lunes, octubre 06, 2025

Iqbal Masih nunca conoció la infancia como debería vivirse.




 Iqbal Masih nunca conoció la infancia como debería vivirse.

A los 4 años trabajaba en un horno de ladrillos. A los 5 fue vendido a un fabricante de alfombras por el precio de una deuda: apenas 12 dólares. Desde entonces, vivió encadenado al telar, con las manos heridas y el cuerpo castigado por jornadas de más de 12 horas.

En 1992 logró escapar y, gracias al Bonded Labor Liberation Front, descubrió palabras que hasta entonces le eran desconocidas: libertad, derechos, dignidad. Tenía apenas 10 años, pero su voz resonó como la de un gigante. Denunció ante el mundo la explotación infantil, habló en conferencias internacionales y recibió el Premio Reebok de Derechos Humanos en 1994.

Su lucha salvó a miles de niños: fábricas cerraron, cadenas se rompieron, esperanzas renacieron. Pero también despertó la furia de quienes veían amenazado su negocio de miseria.

El 16 de abril de 1995, mientras celebraba la Pascua en su pueblo, Iqbal fue asesinado. Tenía 12 años. Nunca se supo con certeza quién apretó el gatillo, pero su muerte convirtió a ese pequeño en un símbolo eterno contra la esclavitud infantil.

Iqbal no jugó en las calles, no conoció el parque ni el escondite. Pero nos dejó algo mucho más grande: la certeza de que incluso la voz más pequeña puede estremecer al mundo. 

La historia del niño que fue esclavizado en una fábrica y asesinado por sus denuncias: “No compren alfombras”

 


El 16 de abril de 1995, en una remota localidad de la provincia 

de Punjab, un disparo de escopeta acabó con la vida de 

Iqbal Masih, un niño que había sido vendido a los 4 años 

para que trabajara como esclavo en una fábrica de alfombras. 

Al cumplir 10 se rebeló y de la mano del Frente de Liberación 

del Trabajo Forzado, recorrió el país y viajó al exterior para 

denunciar la explotación laboral de los niños. En su memoria 

se instauró el Día Mundial contra la Esclavitud Infantil

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Retrato de Iqbal Masih, el
Retrato de Iqbal Masih, el niño esclavizado en Pakistán y luego asesinado

En un camino de las afueras de la aldea Chapa Khana Mill, en la provincia pakistaní de Punjab, una simple piedra marcada con pintura blanca señala el lugar donde la noche del 16 de abril de 1995 fue asesinado un niño de 12 años.

Cada tanto, todavía hoy, la piedra es vandalizada, como si se quisiera borrar esa huella, por lo que significa. Como si se pretendiera que Iqbal Masih – así se llamaba el niño asesinado - nunca hubiera existido. Por su historia y por lo que simboliza.

Porque en esos pocos años de vida, Iqbal Masih se convirtió en una suerte de Espartaco moderno que denunció las condiciones de trabajo esclavo a las que estaban sometidos – y todavía están – sometidos miles de niños en Pakistán.

Cuando tenía 10, se puso de pie en una exposición de alfombras de China, Pakistán e India que se realizaba en Estocolmo y gritó con su voz de niño:

— “Me gustaría decir este mensaje: ¡no compren alfombras. Son fabricadas por niños!”.

Iqbal Masih tuvo el
Iqbal Masih tuvo el valor de denunciar a su corta edad el trabajo esclavo de los niños en fábricas de Pakistán (Getty)

Fue dos años antes de su muerte.

Iqbal Masih había sufrido en carne propia lo que gritaba. Su propio padre lo había entregado cuando tenía cuatro años a un fabricante de alfombras para que lo esclavizara, como garantía del préstamo de la suma que necesitaba para pagar los gastos del casamiento de su hermano mayor.

Un pequeño esclavo más

El caso de Iqbal no era único. Era una costumbre tradicional en los sectores más postergados en las zonas rurales de Pakistán entregar a un hijo como garantía para un préstamo.

