lunes, diciembre 16, 2024

✅Así fue LA GUERRA DE COREA 🇰🇷⚔️🇰🇵 para los SOLDADOS CHINOS 🇨🇳🙀 1950-195...

Jean-Paul Sartre.

 


(París, 1905 - id., 1980) Filósofo y escritor francés. Precoz lector de los clásicos franceses, en 1915 ingresó en el liceo Henri IV de París y conoció a Paul Nizan, con quien inició una estrecha amistad. Al año siguiente, el segundo matrimonio de su madre (considerado por Jean-Paul Sartre como «una traición») lo obligó a trasladarse a La Rochelle; hasta 1920 no regresó a París. En 1924 inició sus estudios universitarios en la École Normale Supérieure, donde conoció a Simone de Beauvoir, con quien estableció una relación que duraría toda su vida.


Jean-Paul Sartre

Tras cumplir el servicio militar, empezó a ejercer como profesor de instituto; en 1933 obtuvo una beca de estudios que le permitió trasladarse a Alemania, donde entró en contacto con la filosofía de Husserl y de Heidegger. En 1938 publicó La náusea, novela que pretendía divulgar los principios del existencialismo y que le proporcionó cierta celebridad, al tiempo que se convertía en símbolo de aquel movimiento filosófico. Movilizado al iniciarse la Segunda Guerra Mundial, fue hecho prisionero, aunque consiguió evadirse en 1941 y regresar a París, donde trabajó en el liceo Condorcet y colaboró con Albert Camus en Combat, el periódico de la Resistencia.

En 1943 publicó El Ser y la Nada, su obra filosófica más conocida, versión personal de la filosofía existencialista de Heidegger. El ser humano existe como cosa (en sí), pero también como conciencia (para sí) que sabe de la existencia de las cosas sin ser ella misma un en sí como esas cosas, sino su negación (la Nada). La conciencia sitúa al hombre ante la posibilidad de elegir lo que será; ésta es la condición de la libertad humana. Eligiendo su acción, el hombre se elige a sí mismo, pero no elige su existencia, que le viene ya dada y es requisito de su elección; de aquí la famosa máxima existencialista: «la existencia precede a la esencia».

Dos años más tarde, alcanzada ya la popularidad, abandonó la enseñanza para dedicarse exclusivamente a escribir; en colaboración con Raymond AronMaurice Merleau-Ponty y Simone de Beauvoir, fundó Les Temps Modernes, una de las revistas de pensamiento de la izquierda más influyentes de la posguerra.


Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir

Por esa época, Sartre inició una fluctuante relación con el comunismo, hecha de acercamientos (uno de los cuales provocó su ruptura con Camus en 1956) y alejamientos motivados por su denuncia del estalinismo o su protesta por la intervención soviética en Hungría. En su última obra filosófica, Crítica de la razón dialéctica (1960), se propuso una reconciliación del materialismo dialéctico con el existencialismo, al cual pasó a considerar como una ideología parásita del marxismo, y trató de establecer un fundamento de la dialéctica marxista mostrando que la actividad racional humana, la praxis, es necesariamente dialéctica.

En 1964 rechazó el Premio Nobel de Literatura para no «dejarse recuperar por el sistema»; decididamente contrario a la política estadounidense en Vietnam, colaboró con Bertrand Russell en el establecimiento del Tribunal Internacional de Estocolmo para la persecución de los crímenes de guerra.

Tras participar directamente en la revuelta estudiantil de mayo de 1968, multiplicó sus gestos públicos de izquierdismo, asumió la dirección del periódico La Cause du Peuple y fundó Tout!, de orientación maoísta y libertaria. En 1975 se inició el progresivo quebranto de su salud; la ceguera lo apartó de la lectura y la escritura durante los últimos años de su vida, tras haber completado su postrera gran obra, El idiota de la familia (1971-1972); dedicada al tema de la creación literaria, era el fruto de los diez años que dedicó a la investigación de la personalidad de Gustave Flaubert.

Cómo citar este artículo:
Tomás Fernández y Elena Tamaro. «Biografia de Jean-Paul Sartre» [Internet]. Barcelona, España: Editorial Biografías y Vidas, 2004. Disponible en https://www.biografiasyvidas.com/biografia/s/sartre.htm [página consultada el 16 de diciembre de 2024].

Las Palabras

 


Jean Paul Sartre

Autor: Jean Paul Sartre

Escrito en 1964, Las palabras es un texto autobiográfico en donde, con mucho rigor y poco pudor, se desnuda el filósofo francés Jean Paul Sartre en sus dos facetas más queridas: como lector y como escritor.

