en el mismo lugar con una vivienda de condiciones humildes también, para los familiares que le sobrevivieron.
Contrario a muchos dominicanos sin mérito, pero glorificados con el honor de una calle con su nombre resultado de arreglos económicos cabildeos de amigos y familiares, Barbarín Mojica ha recibido el reconocimiento sincero del pueblo humilde que quiso premiar sus pasadas luchas e incondicional solidaridad con el tributo de seis calles que lo recuerdan, cuatro de ellas localizadas en Santo Domingo.
Porque toda su vida la consagró a la causa de los más desvalidos de la sociedad. Muy joven se enfrentó a Trujillo, después combatió los crímenes y atropellos de los gobiernos balagueristas y a la hora de su muerte, todavía rodeada de misterio, aún permanecía cotidianamente junto al obrero, aunque ya el cáncer había restado fortaleza a su cuerpo y la angustia, por la desaparición de un hijo, perturbaba su mente antes lúcida, de encendidas y denunciantes oratorias contra el terror, la desigualdad social, el abuso.
Como prueba de la intransigencia con sus principios está la humilde casa de Simonico, en Villa Duarte. Compañeros y amigos la construyeron en el mismo lugar donde se instaló, en una más modesta, estrecha, de madera, en 1955. “No quiero nada que no tengan mis compañeros. La gente dice que los sindicalistas son unos vendidos, y es cierto que muchos han usado el sindicalismo para hacerse ricos, pero yo me llevo a la tumba el orgullo de no haber negociado con mi dignidad”, declaró siete meses antes de su partida, en 1991, al periodista Julio Martínez Pozo.
Entonces no precisaba si había sido arrestado y encarcelado más de un centenar de veces por sus ideas, lo que tenía claro era que no se arrepentía “de haber luchado por la libertad del pueblo dominicano”.
Ese 1991 tampoco había pasado inventario a los interminables allanamientos, encañonamientos frente a los niños y la esposa, amenazas para que abandonara la protesta y callara su voz por el hijo que tras incesante búsqueda apareció descuartizado. No ocultaba los sobornos recibidos para silenciarlo. “Mi futuro no es individual, sino colectivo, no puedo traicionar a mi clase, el bienestar de los obreros también es el mío”, reclamaba.
Testimonios
Del historial del legendario líder obrero hablan Jorge Puello Soriano (el Men), el doctor Ignacio Rodríguez Chappini, que compartió con él la dirigencia de la desaparecida Unión Patriótica Antiimperialista (UPA) y su compañera desde 1987, Mercedes Mojica de Mojica, tan sufrida y humilde cono fue el amoroso esposo que vio por última vez el sábado cuatro de octubre de 1991 luego de prepararle una cena frugal y observarlo acostarse. Horas más tarde descubriría su ausencia hasta el martes, cuando el cadáver fue encontrado debajo del puente Ramón Matías Mella, dentro de un hoyo, con su boina negra y su reloj a un lado, pero calzando sus sandalias de siempre. “Todo el tiempo he tenido dudas de que se suicidara, el que se tira de una altura como esa cae desbaratado, para mí no fue él que lo hizo, me lo dice el corazón. En ese gobierno (el de Balaguer) hacían eso y más”, confiesa la sencilla dama.
Rodríguez Chappini, compadre de Barbarín, padrino de Paula, hija del dirigente obrero, al preguntarle si realmente piensa que éste se suicidó, contesta: “La creencia que tenemos es que sí. Él se enfermó. Según me dijo un médico que lo trató, parece que tenía cáncer de próstata, fue trasladado a Cuba donde le dieron el mejor trato, pero nos dijeron que para su salud mental lo más adecuado era que se tratara aquí, en su ambiente, con su familia, su gente. Vino y buscamos a un médico democrático, el doctor Arnulfo Mateo, y le dio el tratamiento que requería. Pero la enfermedad, unida a la desaparición del hijo, un joven activista de Guachupita, defensor de los de abajo, desaparecido precisamente oponiéndose a esas entregas de apartamentos medalaganarias del gobierno de Balaguer, llevaron a Barbarín a recorrer todo el país tratando de encontrarlo, y eso lo fue trastornando psicológicamente, lo dañó mucho mentalmente”.
Un día, agrega, compañeros del Sindicato de Arrimo Portuario (POASI), donde se trasladaba a pie todos los días, “lo encontraron parado mirando hacia el río, ese fue un síntoma raro, también había presión sobre él de las fuerzas represivas que se presentaban a POASI y alguno de esos militares llegó a decir que si Barbarín seguía embromando y denunciando lo del hijo, también podía desaparecer”.
