domingo, diciembre 01, 2024

La vorágine, de José Eustasio Rivera: resumen y personajes de la novela.

 


Equipo Editorial
Equipo Editorial
Creado y revisado por nuestros editores
Tiempo de lectura:19 min.

La vorágine es una novela escrita por el autor colombiano José Eustasio Rivera. Fue publicada en 1924, y es considerada la obra maestra de Rivera y un clásico de la literatura colombiana y latinoamericana.

La novela es una obra de denuncia social sobre la violencia y la situación de explotación que se vivió en la selva amazónica como consecuencia de la fiebre del caucho entre finales del siglo XIX e inicios del siglo XX.

La novela está escrita en un estilo que revela influencias tanto del romanticismo como del modernismo, como lo muestra la siguiente frase con que inicia el libro:

Antes que me hubiera apasionado por mujer alguna, jugué mi corazón al azar y me lo ganó la violencia.

Resumen de la novela

La vorágine contiene un prólogo, un epílogo y está dividida en tres partes. La mayor parte de la novela es narrada por el personaje principal, Arturo Cova, un poeta que decide huir con su amante Alicia hacia Casanare.

En La vorágine, algunos de los temas que sobresalen son los siguientes:

  • La naturaleza de los llanos colombo-venezolanos y la selva amazónica, y su influencia en el carácter de sus personajes.
  • La denuncia social de la violencia y explotación de los caucheros a muchas personas, en su mayoría colombianas, representativas de todas las etnias, géneros y regiones (indios, mujeres, blancos, negros, niños, mestizos, mulatos).
  • Los romances malogrados.

A continuación, te presentamos un resumen completo de la novela.

Prólogo

Fue escrito por José Eustasio Rivera y está dirigido al ministro de Colombia. El autor hace referencia a la situaciones de los caucheros colombianos, y a los manuscritos de Arturo Cova, "criticando" su estilo lleno de regionalismos.

Primera parte

Ruta_Arturo_Cova
Mapa incluido en la versión digital del Instituto Caro y Cuervo de La vorágine

Arturo Cova nos cuenta su historia y la de Alicia. Alicia estaba condenada a casarse con un terrateniente viejo pero rico. Ella decide tener un amorío con Arturo Cova, un poeta culto, mujeriego y pobre, esperando que esto logre salvarla del matrimonio.

Pero el prometido de Alicia condena a la cárcel a Arturo, y la pareja de amantes decide huir al Casanare. Allí encuentran a los amigos que los acogen y ayudan: don Rafo, y la pareja de Griselda y Fidel Franco.

Franco, quien tiene una fundación, la empeña con la promesa de que Zubieta, el dueño de un gran hato con mucho ganado, le venda 1000 reses en rebaja, pero a cambio debe cogerlas. Esto resulta ser una mentira de Zubieta con el objeto de quitarse de encima a Barrera, un cauchero que prometía oro y riquezas buscando convencer a todos de que lo siguieran en la explotación del caucho. Entre estas personas se encuentra Griselda, a quien Barrera buscaba convencer con dulces promesas y regalos.

Griselda y Alicia, quienes solían salir solas, muchas veces encontraban a Barrera. Arturo explota en celos ante la posibilidad de que Alicia le sea infiel con Barrera, se emborracha y decide huir al hato de Zubieta. Allí se enfrenta con Barrera, quien le pega un tiro en el hombro.

Arturo sale junto con el mulato Correa tras de Franco a coger los toros, pero a su regreso descubre que Barrera ha mandado asesinar a Zubieta. Barrera trae a un juez corrupto, y obliga a los demás obreros a ser testigos de que el crimen fue cometido por Arturo y Franco.

Ambos descubren que Griselda y Alicia los han abandonado. Estallan en cólera, locura y euforia, incendian los llanos y huyen:

La devoradora falange iba dejando fogatas en los llanos ennegrecidos, sobre cuerpos de animales achicharrados, y en toda la curva del horizonte los troncos de las palmeras ardían como cirios enormes.

El traquido de los arbustos, el ululante coro de las sierpes y de las fieras, el tropel de los ganados pavóricos, el amargo olor a carnes quemadas, agasajáronme la soberbia; y sentí deleite por todo lo que moría a la zaga de mi ilusión (...).

Segunda parte

Arturo Cova, Franco, Correa y el Pipa huyen al Vichada. Allí encuentran diferentes tribus indígenas. Están los aborígenes del bohío, descritos como dóciles, astutos y desconfiados, quienes los aprovisionan para el viaje.

Luego encuentran a la tribu nómada de los guahibos. Son descritos como una tribu ingenua, supersticiosa y rudimentaria. Arturo y sus camaradas son bienvenidos por la tribu, la cual los despide con una gran fiesta al ritmo de tambores, bailes y chicha fermentada.

Al reanudar el viaje, casualmente encuentran a Helí Mesa, quien había estado bajo el mando de Fidel Franco cuando todavía era parte del ejército.

Helí contó cómo fue engañado por Barrera y cómo este había traicionado a todos los hombres y mujeres que lo seguían. Les había hecho entregar todas sus posesiones y los dejó como esclavos bajo el dominio de dos de sus camaradas. Los encadenaron y lanzaron un bebé a los caimanes.

En medio de estos abusos, Helí aprovecha para escaparse junto con dos indios maipireños. Los fugitivos deciden continuar hacia el Vaupés, buscando vengarse de Barrera. Los maipireños perecen en una de las fuertes cascadas del río. El Pipa se fuga con los indios guahibos.