Estamos frente a un texto que no es ficción, Las palabras es un ensayo y un conmovedor testimonio de vida. El autor rastrea en su niñez la toma de conciencia de su individualidad e identifica las ventajas y desventajas del contexto familiar que permitió sus coqueteos, primero, y sus inicios, después, en el mundo literario. El lector agradecerá la honestidad del autor para recrear su infancia y señalar las huellas de su quehacer profesional: la herencia de los suyos, sus miedos, la ausencia del padre, su desarrollo afectivo dentro una familia sin otros niños, su soledad, y también el llamado que escucha un día por azar y que será el origen de su aspiración a la gloria y deseo de permanencia.

A pesar de ser ésta una reflexión adulta de un hombre de casi 60 años que analiza e interpreta su infancia, la mirada es inquisitiva: ¿cómo nace el germen de un oficio?, ¿cómo se nutre esta pasión?, ¿cómo se relaciona el niño aspirante con el mundo de los adultos que otorga, exige y premia? ¿Existe eso que se llama vocación? Estas preguntas son el camino a recorrer, que en realidad son una marcha atrás: el impulso para escribir obedece a la necesidad de constatar el ejercicio de su libertad soberana en la elección de sus acciones, y por lo tanto, en su vida. Por muy pequeño que fuera el personaje Sartre, el niño eligió libremente y se convirtió en escritor cuando reconoció su vocación y su lugar en el mundo. De su testimonio deducimos que él no fue obligado por las circunstancias a convertirse en escritor; el proceso fue a la inversa: aprovechó las circunstancias que lo rodearon para definirse como tal y aspirar, por este camino, a la gloria:

«tocando con una mano mi tumba y con la otra mi cuna, me sentía breve y espléndido, un relámpago borrado por las tinieblas.» (pág. 206).

LEER

Para acercarnos al niño lector, Sartre introduce, con breves pinceladas, a sus dos familias. No intenta describirlas de manera tradicional, lo hace con la distancia y la ternura del adulto que selecciona y procesa la información que quiere trasmitir. Logra, de esta manera, dibujar el alma de estos seres humanos y sus propias historias con frases muy oportunas y contundentes. Los rasgos elegidos para cada personaje (abuelos, padre, abuelas, madre) consiguen sugerir todo un mundo, y en ocasiones varios mundos que son distintos y se observan, sin necesidad de explicarlos. Las metáforas elegidas condensan maneras de ser que responden al punto de vista del niño convertido en adulto: son frases irónicas, traviesas, inteligentes. No hay enumeración de datos, tenemos comentarios suspicaces sobre situaciones familiares que dejaron huellas profundas.

Algunos ejemplos: el abuelo paterno:

«En Alsacia, alrededor de 1850, un maestro agobiado por tantos hijos como tenía, decidió hacerse tendero. Pero el exclaustrado quiso una compensación ya que renunciaba a formar las mentes, uno de sus hijos formaría las almas; habría un pastor en la familia y sería Charles. Charles se escapó, prefirió correr por los caminos detrás de una amazona. Se volvió su retrato de cara a la pared y se prohibió pronunciar su nombre… Pero ocurrió que Charles no había encontrado a su amazona; el hermoso gesto del padre le había dejado huella: durante toda su vida mantuvo el gusto por lo sublime y puso su empeño en fabricar grandes circunstancias con pequeños hechos. Como puede verse, no pensaba en eludir la vocación familiar: quería entregarse a una forma atenuada de espiritualidad, a un sacerdocio que le permitiese relacionarse con amazonas. Su salida fue el profesorado: eligió enseñar alemán.» (pág. 11).

Los abuelos como matrimonio, como pareja:

«Louise vivía en la penumbra; Charles entraba en su habitación, corría las persianas, encendía todas las lámparas; ella gemía llevándose las manos a los ojos: «¡Charles, me ciegas!» Pero su resistencia no iba más allá de los límites de una oposición constitucional; Charles le inspiraba temor, una tremenda desazón, a veces también amistad, con tal de que no la tocase. Ella cedía en todo en cuanto él se ponía a gritar. Él le hizo cuatro hijos por sorpresa: una hija que murió muy pronto, dos hijos y otra hija». (pág. 14).

Su madre:

«Anne-Marie, la hija menor, pasó la infancia en una silla. Le enseñaron a aburrirse, a estar derecha, a coser. Tenía dotes; creyeron que era distinguido dejarlas sin cultivar. Brillo, tuvieron el cuidado de ocultárselo. Estos burgueses modestos y orgullosos opinaban que la belleza estaba por encima de sus medios y por debajo de su condición; la permitían en las marquesas y en las putas… Anne-Marie, al repasar cincuenta años después las páginas de un álbum de la familia, encontró que había sido bella.» (pág. 15).

