Zheng He, el eunuco que conquistó el mundo
Zheng He (1371-1433), fue el navegante más importante de la historia de China. Se considera que navegó y exploró siete veces el océano Índico con una flota de más de 300 barcos cargados de oro, plata y otros tesoros, y un total de 27.800 hombres.
Zheng He (en chino simplificado 郑和, es decir, Zhèng Hé o como se le decía en su época Cheng Ho, originario como Mǎ Hé 马和 y con el sobrenombre de Sānbǎo o lo que es lo mismo 三保) (1), nació en la aldea de Hedai, provincia de Yunnan, en 1371 y murió realizando su último viaje en alta mar cerca de las costas de la India en 1433 cuando contaba con 62 años de edad, aunque en 1435 se le rindió homenaje con un mausoleo erigido en Nanjing. Su padre, Ma Haiji, y su madre, Weng, tuvieron seis hijos —dos niños y cuatro niñas—, de los que Ma He era el segundo varón y el tercero en sucesión.
Aunque era chino de nacionalidad, Zheng He no pertenecía a la etnia china han, sino que se incluía entre lo que tradicionalmente y desde la Dinastía Yuan (1279-1368) se denominaba “casta semu”, que contenía a todos aquellos que no fueran han, mongoles o extranjeros. Dentro de la casta semu, Zheng He perteneció a la subcasta de la etnia hui, la única de importancia durante los Ming, y cuyas características son la práctica del islam y el uso del chino mandarín como lengua habitual. Se cree que sus orígenes musulmanes —sus ancestros eran árabes que emigraron a China durante la dinastía Tang (618-907) y Song (960-1279)— fueron claves para que le escogieran como almirante de la Flota del Tesoro, ya que en esos viajes visitó Arabia y África, regiones donde se practica esta religión.
Cuando Ma He contaba tan sólo con diez años de edad, la provincia de Yunnan fue reconquistada por el ejército chino de la dinastía Ming (1368-1644) y el joven fue capturado, castrado y reclutado como soldado. Se le envió a servir a Beiping bajo las órdenes del príncipe Zhu Di, quien en 1402 ascendió al trono con el nombre de emperador Taizong —a su reinado se le conoce como Yongle (1402-1424) o de la “Eterna Felicidad”—, convirtiéndose con el tiempo en oficial del ejército. Fue el propio emperador quien, como recompensa por sus servicios en la conquista de Nanjing, le puso el nombre de Zheng He, en memoria de su caballo perdido en la batalla de Zhengcunba, convirtiéndose así en el Eunuco Sanbao Zheng He.
Poco a poco, Zheng He se fue distinguiendo como un joven oficial de gran habilidad, tanto para la guerra como para la diplomacia, y rápidamente se hizo con amigos influyentes en la Corte que le ayudaron a subir posiciones. Bajo el mandato del emperador Zhu Di el imperio alcanzó su máximo esplendor y la economía creció a un ritmo vertiginoso. Para poder estrechar la comunicación con otros pueblos, Zhu Di decidió enviar a su eunuco en jefe a recorrer el “Océano Occidental” —lo que correspondería hoy al Océano Índico—, organizando en total siete grandes expediciones navales.
En los siete viajes que se le atribuyen a Zheng He —el primero en 1405 y el último en 1431—, con una flota de más de 300 barcos cargados de oro, plata y otros tesoros, y un total de 27.800 hombres, el eunuco y sus marinos recorrieron medio mundo, llegando hasta el reino de Shampa —en el sur de lo que es hoy en día Vietnam—, el reino de Siam —actual Camboya, Laos y Tailandia—, Malaca —en Malasia—, Java y Sumatra —en Indonesia—, atravesó el Océano Índico hasta Cochinchina —en el delta del Mekong—, Ceilán —actual Sri Lanka- y Calicut, en la hoy provincia india de Kerala y conocida entonces como “La ciudad de las especias”. Las escuadrillas de la flota de Zheng He recorrieron los mares de Filipinas, India, el Golfo Pérsico, Arabia Saudí —donde visitó La Meca—, África Oriental, África del Sur e, incluso, Egipto, contribuyendo al intercambio comercial, cultural y tecnológico entre chinos y otros lugares, desarrollando el tráfico naviero y promoviendo el crecimiento económico en todas esas áreas.
La poderosa flota de Zheng He no sólo asombró a los navegantes árabes, sino que también cautivó la atención de los comerciantes de Venecia que frecuentaban la ruta entre Ormuz —en el golfo Pérsico— y Adén —entre Yemen y Somalia—, enriqueciéndoles con nuevos rumbos hacia Oriente para ellos desconocidos. En realidad, los viajes de Zheng He se adelantaron 87 años a los de Cristóbal Colón (1541-1506), 93 años a los de Vasco de Gama (1469-1524) y 116 años a los de Fernando de Magallanes (1480-1521), todos ellos más famosos y admirados que el propio eunuco chino. De hecho, tras su muerte en 1433 nunca más la armada china volvió a realizar ninguna expedición de este tipo por los mares del mundo.