En el Guaviare encuentran al anciano cauchero Clemente Silva. El anciano, que se encuentra muy enfermo, tiene sus piernas llenas de llagas, y, entre las llagas, gusanos. Ha sufrido todo tipo de maltratos durante 16 años. Su espalda está cubierta de las cicatrices de los latigazos. El anciano cuenta que es originario de Pasto, y salió en búsqueda de su hijo de 12 años, quien había huido con los caucheros. Luego de haberlo estado buscando por ocho años, durante los cuales él mismo fue cauchero y esclavo, lo encuentra ya enterrado.

Tercera parte

Cova y sus compañeros continúan su camino junto con Clemente Silva. Se proponen recoger los huesos del hijo de Silva, los cuales fueron decomisados por el Cayeno, para luego continuar con su venganza.

Clemente Silva continúa narrando cómo cambió de dueño de cauchero en cauchero. Silva buscó quedarse cerca a la tumba de su hijo, en las selvas brasileras, hasta que pudiera exhumar sus huesos. En este tiempo duró perdido dos meses en la selva, durante los cuales perdió la razón y sus compañeros perecieron.

Cova y sus compañeros llegan a ver a la madona, Zoraida Ayram, la cual pide que "traicionen" a Cayeno en nombre de una deuda que este tiene con ella.

Allí encuentran a Ramiro Estévanez, un antiguo amigo de Cova, y al Váquiro, quienes presenciaron la masacre de San Fernando del Atabapo, bajo el dominio del coronel Funes. Cova, para ganar el favor y la confianza de la madona, se hace su amante.

Cova y sus compañeros encuentran a Griselda, quien fue adquirida por la madona, y trae noticias de Alicia. Asegura que Alicia siempre fue fiel a Arturo, y aún sigue como esclava de Barrera.

Arturo finalmente logra reencontrarse con Alicia, y luchando vence a Barrera. Alicia da a luz a un sietemesino, hijo de Arturo, y temiendo que el recién nacido se contagie de alguna peste, todos huyen a la selva.

Epílogo

Es el fragmento de una carta que el cónsul de Manaos dirige al ministro de Colombia y que da cuenta de la suerte de Cova y sus compañeros con esta frase:

Ni rastro de ellos. ¡Los devoró la selva!

Personajes de la novela

La vorágine contiene un conjunto de personajes atravesados por la violencia de la explotación cauchera y el amor. A continuación, te contamos uno a uno quiénes son los personajes principales de la narración.

Arturo Cova

ArturoCova
Fotografía de Arturo Cova, incluida en la primera edición.

Arturo Cova es el narrador y el personaje principal de la novela. Es un joven tolimense que estudió en la capital. Es intelectual y poeta.

Buscando escapar de la cárcel, Arturo decide huir con su amante, Alicia, y se lanza a la aventura escapando a la selva.

Tiende a soñar despierto, cavilar y divagar. Vive enamorado del amor, más que de alguna mujer específica, y tiene cierta nostalgia romántica.

Sueña con enamorarse perdidamente, con envejecer junto a su amada, en algún lugar remoto y con una vida sencilla.

Frecuentemente, su carácter educado y culto es interrumpido por ataques impulsivos que se juntan con el abuso del alcohol, los celos enfermizos y su gusto por las apuestas.

Tiene momentos de absoluta locura, irracionalidad y destrucción, en los que pierde hasta la noción del tiempo. Es moralmente débil, pero es fiel a sus amigos.

Dato curioso: el personaje Arturo Cova existió en la vida real, y Rivera pudo haberlo conocido (o haber escuchado de él) en sus viajes, y pudo basarse en él para crear su personaje.

Un par de testimonios dicen haber conocido a Arturo Cova: el primero afirma que fue un cauchero que tenía a su cargo 16 peones; el segundo afirma que conoció a Arturo Cova y este vendió el manuscrito de su diario a Rivera.

Alicia

Alicia es una joven capitalina educada en piano y costura. Es muy temerosa, no sabe montar a caballo y su piel se resiente al rayo del sol.

A este personaje lo conocemos por sus diálogos con Arturo, y por las descripciones de Arturo, las cuales cambian según su estado de ánimo.

Con frecuencia Alicia sufre, llora, o soporta la fiebre de alguna enfermedad contraída en la selva.

También, la conocemos por sus reproches a Arturo debido a sus infidelidades, y, sobre todo, por haberla condenado a la selva. Tal vez por esto ella lo trata con indiferencia. Alicia tiene mirada y voz apesadumbrados. Sobre su belleza, Arturo dice:

"En verdad no es linda, mas por donde pasa los hombres sonríen".

Clemente Silva

Clemente Silva
Fotografía de Clemente Silva, incluida en la primera edición.

Clemente Silva es un cauchero muy anciano y enfermo, originario de Pasto. Se convierte en cauchero buscando a su hijo de 12 años. El niño huyó con los caucheros y este era el único familiar que tenía.

El anciano es esclavizado y, luego de buscar a su hijo por 8 años, lo encuentra ya muerto. Desde entonces el anciano cargaba sus huesos como único tesoro.

Es considerado por todos como un hombre confiable, venerable y sabio. Su cuerpo está cubierto de las cicatrices que han dejado los latigazos de sus amos, y sus pantorrillas están llenas de llagas con gusanos que le han dejado las sanguijuelas.

Aún conserva la cordura, la honra y el sentido común, y ha salido bien librado de la locura que produce la selva en los hombres. Es el "rumbero" con más experiencia, es decir, es quien se ubica y conoce mejor cuál rumbo tomar en la selva.