Frente a este mundo antiguo, autoritario y vertical, Sartre reivindica el ejercicio de su libertad, incluso en su niñez. Sabía que los mayores esperaban de él un comportamiento adecuado a sus expectativas, y él, para agradarles, decidió darles gusto. El afecto entre ellos se establece en un sentido estricto de reciprocidad: las demandas de los mayores serán atendidas para que todos sean felices y vivan en paz. No se trata de un sometimiento, se trata de un acuerdo tácito entre las partes. Esta infancia que puede parecer triste, marchita, o excesivamente solitaria, fue asumida por el protagonista en la búsqueda de su armonía personal:

«… Soy virtuoso por comedia, pero no me esfuerzo ni me obligo: invento. Tengo la libertad principesca del autor que mantiene al público conteniendo la respiración y que refina su papel. Me adoran, luego soy adorable. Como el mundo está bien hecho, no hay nada más sencillo. Me dicen que soy lindo y me lo creo.» (pág. 26).

Para el existencialismo, corriente filosófica que Sartre lideró junto a Albert Camus y Simonne de Beauvoir, la existencia es anterior a la esencia. Uno es el resultado de sus acciones, y por lo tanto está condenado a ser libre y elegir constantemente. En ese sentido, opuesto a las teorías freudianas, Sartre asume su infancia: no le impusieron su rol de niño- viejo, lo jugó libremente porque era el camino que encontró para recibir afecto y retribuirlo. Es interesante este matiz, porque lo cambia todo:

«No paro de crearme; soy el dador y la donación. Si viviese mi padre, conocería mis derechos y mis deberes; murió y los ignoro; no tengo derecho porque me colma el amor, no tengo deber porque me doy por amor. Un solo mandato: gustar; todo para la muestra.» (pág. 30).

Otro elemento que destaca en su formación de lector, es el factor hereditario. Su abuelo había hecho «gruesos volúmenes encuadernados cubiertos con una tela oscura». Los libros eran, pues, objetos familiares, en realidad mucho más que eso: eran sus amigos, sus compañeros de juego. Este entorno particular, sumado a la ausencia de otros niños, lo convierte en un chico de biblioteca, alejado del polvo y del sudor propio de un muchacho que juega a la pelota, o realiza otro ejercicio físico. El contacto con el libro como objeto sagrado lo instala en un nivel superior a la media, más culto, por lo tanto le exige, a su vez, un rendimiento superior. De esa manera se sientan las bases para su desarrollo intelectual. Sartre confiesa su desconocimiento del campo y su lejanía del mundo rural. Se define como un ser exclusivamente urbano:

«Nunca he arañado la tierra, ni buscado nidos, no he hecho herbarios ni tirado piedras a los pájaros. Pero los libros fueron mis pájaros y mis nidos, mis animales domésticos, mi establo y mi campo; la biblioteca era el mundo atrapado en un espejo; tenía el espesor infinito, la variedad, la imprevisibilidad.» (pág. 44).

A pesar de la arrogancia que destila quien escribe este texto, reconoce con humildad su impostura: fingía leer a los clásicos para que pensaran bien de él, actuaba incluso cuando estaba solo, dispuesto siempre a crear una buena impresión en las personas mayores. Su juego era hacer todo lo indispensable para parecer una persona mayor, con una salvedad: mayor pero mejor que las de casa: el niño superando a los más expertos, creando un mito antes que un personaje. Aunque no lo puede leer a su edad, abre el libro de Corneille y lo observa, su incapacidad para disfrutarlo no es razón para cerrarlo, es suficiente que crean que lo lee. Ese es su disfrute.

Al mismo tiempo confiesa su pasión por las novelitas de aventura que su madre le compraba en forma de cuadernillos: «¿Era leer» No, sino morir de éxtasis». Sartre reconoce que fueron dos las vertientes que marcaron su vida literaria:
– el abuelo que editaba libros en alemán alimenta su faceta intelectual;
– y su madre -que además lo lleva al cine, otra maravilla que le permite abandonarse y soñar, y que inspira los párrafos más bellos en este texto- quien alimenta de manera placentera su vida afectiva y sensorial, y le permite dar rienda suelta a su imaginación.
Gracias a ella, una mujer simple, el niño Sartre descubre las alegrías de la imaginación y la posibilidad de salir de su mundo para vivir mundos distintos. El ejercicio propiciado por el abuelo lo llevaba hacia adentro, cultivaba su interior; el ocio que le ofrecía su madre lo conducía hacia fuera, descubría sus vínculos con el exterior.