La mecánica era sencilla: el niño debía trabajar sin cobrar salario hasta que el padre terminara de pagar la deuda. Es decir, se trataba de un arreglo que, en principio, tenía un plazo. Pero ese plazo era imposible de cumplir, porque la deuda se acrecentaba mes a mes por los intereses, que llegaban incluso a superar el valor de los pagos, si es que se hacían.

Así, la situación no tenía salida.

Por otra parte, las condiciones de trabajo eran realmente de esclavitud. En muchos casos, los niños trabajaban entre ocho y doce horas diarias, encadenados a los telares, comiendo solo lo necesario para que no se desmayaran. Y esa comida, por valor de una rupia, también se sumaba a la deuda.

Ese ritmo de trabajo producía estragos en la salud de los niños. El roce continuo de los hilos del telar les agrietaba las manos y la inhalación del polvo de las fibras les afectaba los pulmones y les producía una tos que competía con el sonido de las máquinas. La mala alimentación derivaba en un raquitismo crónico y la misma posición, sin posibilidad de descanso, frente al telar, impedía la buena circulación de la sangre, sobre todo en las piernas.

A los diez años, Iqbal tenía las manos encallecidas como las de un campesino viejo, una tos seca que casi no le daba tregua y su cuerpo, poco desarrollado, parecía el de un niño mucho menor.

Iqbal Masih fue llamado "El
Iqbal Masih fue llamado "El niño militante", al denunciar la situación que vivían millones de chicos en Pakistán

Era uno más entre decenas de miles de los que en el mundo del trabajo infantil paquistaní se llaman “los niños viejos”.

A mediados de la década de los ‘90 – cuando Iqbal vivía encadenado al telar de la fábrica – la Sociedad para la Protección de los Derechos del Niño (SPARC) paquistaní denunciaba que al menos ocho millones de niños trabajaban en el país, el 65% de ellos a tiempo completo.

“Las cifras podrían ser aún más altas, ya que sólo 25 de los 50 millones de niños en edad escolar acuden al colegio, y es posible que el resto esté trabajando”, explicaba Tracy Wagner Rizvi, portavoz de esa organización.

Iqbal era uno de ellos y tenía el cuerpo destruido. Lo que no habían podido esclavizarle era el espíritu de lucha, los deseos de rebelarse.

El niño militante

En 1993, durante uno de los fines de semana que podía visitar a su familia, Iqbal se topó con una reunión callejera del Frente de los Trabajadores del Ladrillo, otro de los sectores de la producción que, junto con obreros adultos, apelaban al trabajo infantil esclavo.

Escuchó como se quejaban de los bajos salarios y de las pésimas condiciones de trabajo y se sintió identificado. Pidió la palabra y le prestaron el altavoz. Con voz vacilante, a veces interrumpida por accesos de tos, contó lo que sufrían él y otros niños en la fábrica de alfombra. Habló de la escasa comida, del cuerpo que le dolía, del dolor en las piernas que no lo dejaba en paz, de las cadenas que lo ataban al telar.

Habló de tal manera que uno de los dirigentes del Frente de Liberación del Trabajo Forzado que asistía a la asamblea le propuso sumarse a la campaña que estaban iniciando para denunciar la esclavitud laboral infantil. Iqbal nunca volvió a la fábrica.

Se quedó a vivir en la casa de su tío en Chapa Khana Mill, donde le hicieron lugar en el estrecho dormitorio de sus dos primos.

No quería volver a la casa paterna, porque allí lo obligarían a regresar a la fábrica, porque la deuda de la cual era garantía viviente aún no había sido saldada. Por su ausencia, el padre de Iqbal debía pagarle todos los meses 500 rupias al fabricante de alfombras.

Iqbal se sumó al Frente
Iqbal se sumó al Frente de la Liberación del Trabajo Forzado para denunciar la esclavitud laboral infantil y nunca volvió a la fábrica, ni a su casa paterna

Apoyado por el Frente pudo ir por primera vez a la escuela – donde haría cuatro años del programa curricular en apenas dos - y también empezó a recorrer el país para contar con sus propias palabras las terribles condiciones en que vivían los niños sometidos a la esclavitud del trabajo.

