Por Alejandro Maidana 
La libertad no puede ser fecunda para los pueblos que tienen la frente manchada de sangre. José Martí
Si bien se desconoce el número exacto, unos 100 ex combatientes que pelearon en la guerra de Malvinas provenían de los pueblos Qom, Wichi, Mocoví y Mapuche entre otros. Muchos de ellos aseguraron que no sabían que iban a una guerra y que fueron discriminados en las asistencias tras el conflicto bélico según un estudio de la Coordinadora de Comunicación Audiovisual Indígena (CCAIA).
Siempre en el ápice de la historia
La palabra hegemónica proveniente de la elite dominante primero, y la educación sarmientina después, se encargaron a lo largo del tiempo de escribir la historia oficial a su imagen y semejanza. Un derrotero en donde el indígena y el gaucho fueron combatidos por vagos, rebeldes y bárbaros.
Un camino pedregoso y sangriento para todos  aquellos que debieron soportar atropellos y vejámenes de todo tipo. La sangre derramada hasta estos días, encuentra a los primeros habitantes interpelando nuevamente al olvido, al silencio, a esa negación que busca invisibilizarlos una vez más, para seguir escribiendo con letras falaces, una historia que los tiene como actores principales de una obra con guión racista.
¿Los Yámanas fueron los descubridores de las islas?
Teorías con argumentos muy sólidos, abonan que uno de los posibles descubridores de las Islas Malvinas, fueron los Yámanas, aborígenes de origen nómade que vivían en la mitad sur de Tierra del Fuego. Una canoa construida con tronco de un árbol desconocido para esos arrabales, un perro-zorro (hoy extinto) denominado “guará”, una especia que evolucionó de los perros de los Yámanas, una punta de flecha, consolidan la idea de que esta tribu de América del Sur piso por primera vez las islas.

El recupero de la soberanía de Malvinas en 1833
Un navío de guerra norteamericano yace en las costas del lugar: es la fragata USS Lexington, una de las tantas que llevan el mismo nombre de aquella que en diciembre de 1831 destruyó casi por completo las defensas argentinas asentadas en Puerto Soledad, Islas Malvinas, cuando gobernaba don Luis Vernet.  Este había arribado el 10 de junio de 1829 para establecerse oficialmente en la Isla Soledad como Primer Comandante Político Militar bajo el pabellón argentino.  Sin el apoyo de Buenos Aires, nada pudo hacer ante las nuevas directivas, la bandera inglesa comenzaría a flamear en tierras malvineneses.
La historia volvería a cambiar, cuando la inesperada acción de un grupo de peones rurales encabezada por el gaucho Antonio Rivero. De los 13 gauchos que todavía vivían en las islas, un grupo de ocho de ellos se sublevó en desacuerdo con la situación, el 26 de agosto de 1833, seis meses después de la ocupación británica de las islas.  Su líder era Rivero, lo secundaban otros dos gauchos: Juan Brasido, y José María Luna; más cinco indios charrúas: Luciano Flores, Manuel Godoy, Felipe Salazar, Manuel González y Pascual Latorre.
La explotación y el maltrato se fusionaron para que estos dignos habitantes del territorio argentino llegados tiempo atrás a las islas, se complotaran y cambiaran el rumbo de los tiempos. Actuando por sorpresa, le dieron muerte al capataz y a otros 6, todos estos habían sido empleados por Luis Vernet, pero ya no respondían a él, sino a Inglaterra. Cuentan las crónicas, si bien no existe evidencia histórica, que la bandera argentina (en ese entonces azul y blanca) volvió a izarse.  El 9 de enero de 1834 la llegada de dos flotas inglesas con gran número de hombres, volvería a resignificar la historia, una vez más. Recién el 21 de enero de 1834 los británicos lograrían recuperar el control de Puerto Soledad, Rivero junto otros gauchos e indígenas, tuvieron que rendirse para no ser asesinados, fueron trasladados como prisioneros al Reino Unido. Si bien no existe exactitud en lo sucedido, pasado un tiempo no muy prolongado fueron trasladados a Montevideo y allí liberados.
Casi 150 años después, un regreso más de que desafortunado
El 2 de abril de 1982, tropas argentinas desembarcarían en las islas Malvinas, Georgias del Sur y Sándwich del Sur ¿El propósito? Recuperar lo que siempre se consideró como propio, ese entrañable territorio austral.
Corrientes y Chaco fueron las dos provincias que más combatientes enviaron a la guerra de Malvinas, jóvenes reclutas que muchos de ellos no llegaban a los 18 años de edad. Tal como sucedió en las invasiones inglesas, y en los ejércitos de Belgrano, San Martín y Güemes, la sangre indígena derramada, buscó ser ocultada y silenciada.