La niña Griselda

La niña Griselda es una mulata alegre, coqueta y rechoncha. Es amable y amistosa. Aunque es la esposa de Fidel Franco, coquetea con Arturo Cova y es una de sus amantes.

Es muy amiga de Alicia, y aunque no es descrita como una mujer bella, (según Arturo es simple y común) sabe atraer a los hombres con su carisma. Esta es la primera impresión que tenemos de ella:

"Era una hembra morena y fornida, ni alta ni pequeña, de cara regordeta y ojos simpáticos. Se reía enseñando los dientes anchos y albísimos, mientras que con mano hacendosa exprimía los cabellos goteantes sobre el corpiño desabrochado".

Fidel Franco

Fidel Franco es de origen antioqueño. Estudió en la capital y luego ingresó al ejército. Se rumora que desistió del ejército luego de asesinar a su capitán por tener una aventura con Griselda.

Tiene carácter de líder. Es el compañero de locuras, incendios y venganzas de Arturo Cova. Esta es la primera descripción que encontramos de él:

"Era cenceño y pálido, de mediana estatura, y acaso mayor que yo. Cuadrábale el apellido al carácter y su fisonomía y sus palabras eran menos elocuentes que su corazón. Las facciones proporcionadas, el acento y el modo de dar la mano advertían que era hombre de buen origen, no salido de las pampas, sino venido a ellas".

Clarita

Clarita es una venezolana caída en la desgracia. Como simple mercancía, fue apostada y perdida por un guerrillero venezolano. Termina abandonada en el hato de Zubieta.

Desde entonces ha tratado de costear su viaje de regreso a Venezuela ganándose el favor y el gusto de los hombres, aunque siempre recibe de ellos falsas promesas.

Físicamente la destacan sus dientes de oro. Su sueño es regresar a su tierra natal, Ciudad Bolívar, y pedir perdón a sus padres.

El Pipa

Llegó a trabajar en una gran hacienda de los llanos cuando era tan solo adolescente.

Luego de soportar todo tipo de maltratos, asesina a uno de los compañeros abusivos. Condenado a muerte, es rescatado por los indios.

El Pipa ha convivido con diferentes tribus y etnias indígenas; habla más de veinte lenguas aborígenes. Puede ubicarse y sobrevivir en la selva por sí mismo. Es muy hábil para engañar: cuenta todo tipo de aventuras en las que es difícil saber dónde está la verdad. Ha estado muchas veces preso.

El Pipa hace lo necesario para sobrevivir: es salteador, pirata, remador, cauchero, vaquero, roba, prende incendios, se disfraza, traiciona.

El viejo Zubieta

Es el rico dueño de un gran hato y de muchas cabezas de ganado. Pero tiene una gran debilidad por el alcohol y las apuestas.

Muchos tratan de que Zubieta les venda ganado a bajo precio pero él es muy astuto: entre chiste y chanza, juegos y apuestas, trucos y engaños, nunca se deja ganar.

Frecuentemente se encuentra borracho en la hamaca, desentendido de las labores del hato y de sus trabajadores.

Barrera

Es un cauchero que ha llegado al Casanare buscando que lo sigan con promesas de riqueza fácil, regalos de sedas, perfumes, fotografías y mercancías finas.

Viste de manera elegante y, a la hora de halagar, convencer y ganar la opinión favorable de sus enemigos es exageradísimo en sus discursos.

Es muy hábil para mostrarse como amigo de todos o como una gran víctima, y es capaz de fingir humillarse ante sus enemigos para ganar su favor.

Análisis de la novela

En La vorágine se empiezan a fusionar la ficción y la realidad: el periodismo, la crónica y la literatura. El prólogo y el epílogo, dirigidos al ministro de Colombia, son un llamado de atención al gobierno de la nación neogranadina.

El recurso del uso de un manuscrito original, adjudicado al aventurero Arturo Cova, en el cual se basa La vorágine, proviene del Quijote, novela que dice estar basada en los manuscritos de Cide Hamete Benengeli, y sirve para dar credibilidad a la historia.

Además, en los registros históricos se encuentra Arturo Cova, un hombre involucrado con el negocio de la explotación del caucho, y algunos testigos dicen haberlo conocido.

En las primeras publicaciones de la novela también aparecía un par de fotografías: en la primera, un hombre sentado en una hamaca, identificado como Arturo Cova, y en la segunda, un hombre trepado en un árbol desangrando el caucho, identificado como Clemente Silva.

También, muchos de los personajes estuvieron basados en personajes reales. Narciso Barrera fue basado en Julio Barrera Malo, que fue un cauchero dedicado a engañar a la gente en el Meta y el Vichada. Les entregaba baratijas y les prometía riquezas. La gente lo seguía por los ríos Orinoco y Negro, donde él los vendía como esclavos a caucheros con los que había adquirido deudas, como Miguel Pezil, quien aparece en La vorágine como el turco Pezil, y Tomás Funes, quien aparece como el coronel Funes.

Además está la inserción de historias por medio de testigos que también son personajes de la novela. Así, aprendemos detalles sobre el sistema de ultrajes y cómo lograban perpetuar la esclavitud de los caucheros gracias al relato de Clemente Silva.

También la masacre de San Fernando del Atabapo en el Putumayo a cargo del coronel Funes es narrada en detalle por el Váquiro.