Así, ese chico de diez años – con un cuerpo delgado y pequeños que lo hacía parecer aún menor – llamó la atención de los medios de comunicación, que lo bautizaron como “el niño militante”.

A fines de 1993, el Frente lo llevó a la exposición de alfombras de Estocolmo, Suecia, donde su denuncia causó horror.

Su segundo viaje fuera de Pakistán lo hizo a Estados Unidos en 1994. Allí recibió un Premio Reebok de Derechos Humanos.

“En esa oportunidad vivió su primer viaje en avión, pido tener una cámara Instamatic, hizo una visita con otros escolares en Boston, y la inimaginable promesa de que algún día podría asistir a una universidad. La Universidad de Brandeis se había comprometido a otorgar una beca de cuatro años a Iqbal cuando terminara sus estudios en Pakistán”, escribió Tim Ryan, dirigente del Centro solidario, una de las organizaciones que financiaron su viaje, al hacer una semblanza luego de la muerte de Iqbal.

Un disparo en la noche

La tarde del 16 de abril de 1995, Iqbal salió con sus dos primos, Faryad y Lyakat, a pasear en una única bicicleta por un camino arenoso en las afueras de la aldea. A las 8 de la noche, cuando ya estaba oscuro, un disparo de una escopeta de caza calibre 12 impactó en la espalda de Iqbal e hirió en la mano izquierda a Faryad.

Según la declaración de sus primos, tomada tres horas después por el inspector adjunto Ghulam Bari, de la estación de policía de Ferozwoala, Iqbal murió de inmediato y el autor del disparo huyó.

El relato que consta en el documento policial no parece el de dos niños y, además, está plagado de incoherencias.

La historia que allí se cuenta es que cuando estaban andando en la bicicleta, a la luz de la luna reconocieron a un agricultor llamado Ashraf, un campesino de pocas luces al que todos llamaban “Hero”, teniendo relaciones sexuales con un burro.

Según la supuesta declaración, al verlo los tres chicos se detuvieron y empezaron a gritarle e insultarlo. La reacción de “Hero” fue tomar su arma y dispararles, tras lo cual se subió los pantalones y escapó con el arma.

El informe dice también que cuando la policía fue al establo donde dormía “Hero” encontró la escopeta – que pertenecía al patrón del campesino – y que había sido disparado recientemente. También asegura que “Hero” reconoció que había disparado contra los chicos.

La madre desconsolada tras el
La madre desconsolada tras el asesinato de Iqbal. La justicia de Pakistán nunca investigó seriamente ni esclareció el crimen (Getty)

Los policías que se encargaron de transportar el cadáver a la comisaría de Ferozwala, a diez kilómetros del lugar del crimen, mostraron poco humanismo y poca profesionalidad. Envolvieron el cuerpo en una sábana y lo llevaron hasta la comisaría en un tractor. Lo dejaron en el hall del edificio, sobre un escritorio.

Para ellos y las autoridades judiciales paquistaníes, el caso estaba resuelto. En menos de seis horas. La autopsia, realizada apenas dos horas, estaba llena de inconsistencias. Una de ellas, flagrante: si los chicos dijeron que cuando “Hero” les disparó estaba frente a ellos, cómo las municiones calibre 12 habían impactado en la espalda de Iqbal.

Las dudas y la memoria

Al día siguiente, dirigentes del Frente de Liberación del Trabajo Forzado se presentaron para exigir una autopsia y la investigación del asesinato con la participación de abogados y peritos de la organización.

Las dudas se instalaron desde un principio. El martes 18 de abril, Dawn, el gran diario de Karachi, titulaba “Un niño militante asesinado” y en una nota de media columna planteaba que el caso presentaba muchas dudas. Estaba firmado, como era frecuente en los periódicos pakistaníes para los reportajes “delicados”, por un corresponsal. En el artículo de media columna se sugería que los motivos de la muerte no habían sido aclarados.

El intento de cerrar la investigación sobre la muerte de Iqbal quedó definitivamente desbaratado. El 19 de abril, cables de Reuters, Associated Press y France Presse informaron sobre el asesinato del “niño militante” y plantearon hipótesis que apuntaban a una “mafia” de los fabricantes alfombras paquistaníes que utilizaba trabajo esclavo infantil.