Las flotas de Zheng He eran, en realidad, mucho mayores y numerosas que las de los navegantes europeos. Así, mientras que el comandante chino capitaneaba entre 48 y 63 navíos en cada expedición —en una ocasión llegó a dirigir 317 barcos, lo que daba en el mar una imagen espectacular— y unos 28.000 hombres, Cristóbal Colón llevaba sólo 3 barcos y 90 marineros, Vasco de Gama 4 navíos y 160 hombres, y Fernando de Magallanes 5 barcos y 265 marineros. Por su parte, las naves de Zheng He medían 122 metros de eslora y tenían un desplazamiento de 1.000 toneladas, mientras que las de Cristóbal Colón apenas 30 metros y un desplazamiento de 200 toneladas. Eso significa que, comparados con los buques de hoy en día, los barcos chinos asemejaban los gigantescos portacontenedores transoceánicos que surcan los mares en la actualidad. Además, junto a estos, navegaban también otras naves menores que hacían las veces de almacenes con provisiones, cuadras para los cientos de caballos, porta-municiones, contenedores de agua potable, enfermería o lanchas pequeñas para acercarse a tierra, lo que lo convertía en toda una ciudad flotante. Logística jamás vista en todo el mundo en aquélla época y gloria inaudita de los arquitectos navales chinos, capaces de construir tales naves con una precisión y un manejo absoluto, y de los astrólogos preparados para dirigir por los mares del planeta a una flota tan inmensa sin perder nunca el rumbo exacto y volviendo siempre a casa sanos y salvos a pesar de las corrientes marinas, los tifones o las altas temperaturas.
Tras el cambio de emperador en 1424 —cuando ascendió al trono Hongxi (1424-1425)— y en 1425 —cuando le sucedió el emperador Xuande (1425-1435)—, las expediciones se suspendieron y Zheng He no volvió a emprender un nuevo viaje hasta 1431, que sería su séptima y última expedición, visitando nuevamente el Sudeste asiático y los países del Océano Índico. Sus misiones contribuyeron además a la expansión de la influencia política china en toda la zona y sirvieron como un acicate para la emigración, gracias a la cual se produjo la colonización china en el Sureste asiático. Los descendientes de esos primeros chinos emigrados continúan hoy en día viviendo en lugares como Singapur, Malasia, Vietnam, Tailandia, Indonesia, Filipinas y, en menor medida, por multitud de islas del Océano Pacífico.
Poderío y gloria de la Dinastía Ming
Los barcos de Zheng He iban cargados con todo tipo de productos chinos y artesanía que sirvieron para el intercambio comercial, como vino, especias, té, pasta, bordados, seda, gasas, ovillos de hilo, lana, porcelana, pinturas, caligrafías o jade. Además, entre los marinos que le acompañaban había gran cantidad de artesanos, médicos, comerciantes, cocineros, funcionarios, científicos, astrónomos para dirigir las rutas y tomar nota de la posición de las estrellas allá por dónde pasaban, barberos, sastres, artistas y, por supuesto, soldados bien entrenados. También llevaban animales vivos —cerdos, vacas, ovejas, pollos, gallinas ponedoras, patos, etc.—, que les servía de víveres.
Todo ello pretendía, más que conquistar otras naciones, mostrar a las poblaciones que visitaban su enorme poderío, la riqueza de su cultura y el alto conocimiento científico de los chinos. Según el oceanógrafo Jin Wu, el objetivo de sus viajes fue “manifestar la gloria y el poder de la Dinastía Ming (1368-1644) y recabar tributos de los bárbaros que habitaban más allá de los mares”. Zheng He siempre respetó las demás naciones y las costumbres locales convirtiéndose en un mensajero de paz y en embajador de la civilización china. Muchos reyes de esos países recibieron personalmente a Zheng He e, incluso, enviaron a algunos de sus ciudadanos a Beijing en la flota del eunuco a aprender de la tecnología avanzada y las costumbres milenarias de China.
Por su parte, los marineros del eunuco conocieron de la mano de los árabes la técnica para la correcta fabricación del vidrio añadiéndole bórax, lo que lo hacía resistente al fuego y más duradero. Dicho proceso se extendió rápidamente por China y se convirtió en un utensilio de uso diario común.
Zheng He también se trajo de sus viajes materiales nuevos para la construcción, combustible, maderas preciosas, joyas, especias, artículos desconocidos por los chinos, alguna que otra enfermedad no catalogada en China o animales exóticos. En una ocasión se trajo de África dos jirafas y un par de cebras, lo que conmocionó a la Corte Imperial al ver la extraordinaria belleza de estos animales, que fueron calificados por el emperador como “criaturas mágicas de la buena suerte”. Reproducidos en bronce, se convirtieron en unos de los símbolos decorativos de los palacios imperiales junto con las grullas, las tortugas, el qilin, el ave fénix o los dragones.
