sábado, junio 07, 2025

LOS ARCHIVOS DE ESPEIN.

 

El sábado 10 de agosto del 2019 en una celda en la prisión de Nueva York el magnate de la trata de menores para la explotación sexual, Jeffrey Espein fue despachado al "patio de los callados". La técnica para matarlo; torniquete en la garganta con una sábana, para que parezca un suicidio. Los dos guardias que debían vigilar a Espein se quedaron "dormidos" la madrugada del "suicidio".
Jeffrey Espein hijo de un jardinero y una auxiliar de escuela nunca se recibió de nada. Aún así trabajó como profesor de matemáticas en un instituto privado. Después se las dio de financista, aunque no hay registros de que haya ganado mucha plata en ese oficio.
Se empezó a llenar de dólares los bolsillos cuando trabajo para Leslie Wexner, uno de los dueños de "Victoria Secret"... Que años después terminó acusando a Espein de haberle robado 45 millones de dólares.
Jeffrey Espein siempre fue un abusador de menores de edad. Y se dio cuenta que en el mundo de los "ricos y famosos" habían cientos como él. Ahí estaba el negocio que lo hizo amasar una fortuna.
Tenía mansiones por todo Estados Unidos, un jet privado para 29 pasajeros, al que bautizó "Lolita Express" en "honor" a la novela "Lolita" de Vladimir Nabokov. Novela que trata el abuso de un adulto mayor a una niña de 12 años.
También tenía una isla en el caribe, "Little Saint James" se llama la isla de la pedofilia. Y un yate para llevar a sus invitados.
En la cumbre del poder Espein lo tenía todo. Abastecía de menores para la explotación sexual a ricos y famosos de Estados Unidos con toda impunidad.
Los pedófilos VIP hacían fila para sus "tours de placer" a la isla Little Saint James. Ni hablar de sus fiestas privadas en Manhattan o Palm Beach. En todas ellas habían niñas menores de edad pasadas de alcohol y anfetaminas (éxtasis).
En los archivos de Espein (más de 200 nombres) no son todos los que son, ni todos los que están.
En las listas de miles de niñas y niños sometidos y abusados faltan nombres. Algunos testimonios de las victimas dicen que en la isla de Espein eran violadas hasta tres veces al día. Por eso cientos de esas niñas, hoy mujeres, no quieren revivir esa etapa de sus vidas.
Durante casi tres décadas Jeffrey Espein fue el dueño de la fiesta y la trata.
Donald Trump aseguró el año 2002 que Espein fue su gran amigo por 15 años. "Era un sujeto hermoso" dijo el magnate anaranjado.
Otros amigos de Espein que hoy miran para otro lado y pasan silbando bajito son Bill Clinton, El príncipe Andrés de Inglaterra, Bill Gates, David Copperfield (el mago que ahora se hizo humo) Mick Jagger, Alec Baldwin, Bruce Willis, Leonardo DiCaprio... Y el fallecido Michael Jackson, cliente fijo de Espein.
La lista es larga, incluye a altos políticos estadounidense, los mismos que dan lecciones de moralidad y piden mano dura con delincuentes y migrantes.
Tenían que silenciar a Jeffrey Espein y lo hicieron.
Pero la fiesta sigue... Abastecedores de menores de edad para pedófilos ricos y famosos sobran.
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La inmigración ilegal haitiana en la Rep. Dominicana.


Muchos haitianos, una gran mayoría, vienen a la Rep. Dominicana sin ningún tipo de documentos legales que les garanticen una identidad fiable, a exigir que Rep. Dominicana los dote de una identidad y una nacionalidad a las que no tienen derechos.

Muchas veces no pueden ni siquiera regularizar su estatus migratorio por no tener ni siquiera una partida de nacimiento.

Esa carga migratoria de ilegales que aumenta desproporcionadamente con el paso del tiempo, ya nos está creando un grave problema social, económico y humano, que además pone en peligro nuestra existencia como nación, cuyas raíces radican en la inestabilidad histórica que arrastra Haití, agravada hoy, por una crisis económica sin precedentes y por la violencia generada por las bandas, a lo que sumamos la corrupción en los consulados y la frontera Dominicana, que han hecho de la inmigración ilegal haitiana un lucrativo negocio que enriquece a funcionarios civiles y militares, que se enriquecen a costa de poner en peligro nuestra identidad y nuestra soberanía.

Domingo Acevedo.
Junio/2025.



No a las bases de EE.UU. en Ecuador.

Foto tomada de Facebook.
 

El Niño de Lapedo.

