miércoles, julio 30, 2025

Análisis Literario de la IA del "Capítulo I: Eco de eternidad" de Domingo Acevedo, en lo Ineditamente Efimero.

 

Obra de Wilfrido Velazquez Gomez.


Análisis Literario del "Capítulo I: Eco de eternidad" de Domingo Acevedo

El "Capítulo I: Eco de eternidad" de "Anatomía de la sangre" de Domingo Acevedo es una colección de poemas breves, casi haikus en su concisión, que exploran temas universales como la naturaleza, el tiempo, la existencia humana, el dolor, la memoria y la trascendencia. La obra se caracteriza por un lenguaje profundamente lírico, cargado de metáforas y simbolismo, que invita a la reflexión y a la contemplación.


Temas Centrales y Motivos Recurrentes

El capítulo se estructura en una serie de micro-poemas que, aunque independientes, dialogan entre sí a través de la reiteración de ciertos motivos y la atmósfera general de melancolía y búsqueda.

  • La Naturaleza como Espejo de la Existencia: La naturaleza es un elemento omnipresente y dinámico. La luna, el viento, el bosque, la lluvia, los grillos, las mariposas, el mar, el sol, los lirios y los árboles son más que meros elementos descriptivos; son proyecciones de estados anímicos y metáforas de la vida y la muerte. Por ejemplo, "Lenta anacahuita de mi infancia / que agoniza junto al camino de los sueños" evoca la pérdida y el paso del tiempo. Las "Espigas de rocío crecen en la voz del mar" sugieren una belleza efímera y una conexión entre lo terrenal y lo inmaterial.

  • El Tiempo y la Eternidad: El título mismo, "Eco de eternidad", adelanta uno de los ejes centrales. El tiempo se presenta como una entidad que teje ("Hilo de sangre con el que el tiempo teje la vida"), pero también como algo que devora y donde se esconde la eternidad. La eternidad, por su parte, no es un concepto estático, sino un espacio donde los ángeles "pierden el último tren" o los fantasmas "huyen de su eternidad". Hay una constante tensión entre lo efímero de la vida y la persistencia de una esencia atemporal.

  • El Dolor y la Melancolía: Una profunda vena de tristeza y nostalgia atraviesa los versos. "Detrás de la noche / un ojo ancestral / llora el dolor del mundo" es una imagen potente de la pena cósmica. La "oscuridad" es pesada, la ausencia es un "puñal de sal", y la noche misma "suspira nostalgia y melancolía". Este dolor no es meramente personal, sino que se eleva a una dimensión universal.

  • La Voz, la Mirada y el Silencio: La voz y la mirada son recurrentes como medios de expresión y percepción. En la voz, un ángel esconde sus alas o las mariposas flotan. La mirada, por otro lado, es donde el cielo se apaga, donde el ocaso repica, o donde se estampa el nombre del "niño que llora su eternidad de hambre y miseria". El silencio de "palabras rotas" trata de justificar el olvido, evidenciando la dificultad de la expresión ante la inmensidad de los sentimientos.

  • Lo Fantástico y lo Mítico: Elementos como fantasmas, ángeles, sirenas, centauros y unicornios infunden al poemario un aire de misticismo y atemporalidad. Estos seres míticos habitan los paisajes oníricos creados por el autor, añadiendo una capa de simbolismo a la experiencia humana. Los centauros, por ejemplo, "cabalgan en las infinitas praderas de la utopía hacia el olvido", fusionando lo mítico con la frustración de los ideales.


Estilo y Lenguaje

El estilo de Acevedo en este capítulo es conciso y evocador, priorizando la sugerencia sobre la descripción explícita.

  • Brevedad y Fragmentación: Cada poema es una unidad autónoma pero interconectada, lo que contribuye a un ritmo pausado y contemplativo. Esta fragmentación refleja quizás la propia naturaleza de la memoria o la percepción del tiempo.

  • Metáforas y Símiles Audaces: El autor utiliza imágenes poderosas y originales. Ejemplos incluyen "Hilo de sangre con el que el tiempo teje la vida", "Barco de sombras flota en un cielo de topacio", "Tu ausencia es un puñal de sal" o "Caracol dormido en la pradera infinita de una mirada / el sol". Estas figuras retóricas son el corazón de su lirismo.

  • Personificación: Elementos abstractos o naturales son dotados de cualidades humanas: el viento ondea la desnudez de la luna, la noche suspira, la lluvia galopa sus sueños. Esto intensifica la carga emocional de los versos.