El mundo protegido en donde creció arropado, aupado y amado, se quebró por dos factores muy distintos: el corte de pelo que trasquiló sus bucles y delató su fealdad, privándolo de una máscara que lo protegía; y la frase que oyó por casualidad y lo marcó con fuego: «Aquí falta alguien, y es Simonnot».

Estas palabras, que podrían haber pasado desapercibidas, le dieron al joven Sartre la dimensión del éxito. ¿Cómo puede ser alguien tan importante que su ausencia se sienta como una falta irreparable? A partir de esa frase nace en él un anhelo de ser imprescindible, alguien tan importante que se le considere indispensable, como el aire que se respira. Estas palabras inocentes producen una ruptura en su vida: el niño se fija una meta muy alta y manifiesta un creciente deseo de superación: aspirará a la gloria, a la trascendencia, a la inmortalidad. Desde ahora será conciente de su lucha y se convertirá en otro Simonnot.

Lo consiguió: fue el creador del existencialismo, el escritor políticamente comprometido, el líder intelectual de Francia en la posguerra y luego en Mayo del 68. En 1964, justo después de publicar Las palabras se le concedió el Premio Nobel de literatura, premio que no aceptó por considerar que la cultura no se debía someter a las instituciones. Para la Academia Sueca, la frase quedó acuñada: «Aquí falta alguien, y es Sartre».

ESCRIBIR

Cuando comienza a escribir, el niño goza y disfruta. Esta acción es más poderosa que la anterior: leer no le otorgaba tanto poder como aquel que experimenta creando:

«Apenas empecé a escribir, dejé la pluma para regocijarme. La impostura era la misma, pero ya he dicho que para mí las palabras eran la quintaesencia de las cosas. Nada me turbaba más que ver a mis patas de mosca perdiendo poco a poco sus brillos de fuego fatuo en la deslucida consistencia de la materia. Era la realización de lo imaginario. Un león, un capitán del Segundo Imperio y un beduino, caídos en la trampa del nombramiento, entraban en el comedor; se quedaban allí para siempre, cautivos, incorporados por los signos; creía haber anclado mis sueños en el mundo con los arañazos de una pluma de acero.» (pág. 121).

Convertido en escritor, el niño se impone un plan de aprendizaje: para completar el texto de aventuras con información útil para el lector, copia del diccionario datos que considera importantes. Su actitud es de una persona mayor, seria y muy profesional: no quiero sólo entretener, quiero instruir. Se puede intuir aquí su vocación de maestro, actividad que desempeñó durante muchos años.

Al anotar este rasgo de su carácter nos señala la conciencia que tuvo desde pequeño respecto al valor de la literatura. Sartre sostendría después que el compromiso político era ineludible, que quien escribía tenía que tener muy presente el mundo que lo rodeaba y no darle jamás la espalda: denunciar, reivindicar, alertar eran tareas del escritor; cambiar el mundo, la consigna.
Parte de la fascinación de escribir radica en el poder de la palabra escrita, quien escribe es como dios:

«Héroe, luchaba contra las tiranías; demiurgo, me volví tirano yo mismo, conocí todas las tentaciones del poder. Era inofensivo y me volví malo. ¿Qué me impedía reventar los ojos de Daisy? Muerto de miedo, me contestaba: nada. Y se los reventaba como había arrancado las alas de una mosca. Escribí, latiéndome el corazón: «Daisy se pasó una mano por los ojos: se había vuelto ciega», y me quedé azorado; con la pluma en el aire, había producido en el absoluto un pequeño acontecimiento que me comprometía deliciosamente. Yo no era verdaderamente sádico; mi alegría perversa se cambiaba en seguida en pánico, anulaba todos mis decretos, los llenaba de correcciones para que se volviesen indescifrables: la muchacha recobraba la vista, o más bien nunca la había perdido. Pero el recuerdo de mis caprichos me atormentaba durante mucho tiempo; me causaba muy serias inquietudes.» (pág. 126).

La escritura es el eje de su existencia: existe como escritor, luego ES. Me parece importante recordar, una vez más, que el texto está escrito y pensado por el autor maduro. Si el niño fue conciente de todo esto tal cual lo recuerda, no lo podemos confirmar. Pero Sartre, al recordarlo, se mantiene fiel a la filosofía existencialista que él mismo creó. Según ésta, cada cual se convierte en el resultado de sus acciones. Y va aún más lejos: el ser humano está obligado a asumir su libertad y ejercer este «derecho» porque es el único ser que tiene conciencia de sí mismo:

«Al escribir, existía, me escapaba de las personas mayores; pero sólo existía para escribir, y si decía «yo» quería decir «yo que escribo». No importa, conocí la alegría; el niño público se dio citas privadas». (pág. 130).