Hace apenas unas semanas, un nuevo estudio revolucionario confirmó lo que durante décadas fue una incómoda sospecha entre los arqueólogos: el Niño de Lapedo, cuyos restos fueron hallados en 1998 en una cueva portuguesa, es mucho más que un fósil infantil. Gracias a técnicas de datación molecular de última generación, los científicos han podido establecer con precisión que este niño vivió hace entre 27.800 y 28.500 años. Pero eso no es lo más sorprendente. Lo que ha dejado a la comunidad científica sin aliento es que este pequeño no era un Homo sapiens puro, ni tampoco un neandertal. Era un híbrido. Un niño nacido de la unión de dos especies humanas distintas. Y eso lo cambia todo.
Hasta hace poco, la mayoría de los expertos creía que los neandertales se habían extinguido hace unos 40.000 años, sin dejar descendencia directa. Sin embargo, este nuevo análisis no solo confirma que seguían existiendo miles de años después de su supuesta desaparición, sino que seguían cruzándose con los Homo sapiens modernos. El Niño de Lapedo tenía una mandíbula robusta y piernas cortas, características propias de los neandertales, pero también un cráneo más esférico y un mentón bien definido, como el de los humanos modernos. Estos rasgos mixtos no pueden explicarse por casualidad: son el rastro físico de una hibridación genética.
Y aún hay más. El contexto en el que fue hallado su cuerpo demuestra que nuestros antepasados no solo compartían espacio con los neandertales, sino también creencias espirituales. El niño fue cuidadosamente enterrado, cubierto de ocre rojo, acompañado por huesos de animales y plumas, en lo que parece haber sido un ritual fúnebre simbólico. Esta práctica no era común entre los Homo sapiens del sur de Europa en esa época, pero sí lo era entre los neandertales. ¿Significa esto que también heredamos sus creencias, sus costumbres, su forma de comprender la vida y la muerte?
Este descubrimiento, confirmado en marzo de 2025 por varios equipos europeos de investigación, no es solo un dato curioso. Es una prueba contundente de que el ser humano moderno no es el producto de una evolución lineal, sino el resultado de una compleja mezcla de especies que compartieron territorios, sangre y cultura. Las implicaciones son enormes: si los neandertales no desaparecieron como se creía, sino que se integraron en nuestras poblaciones, entonces parte de su legado vive en nosotros, en nuestro ADN, en nuestras emociones más profundas, incluso en nuestros rituales y nuestra forma de amar, temer o recordar.
Lo más perturbador de todo es pensar que durante años, siglos incluso, la historia oficial nos ocultó esta posibilidad. Se enseñó en escuelas y universidades que los neandertales eran una especie inferior, condenada a extinguirse frente a la supuesta superioridad del Homo sapiens. Hoy, sin embargo, los datos genéticos revelan que todos los humanos no africanos portamos al menos un 2% de ADN neandertal. En otras palabras, somos más ellos de lo que nos gustaría admitir. Y quizás, si escarbamos un poco en nuestras raíces más profundas, entenderemos que lo que llamamos humanidad es en realidad una fusión, un entrelazamiento de vidas, culturas y misterios aún por descubrir.
Si este tipo de hallazgos siguen saliendo a la luz, tendremos que reescribir buena parte de los libros de historia. El Niño de Lapedo no es un caso aislado. Es la punta de un iceberg genético y cultural que apenas estamos empezando a explorar. ¿Qué más nos oculta el pasado? ¿Qué otras verdades incómodas están a punto de emerger de la tierra? La ciencia no deja de avanzar, y cada descubrimiento nos acerca, irónicamente, a nuestros orígenes más salvajes y desconocidos. Pero sobre todo, nos recuerda que la historia humana no es la de una sola especie dominante, sino la de un encuentro: uno que aún resuena, con fuerza, en nuestros propios cuerpos.

Tomado de, Lo Sabías, en Facebook.

Chinchina busca el tiempo. La musa del poeta Manuel del Cabral

 


Foto de Fausto Aybar

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MONTEVIDEO, Uruguay- Amanda Cabral fue la niña que a los 7 años inspiró a su padre, Manuel del Cabral, a escribir el libro “Chinchina busca el tiempo”, considerado por la premio nobel Gabriela Mistral superior a Platero y yo, y uno de los libros más significativos de la literatura castellana.

Esta obra, cuya primera edición fue hecha en mimeógrafo por la Editorial Mayo en enero del 1945 en Buenos Aires, junto a “Compadre Mon”, “De este lado del mar” y “Trópico negro”, catapultó al poeta dominicano que le cantó a la esencia del ser humano, a las cosas simples de la vida, como uno de los cuatro grandes poetas de América.

“…y yo fui su inspiración”, dice Amanda, apodada “Chinchina” porque al nacer era una niña tan “chiquita” que cabía en la palma de una mano, durante una conversación que sostuvimos en esta capital, Montevideo, la que acostumbro llamar “la ciudad de los vientos”, por las fuertes corrientes de aire frio que circulan todo el año.