En Francia, Le Monde tituló en primera página “Martir en defensa de los niños” y Liberación se sumó con “Asesinato de un niño paquistaní”. Los dos periódicos descalificaron la versión oficial y señalaban una posible conspiración de empresario paquistaníes para matar a Iqbal.

La noticia del asesinato del “niño militante” recorrió el mundo, mientras en Pakistán se realizaban manifestaciones en todas las grandes ciudades.

La justicia de Pakistán nunca investigó seriamente – y mucho menos esclareció - las verdaderas circunstancias en que se produjo la muerte de Iqbal Masih.

Si la intención era que se lo olvidara, fracasó: en su memoria se instauró el 16 de abril como Día Mundial contra la Esclavitud Infantil.

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domingo, octubre 05, 2025

China está a punto de superar los 50,000 km de ferrocarril de alta velocidad

 



China está a punto de superar los 50,000 km de ferrocarril de alta velocidad, más del 70% del total mundial.

Están acercándose rápidamente a su objetivo de 70,000 km para 2035.
Esto forma parte de una ambición más amplia para priorizar el crecimiento de ciudades pequeñas y medianas, así como la integración rural-urbana.
¿Por qué occidente jamás pudo llegar a tener una red de tal magnitud?. El excelente historiador marxista británico, Eric Hobsbawm, resumía el progreso, a la figura de un tren echando humo. Los chinos hace unos día explicaron que la empresa estatal que administra esa enorme empresa, es ligeramente deficitaria, ¿y por qué la mantienen?, porque el déficit es leve, y se corrigera con el aumento de los ingresos de los chinos, pero sobre todo, porque esa red, genera una inmensa riqueza en otras empresas estatales.
Solo una economía planificada y socialista, puede hacerlo, ¿por qué occidente no lo hizo?, ahí tiene la respuesta.

Tomado de la red.

Nunca olvides el pasado, y siempre honrar a aquellos que se mantuvieron fuertes cuando el mundo intentó romperlos.



 Antes de que saliera el sol, un viejo carro de madera rodó lentamente por un camino polvoriento. Dentro se sentaron tres niños nativos: asustados, silenciosos, confundidos. Ayer mismo, fueron sacados de sus hogares. Los llantos de sus madres todavía resonaban en sus corazones.

Esto no fue un error. Fue un sistema diseñado para borrar quiénes eran. Escuelas como Carlisle, Chilocco, Haskell y Sherman tenían un objetivo: sacar al indio del niño.
Estos niños vinieron de naciones orgullosas: los sioux, navajo, apache, ojibwe. Llevaban idiomas antiguos, canciones sagradas y nombres llenos de significado. Pero en las puertas de la escuela, todo fue tomado.
Sus largas trenzas fueron cortadas. Sus oraciones tradicionales fueron prohibidas. El olor de cedro y salvia fue reemplazado con lejía. Si hablaban su lengua materna, eran castigados. Si lloraban, los silenciaban.
Algunos de ellos tenían sólo cinco años.
Algunos olvidaron quiénes eran. Algunos susurraron su verdad bajo mantas de lana rasguñosas. Y algunos se aferraron a sus raíces, esperando el día en que pudieran crecer de nuevo.
Hoy, los recordamos a los supervivientes. Los niños callados que se convirtieron en voces fuertes. Los que convirtieron el dolor en poder.
Porque puedes llevar a un niño lejos de su tierra, pero nunca puedes quitarle el espíritu a su gente.
Mensaje a todos: nunca olvides el pasado, y siempre honrar a aquellos que se mantuvieron fuertes cuando el mundo intentó romperlos.

【Acción Explosiva】¡918 Regresa! Comando Secreto Ataca Campamento Enemigo...