El odontólogo, miembro del 14 de Junio “de los tiempos de Manolo”, de La Línea Roja de esa agrupación, del Partido de los Trabajadores Dominicanos y dirigente de la Unión Patriótica Antiimperialista (UPA), conoció a Barbarín en esta última organización de la que el luchador obrero fue primer vicepresidente. “Me llamó poderosamente la atención la actitud de ese hombre tan humilde, tan sencillo, que era un líder real entre los portuarios y en toda la clase obrera, muy respetado, con una credibilidad asombrosa entre las fuerzas democráticas y patrióticas del país. Sorprendía su solidaridad con los demás, la causa de los otros eran sus propios desvelos, vivía tratando de resolver los problemas de la comunidad. He visto en todo el movimiento revolucionario muchos hombres con ese carácter, pero siempre he destacado a Barbarín por sobre todos”.
De Barbarín dice Puello Soriano que “no tenía un alto nivel académico pero sí una extraordinaria fogosidad en la lucha revolucionaria. En POASI se reconoce como el más abnegado en la lucha de los trabajadores”.
Tanto “el Men” como Rodríguez Chappini recuerdan el rechazo a un apartamento que le ofreció Balaguer. Dos periodistas supuestamente enviados por Rafael Alburquerque, actual Vicepresidente, le llevaron las llaves, relata el doctor. Barbarín consultó a la dirigencia de la UPA, que le aconsejó llevar a su sede a los comunicadores. Mojica adelantó que procedería según el consejo de su compadre, quien reaccionó: “El problema más grave de Barbarín es que ese apartamento no le va a revivir a su hijo, el único que va a sacar capital político de esa donación es Balaguer, no es Alburquerque porque Alburquerque no tiene apartamentos para regalar”. Barbarín rechazó la vivienda.
Doña Mercedes lo recuerda como un buen esposo y padre ejemplar.
Perfil
Nació el cuatro de diciembre de 1922 en Guayabo Dulce, Hato Mayor, hijo de María Juana Mojica y Eduardo Soto. En 1942 ingresó al gremio de braceros del Ingenio Consuelo. Cuatro años más tarde se integró a la gran huelga azucarera que dirigió el líder obrero Mauricio Báez, lo que le mereció persecución y encierro durante el trujillato.
En la guerra de abril peleó en el Comando de POASI donde vio caer a muchos de sus compañeros, recuerda Puello Soriano. Al concluir la contienda se incorporó al Sindicato de Trabajadores Portuarios de Arrimo (POASI) donde desempeñó todas las funciones establecidas. “La lucha por el control del puerto de Santo Domingo entre POASI y STAPI, esta última creada por el gobierno de Donald Read Cabral, hizo de Barbarín un auténtico líder que causó recelos en instancias gubernamentales y que se agudizaron en los gobiernos balagueristas de los 12 años”, escribió Eddy Radhamés Sánchez. Balaguer, agrega, ordenó ocupar militarmente el local de POASI y tras cuatro años fue devuelto a sus verdaderos dueños, los portuarios.
“Vivía en Villa Duarte en una casa indigente, como vivo yo, pero dentro moraba un hombre que tenía el corazón más grande”, exclama Jorge Puello.
Barbarín Mojica dejó varios hijos fruto de diferentes uniones. Doña Mercedes, también de Hato Mayor y emparentada con Barbarín, recuerda al que fue desaparecido y que ella asegura fue encontrado descuartizado en Haina, Rafael Mojica Valenciano; a María, Teresa, Francia y Milagros Mojica Sánchez; a Carmen Yolanda Figuereo y a Luisa Mojica. Con ella procreó a Paula y a Eduardo. De su compañero destaca que “nunca se vendió. Balaguer le mandó un cheque en blanco, se lo devolvió, le ofreció yipeta, casa, de todo, y nunca aceptó nada”.
El cadáver de Barbarín Mojica fue encontrado el 7 de octubre de 1991.
Hay calles denominadas Barbarín Mojica en Hato Mayor, San Pedro de Macorís, y en Santo Domingo en los barrios Guachupita, Los Alcarrizos, Guaricano y Villa Duarte. También el salón de conferencias de la Caja de Pensión para Obreros Portuarios lleva su nombre. “Eso lo pidió mucha gente, sobre todo el sindicato de POASI. Hubo también personas que hicieron diligencias en las Cámaras”, revela el doctor Ignacio Rodríguez Chappini, quien justifica estos homenajes. “Fue un hombre que supo defender a este pueblo, que sólo creía en el pueblo, que vivió permanentemente exaltando las figuras de Mauricio Báez y de todos los grandes líderes obreros del país. Era Duartiano, seguidor de las ideas de Luperón, Manolo Tavárez Justo, Caamaño… de todos los que defendieron la independencia y la soberanía, porque era totalmente antiimperialista”.
Texto: Angela Peña