Chinchina me relató parte de la vida que tuvo junto al poeta padre, cómo era él, quienes fueron los amigos que lo rodearon en Buenos Aires donde se vinculó a figuras de la dimensión de Pedro Henríquez Ureña, Ernesto Sábato, Nicolás de Avellaneda, Quinquela Martín, Jorge Luis Borges, María Belén Luaces, Nélida Pessagno (actual vicepresidenta de la Sociedad Argentina de Escritores) y Ernesto Sábato, con quien tuvo vínculos y  admiración recíproca; el autor de Sobre héroes y tumbas le dejó testimonio escrito de su admiración.

Participaba en reuniones de escritores en el Buenos Aires de los años 40  a las que también asistía Borges, pero Chinchina asegura que con el autor invidente de El Jardín de los Senderos que se bifurcan la relación fue diferente: del Cabral  no lo soportaba, decía que era soberbio y además un hombre  poco original: El dominicano estaba convencido de que Borges le plagiaba sus poemas, y lo rechazaba: “No me hablen de ese plagiador”, solía decir cuando se lo mencionaban. La verdad, eran dos genios difíciles para entenderse o conciliar una amistad.

Con el que se llevaba bien y cultivó una familiar relación fue con el maestro Pedro Henríquez Ureña; éste “le transmitió las enseñanzas de su humanismo”, sostiene la segunda hija y musa inspiradora del rapsoda.

Manuel del Cabral escribía de noche, en máquina y con dos dedos, recuerda Chichina quien fungía como secretaria particular y correctora de sus textos. Argentina significó mucho, casi todo para él; escribió en ese país sus mejores libros.

La edición mimeográfica de “Chinchina busca el tiempo” circuló entre amigos; luego fue creciendo hasta convertirse en libro de texto acogido por el sistema educativo para escuelas de nivel primario de la Ciudad de La Plata.

Ignoro cuantos nuevos lectores tendrá este libro en la República Dominicana, pero a raíz de obtener el Premio Nobel de Literatura la chilena Gabriela Mistral hace la advertencia de que “Algo está en deuda con uno de los mayores poetas de nuestra América presente”, y luego agrega: “Si se me permite la licencia, me aventuro a decir que estos poemas en donde Cabral evoca la infancia, comienzan en la maravillosa prosa de Chinchina busca el tiempo. Pocas veces la poesía americana ha llegado a tanta ternura, transparencia y sentimiento humano como en esta poesía en verso y prosa”.

El destacado académico argentino conocido por su vocación socialista, americanista y antiimperialista Manuel Ugarte, tras dedicarle cientos de horas de estudio, escribió el libro “Cabral, un poeta de América”, sobre su poesía. Ugarte era conocido por una larga trayectoria de compromiso literario y caminos recorridos junto a José Santos Chocano, Amado Nervo, Leopoldo Lugones y Rubén Darío, según lo recordó  Carlos M. Romero Sosa en un panel al que asistí en la Feria del libro de Buenos Aires en mayo del 2011, donde intervinieron Nélida Pessagno y Guillermo Piña-Contreras.

El mismo Romero Sosa mide Compadre Mon con el Martín Fierro de José Hernández, considerando que incluso Cabral llega más lejos que el argentino, añorante de pasadas épocas.

Chinchina recuerda los tiempos productivos de su padre: Amaba Buenos Aires y solía escribir de noche cuando regresaba de las movidas culturales de esa ciudad. Escribía a máquina, con 2 dedos. En esa época escribió sus mejores libros y se mostraba orgulloso porque nunca tuvo que pagar las ediciones; le publicaron varias editoriales, especialmente Losada, la misma que le editaba a Pablo Neruda.

La metafísica constituye una de las raíces de sus obras, fundamentalmente presente en el libro “La espada metafísica” donde da cuenta que Simón Bolívar, mientras cabalgaba, sostenía diálogos filosóficos y políticos con su caballo.

En la novela El presidente negro predijo que en los Estados Unidos sería elegido un gobernante de ese color, cosa que, dada la discriminación racial, se veía como imposible, y se produjo el 2008 con la juramentación de don Barak Obama.

Contrario a casos como el de Pablo Neruda, Pedro Mir, Pablo Picasso, Tulio H. Arvelo, Rafael Alberti o Silvano Lora que fueron militantes comunistas; a la socialista Idea Vilariño, y a otros notables intelectuales del siglo XX que asumieron posiciones de compromiso político, cito a  Antonio Machado, Juan Gelman, Mario Benedetti, Eduardo Galeano, siendo los casos más emblemáticos el de Neruda, que llegó a ser senador de Chile y candidato presidencial, y el de Silvano Lora, candidato comunista a la alcaldía de Santo Domingo.