  • Sensorialidad: Aunque sutil, el poemario apela a los sentidos: el "olor vegetal de los hornos", la "brisa suave y fresca" de la noche, el "sorbo amargo de sol", los "perfumados paisajes de lirios".


Conclusión

El "Capítulo I: Eco de eternidad" es una introducción conmovedora y enigmática al universo poético de Domingo Acevedo. A través de una sucesión de imágenes vívidas y un lenguaje cuidadosamente cincelado, el autor invita al lector a sumergirse en una meditación sobre la fragilidad de la existencia, la omnipresencia del dolor y la belleza efímera de un mundo donde lo real y lo onírico se entrelazan. La recurrencia de elementos naturales y míticos, junto con la exploración de la voz, la mirada y el silencio, crea una atmósfera de profunda introspección y melancolía, dejando una resonancia duradera en el lector. El capítulo funciona como un prólogo temático y estilístico para lo que probablemente sea un viaje más profundo a través de la "Anatomía de la sangre".


Capítulo I

 

Eco de eternidad

 

Casi ave

 

En el horizonte  

casi ave  

casi luna 

el viento 

 

Detrás de la noche 

 

Detrás de la noche  

un ojo ancestral  

llora el dolor del mundo 

 

Pesada es la oscuridad

 

Pesada es la oscuridad  de esta noche

en que el canto inefable de los grillos

enciende todas las estrellas de un cielo

que se apaga entre mis ojos 

 

Hilo de sangre

 

Hilo de sangre con el que el tiempo teje la vida

que agoniza en los sueños 

 

La primavera

 

Sueña la primavera que la lluvia vista

de mariposas y flores 

al bosque

que muere herido por la sequía 

 

 

Mi voz

 

Es en mi voz 

donde un ángel esconde sus alas 

se hace hombre  

y pierde el último tren a la eternidad 

 

Barco de sombra

 

Un barco de sombras

flota en un cielo de topacio 

con su proa de luna salobre 

muerde la distancia 

va hacia un puerto imaginario 

donde todas las noches una sirena 

escribe el epitafio del mar 

 

Eternidad

 

Un fantasma huye de su eternidad  

se esconde detrás de los espejos de la sangre 

su voz herida por la  luz  

salpica de hastío los cristales del tiempo 

 

Anacahuita

 

Lenta anacahuita de mi infancia 

que agoniza junto al camino de los sueños  

sus hojas 

cristalinos destellos del rocío  

se marchitan en los brazos del otoño 

 

Espigas

 

Espigas de rocío crecen en la voz del mar  

 

 

 

 

 

Pájaros de oro

 

Esta tarde de invierno 

pájaros de oro  

migran hacia los oscuros rincones del agua

 

 

El bohío

 

Más allá del bohío 

el olor vegetal de los hornos  

evidencia que el hambre ronda los días

 

 

Ausencia   

 

Tu ausencia  

es un puñal de sal clavado  en mi voz  

que salpica de silencio las palabras 

 

 

Campanario de agua

 

Por un trozo de la tarde

asoma un sorbo amargo de sol 

campanario de agua  

que repica en la mirada del ocaso 

 

 

Truenos lejanos

 

Esos truenos lejanos y sombríos 

anuncian que mayo está cerca  

que las lluvias cubrirán de sombras la tierra   

y los caminos entre mis ojos  

se llenarán de lirios y espejos 

 

 

Hay mariposa en mi voz

 

Hay mariposas flotando  en mi voz 

un ángel se acerca a la ventana  

mira a través de mis ojos 

como los barcos anclados en el mar  

se van esfumando en la noche  

 

 

 

 

El maíz 

 

Collar vegetal de perlas amarillas 

sobre el vestido verde  

rizos de sol  

 

 

Sobre el río

 

 Mariposas color del viento  

sobre el río la luna  

 

 

La noche suspira nostalgia

 

Esta noche suspira nostalgia

y melancolía

su brisa suave y fresca 

se enreda en la mirada 

y se humedece

 

 

Susurro imaginario

 

Copos de sombras manchan de ausencia el olvido 

la voz empañada por el  limo verde del ocio  

es apenas un susurro imaginario  

que se pierde en la noche

 

 

Oleaje de mariposas

 

Luminoso oleaje de mariposas

en el gris crepúsculo del invierno 

 

 

El sol

 