Con el reinado del emperador Xuande (1425-1435) la dinastía Ming (1368-1644) comenzó una etapa de oscurantismo y aislamiento del resto de naciones que ha durado varios siglos, siguiendo los preceptos confucionistas de protección de la cultura china frente a nuevas tendencias extranjeras. Esto hizo que Zheng He dejara de viajar y que su flota fuera desapareciendo poco a poco. Muchas de sus naves fueron destruidas, incendiadas, abandonas, reconvertidas en barcos de pesca o hundidas en el mar, con lo que el poderío de China en esa época llegó a su fin y desde entonces el contacto con los foráneos era limitado y reducido, hecho que contribuyó a que no sólo los viajes de Zheng He pasaran inadvertidos por el resto del mundo, sino también a que la cultura, los inventos, la medicina, las artes, la literatura, la poesía o el idioma chino fueran toda una incógnita para Occidente, más preocupados en conquistar tierras en América o en abrir nuevas colonias en África. Por su parte en China, el emperador Xuande estaba más interesado en controlar los ataques por el norte de los mongoles y en reflotar la economía china que había descendido hasta cuotas desconocidas con una inflación galopante que en enviar más barcos a tierras desconocidas. Además, su pronto fallecimiento dio paso a un emperador de siete años, llamado Jungtong, que fue incapaz de controlar la política del país en manos de sus consejeros.
Tras sus siete expediciones, los marineros y subordinados de Zheng He redactaron varios libros narrando sus aventuras, entre ellos se conserva Notas de los viajes a los países extranjeros. En él se describen las características geográficas y naturales de las costas, las costumbres locales, las condiciones de vida, la gastronomía y la variedad de artículos empleados en esas sociedades, acercando naciones extrañas al pueblo chino, sobre todo a los eruditos de las clases altas capaces de comprender los textos y asimilar la existencia de “otro mundo”. Uno de sus sirvientes, llamado Ma Huan, recopiló las observaciones de Zheng He en un libro titulado Visión triunfal en un mar sin límites, mientras que Fei Xin lo hizo en la obra llamada Visión triunfal: barcos navegando bajo un cielo estrellado, ambas se han convertido en documentos de gran importancia a la hora de estudiar los viajes del eunuco y de comprender el intercambio entre la Dinastía Ming (1368-1644) y las naciones extranjeras.
Los documentos oficiales de sus viajes —en los que llegó a visitar más de 30 naciones— escritos por él mismo fueron, sin embargo, destruidos por mandarines burocráticos de la época que no veían con buenos ojos que un eunuco lograra tanto poder y prestigio dentro de la corte Ming. No obstante, hoy en día existen todavía los astilleros originales en Nanjing donde sus naves fueron construidas, así como los canales por los que se llevaban hasta el mar. También se puede visitar la tumba de Zheng He en Niushou (Nanjing, provincia de Jiangsu), donde sus restos —parte de su cabello, ropa, zapatos y algunas pertenencias—, que no su cuerpo físico —las crónicas dicen que fue arrojado al mar—, fueron enterrados en 1435. En 1985, durante el 580 aniversario del primer viaje de Zheng He, su tumba fue restaurada según las costumbres islámicas y se le añadió un mausoleo según el estilo de la Dinastía Ming (1368-1644), con frescos con mapas de sus viajes, al que se accede por una escalinata con 28 escalones de piedra dividida en cuatro secciones con siete peldaños, representando los siete viajes que realizó durante su vida.
Hay teorías que narran que Zheng He fue mucho más allá de lo escrito hasta ahora. En la obra 1421, el año que China descubrió el mundo, Gavin Menzies —un capitán de submarinos británico— afirma rotundamente que las naves de Zheng He arribaron hasta Australia, Nueva Zelanda, el Polo Sur, recorrieron toda América, la Antártica, el norte de África y llegaron hasta las puertas de Europa. Es más, afirma que Cristóbal Colón y otros navegantes europeos utilizaron los mapas cartografiados por Zheng He para descubrir América que se llevaron los comerciantes italianos adquiridos en Arabia Saudí. Pese a que muchas de las afirmaciones de Menzies no cuentan con una evidencia científica probada y son más bien elucubraciones con mucho sentido, el ex-oficial británico tiene el mérito de lanzar una tesis provocativa que, de demostrarse con una investigación más profunda y con el hallazgo real de restos de la época, podría suponer un cambio radical de la historia de la humanidad.
(1). El sobrenombre de Sanbao tiene un origen y significado incierto. Los historiadores no se ponen de acuerdo en cuanto a su significado. Existen tres teorías más o menos defendidas sobre lo que realmente quiere decir y el por qué se le puso: (1) Sanbao —traducido como “El tercer tesoro” y escrito así en chino 三宝—, podría referirse a que su padre lo llamaba de este modo porque Zheng He era el tercer hijo de los seis que tenía; (2) Sanbao, con el mismo significado que antes y la misma escritura, se referiría a los “Tres tesoros del Budismo”, pues Zheng He, que nació musulmán, con el tiempo abrazó la religión budista; y (3) Sanbao —三保con el significado del “El tercer protector”— se referiría a que Zheng He en vida prometió honrar, servir y proteger hasta la muerte a tres emperadores de la dinastía Ming (1368-1644), aunque si esta teoría fuera cierta, dicho nombre se le hubiera dado no de joven, sino ya en una edad madura.
Publicado originalmente en: Revista Instituto Confucio.Número 5. Volumen II. Marzo de 2011.Ver / descargar el número completo en PDF