En cambio, Manuel del Cabral fue un poeta sin militancia conocida, pero se destacó por ser un hombre de avanzado pensamiento social; sin estar comprometido, no se lavó las manos y asumió el rol de poeta comprometido con su tiempo. En su extensa poética no hubo resquicio para la indiferencia.

Autor de una poesía coherente, crítica, no panfletaria, irónica, enfilada contra las injusticias, en defensa de los humildes, del obrero, del cañero.  Su creación estuvo elevada al nivel de los mejores poetas sociales de ese siglo.

Muchas veces me pregunté cómo pudo él, con ese pensamiento social, ser representante diplomático de una de las tiranías más feroces de América Latina.

La conversación con Chinchina aclarar mi conflicto: Manuel del Cabral fue un hombre que hizo lo que quiso, no le importaron el poder ni el dinero ni lo que pensaran los demás. Hizo la vida conforme a lo que pensaba, no a lo que trataran de imponerle la familia, el régimen político o las circunstancias de pertenecer una clase social rodeada de privilegios.

El poeta pertenecía a la aristocracia dominicana del siglo XX. Era el tercer hijo de Mario Fermín Cabral y Báez, senador por Santiago de los Caballeros, tres veces presidente del Senado de la República entre 1914 y 1955 y uno de los principales colaboradores del régimen de Trujillo.

Además, es hermano de Altagracia, la adolescente que por largos años se autoexilió de la República Dominicana y que, ya una mujer, trabajó como traductora oficial del Senado; la misma que el escritor Mario Vargas Llosa pone, bajo el nombre de Urania Cabral, como personaje principal de la novela “La fiesta del chivo”.

El senador, identificado en “La fiesta del chivo” como “Cerebrito”, quería que su hijo fuera abogado. Pero Manuel era el vástago rebelde, quería ser poeta y marchó a Nueva York en busca de su sueño. Allí trabajó como obrero. Un día su padre lo convenció para que aceptara ser parte del Servicio Exterior Dominicano; así fue como, el 1937, con el rango de secretario de primera clase, zarpó desde la urbe neoyorkina para Buenos Aires, la ciudad donde se encontró con su destino.

En 1940 se casó con la ciudadana Alba Rosa Cornero; tuvieron que viajar a Uruguay para la boda porque en Argentina no existía la ley de divorcio. De ese matrimonio nacieron cuatro hijos: Amelia, Amanda, Peggy (actual embajadora en Roma) y Alejandro (presidente de la Fundación Manuel del Cabral).

De Buenos Aires fue transferido a Colombia donde, recién llegado, lo sorprendió el Bogotazo el 9 de abril de 1948 teniendo que salir ante el inesperado brote de violencia política, con destino a España; de allí a Brasil, y otra vez de vuelta a Argentina.

En ese país estuvo hasta que el 16 de setiembre del 1955 se produjo en Argentina un cruento golpe de Estado; cae el gobierno, se instala una dictadura cívico militar; se rompen las relaciones diplomáticas y Juan Domingo Perón pide asilo en la República Dominicana.

Manuel del Cabral se ve en el dilema de tener que regresar a su país con 2 hijas adolescentes y una esposa bella. Regresar significaba exponer su familia a los caprichos de Trujillo (“el jefe”); entonces decide renunciar al Servicio Exterior; pide asilo político en argentina, asumiendo los riesgos que ello implicaba. Ante esa decisión, su padre, Fermín Cabral, renuncia públicamente a la paternidad del hijo rebelde.

Omitido paternalmente, permaneció, junto a su mujer e hijos, refugiado en Argentina. En 1963 se instauró la primera democracia dominicana con la presidencia del profesor Juan Bosch quien lo designa embajador en Chile. Siete meses después un golpe de Estado saca del poder a Bosch, se produce una rebelión popular y Estados Unidos ejecuta su segunda intervención armada contra la República Dominicana.

El poeta, indignado por ver miles de soldados extranjeros invadiendo a su isla pequeña, escribe en Chile el emblemático libro “La isla ofendida”. Poco después el gobierno de facto, encabezado por un Consejo de Estado, toma represalia contra él y lo destituye. Regresa a la Argentina donde permanece sin empleo hasta el 1966 año que Joaquín Balaguer, instalado en el gobierno por las fuerzas de ocupación, le devuelve la plaza en Buenos Aires con el rango de ministro consejero.

En los 80 regresa definitivamente a la República Dominicana donde, el 1992, a los 85 años, recibe el Premio Nacional de Literatura.

