domingo, mayo 05, 2013

DE LA NOCHE AL OLVIDO


LA TIA TATIN

Aún la tía Tatín barre el patio de su utopía
con su escoba arrincona contra las tardes 
los recuerdos mas lejanos de nuestra memoria
enciende junto al camino real las hoguera de nuestra ira ancestral
la tía Tatín menuda
frágil
leve
sus pasos cansados por los años se pierden en el tiempo
entre los limoncillos y los mamones florecidos
sus pasos no volverán del olvido
por que una tarde se murió de pena
cuando sintió la aguda ausencia de los pájaros y el trueno
y pregunto por la lluvia
y le dieron que Mamá Tita
se había ido envuelta en un manto de lagrimas
a otras tierras lejanas y extrañas
y las flores
preguntó
la primavera agoniza
le contestaron
con razón la tarde huele a sangre
dijo
y se vistió de tristeza y por la ventana abierta del crepúsculo
miro con ternura por última vez las anacahuitas gemelas
que junto al camino real arañaban el cielo
y que ella amaba tanto
porque en su oquedad junto a sus hijos
ella sobrevivió al ciclón San Zenón
fue aquella tarde cuando por primera vez
sintió el ruido macabro de los tractores destruyendo el bosque
y sintió sobre sus hombros el peso de la primavera que moría




LLUVIA HORINZONTAL

El verano empezó a vestir las tardes de otoño
En la distancia los colores danzan con las sombras
y huyen
impetuoso el viento galopa sobre la nada
paraíso invisible de alegres prostitutas
que danzan desnudas por las calles de asombro
de un mundo pervertido
bajo el amarillo resplandor del ocaso
mariposas mordidas por las sombras
lluvia horizontal de peces congelados en el tiempo     
la ciudad duerme
aúllan los perros
el otoño esta cerca
helados puñales  hieren la noche

Mis padres
I
Mis padres
habitantes de las noches más lejanas del olvido
inquilinos del rocío
hijos de la pena
náufragos  del hambre
transeúntes eternos de las noches lívidas del verano
II              
Mis padres
alegres tamboreros del alba
que tejen con sus manos tiernas los colores vegetales del bosque
anónimos  cazadores de sueños 
que hacen surcos de amor en el viento en donde siembran la vida
III
Mis padres
peregrinos de la sed hundiéndose en la lluvia
temblorosas sus huellas
se deshojan en la piel arrugada del camino amarrillo del otoño
sus voces cuajadas de ausencia tienen profundas raíces de olvido
y entre sus ojos
el sol del crepúsculo estalla en la sed
del dolor ancestral del desarraigo
pesa tanto la sangre en el recuerdo
que deja en la mirada por siempre
una pena escondida
IV
hijos de un dolor lejano
mis padres
cargan sobre sus hombros el peso de una historia antigua y amarga
de barcos de sangre naufragando en los sueños
perforados por los disparos  de los arcabuces
que en el génesis del aire
sembraron de cadáveres la primavera
salpicando de sangre los espejos del tiempo
V
Mis padres
ángeles de ternura que habitan en los fantásticos parajes del alba
donde siembran esperanzas en las claras llanuras del rocío
en donde el amor estalla entre las manos del viento
y en donde la vida
a pesar de todo
germina en el canto de los labradores


PIEDRA DE SACRIFICIO

Esta herida que tengo en el costado izquierdo
de la memoria
no deja de sangrar mariposas amarillas
en mi voz
mi voz que llegó de África a este continente
desnuda y con grilletes
en una carabela que iba vomitando cadáveres
por los mares sin retornos del tiempo perdido
dejando en los salones memorables de la noche
un cementerio de muertos innombrables
que permanecen intactos en las urnas funerarias
del viento
esta herida que tengo  en el costado izquierdo
de la memoria
no deja de  sangrar mariposas amarillas
en mi voz
en mi voz de tambor ancestral
que ilumina con su canto
los azules rincones del agua
eco luminoso
manantial de luz que brota
de las heridas del tiempo
piedra de sacrificio
raíz de árbol sagrado
hoja petrificada tras el ambarino cristal
del otoño
cuchillo de sal que hiere la eternidad
canto de guerra
alarido de muerte
mi voz
llanto de sirena en un océano envenenado
de cadáveres fosforescentes
lluvia de caracoles dormidos en el alma
ala de guaraguao
nido de aves fantásticas
sonido de selva tropical
mi voz de cañaveral y trapiche
de guarapo y melaza
de algodón ensangrentado de sudor
y espanto
mi voz
por el sendero  que une a los dos continentes
un sonido de cadenas rotas ilumina la historia