domingo, abril 06, 2025

Asamblea Nacional Popular hacia la marcha del 27 de abril del 2025

 

























La decisión de no tener hijos.

 Si la vida que fue, volviera a ser hoy


Toda su vida, Elena vivió con una certeza: la maternidad no era para ella. Amaba su libertad, sus viajes, las noches de fiesta con amigos, los proyectos personales que llenaban su mundo. Nunca sintió que le faltara algo, y cada vez que alguien le preguntaba si no se arrepentiría, respondía con una sonrisa segura.

Los años pasaron. Vio a sus hermanos formar familias, a sus amigos casarse, tener hijos, y con el tiempo, incluso nietos. Al principio, aún encontraba compañía en quienes compartían su estilo de vida, pero poco a poco, esas amistades se fueron apagando. Algunos tomaron otros caminos, otros partieron demasiado pronto. Y así, casi sin darse cuenta, llegó a los 100 años.

Aquel día, sentada en su vieja mecedora, miró el pastel que alguien le había llevado por cortesía, quizás un vecino o una enfermera. No había velas, porque ya no tenía a quién pedirle que las encendiera. Miró a su alrededor y se dio cuenta de que la casa, alguna vez llena de vida, estaba en absoluto silencio. No había risas de niños, ni llamadas de familiares preguntando cómo estaba, ni un mensaje cariñoso de alguien que la recordara con amor.

Por primera vez en su vida, se preguntó si realmente había tomado la decisión correcta. No porque la maternidad hubiera sido el único camino, sino porque se dio cuenta de que, en su deseo de ser libre, había olvidado sembrar vínculos que resistieran el tiempo. No se trataba solo de hijos, sino de construir una red de amor, de dejar una huella en otros corazones.

Suspiró, tomó un pedazo de pastel y se prometió algo: si aún tenía tiempo, lo usaría para hacer algo por alguien más, para dejar su historia en alguien que pudiera recordarla. Porque al final, no se trata de cuántos años vivimos, sino de cuántas personas nos llevarán en su memoria cuando ya no estemos. 


Tomado de la red.

sábado, abril 05, 2025

MALDITOS OJOS LOS MÍOS.