Caracol dormido en la pradera infinita de una mirada 

el sol  

 

 

Galopa sus sueños 

 

Sobre un unicornio invisible

la lluvia galopa sus sueños 

 

 

Al atardecer

 

Perfumados paisajes de lirios

en el atardecer de la vida 

 

 

El espejo de la vida 

 

Ese niño  

que en el espejo de la vida  

llora su eternidad de hambre y miseria  

tiene estampado en su mirada  

mi nombre 

 

 

Cristal de agua  

 

Cristal de agua  

la luz se ha roto  

un arco iris

 

 

 

 

 

Cuando la noche cae 

 

Cuando la noche cae 

los Ángeles se esconden entre los lirios 

que adornan los caminos 

por donde la luna ondea en el viento su desnudez 

 

 

 

En noches de luna llena 

 

En noches de luna llena 

antes del amanecer 

se pueden ver los fantasmas 

buscando huellas en los caminos 

donde sólo hay olvido 

 

 

 

Un centauro 

 

Con una herida en el corazón 

postrado ante  la vida 

agoniza un centauro 

en sus ojos anegados de eternidad 

una luz se apaga 

 

 

En la mirada un canto 

 

Una luna prisionera en su eternidad 

guía mis pasos a través del tiempo 

sobre mi espalda llevo una mochila 

repleta de versos y sueños 

de alegrías y flores la voz 

y en la mirada un canto 

 

 

 

Vestigios del sol 

 

Aún quedan en la prima noche 

vestigios del sol 

trocitos luminosos 

que el viento arrastra más allá de este otoño 

que llevo clavado en la mirada

 

 

 

Eco de eternidad 

 

Eco de eternidad que brota de mi voz

tibio reflejo de luciérnagas en la noche 

faro que guía los fantasmas perdidos en mi memoria 

telaraña divina que atrapa ángeles caídos 

árboles de cenizas 

huellas de cíclopes moribundos 

centauros que cabalgan en las infinitas praderas de la utopía 

hacia el olvido 

 

 

Palabras rotas

 

Un silencio de palabras rotas trata de justificar el olvido

 

Oquedad

 

En la oquedad del tiempo

mis palabras son el eco envejecido del silencio

 

 

Racimo de estrellas

 

Espiga de luz

llamaradas de sombras

racimos de estrellas

la noche

 

Domingo Acevedo.

Análisis Literario de de la IA de los Poemas de Domingo Acevedo, en lo Ineditamente Efimero.

 




La colección de poemas que presentas, presumiblemente de tu libro "Antología del Asombro", revela una poética rica en imágenes sensoriales y una profunda exploración de temas existenciales. Domingo Acevedo construye un universo lírico donde la naturaleza, el tiempo, la muerte y la memoria se entrelazan con un lenguaje evocador y a menudo melancólico.

Temas Recurrentes y Obsesiones Poéticas

Varios temas se repiten y resuenan a lo largo de los poemas, creando una coherencia temática:

  • La Naturaleza y sus Elementos: La presencia de elementos naturales es constante y vital. El mar, la sal, la luna, el viento, los árboles, los pájaros y la lluvia no son meros decorados, sino entidades vivas que interactúan con el yo lírico y simbolizan estados emocionales o conceptos abstractos. Por ejemplo, el "hondo sonido de caracoles donde naufraga el mar" en "Sonido de caracoles" evoca una conexión profunda y casi mística con el océano.

  • El Tiempo y su Transitoriedad: La fugacidad del tiempo es una preocupación palpable. La tarde, el otoño, el invierno, e incluso "mayo agoniza" en "Atardece", son momentos que marcan el paso inexorable. La "gota de sombra" que "es la tarde" en "Una gota de sombra" resume esta idea de un tiempo que se diluye y se convierte en esencia. La lentitud del caracol en "Los latidos del viento" contrasta con la prisa del tiempo, sugiriendo una dimensión donde la temporalidad se suspende.

  • La Muerte y la Ausencia: La sombra de la muerte y el luto se cierne sobre varios poemas, como en "Árbol de lágrimas" donde "la muerte y el luto juegan una partida interminable de ajedrez". La ausencia también se explora, con el "pájaro herido de distancia" que es "el horizonte" en "Ausencia", una imagen que fusiona el dolor de la falta con la inmensidad del espacio.