Las culturas que habitan este territorio en el Sur hace más de 12 mil años y en el Gran Chaco entre 2500 y 5 mil, no pueden quedar en el olvido cuando se habla de soberanía y descolonización. Pero claro, no deberíamos olvidar que el Estado Nación argentino se levantó gracias a un genocidio escabroso de habitantes originarios de la Patagonia.
Resistir al olvido y al mismo Estado opresor
“Vimos con agrado que el gobierno anterior haya instalado una posición de soberanía sobre Malvinas en la comunidad indoamericana, logrando el apoyo total de los países de la Celac o la Unasur, pero, en nuestra opinión, le faltaba el componente de pueblos originarios”, diría Juan Chico, docente e historiador Qom.
“Los Qom del Chaco en la Guerra de Malvinas: Una Herida Abierta”, es el nombre del libro bilingüe que Juan Chico junto a su equipo de investigadores pudieron llevar a cabo. Un maravilloso trabajo de cinco años, un recorrido histórico desde el 1800 hasta la actualidad, enriquecido de testimonios de indígenas que estuvieron en el frente de batalla del conflicto bélico que dio cierre a la dictadura militar más cruenta de la Argentina.
“La presencia indígena es previa a la ocupación británica. Por eso queremos remarcar esto en el Comité de Descolonización de las Naciones Unidas, que las Malvinas no sólo son argentinas, sino también indígenas”, enfatizó el historiador.
Varios fueron los pueblos que enviaron a sus hijos a batallar contra un ejército poderoso y despiadado. Uno de ellos es el Qom, que en la figura de Benito González encontró la voz de un relato tan triste como indignante.
“No nos habían dicho nada, llegamos a las islas y ahí nos enteramos de la guerra. Al principio nos reíamos porque no creíamos, pero así fue”, contó González.
Maltrato, racismo y hambre, tres pilares deleznables que marcaron su estadía, “recuerdo que en la primera casa que nos tocó revisar, estaban tomando un café con leche, no pude resistir el hambre y la tentación, tuve que robarme un pan casero. El cabo segundo me castigó, hubo muchos hermanos que fueron estaqueados y azotados. Los porteños nos decían “cabecitas negras”, “negros caqueros”, estamos acostumbrados a los maltratos a lo largo de la historia”.
Pasaron 30 años para que el barrio le diera importancia a la presencia de Benito González en la batalla de Malvinas. Sostiene con voz firme e impertérrita, que siempre fueron los pobres a los que mandaban primero al muere, por eso tanto Chaco como Corrientes perdieron a muchos coterráneos.
Eugenio Leiva también es un ex­ combatiente Qom, empoderado por los últimos reconocimientos y el apoyo de Juan Chico, no dudó en brindar su opinión al respecto, “me tocó pasarla muy mal gracias a nuestros jefes, nosotros teníamos enemigos en el frente, y enemigos en nuestro mismo frente. Nuestros propios jefes nos estaqueaban y azotaban con cintos, nos hacían desnudar a pesar de esas bajas temperaturas para que el sufrimiento sea más grande”, indicó Leiva, quién no tiene empacho de denunciar estos hechos aberrantes dignos de una miserable dictadura militar.
“Sueño con poder prender un vela, o llevar a una flor a mis camaradas caídos en Malvinas. Aún no he podido regresar, pero no quiero partir de esta tierra sin hacerlo.”, concluyó.
En agosto del 2013, se logró que la Cámara de Diputados del Chaco sancionara la ley 7.277 que reconoce en su artículo primero, el 26 de agosto como el “Día del Veterano y los caídos indígenas en la guerra de Malvinas”. Un homenaje a la revuelta del gaucho Antonio Rivero, quién en 1833, recupera, junto a un grupo de indígenas, el territorio de las Islas.
“El 80% de los veteranos indígenas, no tiene una vivienda digna. Cuando el 80% de los veteranos no indígenas, sí tienen viviendas dignas y sus hijos tienen acceso a puestos de trabajo”, concluyó Juan Chico.
Cabe destacar que un importante números de soldados de origen Mapuche también ofrecieron su vida por una soberanía que suele utilizarse como excusa para reprimirlos y criminalizarlos hasta estos días. La perversidad de la guerra, la hipocresía de un Estado que encuentra el eco necesario en su pueblo, no podrán alterar la historia escrita por los oprimidos, por los despojados.
Ellos siguen allí, su dignidad y entereza no los quiebra, sometidos, esclavizados, explotados y utilizados en los frentes de batalla más sangrientos, nuestros hermanos indígenas siguen clamando por visibilización y respeto para con su cultura. El Estado argentino sigue en deuda con los verdaderos dueños de estas tierras, las que siguen siendo saqueadas  a como dé lugar utilizando el termómetro del capital. Es menester luchar para que la memoria no permanezca incompleta.