Amanda (Chinchina) retiene lindos recuerdos de su padre, fallecido el 14 de mayo de 1999. Dice que su vida junto a él fue diferente a la de los demás niños porque no fue un hombre común, y porque le enseñó los valores intrínsecos de la libertad.

En estos días que se conmemora el 112 natalicio de Manuel del Cabral, ha sido muy importante recordar junto a su hija, café caliente por medio, a quien, como dijera María Belén Luaces, “es junto con Neruda, Vallejo, Huidobro, Guillén y otros tan renombrados, uno de los cimientos en que se sostiene la más alta poesía iberoamericana de nuestro tiempo”.

Por Rafael Pineda

jueves, junio 05, 2025

Vestigio de lo inédito

 

Vestigio de lo inédito

en el digital espacio de la ausencia

solo queda la nada

Domingo Acevedo.

Enero/22


Foto tomada de la red.

La tarde

 

La tarde es una puerta por donde la noche entra todos los días a la ciudad y la cubre de oscuridad, de sombras que salpican los rincones de los edificios antiguos desde donde los fantasmas coloniales acechan a los transeúntes melancólicos que pasean por la calle el Conde sin más prisa que la de llegar a un bar a tomarse un trago

Domingo Acevedo.

Enero/22

Foto tomada de la red.

La tarde cae sobre las copas de los arboles

 

La tarde cae sobre las copas de los arboles como una tenue red, coloreando de sombras  y misterios la brisa que va pintando de oscuridad el horizonte, donde el sol  ha dejado un rastro de nubes crepusculares que son el ultimo reflejo  del día que muere en las alas de un enjambre de pájaros que buscan sus nidos.

Domingo Acevedo.

Enero/22

Foto tomada de la red.

Mi voz

 

Mi voz es el grito que brota de la memoria del olvido

y se hace un verso

canto de amor que rompe las cadenas del tiempo

y libera la verdad.

Domingo Acevedo.

Enero/22


Foto tomada de la red.

Poesía amorosa y poesía social de República Dominicana

 

POR CARMEN CENTENO AÑESES  | 5 DE AGOSTO DE 2016/Revista 80grados/www.80grados.net Enlace http://www.80grados.net/poesia-amorosa-y-poesia-social-de-republica-dominicana/

De la Antilla donde viviera Eugenio María de Hostos por muchos años, República Dominicana, y a la que nos unen lazos históricos, culturales y demográficos, nos llegan dos tomos de poesía compilados por la destacada novelista, ensayista y poeta Ángela Hernández, financiados por la Fundación Refidomsa (Refinería Dominicana de Petróleo).

El primero de ellos, está dedicado a la poesía amorosa y el segundo a la poesía social. Ambos tienen prólogos de reconocidos escritores: Jeanette Miller y Mateo Morrison. Los libros incluyen las palabras de Hernández y sus criterios de selección. Los textos están divididos por los años o siglo de nacimiento de los autores: los primeros son los nacidos en el siglo XIX, los segundos del 1901 al 1940, los terceros del 1941 al 1970 y los últimos, que componen el grupo menor, de 1971 en adelante.

En el primer tomo dedicado a la poesía amorosa, la antóloga se propuso presentar una pluralidad de voces. Es mejor, para ella, que sobre el amor y sus interpretaciones hablen sujetos disímiles en el tiempo y en la estética. Recorre así el siglo XIX, el XX y el XXI ofreciéndonos poemas de distintas épocas de la historia literaria dominicana marcados por los gustos estéticos correspondientes a su tiempo. Uno de los méritos de estas antologías es que ofrecen datos bio-biográficos de sus autores y autoras, y que la selección es amplia, por lo que se cumple con develar la existencia de un gran número de escritores caribeños, donde residen gran parte de los países invisibles, como llama a los periféricos el novelista y ensayista puertorriqueño Eduardo Lalo.

Nos dice la escritora en sus palabras iniciales que “los acomodamientos, roces y distinciones entre “amor”, “erotismo” y “sexo”, así como la primacía a uno u otro, han dado pie a profusas interpretaciones y prácticas, que cambian en épocas, regiones y culturas”. Era mejor por ello que los poemas mismos definieran el amor. ¿Qué es el amor? ¿Acaso  existe una respuesta absoluta? Tal vez la más cercana a su carácter heterogéneo y dual sea la de Lope de Vega citada en sus palabras: “Desmayarse, atreverse, estar furioso,/áspero, tierno, liberal, esquivo,/alentado, mortal, difunto, vivo,/leal, traidor, cobarde y animoso”. O las del magnífico sonetista Francisco de Quevedo: “Es hielo abrasador, es fuego helado/ es herida que duele y no se siente,/es un soñado bien, un mal presente,/es un breve descanso muy cansado”.