El uso de recursos narrativos, como el manuscrito, las fotografías, el uso de testimonios y entrevistas, sirven para dar credibilidad a la narración como hecho verídico, documentado con base en fuentes reales, igual que en el periodismo. Esto responde a la intención de llamar la atención del gobierno y de la comunidad internacional para que intervinieran y pusieran fin a los abusos.

Si quieres saber más sobre la explotación de los caucheros en Colombia, te puede interesar El abrazo de la serpiente.

Contexto histórico de la novela

Ruta de la fiebre del caucho
Ruta de la fiebre del caucho

El autor pertenece a la generación del centenario, la cual tenía cómo preocupación reflexionar sobre el establecimiento político, cultural y limítrofe de Colombia como nación.

En el clima del momento estaban en boga los problemas fronterizos. Muchos territorios fueron cedidos a los países vecinos a principios del siglo XX.

Las fronteras y los territorios en los que predominaba la selva, en los que era difícil penetrar, fueron abandonados por el gobierno. Estos incluían todos los departamentos parte de la región de Amazonas: Caquetá, Guainía, Guaviare, Putumayo, Vaupés, Meta, Vichada y Amazonas. El abandono permitía que prosperara la corrupción, las guerrillas y la explotación por parte de nacionales y extranjeros.

Historia de la escritura de La Vorágine

Manuscrito
Manuscrito de La vorágine en la Biblioteca Nacional de Colombia

La vorágine fue escrita en dos años durante los viajes que Rivera realizó con la Comisión Limítrofe Colombo-Venezolana, en 1922, cuya función era trazar los límites en la selva entre los dos países.

Las condiciones de la comisión eran tan precarias que no contaban con mapas ni con los instrumentos elementales para el trabajo. Por esto Rivera renunció y continuó solo.

La comisión comenzó su ruta por el río Magdalena, luego entraron por el Orinoco.

Rivera continuó su viaje solo hasta que contrajo paludismo en un caserío en Orocué, donde escribió gran parte de su novela. Allí encontró a un antiguo compañero de comisión y decidió reintegrarse.

Continuó su viaje hacia Manaos y luego de vuelta, documentando durante su viaje la explotación de los caucheros en las selvas de Venezuela, Colombia y Brasil.

La vorágine y sus adaptaciones

novela grafica la voragine
Tapa de la novela gráfica La vorágine de Óscar Pantoja y José Luis Jiménez (2017).

La vorágine, además de ser una obra maestra, es un clásico que sigue generando nuevas lecturas, adaptaciones e interpretaciones en las diferentes expresiones de las artes.

Ya en 1931, la obra de Rivera había inspirado al músico y compositor Jesús Bermúdez Silva para su obra Torbellino.

Por su parte, en 1949, el director de cine mexicano Miguel Zacarías llevó a la gran pantalla una adaptación de la novela titulada Abismos de amor.

En Colombia, la novela ha encontrado eco en el formato televisivo con dos miniseries, una de 1975 producida por RTI, y otra en 1990 rodada en siete episodios por RCN.

Asimismo, en 2017, la obra de Rivera fue convertida en una novela gráfica por Óscar Pantoja y José Luís Jiménez y publicada por Resplandor Editorial.

Sobre José Eustasio Rivera

JE_Rivera_Casa_en_Bogota

Rivera (1888-1928) nació en Huila, en una población entonces llamada San Mateo, (hoy es Rivera en honor a su apellido). Sus padres estaban dedicados a diferentes labores en el campo, y dos de sus tíos fueron generales de la República.

Rivera se educó en colegios religiosos donde sobresalió por sus habilidades con las letras. Estudió becado en la Escuela Normal de Ibagué y después ingresó a la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad Nacional. Se graduó como abogado con la tesis Liquidación de la herencias.

Fue reconocido por sus primeros poemas y sonetos. Su primer libro, Tierra de promisión (1921), consiste en cincuenta y cinco sonetos. En sus sonetos, el paisaje y la geografía son los protagonistas a los cuales el escritor da fuerza desde su subjetividad. La vorágine es su gran obra maestra. El escritor murió en Nueva York en 1928, por causa de una enfermedad desconocida, aunque se sospecha que la pudo haber contraído en alguno de sus viajes a la selva.

Tomado de Cultura Genial.

José Asunción Silva.


(Bogotá, 1865 - 1896) Poeta colombiano. En la historiografía literaria suele reconocérsele como el gran iniciador del modernismo hispanoamericano, tendencia literaria que alcanzaría su culminación en la obra del nicaragüense Rubén Darío.


José Asunción Silva

Dotado de una gran sensibilidad humana y artística y de una notable inteligencia, tuvo una formación literaria precoz, resultado de un ambiente familiar cultivado y creativo: José Asunción Silva era hijo del escritor costumbrista y acomodado comerciante Ricardo Silva, un hombre elegante, de refinado gusto y descendiente de aristocráticos granadinos emparentados con el general Francisco de Paula Santander. Doña Vicenta Gómez, hermosa dama bogotana y madre del poeta, era hija del diputado Vicente Antonio Gómez Restrepo, quien desempeñó importantes labores en los primeros años de la República de la Nueva Granada y falleció tempranamente.

De los hijos del matrimonio Silva-Gómez sólo llegaron a edad adulta José Asunción, Elvira y Julia, falleciendo en la infancia Alfonso, Inés y Guillermo. Esta temprana relación con la muerte marcaría al poeta. Ya a los dos años de edad, José Asunción tenía fama de prodigio en Bogotá. Parece ser que a esa edad ya sabía leer, escribir e incluso pintar.

