viernes, noviembre 29, 2019

Escultura recuerda a los 82 niños entregados a los nazis en la masacre de Lídice


El pueblo fue completamente destruido, los adultos asesinados y los niños llevados a un campo de concentración. El memorial fue construido para no olvidar sus rostros.
La Segunda Guerra Mundial fue una de las tragedias más grandes de la humanidad. Según estimaciones, entre 50 y 85 millones de personas perdieron la vida. Un conflicto que ojalá nunca vuelva a repetirse. Su magnitud fue tal que a día de hoy siguen apareciendo antecedentes e historias terribles.
En 1942, los nazis ocupaban el pueblo de Lídice, reconocido por su resistencia, Hitler ordenó su desaparición. Días después fueron masacrados, sobreviviendo solo 42 niñas y 40 niños. Los llevaron a un campo de exterminio y les quitaron la vida.
Este emotivo memorial los recuerda, para jamás olvidarlos.
10 de junio, fue la fecha en que los nazis vengaron la muerte del oficial Reinhard Heydrich, asesinado en Checoslovaquia (actual República Checa), donde pertenecía la aldea de Lídice.
El oficial Reinhard era conocido como​ el Carnicero de Praga​ y la Bestia Rubia, fue uno de los militares más reconocidos y odiados por la resistencia ante la ocupación nazi, de allí que fuera asesinado en manos de pobladores.
Cerraron todas salidas de la ciudad y comenzaron con su destrucción. Asesinaron a hombres y mujeres, pero salvando momentáneamente a los niños. Los juntaron y llevaron hasta el campo de exterminio y concentración de Chelmno, en Polonia. Allí acabaron con las vidas de 82 pequeños.
Aquel verano del 42 fue el último para Lídice y sus habitantes.
La profesora y escultora Marie Uchytilová comenzó a construir las esculturas de cobre en 1969. Quiso plasmar el rostro de los niños, su tristeza, desesperanza y temor, esperando que nunca más ocurriera una tragedia como esa.
20 años trabajó en el memorial, pero solo alcanzó a esculpir los cuerpos en yeso, no pudiendo terminar antes de su muerte en 1989.
Su esposo decidió homenajearla y terminar su obra, cubriendo de cobre las esculturas y ubicándolas en el lugar donde fueron retenidos los niños.
El pueblo de Lídice como tal nunca volvió a existir, pero fue reconstruido bajo el mismo nombre a unos kilómetros de distancia. En el lugar de la masacre, sólo está el monumento a los niños, un bosque y los recuerdos de una terrible tragedia.

Fuente: upsocl

Rucio Capucha, el perro callejero que lucha junto a los chilenos


Las calles eran su hogar, hasta que el descontento social estalló en ellas: jóvenes embozados y policías llegaron a su territorio con estruendo de lucha. Ahí, en el fragor de la confrontación obtuvo su primera conquista: ser visible, y llevar por nombre Rucio Capucha.
Rucio Capucha habría podido decidir quedar en el bando de los carabineros con sus fuertes cascos, sus macanas, los perdigones, gases lacrimógenos y disparos de agua. Pero eligió estar del lado de los oprimidos, pata a codo con aquellos que parecen más débiles pero sacan furia de la injusticia para lanzar sus piedras, bombas molotov y lo que encuentren cerca para defenderse de la opresión del Estado que no ve ni escucha lo que miles gritan en las calles.
Al pueblo chileno le han venido arrebatando las oportunidades de tener una casa, de recibir buena educación, de tener una atención de calidad a su salud y hasta la posibilidad de un retiro digno. Rucio nació despojado de todo, quizá por eso se unió a otros despojados y se volvió un perro de pelea, fiero en la primera línea de las protestas hasta que el guanaco disparó sobre él y lo dejó fuera de combate.
La inusual solidaridad canina en la lucha social, y su lealtad perruna a toda prueba fueron recompensadas: salió del veterinario con hogar, y con una familia que entiende el valor simbólico de Rucio, por lo que le crearon una cuenta en Instagram ( rucio.capucha) para que haga activismo desde la red social como influencer.
La cuenta de Instagram tiene un doble propósito: reconstruir el origen de Rucio, y que éste siga alentando a los cabros y capuchas que protestan en las calles: “les mando lengüetazos y fuerza para que la lucha siga y todos tengan una vida digna como merecen”.
Rucio, la historia de todos.
A Rucio Capucha le gusta lucir la pañoleta roja sobre su cuello porque piensa que se parece al Negro Matapacos, ese otro can que enseñó los colmillos con furia para defender a los estudiantes en las marchas del 2011, cuando pedían que la falta de dinero no les arrebatara el derecho a la educación.
“Ahora voy a las marchas pidiendo Dignidad, para todo Chile y los quiltros”, pública Rucio en la red social, pero no hay nada más de su pasado, sólo el rastro de sus huellas en lugares de Santiago de Chile como Bellavista, Providencia y Parque Almagro.
El valiente Rucio ha convocado desde Instagram a quienes lo conocen a compartir las vivencias juntos o lo que saben de él. Imágenes y recuerdos le han llegado:
“Hola a todes! Se acuerdan que ayer les pedí que me mandaran sus historias? Bueno, me llegó una muy linda, que lleno mis ojitos de aguita, ya que recordé momentos muy lindos con un antiguo compañero, con el que luchabamos día a día en la Alameda antes que Chile despertará, aguantando frio, calor, hambre y sueño”.
“Por mi amigo @elgvtonegro, y por todos ustedes espero que esta lucha no sea en vano! Todos hemos perdido algo, pero hemos ganado mucho! Y yo gane una familia, y muchos amigos y amigas!”
Expresa el combativo can en la red social, y comparte el relato de su amigo: “Yo trabajaba en vicuña con alameda vendiendo paltas, cada mañana llegabas a dormir tus últimas horas a mi lado para luego -(13.00pm)(flojo de mierda) jajaja- irte a patiperrear por tus lugares; tomábamos desayuno juntos, muchas veces del mismo pan o pote comíamos los dos, era bastante linda nuestra relación, cuando deje de trabajar ahí te extrañaba mucho, un par de veces te busqué y no te encontré”.
“@El tiempo y la vida nos reencontró en el caos, apañándonos en primera línea, mire pal lado y estabas tú mucho más adelante que nosotres, te vi y no lo podía creer, eras tú! Se me llenaron los ojos de lágrimas y te fui a sacar de todo ese alboroto, no soportaría ver que te pasara algo después de todos los bellos momentos que pasamos juntos”.
Rucio ganó un nombre, y un hogar, pero ahora se comienza a escribir su historia; construcción del mito del héroe que inspire a seguir en la línea del frente.
Parecía que el destino había saldado una deuda con Rucio después de todo ese tiempo vagabundeando sin rumbo, y de unirse a la causa justa del pueblo chileno. Agradecido, hizo activismo en favor de la adopción de otros perritos que viven en las calles, pero las ironías tienen giros inesperados, y ahora el mismo Rucio Capucha se encuentra nuevamente sin familia.
El impulso de volver a las calles, y quizá estar de nuevo en la línea del frente codo a codo con los capuchas, llevó a Rucio a escapar en repetidas ocasiones de su hogar. Solo los espíritus libres están dispuestos a dejarlo todo por buscar la libertad de otros.
            

Revololucion3

Archivo del blog