Esta última frase resume su descubrimiento: si antes leía para agradar y mantener una imagen de niño bueno y listo -por lo tanto sería amado-; ahora escribe para sí mismo y se regala una identidad, una esencia que lo hace único. Es éste, pues, un acto voluntario, personal y libre.

Plantearlo de esta manera le permite reconocer la autenticidad de su vocación y darle un status de acto no fortuito. Es muy probable que así fuera, y que al estar verbalizado por un hombre mayor produce el efecto, en nosotros, de una reflexión adulta que no encaja con la edad del personaje. Si no, estamos ante un niño precoz, posibilidad que se insinúa:

«Yo escribía por escribir. No lo lamento, si me hubiesen leído, habría tratado de gustar, me habría vuelto maravilloso. Como era clandestino, fui verdadero.» (pág. 154).

En ESCRIBIR, como en LEER, aparecen dos situaciones que trastocan el orden de su niñez: la escolaridad, y la guerra.
Abandonar la soledad de su casa, «el secuestro» e ir al colegio a los 10 años, significó un gran cambio de perspectiva: era integrarse a un mundo distinto y lleno de sorpresas compartidas, lo cual implicaba olvidar, aunque sea por momentos, la responsabilidad y el esfuerzo para ser lo que esperaban que fuera; en otras palabras, se podía relajar y dejar a un lado la culpa. Frente a este rigor, en el colegio, con sus compañeros, era otro: los seguía, los imitaba, quería ser como ellos, compartirlo todo y perderse en el grupo como un ser anónimo.
La guerra es el otro detonante que cambia su perspectiva romántica sobre la ficción literaria, la guerra lo enfrenta a la realidad. Sus personajes imaginados habían sido moldeados a su gusto, hechos a medida según su propio criterio y necesidad. En cambio los generales, soldados o gobernantes que se movían en el mundo real le recuerdan que los modelos no concuerdan con sus semejantes literarios. Son peores.

Las palabras tiene un final sorpresivo. Este texto interesante e inteligente, termina abruptamente con una declaración valiente: la decepción del hombre mayor que se ha dado cuenta de que la literatura no tiene poder. Una confesión dura, sincera y desesperanzada, más aún tratándose de Jean Paul Sartre quien publicó obras como ¿Para qué sirve la literatura? -un diálogo entre muchos creadores concientes de la responsabilidad social de su trabajo- un ensayista convencido y luchador, quien casi a sus 60 años declara escéptico:

«Durante mucho tiempo tomé la pluma como una espada; ahora conozco nuestra impotencia. No importa, hago, haré libros; hacen falta, aún así sirven. La cultura no salva nada ni a nadie, no justifica. Pero es un producto del hombre: el hombre se proyecta en ella, se reconoce; sólo le ofrece su imagen este espejo crítico.» (pág. 214).

Felizmente, a pesar del desengaño, no renuncia a escribir. Hacerlo hubiera sido un suicidio.

Los textos han sido tomados de la edición de bolsillo de la Editorial Losada, 2005. La traducción es de Manuel Lamana.


La Rep. Dominicana.

 15 datos interesantes que quizás no sabías sobre República Dominicana 


🌎🌎🌎1. La República Dominicana es la colonia europea más antigua de América, y la ciudad de Santo Domingo fue fundada en 1496 por Bartolome Colón. 


2. El país comparte la isla La Española con Haití, lo que lo convierte en uno de los pocos lugares del mundo con dos naciones en una sola isla. 


3. La República Dominicana tiene la economía más grande del Caribe, impulsada en gran medida por el turismo, la agricultura y la minería. 


4. El país es conocido por sus hermosas playas, y Punta Cana es uno de los destinos turísticos más populares del Caribe. 


5. La República Dominicana es la cuna del merengue, un género musical y de baile vibrante y de ritmo rápido que se considera el baile nacional del país. 


6. El país alberga la montaña más alta del Caribe, el Pico Duarte, que se eleva 10,164 pies (3,098 metros) sobre el nivel del mar. 


 7. La República Dominicana es uno de los principales productores de puros del mundo, conocido por su tabaco de alta calidad. 


8. La primera catedral de América, la Catedral Metropolitana de Santa María la Menor, está ubicada en Santo Domingo y se terminó de construir en 1540. 