Algo que sin duda marcó su infancia y juventud fueron las tertulias literarias que su padre organizaba, bien en la casona del barrio de La Catedral, bien en el almacén dedicado a la venta de objetos suntuosos. A estas tertulias asistían no sólo miembros del grupo El Mosaico (escritores costumbristas como José Manuel MarroquínJosé María Vergara y Vergara, Salvador Camacho Roldán, Ricardo Carrasquilla y José David Guarín, entre otros), sino también las amistades que don Ricardo Silva cultivaba dentro de la política. Radical sin fanatismo, fue amigo de José María Samper, Rufino José Cuervo y su hermano Ángel, Jorge Isaacs, Francisco Javier Zaldúa y Teodoro Valenzuela.

En enero de 1869 José Asunción ingresó al Liceo de la Infancia, dirigido por don Ricardo Carrasquilla. Como el niño de tres años recién cumplidos ya sabía leer y escribir, no entró al primer curso sino a dos más avanzados, al lado de compañeros que le aventajaban en edad como José María Rivas Groot, Andrés de Santamaría y Juan Evangelista Manrique. En este colegio uno de sus institutores, Nicolás Esguerra, lo apodaría con el mote de "José Presunción". El 2 de marzo de 1870 nació Elvira Inés Silva Gómez, quien llegaría a ser la más cercana confidente de su hermano. Aunque los biógrafos insisten en describir a José Asunción como un niño triste, tímido e introvertido, sus poesías dedicadas a su infancia recuerdan con nostalgia y dulzura este periodo.

En febrero de 1871 José Asunción Silva ingresó en el Colegio de San José, regentado por Luis María Cuervo, hermano mayor de Ángel y Rufino José. Conoció por entonces a Alirio Díaz Guerra, a quien lo uniría una fuerte amistad. Rafael Pombo, amigo de su padre, le hizo llegar un ejemplar de "El cuervo", de Edgar Allan Poe.

Fue la relación con Rafael Pombo y con Jorge Isaacs una de las más duraderas y fecundas, tanto para José Asunción como para Elvira Silva. A los diez años, con motivo de su primera comunión, escribió un poema sobre el tema. En 1877 Silva y otros niños ingresaron al Liceo de la Infancia, esta vez regentado por el presbítero Tomás Escobar, pariente de doña Vicenta Gómez; tres años más tarde, concluidos sus estudios, abandonó el colegio, que terminó clausurado por un ruidoso proceso en el que tomó parte activa el ya entonces virulento escritor José María Vargas Vila.

La vida apacible de esos años dio un vuelco para los Silva: la situación económica de la familia, aunque aún holgada, fue golpeada primero por las drásticas medidas del gobierno radical y, después, por la pérdida de buena parte de la herencia de don Ricardo Silva, debida a los pleitos con sus primos Suárez Fortoul. Terminado el bachillerato, el futuro poeta hubo de atender el almacén familiar. Cuenta Enrique Santos Molano, autor de la biografía más completa que se ha escrito sobre el poeta: "José Asunción Silva armó detrás del mostrador un laboratorio imponderable de observación social y psicológica. Examinaba con penetración rigurosa las personas que entraban de compras, de mirones o de visitantes a Ricardo Silva; espiaba sus gestos, estudiaba sus gustos, procesaba sus opiniones, acechaba sus peculiaridades, sus virtudes, sus defectos, y los anotaba en su memoria de ordenador y en un cuaderno. Detrás del mostrador acrecentó sus conocimientos, devoró cantidades de libros y procuró mantenerse informado de los movimientos literarios, artísticos y políticos de Europa".

A los dieciséis años parece ser que tuvo su primer amor; al menos así se intuye en dos de sus poemas, pues, como es bien sabido, en este campo mostró siempre el más caballeroso y férreo mutismo. La vida amorosa del poeta es un misterio, siempre acompañado de los más disparatados rumores que van desde una hija secreta, la morbosa garçonière de la calle 19, hasta su afeminamiento (lo llamaron el "Casto José"), pasando por la infamante historia del amor incestuoso con su hermana Elvira.


Silva en una imagen de 1894

En 1881 don Ricardo Silva, que ya empezaba a sentir los acosos de la tiflitis que lo llevaría a la tumba, compró la finca Chantilly en Chapinero, donde tantos momentos de alegría y tristeza viviría el poeta; en esa época Silva intentó reunir de nuevo al Mosaico. Bajo el título de Intimidades se conoce el grupo de poemas escritos entre agosto de 1880 y mayo de 1884 y que, regalados por el bardo a Paquita Martín, se conservan en la Biblioteca Nacional en copia manuscrita hecha por ella. Alguna influencia de Gustavo Adolfo Bécquer se alcanza a percibir en estos tempranos versos, que se alternan con traducciones de Victor Hugo o de Pierre-Jean de Béranger.

En noviembre de 1883 don Ricardo Silva imprimió su libro Artículos de costumbres y regaló el manuscrito, con bella dedicatoria, a su hijo José Asunción; un mes más tarde se protocolizó su emancipación económica y se comenzó a planear el viaje a París, donde residía desde hacía muchos años el tío abuelo del poeta, don Antonio María Silva Fortoul. Primero viajó el padre, en abril de 1884, y, tras su regreso, salió rumbo a Europa José Asunción, el 23 de octubre, llegando a París en los primeros días de diciembre.