 

Un cuento de Jon Kokura.
Cuando Israel Katz se despertó del golpe en la cabeza, estaba atado de manos y colgando de una viga de madera. Tardó algunos minutos en reconocer el lugar donde estaba. La brumosa luz del sol que se filtraba desde el techo apolillado le recordó el viejo granero abandonado.
Desde un rincón del granero un joven negro con lentes oscuros lo miraba en silencio.
--- ¡Ey! ¡Negro! ¿Tú me trajiste aquí?
--- Si patrón... Yo lo traje aquí.
--- ¡Negro infeliz! ¡Suéltame ya pedazo de mierda!
--- Aún no le he hecho nada patrón...
--- ¿Nada negro de mierda? ¡Me diste un golpe en la cabeza y me tienes colgando como un animal! ¿No sabes quién soy yo?
--- Sé quién es usted patrón... Lo sé muy bien... Usted es el dueño de todas estás tierras y la gente que vive en ellas...
--- ¡Ah! ¡Lo sabes negro piojento! ¡De esta no te vas a salvar! ¡Suéltame! ¡Te lo ordeno!
--- Sé quién es usted patrón... Usted es el hombre que violó a mi madre cuando apenas tenía trece años... Trece años patrón, era una niña, un niña inocente y flaquita como mi dedo meñique... Y usted la violó aquí, en este mismo lugar.
--- ¡Me cogí tantas negras este granero que no sé de cual estás hablando negro!
--- Le estoy hablando de mi madre patrón... Ella se ahorcó a los quince años en la misma viga que está colgado usted ahora...
--- Ah, la negra que suicidó en este granero. Por culpa de ella todos creen que este granero está maldito, y nadie quiere trabajar en él... Tuve que abandonarlo, me salió cara tu madre negro.
--- Aún no paga el precio patrón.
--- Aah... ¿Quieres plata negro? ¿De eso se trata, no? ¡Dime cuanto quieres por soltarme de una vez negro roñoso!
--- No quiero su plata patrón.
--- Entiendo negro, entiendo. ¿Quieres que te dé mi apellido, no? Así cuando me muera heredarás parte de mis tierras. No le voy a dar mi apellido a un negro por muy hijo mío que sea... Eso no va a pasar negro.
--- No quiero plata, ni su apellido, ni sus tierras, no quiero nada suyo patrón.
--- ¿Entonces que quieres pedazo de mierda?
--- Algo imposible patrón... Quiero borrar el color de mis ojos. Mi mamita no se ahorcó porque usted la violó patrón... Ella se mató porque no soportaba mirame a la cara y ver el color de mis ojos. No lo soportó patrón.
El joven negro se acerca al patrón y se saca los lentes oscuros. Israel Katz ve en los ojos del joven sus mismos ojos, azules y fríos como el hielo donde nacen los ríos. Y en ese momento el patrón tiembla de miedo.
--- ¿Qué? ¿Que me vas hacer negrito?
--- Tres cosas patrón, primero con esta navaja le voy a marcar una cruz en la frente...
--- ¡Oh! No...
--- Después le voy a cortar la garganta y por ahí le voy a sacar la lengua patrón... Y por último le voy a circuncidar las bolas patrón. Se que cuando nació le circuncidaron la chota. Debieron circuncidar le las bolas por todas las mujeres y niñas que violó patrón.
--- Hijo... Por piedad, no hagas eso... ¡Déjame ir hijo mío!
--- Usted se queda aquí patrón, desangrándose como un animal, colgando de la misma viga en que se ahorcó mi madre...
Tres días después encontraron a Israel Katz colgado en el viejo granero. Un charco de sangre oscura y espesa lo unía a la tierra como un árbol seco.
La policía del lugar nunca se esmeró demasiado en buscar al asesino.
Dos niñas aseguran haberse cruzado el día que desapareció el patrón con un joven negro en el sendero del viejo granero.
Una de ellas dijo que era un joven alto, delgado y que tenía los ojos azules como el primer cielo de la mañana.
La otra dijo que sí era alto y delgado, que iba cantando una triste canción, pero que sus ojos eran negros.
Negros como una noche sin luna.


Un cuento de Jon Kokura.

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