  • La Memoria y el Olvido: La persistencia de la memoria y la amenaza del olvido aparecen en "Árbol de pájaros azules", donde "tres ruiseñores de sal estampan en las paredes del olvido tu nombre". Esto sugiere una lucha por preservar la identidad o el recuerdo de alguien frente a la erosión del tiempo.

  • La Soledad y la Melancolía: Una atmósfera de introspección y soledad impregna la colección. La luna "ebria de soledad" en "Surcos de agua" personifica un sentimiento de aislamiento, que a menudo se acompaña de una melancolía sutil, pero profunda.

  • La Corporalidad y la Sensualidad: En poemas como "Tus senos", la poesía se vuelve íntima y sensorial, celebrando la conexión física y el tacto. Los senos se transforman en "dos tibias palomas que anidan en mis labios", una imagen que aúna la ternura con el deseo.

Imágenes y Metáforas

La fuerza de estos poemas reside en la riqueza de sus imágenes, que a menudo son sinestésicas y sorprendentes:

  • Sinestesias y Sensorialidad: Acevedo fusiona sentidos, como en "humareda de sal", donde lo visual y lo gustativo/táctil se combinan para crear una experiencia más completa. El "sonido de la sangre" que "se ahueca en la mirada del viento" en "La sangre" es otra potente sinestesia.

  • Personificaciones: Elementos inanimados adquieren cualidades humanas, intensificando la conexión emocional. La luna que "dejó un tatuaje de mariposas efímeras" o que hace "surcos de agua en tu ombligo" son ejemplos de esta técnica.

  • Metáforas Audaces: Las metáforas son a menudo concisas pero impactantes. "El horizonte" es un "pájaro herido de distancia"; "la distancia" es un "espejo donde el viento se mira y rejuvenece". Estas comparaciones inesperadas abren nuevas dimensiones de significado.

  • Símbolos Ancestrales: El "centauro" y el "árbol de la vida" en "Derrota Ancestral" remiten a mitologías y arquetipos, añadiendo una capa de universalidad y profundidad al dolor expresado.

Estilo y Forma

Aunque los poemas son cortos y compactos, su densidad lírica es notable.

  • Concisión: Acevedo opta por la brevedad, lo que obliga al lector a detenerse en cada palabra y desentrañar sus múltiples significados. No hay adornos innecesarios; la economía del lenguaje es clave.

  • Ritmo y Musicalidad: A pesar de la ausencia de una métrica regular evidente, hay un ritmo interno que se logra a través de la repetición de sonidos, las aliteraciones y el uso de versos cortos que invitan a una lectura pausada y reflexiva.

  • Uso del Espacio en Blanco: La disposición de los versos y los espacios entre estrofas contribuyen a la atmósfera general de los poemas, permitiendo que las imágenes respiren y se asienten en la mente del lector.

  • Intensidad Emocional: Detrás de la aparente quietud de las imágenes, late una profunda carga emocional. La melancolía, la nostalgia, el asombro y el anhelo se transmiten de manera sutil pero efectiva.


En resumen, los poemas de Domingo Acevedo en "Antología del Asombro" demuestran un dominio del lenguaje poético para explorar la condición humana a través de la lente de la naturaleza. Sus imágenes, a menudo oníricas y enigmáticas, invitan a la contemplación y a una inmersión profunda en un universo donde lo efímero y lo eterno coexisten en una danza poética. La colección, por su brevedad y concisión, es un testimonio de cómo pocas palabras pueden contener una inmensidad de significado y emoción.


          Sonido de caracoles

 

Hondo sonido de caracoles

donde naufraga el mar

 

Humareda de sal

 

Densa humareda de sal

la noche

 

El otoño

 

La luna dejó un tatuaje de mariposas efímeras

en la piel amanecida del otoño

 

Derrota Ancestral

 

Un centauro llora desconsolado

en el tronco del árbol de la vida

su derrota ancestral de no ser

 

Árbol de lágrimas

 

En los límites de la sangre

un árbol de lágrimas crece

bajo su sombra la muerte y el luto

juegan una partida interminable de ajedrez

 

Una gota de sombra

 

Una gota de sombra en la distancia

es la tarde

 

Pájaros de oro

 

Esta tarde de invierno

pájaros de oro migran

hacia los oscuros rincones del agua

 

Rayo de eternidad

 

Un ángel herido por un rayo de eternidad

solloza en brazos de la quimera

 

Árbol de pájaros azules

 

Árbol de pájaros azules

atrapados en los recintos de las sombras

tres ruiseñores de sal

estampan en las paredes del olvido

tu nombre

 