“Sexo, erotismo y amor son aspectos del mismo fenómeno, manifestaciones de lo que llamamos vida”, (15) alega Octavio Paz en su libro La llama  doble. Para el teólogo Leonardo Boff el erotismo es pulsión de vida, según señala en San Francisco de Asís, ternura y vigor, en lo que concuerda con el mexicano. Esta amplia y ambiciosa antología, que reúne las voces más destacadas de la lírica amorosa dominicana, nos presenta los tres elementos mencionados por Paz. Hay en ella una exclusión tajante: la de Joaquín Balaguer. Concuerdo con Ángela Hernández, como inferencia, en que el amor y la ética no deben de estar reñidos. El autor intelectual de muchas de las políticas represivas de Rafael Trujillo y de las que él mismo elaborara en el poder no puede estar al lado de quienes sembraran  solidaridad y amor.

Entre los poetas seleccionados pertenecientes al siglo XIX se encuentran Félix María del Monte, Federico Henríquez y Carvajal, Salomé Ureña, Fabio Fiallo, Livia Veloz, y Rafael Américo Henríquez, entre otros que hacen un total de veinte. De ese ícono patriótico y antillano que fue Salomé Ureña, colaboradora de Hostos y de causas libertarias, son estos versos tomados del poema “Amor y anhelo” que reflejan un delicado erotismo: “Ven y tu mano del pecho amante/calme amorosa las penas mil,/¡oh de mis ansias único objeto!/Ven, que a ti solo quiero en secreto/Contar mis sueños de amor febril”. (48)

En estos poetas late, sobre todo, la corriente romántica con su “libertad imaginativa”, (22) como señala Jeanette Miller en el prólogo. La pasión ciega de los versos de Gastón Fernando Deligne nos ilustra este señalamiento: “¡Así es mejor! – Vivir en el deseo,/es una llama alimentar perpetua;/¡es vivir abrasados, cual vivían/los mártires, los místicos y ascetas!”. (55) Denis de Rougement comenta en su libro El amor y Occidente, a la luz de la obra mística de Santa Teresa, que “los amantes ‘apasionados’ son sin duda místicos que no lo saben”. (171)

Entre los poetas nacidos entre 1901 y 1940 mencionamos, no por jerarquías estéticas sino por ser más conocidos en Puerto Rico, a Manuel del Cabral, Franklin Mieses Burgos, Pedro Mir, Aida Cartagena Portalatín, Manuel Rueda, y René del Risco Bermúdez.  Ya nos encontramos con versos más ampulosos, más alejados de los moldes tradicionales, de las ordenadas estrofas tan cultivadas en el siglo XIX, no tan atados a las rimas como sus predecesores, porque ya el modernismo y luego las vanguardias artísticas influyen en la poesía gestada en estos años y el verso libre se va abriendo espacio. En la década del cuarenta surge la Poesía sorprendida que se gesta en el 1943 con ansias universales y como reacción al movimiento postumista de los años veinte más centrado en lo regional. La pasión,  en ocasiones, prevalece en la ausencia del sujeto amado, como vemos en “Canción de la  amada sin presencia” de Franklin Mieses Burgos, autor perteneciente al grupo:

Antes de que tu voz fuera color de trino

y tus ojos dos sombras salobres como algas;

cuando aún tu sonrisa no era un camino abierto

para encender al alba, sino una melodía

en un país remoto de la tarde;

entonces, -¿lo recuerdas? -,

todos éramos uno en la unidad de Dios

y mi aliento de vida era tu mismo aliento,

porque tú eras yo.

¡Oh indescifrable enigma de la rosa y el viento:

yo me amaba en ti misma!

Todavía el ocaso no era un pájaro muerto

colgado entre dos ramas,

ni se dolía la noche

en la angustia pequeña de los nardos.

ni el cielo era de trapo,

ni el mar una hoja verde sin sirenas. (90)

El periodo que la editora compacta entre los nacidos en los años  1941 a 1970 nos ofrece nuevos caminos poéticos. En este apartado se incluye a escritores como Jeanette Miller, Mateo Morrison, Chiqui Vicioso, José Rafael Lantigua, Alexis Gómez Rosa, Ylonka Nacidit Perdomo, Basilio Beillard para completar un total de 39 escritores. Es difícil elegir, debido al alto nivel de los poetas y a la variedad que presentan los mismos, casi todos versolibristas, un poema que sea representativo de otra cosa que no sea la alta calidad de la poesía amorosa dominicana. Ya lo sexual se presenta de forma menos escondida como se aprecia en César Sánchez Vera quien  versa así en el poema “Su boca era un rumor de gotas sobre el techo”:

Ella amaba la lluvia

Y ella era en sí misma

Una lluvia indecible de trigos y amapolas

Cual si fuera una huida de plenitud y asombro

Su boca era un rumor de gotas sobre el techo

Y su sexo un camino poblado de relámpagos (175)

En la parte final, correspondiente a los nacidos a partir del 1971, los autores se decantan por el verso libre. Entre ellos se incluyen a Frank Báez, Néstor Rodríguez, Farah Hallal,y Ariadna Vázquez, entre otros. De Báez son estos versos sobre el amor y la escritura: “todos los poemas de amor son irreales/los poemas de amor que el poeta escribe intencionalmente irreales/son los más reales de todo”.