José Asunción Silva permaneció un año en el viejo continente, donde asistió a cursos del afamado neurólogo Jean-Martin Charcot, que tanto le servirían para la descripción de personajes y comportamientos. En París (adonde llegó cuando su tío abuelo ya había muerto) se encontró con los hermanos Cuervo, con quienes entabló tertulias literarias. En 1885 conoció a Stéphane Mallarmé; el encuentro con este poeta cuarentón y aún desconocido fue en el apartamento de Mallarmé, en la calle de Roma. Hacia agosto viajó a Londres, donde admiró la pintura de los prerrafaelitas y copió como ejercicio el cuadro de Waller El duelo. Tras un rápido viaje por Holanda, Bélgica, Italia y Suiza, regresó a París, y en diciembre de 1885 se encontraba de nuevo en Bogotá.

Recién llegado, se enteró del cuantioso robo al Almacén Ricardo Silva. La familia se había mudado a Chantilly. Por entonces formó parte del grupo de poetas de La Lira Nueva, presentado por José María Rivas Groot. En la célebre antología (introducción para unos, antesala del modernismo para otros), Silva figura entre los 35 reseñados, junto a autores como Candelario Obeso, Fidel Cano, Ismael Enrique Arciniegas y Julio Flórez. De José Asunción Silva se publicó en esta edición el mayor número de poemas, lo que sirve en parte para demostrar la importancia que se le dio ya en vida, desmintiendo el tendencioso invento de su supuesto anonimato.

Casi simultáneamente se publicó El Parnaso colombiano, gran antología en la cual la muestra de Silva, aunque menor en número, no es menos significativa: "Las crisálidas" y "Las golondrinas" fueron los poemas publicados y supusieron su verdadero lanzamiento literario. Por esa época, en casa de Antonio José Ñito Restrepo, vecino de Chantilly en Chapinero, se conocieron José Asunción Silva y Baldomero Sanín Cano, un antioqueño cuatro años mayor que él con quien mantendría una larguísima y fecunda amistad, una intimidad intelectual.

La guerra de 1885 y el grave deterioro de la moneda hicieron cancelar a don Ricardo Silva su segundo viaje a Europa y regresó, por Barranquilla, el 27 de agosto. A pesar de la herencia dejada por su tío y de la reputación que tenía el almacén, los negocios de la familia Silva continuaron su inexorable descenso. Invitado por Alberto Urdaneta, José Asunción Silva participó en la Primera Exposición Nacional de la Escuela de Bellas Artes de Colombia, que tuvo como sede el Colegio de San Bartolomé, con el cuadro Un duelo, en la galería de autores contemporáneos, con el número 875. Por ese entonces Elvira Silva era ya una de las mujeres más bonitas y solicitadas de Bogotá. Prueba de ello son las frecuentes reseñas que la prensa hizo de su participación en diferentes bailes y festejos. Memorable fue el baile que Leo S. Kopp ofreció y en el que destacaron Elvira, acompañada del conde italiano Gloria, y José Asunción Silva con la bella Isabel Argáez.

Don Ricardo Silva falleció la noche del 1 de junio de 1887, en la casa 93 de la calle 12. Pero no fue solamente la triste pérdida lo que ensombreció y transformó totalmente el ambiente familiar; al asumir José Asunción la dirección de los negocios paternos, descubrió que hasta entonces su familia había vivido en una falsa bonanza, basada en créditos respaldados únicamente en la confianza que los acreedores tenían en don Ricardo y que tal vez no era ''heredable''.

Pero el poeta no se amilanó: decidió renovar el negocio y diversificarlo, invirtiendo en tierras cafeteras, abriendo una sucursal de Ricardo Silva e Hijo llamada Almacén de Cuelgas y revolucionando la publicidad con poemas-anuncio o bien con enormes letreros nunca vistos en los diarios capitalinos. Leyó en este año de 1888 tres libros claves: El crepúsculo de los dioses, de Friedrich NietzscheLa dama gris, de Hermann Sudermann, y Le bon heure, de Sully Prudhomme, y empezó los borradores de una serie de novelas que pensaba reunir bajo el título común de Cuentos negros, que aparecieron en periódicos de la época. Entre 1889 y 1891, Silva escribió buena parte de su más conocida poesía, como el Nocturno II, y también, en prosa, La protesta de la Musa.

1891 fue uno de los años más terribles en la vida del poeta: el 6 de enero de 1891 su hermana Elvira cayó enferma de neumonía, según el diagnóstico del doctor Josué Gómez, y falleció cinco días más tarde. La partida de defunción fue firmada por el cura de la catedral, Rafael María Carrasquilla. Entre los poemas que se dijeron en honor de Elvira Silva después del sepelio, sobresalió el escrito por Jorge Isaacs, amigo muy cercano de la familia. La muerte de su hermana fue, tal vez, el golpe más fuerte sufrido por José Asunción hasta entonces. Cubrió el cadáver de su adorada hermana y confidente con lirios y rosas y lo ungió con perfumes.

Por varios días, José Asunción Silva no pudo levantarse de la cama, y cuando por fin volvió a sus negocios, llegaron a cobrarle el entierro y no tenía en caja ni los seiscientos pesos de la deuda. La situación fue tal que hasta miembros de su familia llegaron a humillarlo; doña Vicenta achacaba la ruina al afán de Silva por los versos. Se acumularon hasta 52 ejecuciones judiciales en su contra. Todos los bienes, sin exceptuar las joyas de su madre ni los muebles de su casa, acabarían en manos de los acreedores.