El Último Suspiro Soviético: La Represión de 1993 y el Trauma de la Era Yeltsin

 






Tres décadas y dos años han pasado desde uno de los episodios más sombríos en la transición de Rusia hacia el capitalismo: la masacre de octubre de 1993, ordenada por el gobierno de Boris Yeltsin. Este evento marcó el ultimo aliento en ese momento y paro convulsivo del proyecto soviético, un último y trágico intento de resistencia en aquel entonces que fue sofocado con una violencia extrema.
El conflicto tuvo su origen en la profunda pugna política entre el poder ejecutivo, encarnado por el presidente Yeltsin, y el poder legislativo, representado por el Sóviet Supremo. Esta tensión, que se arrastraba desde la disolución de la Unión Soviética, alcanzó su punto crítico en 1993. La atmósfera en Rusia era de efervescencia social; las calles veían cómo, cada vez con más fuerza, la ciudadanía se movilizaba bajo la bandera roja, clamando por un retorno al socialismo. Una muestra poderosa de este descontento fue la masiva convocatoria del 1° de Mayo, que sirvió como un contundente recordatorio de que la llama de la ideología soviética no se había apagado.
Sin embargo, la respuesta del régimen de Yeltsin fue brutal. Los días 3 y 4 de octubre, la protesta popular fue reprimida con tanques. Para entonces, el ejército, que había sido sometido por las fuerzas liberales tras el fallido golpe del Comité de Emergencia en 1991, se volvió contra su propio pueblo. Esta represión selló de manera sangrienta la suerte de la oposición y consolidó un poder presidencial sin contrapesos.
Es crucial recordar que este capítulo se desarrollaba sobre una base de ilegitimidad fundamental: la disolución de la URSS se había llevado a cabo en abierta violación de la voluntad popular, expresada masivamente en el referéndum de 1991 donde los ciudadanos soviéticos votaron a favor de mantener la Unión.
Las consecuencias de la victoria de Yeltsin se extendieron mucho más allá de la crisis política inmediata. Su gobierno implementó unas catastróficas privatizaciones que, lejos de modernizar el país, sumieron a la población en una crisis humanitaria sin precedentes. El nivel de vida se desplomó, mientras que la mortalidad, el hambre y la drogadicción se dispararon dramáticamente. La era Yeltsin no solo enterró el último aliento rojo de la URSS, sino que inauguró una "década de los 90" traumática, cuyas secuelas aún reverberan en la Rusia contemporánea.

Ultima Hora Petro enciende la mecha: "Hitler está vivo" y el nuevo crimen de Netanyahu.



Gustavo Petro, el presidente de Colombia, ha encendido la controversia internacional con una declaración impactante que resuena con ecos históricos y genera un debate polarizado. Al responder a la supuesta confiscación ilegal de la flotilla Sumud por parte de Israel, Petro no solo condenó la acción, sino que elevó la retórica a un nivel inusualmente incendiario: "Si es cierta está información, hay un nuevo crimen internacional de Netanyahu... Hitler está vivo en la política del mundo."
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Esta afirmación, que compara las acciones del primer ministro israelí con el ideólogo del Holocausto, no es una simple crítica política; es una bomba retórica que busca conmocionar y provocar. La intriga radica en la audacia de tal analogía.
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El presidente colombiano, conocido por su postura de izquierda y su crítica al imperialismo, parece utilizar la figura de Hitler no solo como un símbolo del mal absoluto, sino como una encarnación del autoritarismo y la agresión que, según él, perviven en la política contemporánea. Esta visión sugiere una continuidad histórica de ciertas patologías políticas, donde la "vida" de Hitler se manifiesta en las acciones de líderes actuales que cometen "crímenes internacionales".
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Sin embargo, esta analogía también abre una caja de Pandora de posibles interpretaciones y consecuencias. Para muchos, la comparación es irresponsable e inapropiada, trivializando el Holocausto y distorsionando la complejidad del conflicto. Otros podrían verla como una valiente denuncia de lo que perciben como una opresión injustificada.
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La controversia generada no solo pone a Petro en el centro de un debate global, sino que también nos invita a reflexionar sobre cómo la historia, incluso la más oscura, sigue siendo una herramienta poderosa en el discurso político contemporáneo. Su audacia desafía las convenciones diplomáticas y nos deja con la inquietante pregunta de si, detrás de la hipérbole, reside una verdad incómoda sobre la naturaleza del poder en el siglo XXI.

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