El segundo tomo devela distintas temáticas y es que lo social reúne desde la historia de la nación, sus héroes, las corrientes de pensamiento, el pensamiento marginal, la reflexión filosófica, además de otros temas diversos como la escritura misma. Recordemos que en tiempos de crisis la poesía ha sido cultivada de forma testimonial y comprometida. Así lo han hecho Pablo Neruda, Roque Dalton, Juan Antonio Corretjer, Ernesto Cardenal, Pedro Pietri, Nancy Morejón, Julia de Burgos, Gioconda Belli,  Rosario Castellanos, entre muchos que nos recuerdan los versos del español Gabriel Celaya: “maldigo la poesía concebida como un lujo/ cultural por los neutrales/que, lavándose las manos, se desentienden y evaden/maldigo la poesía de quien no toma partido/partido hasta mancharse”.

En los poemas escritos en el siglo XIX presentados en el tomo de poesía social puede verse el proceso de criollización o la afirmación de la diferencia con la metrópoli. También vemos el americanismo en boca de mujer. De Josefa Perdomo es el poema “A Bolívar” en el que elogia admirativamente su gesta libertadora. (34) Como ha visto Eric Hobsbawm en su enjundioso libro The Invention of Tradition, lo nacional construye sus íconos y sus héroes.

Salomé Ureña, a tono con su tiempo, le canta al progreso: “y, entre el aplauso inteligente al mundo/el gran Hosanna del Progreso cante”. (42) Sorprendentes resultan el canto feminista “Nosotras” de Isabel Amechazurra de Pellerano y el poema “A los héroes sin nombre” de Federico Bermúdez en el que nos ofrece otra concepción de la historia.

La segunda parte, la de los nacidos entre el 1901 y 1940, se inicia con Manuel del Cabral y su poema “Trópico picapedrero” en el que presenta el dolor de los hombres negros, incluyendo al haitiano: “Contra la inocencia de las piedras blancas/los haitianos pican, bajo un sol de ron./Los negros que erizan de chispas las piedras/son noches que rompen pedazos de sol”. (61) Se  encuentra en esta sección el famoso poema de Pedro Mir, perteneciente a la generación de los independientes, “Hay un país en el mundo” en el que vemos su intenso amor por el lugar en que nació. Mediante el frecuente uso de la anáfora y el paralelismo el escritor recrea el dolor por la tierra y los personajes humildes: el albañil, el carpintero, los cargadores, el niño del guarapo en un país donde los campesinos no tienen tierra: “Plumón de nido nivel de luna/salud del oro guitarra abierta/final de viaje donde una isla/los campesinos no tienen tierra”. (78)

No podía faltar Aida Cartagena Portalatín, uno de los importantes miembros del grupo  de la Poesía sorprendida. En “Otoño negro” denuncia el odio hacia los negros de los blancos de Alabama: “Su luz de carne negra iluminando el Orbe. / No es hora de un grito jubiloso./Afligida la tierra, hasta la tierra llora…/!Hasta la muerte llora las cuatro niñas negras!”. (88)  Imposible dejar de incluir un poema sobre las hermanas Mirabal, asesinadas por Trujillo, escrito por Carmen Natalia Martínez: “No hubo dulzura igual a su dulzura/Los ríos se crecieron para llorar por ellas,/Palomas con el pecho florecido en claveles,/Las Mirabal cayeron de cara a las estrellas”. (85)

“La canción del rayano” (94) de Manuel Rueda nos muestra en su lenguaje coloquial la agonía de estar dividido. El autor alude al que vive en los bordes de la nación, entre Haití y República Dominicana y que, en este sentido, asume una nueva identidad. Hay otros autores de esta sección que hacen mención de la problemática racial, tema que se aborda en el ensayo dominicano contemporáneo. Estos son Juan Sánchez Lamouth con su “Saludo al poeta Leopoldo Sedar Senghor” y Ramón Francisco con “Los negros reb (v)elados”. Resulta interesante que consigne al vudú, negado por muchos como parte de la idiosincrasia dominicana: “¡Tú tién que bailá Voudú!/¡Oui, Monsieur!/¡Tú tién que baila Voudú!” (109)