No obstante, el poeta no escatimó esfuerzos para revivir la antigua prosperidad: escribió cartas de hasta 103 páginas a los acreedores; cambió mercancía por las deudas contraídas e incluso escribió un cuento para promocionar los pianos Apollo con sordina que él vendía. En 1893 se vio obligado a mudarse del elegante barrio de La Catedral al más modesto de Las Aguas. En compañía de Baldomero Sanín Cano se dedicó al periodismo a tiempo completo, escribiendo para El Telegrama, entre otras, la columna ''Casos y Cosas''".

El entonces vicepresidente de la República Miguel Antonio Caro, influido tal vez por doña Vicenta y su antigua amistad con don Ricardo Silva, nombró secretario de la legación colombiana en Caracas a José Asunción Silva, acto ratificado con la firma del ministro de Relaciones Exteriores Marco Fidel Suárez, el 5 de mayo de 1894. En agosto Silva, ya famoso en todo el país, fue recibido de manera apoteósica en Cartagena; en una mañana llegó a tener hasta quince visitas; la gente recitaba de memoria sus poemas y el presidente Rafael Núñez y doña Soledad Román lo acogieron en su casa del Cabrero, de visita. Llegó a Caracas el día 11 de septiembre. Allí no fue menor la acogida que tuvo, no por su cargo diplomático, sino por ser figura destacada de la intelectualidad latinoamericana.

En la capital venezolana, aparte de los abrumadores deberes diplomáticos, debido a la inoperante actitud del embajador, el general José del Carmen Villa, José Asunción Silva se dedicó a intercambiar ideas con intelectuales venezolanos, a pulir sus Cuentos negros y a escribir una nueva novela titulada Amor. Inexplicablemente, en diciembre de 1894 solicitó una licencia para "ir a pasar un mes a Bogotá". Embarcó en el vapor francés Amérique el 21 de enero del año siguiente y, una semana más tarde, el barco encalló frente a Bocas de Ceniza; tras varias horas de zozobra los viajeros fueron rescatados, mas no el equipaje, perdiéndose con ello la mayor parte de la obra literaria del poeta.

De nuevo en Bogotá, la "maldita pobreza" lo seguía acorralando; pero no por ello Silva desmayó en su intento por progresar y volvió a volcar sus energías de una manera feliz en dos actividades: la reconstrucción de su obra literaria, principalmente de la novela De sobremesa, y la construcción y montaje de una fábrica de baldosines, cuya formulación química había patentado. Consiguió máquinas y oficinas, buscó socios y suscriptores para conseguir el capital necesario, pero el dinero nunca apareció.

En la noche del 23 de mayo de 1896, tras una velada íntima organizada por doña Vicenta, José Asunción Silva se retiró a su habitación, y a la mañana siguiente fue hallado muerto sobre su cama. El poeta se había suicidado de un tiro en el corazón; se cuenta que había preguntado a un médico la localización exacta de dicho órgano. Fue enterrado en Bogotá, en el cementerio destinado a los suicidas.

Obras de José Asunción Silva

A pesar de ser considerado como uno de los grandes de la literatura, la obra de José Asunción Silva no es muy extensa. Se ha querido encuadrar al gran poeta colombiano en el romanticismo y en el modernismo, pero en realidad nos encontramos ante un poeta excepcional con características singulares. Más que romántico, es un posromántico poderosamente influido por Bécquer y Edgar Allan Poe; se resiste a incorporarse a la corriente modernista que acaudilla Rubén Darío, pero es por sus calidades un precursor y hasta un iniciador del modernismo.

Una primera etapa de su producción está marcada por el romanticismo; así lo demuestra su libro Intimidades, que recogió poemas escritos entre los catorce y los dieciocho años de edad. La obra incluye 59 composiciones (por lo menos dos de ellas en forma fragmentaria), de entre las cuales más de 33 permanecían inéditas. Este libro constituye, tal vez, la fuente más rica de la obra escrita en verso por el poeta colombiano (los poemas sólo fueron publicados en su totalidad en 1977).

En esos primeros escritos, Silva afianza su voluntad de poeta. Desde el primer poema, Las ondinas, se anuncia el tono general, una obra de gótico romanticismo, de textos lúgubres llenos de misterio; el mundo del poeta es el mundo de los muertos, de la luna, de las "húmedas neblinas...", como cita Eduardo Camacho Guizado.

Dice Silva en su prólogo de 1882 al poema Bienaventurados los que lloran de Federico Rivas Frade (1858-1922) que Bécquer y sus imitadores "encierran en poesías cortas, llenas de sugestiones profundas, un infinito de pensamientos dolorosos". Juan Gustavo Cobo Borda afirma que este prólogo debe leerse a su vez como autobiografía y poética de Silva, que "entiende la poesía como una actividad cercana a lo religioso, como plegaria o rezo, susurro o confidencia". Por lo menos cuatro composiciones de Intimidades son versiones de textos de Víctor Hugo. Silva quiere evadir la realidad santafereña y se refugia en su soledad para ir en busca del más allá, de los "paraísos imaginarios" que le sugiriera Baudelaire.


José Asunción Silva (retrato de Luis Núñez Borda)

Sin embargo, es El libro de versos la obra considerada de mayor relevancia en la producción literaria del poeta. Un primer gran tema de esta compilación poética lo constituye la infancia, que frente al presente negativo y doloroso parece ser la época más feliz de la vida; pero también existen otras preocupaciones: el poeta y su pasado histórico. La evocación de su infancia personal se hace reflexión épica sobre el pasado histórico latinoamericano, sobre su futuro y su presente. Al pie de la estatua es un poema dedicado al Libertador Simón Bolívar, en el cual el prócer se dirige al poeta. Éste es el único poema que Silva escribe sobre América y que muestra su naciente preocupación histórica y política.