9. La República Dominicana tiene una rica historia en el béisbol y se considera uno de los países más exitosos en las competiciones internacionales de béisbol. 


10. El país alberga el lago Enriquillo, el lago más grande del Caribe, que se encuentra a 144 pies (44 metros) bajo el nivel del mar, lo que lo convierte en el punto más bajo del Caribe y La Española. 


11. La República Dominicana es uno de los pocos lugares del mundo donde se puede encontrar Larimar, una rara piedra preciosa azul que solo se encuentra en el país. 


12. El idioma oficial del país es el español, pero muchos dominicanos hablan inglés y criollo haitiano debido a sus conexiones históricas con los Estados Unidos y Haití. 


 13. La República Dominicana es un importante exportador de azúcar, que ha sido un componente clave de su economía desde la época colonial. 


14. El plato nacional de la República Dominicana es *la bandera*, un plato abundante que consiste en arroz, frijoles, carne (generalmente pollo o ternera) y ensalada. 


15. El país tiene un próspero sector de ecoturismo, con una amplia gama de parques nacionales protegidos, bosques y arrecifes de coral que albergan una diversa vida silvestre y ofrecen numerosas actividades de aventura.🌎🌎🌎


Tomado de la red.


domingo, diciembre 15, 2024

Ni una bomba más.


 

METAMORFOSIS; DE OSAMA BEN LADEN A CHARLES INGALLS.


Nunca como lo sucedido en Siria para ejemplificar la manipulación mediática de la "prensa libre y occidental".
Los que hasta ayer eran terribles terroristas decapitadores de cabezas y lapidadores de mujeres... Hoy son llamados "ejército rebelde" "fuerzas opositoras" "comandos democráticos de la libertad " "niños exploradores del sagrado corazón de Lassie y Blanca Nieves", etcétera.
Todos los días los medios de comunicación le venden pescado podrido como salmón ahumado con ensalada César. Y usted compra y compra...
En 1988 el hoy cara deforme, Sylvester Stallone hizo "Rambo III". En la tercera película de la serie, Rambo iba a Afganistán a pelear contra los malvados rusos y defender a los maravillosos y tiernos talibanes. Que entre otros pasatiempos tenían el de enterrar mujeres hasta la cintura y luego apedrearlas hasta morir por haberse atrevido a aprender a leer y escribir, o mostrar los brazos o un tobillo en público.
Claro esas escenas no están en el film. Si las de Rambo derribando un helicóptero de combate ruso con una flecha.
Casi dos décadas duró este amor incondicional yankee-taliban. De hecho EEUU armó hasta los dientes a los guerreros muyahidines lapidadores de mujeres.
Pero... El 11 de septiembre de 2001 la CIA y Arabia Saudita volaron las Torres Gemelas en la ciudad de Nueva York. Y fue Arabia Saudita porque Osama Ben Laden era (si es que realmente lo mataron) árabe saudí. Y 15 de los 19 pilotos suicidas eran árabe saudí. Ninguno era palestino, iraní, sirio, libio o afgano.
Hasta ahí llegó "Rambo III".
De la noche a la mañana los tiernos talibanes pasaron a ser los malos de la película. Sin ninguna prueba Afganistán fue condenada, invadida y masacrada.
Del colegio del terror de Osama Ben Laden egresan los terroristas del ISIS o Estado Islámico que desde el 2010 al 2016 destruyen media Siria... Los recordará usted cortando cabezas a periodistas occidentales o prisioneros sirios. El ISIS fue una creación directa de Barack Obama y su secretaria de estado, Hillary Clinton.
Con el generoso auspicio de Israel y Turquía. El plan, simple, destruir Siria para después atacar a Irán.
El líder de los terroristas era un tal Abu Mohammed Al-Jolani, que se cansó de decapitar personas y por el cual hasta el 2017 se ofrecían diez millones de dólares de recompensa, vivo o muerto.
¿Abu Mohammed Al-Jolani? Me suena... ¿No es el mismo al que los medios de comunicación presentan hoy como el líder de los niños exploradores del sagrado corazón de Lassie y Blanca Nieves que ha liberado a Siria del cruel dictador Al-Asad.
¡Sí, es el mismo! Ahora se cambió de nombre, se llama Ahmed Al-Sharaa. Da entrevistas a la CNN donde dice que nunca degolló a nadie, ni apedreó a ninguna pecadora. Que tolera a todas las ideas y religiones, que ama y respeta a las mujeres y que siempre vivió en una pequeña casa en la pradera... Como Charles Ingalls... ¿Vio?