Varios de los autores nacidos del 1940 al 1971 demuestran un gusto por la poesía conversacional que no necesariamente se aparta siempre de ingeniosos tropos o de un lenguaje hermético. Jeanette Miller, Mateo Morrison, Alexis Gómez Rosa, Soledad Álvarez, Tomás Castro Burdiez, Ángela Hernández son algunos de los poetas seleccionados que completan un total de 28 poesías. Esta sección me parece la más heterogénea de todas en cuanto a estética se refiere. Encontramos en ella tanto el febril canto de largos versos de Jacques Viau Renaud, en el que el Simidor (artista o cantante, de acuerdo con la editora) lanza su llamado al pueblo como una especie de profeta, al igual que los versos iracundos de Miguel Alfonseca en el poema “Coral sombrío para invasores: “Morirán sobre una tierra que no es suya,/entre unos hombres de distinta lengua, ojos diferentes/ y distinto corazón”. (131) Su alusión a los norteamericanos (“Morirán sin los abetos de Vermont”) permite recordar las invasiones de los Estados Unidos al país caribeño y la resistencia de los dominicanos a las mismas. Soledad Álvarez, quien se desarrolla con el grupo de postguerra de 1965, cultiva la misma temática en su poema “Noción de abril (1965)” dedicado a la invasión estadounidense. (160) Por otra parte, Ángela Hernández nos ofrece un novedoso poema por su uso del lenguaje, la heterogeneidad de los elementos enumerados y lo críptico de sus metáforas: “El árbol es silencio. Prueba./Grafiti de la oculta inteligencia./La memoria del hacha./Cópula de vientos./Otros mundos”. (165) Nos recuerda así que la poesía es también una negación del lenguaje y de la propia gramática.

La poesía social gestada por los nacidos del 1971 en adelante es versolibrista, de acuerdo con la selección de la editora, y se centra en el ser humano común, en la decepción ante el mundo bélico que les ha precedido y la gentrificación que caracteriza al mundo globalizado. Frank Báez proclama: “Y donde había una casa/levantarán un edificio, Y donde había un parque o un play/levantarán un supermercado, un proyecto/habitacional y una cadena de moteles”. (189) La sección termina con un poema feminista, “Anacaona”, de Camila Rivera González, que afirma de forma contestataria la nueva femineidad de la mujer, cimentándose a su vez en la figura indígena que resistió a los invasores españoles:

no soy sumisa

no soy católica, me enferman tus impedimentos de amor , blanco cruel

yo no fui la esclava que aceptó salir de tu costilla

eso lo hizo Eva, blanco cruel

yo soy hija del sol y de la luna

nací justo en el amanecer de un ruiseñor

nací para ser mujer, para ser mujer

ser mujer y como mujer gobernar Jaragua

como mujer amar

como mujer ser musa y poeta

como mujer ser luz (194)

Evoquemos las palabras de Jacques Derrida sobre qué cosa es la poesía: “El poema puede hacerse un ovillo pero es para volver otra vez sus signos agudos hacia afuera”.

La poesía dominicana que nos muestra Ángela Hernández demuestra una riqueza formal y temática, tanto la amorosa como la social, que amerita mayor divulgación, sobre todo, en el mismo Caribe hispánico donde penosamente nos dividen condiciones políticas. Pudiera haber ausencias en estas antologías, pero sus presencias reiteran la existencia de un vigoroso cultivo del género poético en República Dominicana.

Libros citados:

Antología de poesía amorosa. Selección y edición de Ángela Hernández Núñez. Tomo I. Colección Poesía Dominicana. Santo Domingo: Refidomsa PDV, 2015. Impreso

Antología de poesía social Selección y edición de Ángela Hernández Núñez. Tomo II. Colección Poesía Dominicana. Santo Domingo: Refidomsa PDV, 2015. Impreso

Derrida, Jacques. “Che cos’e la poesía?” Publicado en Poesia, 1, 11 de noviembre de 1988. http://redaprenderycambiar.com.ar/derrida/textos/poesia.htm

Gutiérrez, Franklin. Diccionario de la literatura dominicana. Biobibliográfico y terminológico. Santo Domingo: Ediciones de Cultura, 2010. Impreso

Hobsbawn, Eric y Terence Ranger. The Invention of Tradition.Great Britain: University Press Cambridge, 1996. Impreso

Paz, Octavio. La llama doble. Amor y erotismo. Barcelona: Galaxia Gutemberg, 1997. Impreso

Rougement, Denis de. El amor y occidente. Barcelona: Kairós, 1986. Impreso

5 de junio día mundial del medio ambiente.

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