Atardece

 

Atardece

mayo agoniza

llovizna

los flamboyanes sueñan

 

Tus senos

 

Son tus senos

dos tibias palomas que anidan en mis labios

 

Espejo de agua

 

Es un espejo donde el viento se mira y rejuvenece

la distancia

 

Ausencia

 

Un pájaro herido de distancia

el horizonte

 

Surcos de agua

 

Ebria de soledad

hace surcos de agua en tu ombligo

la luna

 

La sangre

 

Trébol de agua

el sonido de la sangre

se ahueca en la mirada del viento

 

Vendaval de sangre

 

Por el camino hueco que todas las tardes

deja la brisa en el horizonte

un vendaval de sangre sepultó

en el útero de la noche

la luz

 

Los latidos del viento

 

Caracol perdido en los latidos del viento

en su lentitud el tiempo no tiene prisa

y en el pulso del agua

la luz de la luna tritura las sombras

cuando por el sendero

la noche lo arropa en sus sábanas de terciopelo

y en el sueño

el silencio roba la claridad al día

para ponerla en sus ojos

 

 

 

Domingo Acevedo.

Primer capitulo Antologia del Asomrbo.

Disponible en Amazon.

El químico que creó el alivio... y la adicción





En 1897, un joven químico alemán estaba a punto de cambiar la historia de la medicina. Su nombre era Felix Hoffmann, y trabajaba para la poderosa empresa Bayer, en una época en que la química empezaba a abrir caminos impensados.
Hoffmann había nacido en Ludwigsburg en 1868. Desde muy joven, mostró una pasión por la ciencia. Se graduó con honores como farmacéutico, obtuvo su doctorado en Múnich y fue recomendado por nada menos que Adolf von Baeyer, futuro premio Nobel, para ingresar al naciente departamento farmacéutico de Bayer.
En ese entonces, la estrategia de Bayer era clara: mejorar medicamentos a través de la acetilación, un proceso que modificaba químicamente las moléculas para hacerlas más eficaces o menos agresivas al cuerpo. Hoffmann empezó a aplicar esa técnica a distintos compuestos, y fue entonces cuando se topó con un problema antiguo: el ácido salicílico, eficaz contra el dolor pero terrible para el estómago.
El 10 de agosto de 1897, Hoffmann consiguió acetilar el ácido salicílico, obteniendo una forma mucho más tolerable: el ácido acetilsalicílico. Bayer lo bautizó Aspirina. Lo que nació como un experimento modesto se convirtió en uno de los fármacos más consumidos en el mundo. En 2024, se estima que se usan más de 44.000 toneladas al año.
Pero eso no fue todo.
Apenas 12 días después, Hoffmann realizó otra acetilación, esta vez sobre la morfina. El resultado fue una sustancia aún más potente para aliviar el dolor. Bayer la llamó heroína, por su "efecto heroico". Se recetó para la tos, el parto, heridas de guerra, e incluso para tratar la adicción… a la morfina. Pero su aparente virtud escondía una condena: su altísimo poder adictivo generó una crisis global.
Aspirina y heroína, dos nombres creados con apenas días de diferencia, nacieron del mismo laboratorio y del mismo hombre.
Uno alivia el dolor. El otro lo multiplica.
Felix Hoffmann vivió hasta los 78 años. Y aunque no buscaba gloria, dejó una huella imborrable. Una que nos recuerda que la ciencia no solo transforma el mundo… también puede desafiar nuestra ética.
De la red

En árabe antiguo, Sáhara significa "espacio vacío" o "espacio en el que nada crece".

 



En árabe antiguo, Sáhara significa "espacio vacío" o "espacio en el que nada crece". Es decir, un desierto.

Es el tercero más grande del mundo, con una extensión de aproximadamente 8,6 millones de km².
Debido a las altas temperaturas, la flora de este desierto se compone principalmente de matorrales, entre los que se incluyen unas 1100 especies de plantas diferentes.
Las cabras y los camellos son los animales domésticos más comunes del desierto del Sáhara.
El Sáhara abarca diez países, entre los que se incluyen Egipto, Libia, Argelia, Marruecos y Túnez.
Durante el día, las temperaturas pueden alcanzar los 50ºC. Por la noche, sin embargo, pueden bajar hasta los 0ºC.
Los tuaregs y los beduinos son dos de las principales tribus que viven en el Sáhara. Los primeros son nómadas que hablan una lengua bereber. Los segundos son una tribu de origen árabe que aún hablan un idioma originario de la península arábiga.
La mayoría de la población del Sáhara es musulmana y habla árabe.
Aunque no lo parezca, en el Sáhara hay una gran variedad de vida salvaje. En él viven cerca de 70 especies de mamíferos, unas 90 de aves y más de 100 de reptiles. Uno de los animales más comunes del Sáhara es el dromedario. Este se ha adaptado al clima seco y puede pasar 17 días sin comer ni beber. No obstante, cuando por fin encuentra agua, se puede tragar nada más y nada menos que 100 litros en tan solo 10 minutos.
De la red para Café del Conocimiento.