Tanto miedo a la izquierda.


 Foto tomada de la red.

El uso del karate en una pelea real.

 En una pelea real, todas las artes marciales y formas de peleas, funcionan correctamente de acuerdo al tiempo, la práctica y el entrenamiento que el individuo tenga , la combinación de estos tres elementos es lo que le permitirá hacer una correcta aplicación de las técnicas aprendidas, para posiblemente salir airoso de un combate, digo posiblemente porque no estará peleando solo, sino con un oponente, tal vez tan preparado como tú y que domine tal vez, otra forma de pelea distinta a la tuya.

Recomiendo que cuando enseñemos karate, debemos hacerlo mirando como hoy, se han desarrollado las artes marciales mixtas y a partir de ahí diseñar una estrategia acorde con esa nueva realidad, en donde estas han incorporado en sus entrenamientos, las patadas, trompadas y la lucha cuerpo a cuerpo en su distintas modalidades, sin que se pierda la escencia del karate.
Sí el karate se enseñara correctamente no hubiese problemas, porque él, en sí mismo es un arte de combate completo, lo que sucede es que muchos maestros se enfocan en enseñar un karate limitado, algunos hacen de sus alumnos simplemente competidores, tanto en Katas como en combate competitivo, eso limita enormemente al individuo en un combate real
‌Doy testimonio de que hay estilos de karate en donde se enseña el verdadero karate, el karate que te va a preparar y a enseñar a enfrentar todos los retos que se te presentarán en la vida y te permitirá salir airoso.
‌Incluso, te enseñará que la violencia es el último recurso que debemos utilizar para dirimir cualquier conflicto.
‌Domingo Acevedo.
‌Dic/2024.


El fascismo.


 Foto tomada de la red.

El imperialismo.


 Foto tomada de la red.

El sistema no teme al pobre.


 Foto tomada de la red.

No al bloqueo contra Cuba.


 Foto tomada de la red.

Mercedes Sosa - Canción para un Niño en la Calle (Official Video)

Trébol de agua

 

Trébol de agua

el sonido de la sangre

se ahueca en la mirada del viento


Domingo Acevedo.


Foto tomada de la red.

ARBOL DE SOMBRAS

 


 

 

Hace tiempo te esperaba

llegaste dormida en la luz de un relámpago

arropada en los sueños

vestida de silencio

descalza sobre la transparencia de mi voz

dejando tus huellas entre mis ojos

que te tocan

que te desnudan

que te acarician el pubis

que trepan hasta la cúspide imaginaria del placer

que se ahondan hasta el orgasmo en tu sexo

mis ojos que tejen en tu piel un vestido de música y flores

donde el alba es una luz que se desgrana en los latidos de la pasión

 tu piel que deja entre mis manos el dulce sonido de tu aroma

que en la ausencia se deshoja en la tentación de lo prohibido

tu cuerpo desnudo lo dibujo en el nocturno lienzo del insomnio

y pongo dos alas en tu espalda

cierro los ojos

y estás a mi lado

aunque hace tiempo te alejas entre las brumas de la ausencia y el olvido

es allá

en los ignotos parajes de los recuerdos

donde este amor como un árbol de sombras

germina

crece

Domingo Acevedo.


Foto tomada de la red.

Calle 13 - Latinoamérica

ESPEJISMO DE LUNA LLENA.

 


En mi voz

tus senos resplandecen como el agua

bajo la luz de la luna

dos alas crecen en tu espalda

la noche es una flor que en tu piel renueva sus pétalos minerales

y en la vaguedad infinita de tus ojos

el mar pinta de pájaros azulmarinos  el horizonte

temblor del viento detrás de los espejos aterciopelado de la alborada

libélula de cristal atrapada en los contornos luminosos de tus fantasías

y en la voz del deseo

dos tatuajes de sal se desnudan a la pasión

templos de leche

colinas de nata

pirámides de azúcar   

amanece en tu mirada un sol ebrio de eternidad

y la luz

como un ángel  de cristal líquido

danza  en  los límite de tu desnudez y se aleja

y junto a un camino de estrellas

en su génesis de humedad

el rocío se desvanece

y entre tus piernas

en noches de olvido y hastío

el fuego consume sueños  placeres

tentación de lo infinito  es el pecado de amar lo prohibido

torres de algodón

hondura de la nada es la distancia

que naufraga en la pesadumbre de la ausencia

canto de sirena

tibios pezones de miel

tu desnudez

ondula en mis recuerdos

como un espejismo de luna llena

Domingo Acevedo.


Foto tomada de la red.