En "Infancia", Silva plasma sus vivencias de niño; aparecen los personajes de los cuentos infantiles: Caperucita, Barba Azul, Gulliver o el ratón Pérez. El vate colombiano describe aquí sus años de escuela, sus juegos, las historias de la abuela, los paseos al campo... Miguel de Unamuno sugirió que el poeta busca la muerte sólo por la imposibilidad de seguir siendo niño: "El mundo le rompió con el sueño la vida".

Una segunda preocupación de Silva la constituye el amor, como se aprecia en el Nocturno II ("Poeta, di paso...") y en el Nocturno. La pretendida ambigüedad de sus sensaciones íntimas, especialmente en relación con su hermana Elvira, expresadas a raíz de la muerte de ésta en el famoso Nocturno III, ha sido apasionadamente comentada por la crítica; a pesar de todo, y a pesar también de la caprichosa elaboración de los versos, el prodigioso conjunto de este Nocturno III de ritmo tetrasilábico es un monumento lírico indiscutible. En una tercera instancia de este Libro de versos, Silva quiere abarcar distintos temas; aquí se recuerdan sus composiciones Un poema y Vejeces. En la última sección, Silva nos revela todo su desengaño del mundo y su pesimismo, como lo anunciara el título de su poema Ceniza o Día de difuntos.

Otro libro unitario en la obra de Silva lo constituye Gotas Amargas. En esta obra las intenciones poéticas de Silva son diferentes y de claro contenido satírico. Existen otros poemas de Silva de tono satírico no incluidos en estas trece Gotas, como por ejemplo Psicopatía de El libro de versos. Al parecer, Silva dio poca importancia a estos poemas, que no consideraba dignos de su talento.

La sátira abarca temas tales como la literatura de la época, a la que Silva califica de sensiblerías "semi-románticas". También son tema de mofa la afectación intelectual, los poetas "grandiosos y sibilinos", los lectores que confunden la literatura con la vida, las creencias religiosas de su sociedad y de su tiempo, así como sus convenciones sociales, morales y sexuales. Los poemas dispersos, recogidos bajo el título de Versos varios, son traducciones y versiones de poemas europeos (franceses en su gran mayoría), así como poemas juveniles y unos pocos posteriores a El libro de versos.

La narrativa: De sobremesa

De sobremesa se considera la obra precursora de la novela modernista. El texto nace de una sugerencia que le hace su amigo Emilio Cuervo Márquez, quien insta a Silva a escribir una novela sobre Bogotá; el poeta responde que escribirá la novela cuando Bogotá cuente con más de medio millón de habitantes, es decir, cuando los bogotanos hayan superado su estrecha mentalidad provinciana. Sin embargo, Silva se decide, y De sobremesa pasa de ser una novela sobre Bogotá a la novela de un bogotano que reside en París.

En la novela el protagonista, José Fernández, reúne a un grupo de intelectuales en su casa para leer y comentar, después de la cena, su diario de viaje luego de su retorno de Europa. La figura de José Fernández constituiría el modelo del héroe modernista: mezcla de sibarita y poeta decadente. El personaje no encuentra límite a sus ansias y ambiciones, no excluye la vivencia de ninguna sensación o experiencia y hace del erotismo su estética. Silva, a través del personaje, hace una descripción de lo que él denominara sus cuatro almas: el artista, que se refugia en el pasado clásico encontrando vulgar lo contingente; el filósofo escéptico y nada pragmático; el gozador, que hastiado de los placeres vulgares, va en busca de placeres más profundos y refinados; y, finalmente, el analista, que discrimina sus sensaciones para vivenciarlas con mayor intensidad.

José Fernández aparece como el sosías de Silva. Las similitudes entre autor y creación resultan sorprendentes: el poeta y el personaje (también poeta) pasan una temporada en Europa; los dos son igualmente nihilistas; como José Fernández, Silva vive obsesionado por la imagen de una mujer (María Bashkirtseff o Elvira Silva); y los dos poetas comparten las mismas opiniones sobre su oficio: "yo no quiero decir sino sugerir, y para que la sugestión se produzca es preciso que el lector sea un artista", afirma el personaje de la novela.

La frágil Helena, por su parte, es la imagen de la mujer ideal, que para Edgar Allan Poe debía ser "joven, hermosa y muerta"; pero encontramos también en De sobremesa la idea de la mujer fatal, mejor representada por lo que Fernández llama "las siete horizontales". Éstas son: Marie Lagendre, la más sensual de sus amantes; Nelly, una muchacha adinerada de Chicago; la colombiana Consuelo; Olga, una baronesa alemana; Julia Musellaro, la hembra mediterránea; Nini Rousset, sexo puro; y, finalmente, Constanza Landsier. Por otro lado, Fernández, como el pirata Barba Azul, asesina a las siete mujeres olvidándolas, cuando después del coito éstas le provocan un asco incontenible.

Cómo citar este artículo:
Tamaro, Elena y Fernández, Tomás. «Biografia de José Asunción Silva» [Internet]. Barcelona, España: Editorial Biografías y Vidas, 2004. Disponible en https://www.biografiasyvidas.com/biografia/s/silva.htm [página consultada el 1 de diciembre de 2024].

Archivo del blog