Esta fotografía captura un momento crucial en la historia de Gerónimo y sus guerreros apaches

 




Esta fotografía captura un momento crucial en la historia de Gerónimo y sus guerreros apaches. Aquí nos vemos hombres con armas en su entorno natural: la escarpada Sierra Madre de México. La imagen nos transporta a 1886, un año de intensa lucha y resistencia para estos apaches.

Es importante tener en cuenta que esta foto fue tomada durante un período muy específico: entre el momento en que Gerónimo accedió a rendirse al general Crook el 27 de marzo y su posterior fuga el 30 de marzo. Por lo tanto, estos guerreros son retratados en el limbo, un breve respiro antes de que se reanude la lucha.
Sus rostros, aunque difíciles de discernir en detalle, sugieren la dureza y determinación que caracterizaron su resistencia. La presencia de armas y vestimenta tradicional nos recuerda su identidad y forma de vida, amenazados por la expansión de la frontera y el avance del ejército estadounidense. El paisaje montañoso, árido y desafiante, es un testimonio de la fuerza y capacidad de estos hombres para sobrevivir en un ambiente hostil. En resumen, esta imagen es un documento histórico que nos permite vislumbrar un momento fugaz en la vida de Gerónimo y sus guerreros, un momento de pausa en medio de una larga y dolorosa batalla

Tomado de la red.

“La pluma escondida” (1877)

 “The Feather Hidden” (1877)

In 1877, ten-year-old Wicasa, son of a Lakota hunter, was taken from his mother’s lodge near the Black Hills and sent to a government boarding school. Soldiers told her, “He must be civilized.” They cut his braids and burned his buckskin clothes.
He was given a new name — “James Little” — and a stiff wool uniform. At night, he clutched the only piece they missed: a downy feather sewn into his moccasin’s sole.
The teachers said Lakota was forbidden. “English only.” He was punished for singing, for whispering, for remembering. He once spoke his sister’s name in his sleep and woke up scrubbing floors in the dark.
But Wicasa did not forget.
He traced buffalo horns in the frost on his windowpane. He whispered old stories into his pillow. He taught the younger boys the Lakota words for fire, sky, and heart. Always at night. Always in hiding.
Years later, he left the school and returned to his people, older, quieter — but never broken. He became a teacher himself. On the wall of his one-room schoolhouse hung a single, faded feather.
“They took my name,” he said once, “but not my language.
“La pluma escondida” (1877)
En 1877, Wicasa, de diez años de edad, hijo de un cazador lakota, fue sacado de la casa de su madre cerca de Black Hills y enviado a un internado del gobierno. Los soldados le dijeron: "Debe ser civilizado. "Le cortaron las trenzas y quemaron su ropa de piel de piel de gallina.
Le dieron un nuevo nombre - "James Little" - y un tieso uniforme de lana. Por la noche, agarró la única pieza que les falló: una pluma suave cosida en la suela de su mocasín.
Los maestros dijeron que Lakota estaba prohibido. “Sólo en inglés. "Fue castigado por cantar, por susurrar, por recordar. Una vez habló el nombre de su hermana mientras dormía y se despertó fregando pisos en la oscuridad.
Pero Wicasa no olvidó.
Rastreó cuernos de búfalo en el helado de su vidrio. Susurró viejas historias en su almohada. Enseñó a los niños más jóvenes las palabras Lakota para fuego, cielo y corazón. Siempre de noche. Siempre escondido.
Años después, dejó la escuela y regresó con su gente, más viejo, más tranquilo, pero nunca roto. Él mismo se convirtió en profesor. En la pared de su escuela de una habitación colgaba una sola pluma descolorida.
"Ellos tomaron mi nombre", dijo una vez, "pero no mi idioma.



 Tomado de facebook

Archivo del blog