DE LA NOCHE AL OLVIDO

Mis padres  vienen eternamente del rocío
su lento caminar por el camino real
es ya nostalgia
sus voces el tiempo
las fue apagando en los conucos 
la lluvia se llevó todo lo hermoso
más allá de la primavera
la ciudad ahogó sus sueños
y en el espejo
ese esqueleto que fosforece se parece tanto a mí
que tengo miedo de mirar hacia atrás
y ver agonizar en los cubícalos del hambre
a ese niño que en su mirada lleva mi nombre
y en su frente tatuada una luna de sal  
detrás de la alambrada
un lirio de sangre ilumina la noche
y por el camino real
mis padres siguen su lento caminar
de la nostalgia  al olvido

A esta hora el camino real.

El camino real a esta hora esta desierto, una brisa caliente levanta nubes de polvo que se pierden entre los matorrales resecos.

Es medio día, en julio el verano achicharra todo el monte y la primavera es un vestigio lejano de flores y mariposas derretido en el recuerdo de los abuelos que debajo de una mata de mango dormitan en el efímero esplendor de los sueños.



OJOS DE SAL

Aureola de sangre
ojos de  sal derritiéndose en la noche
lengua mineral y salobre
víscera de animal feroz
dientes de vampiro sediento 
corazón de hombre cruel
manos asesinas
aliento pestilente
boca de palabras endemoniadas
pies de cíclope derribado
brazos de Sansón ciego
muchedumbre acorralada y temerosa
es la humanidad


NUESTRA INFANCIA

Nuestra infancia transcurrió
entre los conucos y los pastos lejanos
arreando vacas hacia los potreros
de las lejanas regiones del rocío
maroteando en los montes interminables
de nuestros sueños
corriendo por los caminos sin fin
hacia el olvido
buscando entre las flores las huellas ancestrales
de nuestros abuelos que escaparon hacia los manieles
huyendo de la crueldad de la esclavitud
todavía conservo en mi alma el olor de los potreros
el recuerdo lejano
de los amaneceres esplendorosos de la primavera
el canto de los pájaros
el perfume de las flores
y el húmedo y cristalino destellos del rocío
los conucos
el maíz
sus espigas doradas
símbolo de nuestros días de esplendor
evidencia de que el hambre había quedado atrás
enterrada entre las cenizas de las noches  festivas
en que alrededor de la hoguera
bailábamos al compás rítmico de los tambores
la danza de la buena cosecha
hasta que los rayos del sol en el horizonte
anunciaban que un nuevo día comenzaba
y todos nos íbamos felices de haber compartido
en una danza la alegría y los sueños de vivir unidos
por el lazo fraterno del amor a la tierra 
 


MI ORIGEN

La tarde recrea  ante mis ojos la nostalgia de mi origen perdido en África.

La   tristeza de estos largos años de exilio en que hemos perdido nuestra identidad, hace florecer entre mis ojos lirios  de agua.

La pena acumulada durante estos siglos de huir a ningún lado golpea mi  memoria como un látigo de sal que abre viejas heridas que vuelven a sangrar bajo el sol púrpura de nuestro ocaso. Tantos años de olvido han  dejando en mi boca el  agrio sabor de la ausencia

África es en mi corazón una hoguera que se enciende entre mis ojos cuando miro hacia atrás, se  que ya no volveré al acrisolado mundo de mis sueños;  me he resignado a morir en esta tierra tan ajena y tan mía, pero mi vida sigue allá,  en la aldea de donde una noche  mi ADN sin querer, empezó a viajar en un cuerpo desconocido hacia una isla perdida en el mar Caribe.