Calle 13 - El Aguante

sábado, diciembre 14, 2024

Noveno encuentro Uneristas por siempre, 14 de diciembre del 2024.













 

Fiódor Dostoievski

 


(Fiódor Mijailovich Dostoievsky o Dostoievski; Moscú, 1821 - San Petersburgo, 1881) Novelista ruso. Junto con Iván Turgueniev y León Tolstói, es el más apreciado representante de la literatura realista en su país y uno de los grandes genios de la narrativa europea decimonónica. Educado por su padre, un médico de carácter despótico y brutal, encontró protección y cariño en su madre, que murió prematuramente. Al quedar viudo, el padre se entregó al alcohol, y envió finalmente a su hijo a la Escuela de Ingenieros de San Petersburgo, lo que no impidió que el joven Dostoievski se apasionara por la literatura y empezara a desarrollar sus cualidades de escritor.


Fiódor Dostoievski

A los dieciocho años, la noticia de la muerte de su padre, torturado y asesinado por un grupo de campesinos, estuvo cerca de hacerle perder la razón. Ese acontecimiento lo marcó como una revelación, ya que sintió ese crimen como suyo, por haber llegado a desearlo inconscientemente. Al terminar sus estudios, tenía veinte años; decidió entonces permanecer en San Petersburgo, donde ganó algún dinero realizando traducciones.

La publicación, en 1846, de su novela epistolar Pobres gentes, que estaba avalada por el poeta Nekrásov y por el crítico literario Belinski, le valió una fama ruidosa y efímera, ya que sus siguientes obras, escritas entre ese mismo año y 1849, no tuvieron ninguna repercusión, de modo que su autor cayó en un olvido total.

En 1849 fue condenado a muerte por su colaboración con determinados grupos liberales y revolucionarios. Indultado momentos antes de la hora fijada para su ejecución, estuvo cuatro años en un presidio de Siberia, experiencia que relataría más adelante en Recuerdos de la casa de los muertos. Ya en libertad, fue incorporado a un regimiento de tiradores siberianos y contrajo matrimonio con una viuda con pocos recursos, Maria Dmítrievna Isáieva.

Tras largo tiempo en Tver, recibió autorización para regresar a San Petersburgo, donde no encontró a ninguno de sus antiguos amigos, ni eco alguno de su fama. La publicación de Recuerdos de la casa de los muertos (1861) le devolvió la celebridad. Para la redacción de su siguiente obra, Memorias del subsuelo (1864), también se inspiró en su experiencia siberiana. Soportó la muerte de su mujer y de su hermano como una fatalidad ineludible. En 1866 publicó El jugador, y la primera obra de la serie de grandes novelas que lo consagraron definitivamente como uno de los mayores genios de su época, Crimen y castigo.

La presión de sus acreedores lo llevó a abandonar Rusia y a viajar indefinidamente por Europa junto a su nueva y joven esposa, Ana Grigorievna. Durante uno de esos viajes su esposa dio a luz una niña que moriría pocos días después, lo cual sumió al escritor en un profundo dolor. A partir de ese momento sucumbió a la tentación del juego y sufrió frecuentes ataques epilépticos.

Tras nacer su segundo hijo, estableció un elevado ritmo de trabajo que le permitió publicar obras como El idiota (1868) o Los endemoniados (1870), que le proporcionaron una gran fama y la posibilidad de volver a su país, en el que fue recibido con entusiasmo. En ese contexto emprendió la redacción de Diario de un escritor, obra en la que se erige como guía espiritual de Rusia y reivindica un nacionalismo ruso articulado en torno a la fe ortodoxa y opuesto al decadentismo de Europa occidental, por cuya cultura no dejó, sin embargo, de sentir una profunda admiración.

En 1880 apareció la que el propio escritor consideró su obra maestra, Los hermanos Karamazov, que condensa los temas más característicos de su literatura: agudos análisis psicológicos, la relación del hombre con Dios, la angustia moral del hombre moderno y las aporías de la libertad humana. Máximo representante, según el tópico, de la «novela de ideas», en sus obras aparecen evidentes rasgos de modernidad, sobre todo en el tratamiento del detalle y de lo cotidiano, en el tono vívido y real de los diálogos y en el sentido irónico que apunta en ocasiones junto a la tragedia moral de sus personajes.

Cómo citar este artículo:
Tomás Fernández y Elena Tamaro. «Biografia de Fiódor Dostoievski» [Internet]. Barcelona, España: Editorial Biografías y Vidas, 2004. Disponible en https://www.biografiasyvidas.com/biografia/d/dostoievski.htm [página consultada el 14 de diciembre de 2024].

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