Quinientos años  después, la mirada triste de la abuela Mamá Tita, me despierta en medio del estruendo de los arcabuces y  los gritos de los  hombres  que defendían  a los suyos, hasta terminar atados a la codicia de unos hombres  que contra el reflejo de la aldea incendiada los conducían  por un sendero de horror hasta una embarcación anclada en un océano de cadáveres, emprendiendo un viaje sin retorno hacia el dolor.

Yo apenas era menos que un sentimiento perdido en la memoria de alguien que aún no había nacido, pero  ya llevaba sobre mis hombros el peso de una historia de látigo y sudor, donde la vida nunca dejó de ser un canto que en las noches, se multiplicaba en la voz alegre de las tamboras.





ARBOL SIN MEMORIA

Manuel
no fue más que un niño endeble y solitario
que tenía la piel del color del camino real
la mirada llena de pájaros azules que picoteaban el alma de la ninfas del bosque
que defecaba flores en los huecos de las carboneras que hacía con sus manos escuálidas
que corría  por los caminos grises del  invierno
tratando de encontrar en los sueños
los parajes imposibles de la fantasía
su voz tierna como el canto de los ruiseñores
pintaba de mariposas las paredes de las tardes primaverales 
y su desnudez la ondeaba el viento más allá de los días lluviosos de mayo
en que la alegría sucumbía al hambre


a veces lo encontraba solitario en las lejanas regiones del rocío
navegando a la deriva en un océano de celias tatuadas en el viento frío del amanecer
lo llamaba
volteaba el   rostro
y me arropaba en el lienzo azul triste   de su  mirada
corría hacia mis brazos
y me abrazaba por largo rato
sentía como su piel afiebrada se derretía en mi piel
luego nos íbamos a los potreros del tío Alberto 
atravesábamos los conucos del abuelo Ismael
jugábamos con el viento
hablamos con los pájaros
corríamos felices  por las praderas infinitas del medio día
hasta terminar exhaustos debajo de un árbol sin memoria 
a veces en el azul más limpio de su inocencia se quedaba dormido
lo veía moverse inquieto
temblar
sonreír
cuando despertaba me contaba que había estado en un hermoso lugar
donde seres luminosos con alas en la espalda jugaban con él
que les dijeron
que pronto estaría con ellos
y que ya nunca más sentiría hambre
ni frío
ni soledad

Manuel
No tuvo más escuela que su corta vida
Sus nueve años sin historia y sin ninguna procedencia    

hoy que lo encontré dormido en una carbonera
arropado en su soledad
acurrucado en la nada
me deslumbró su recuerdo
descalzo
semidesnudo
sonriendo siempre
con su tristeza a cuesta
solitario
buscando entre los cubículos del hambre
un poco de agua
una fruta de lastima
un pedazo de pan

en las noches cuando se le hacía tarde
le suplicaba que se quedara con nosotros
no aceptaba
me miraba con toda su ternura acumulada entre sus manos
y se despedía de mí con un abrazo de eternidad
y se alejaba entre las sombras hacia ninguna parte
me quedaba junto al camino
abrumado por una inexplicable sensación de soledad
hasta que él se desvanecía en la distancia

con Manuel compartí la sed
el hambre
la pobreza
el frío
y la desnudez
y sobre todo la alegría infantil de correr
por los bosques memorables de la fantasía y los sueños


Manuel
nunca me dijo donde vivía 
cuando le preguntaba
me señalaba con insistencia un lugar perdido en su memoria infantil
el cual yo no vería
ni encontraría
porque ese lugar sólo existía en el deseo que él tenía de tener un hogar


cuando le decía que quería ir a su casa
conocer sus padres
me miraba azorado
y se alejaba huyendo
ondeando su desnudez en el viento
escurriéndose en los latidos del bosque

ahora que Manuel está muerto
hemos buscado por todas partes su hogar
y sólo hemos encontrado debajo de un gran árbol sin memoria
un lecho de flores y cenizas
donde Manuel todas las noches en su soledad moría de frío y ausencia

Domingo Acevedo







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