sábado, octubre 25, 2025

Avancemos hacia la necesaria unidad revolucionaria para salvar al pais.










































 

Puerto Rico, la revolución del 50!

 










Jayuya en la historia patria
Escrito por;
Vilma Soto Bermúdez
La colonia se convirtió en puño que golpeó recio al invasor. Puerto Rico, el país del manso cordero, no resultó tan sumiso. Eso lo debieron reconocer los yanquis cuando pusieron sus botas en 1898 en tierra boricua. Pero no. Su soberbia era y continúa siendo infinita, de dioses.
Acostumbrados a rehacer historias ajenas, a acomodar bajo su brazo el pan de otros, llegaron menospreciando a un pueblo con más años de cultura que el suyo propio. Con su estruendosa entrada bajo el fragor de los cañones trataron de doblar las rodillas de todo un pueblo. Imposible, cuando de ese pueblo trabajador surgió un líder que los hizo estremecer a ellos… al imperio del Norte.
Don Pedro Albizu Campos, fue el adalid de cuya mente salió la estrategia para atacar al invasor. Era la década del 50. Los yanquis estaban en todo su apogeo como dominadores. La Ley de la Mordaza prohibía hablar en contra de ellos y por la soberanía de la patria. Irónico. Los puertorriqueños debieron ocultar su propia bandera mientras la enseña gringa flotaba por todo el país y los nuevos amos trataban sin éxito que el jíbaro de la montaña olvidara el castellano y mascullara el inglés.
Estados Unidos, para calmar la opinión internacional que apoyaba la liberación de la Isla, se aprestaba a maquillar a la colonia bajo el sambenito de “Estado Libre Asociado”. Se elegiría el primer gobernador puertorriqueño y se redactaría una constitución que ellos vetarían descaradamente. Don Pedro sabía que había que atacar pronto. Y hacia eso se dirigió: El pueblo se levantaría en armas comenzando desde Jayuya, pueblo en el centro del país, y se propagaría la chispa libertaria a toda la Isla, a un mismo tiempo. Pero los planes habrían de adelantarse debido a un delator. La revolución se había previsto cerca de 1952, no en el 50.
El 26 de octubre fue el primer indicio de que el gobierno dirigido desde Estados Unidos por Harry Truman, planificaba una acción en contra de los nacionalistas. Don Pedro regresaba de los actos de conmemoración del General Antonio Valero, puertorriqueño héroe de la independencia latinoamericana que luchara junto a Simón Bolívar.
El Partido Nacionalista conocía que se pretendía asesinar a don Pedro en Fajardo, cuna de Valero. Solo el celo de los nacionalistas evitó la tragedia. En el trayecto de regreso a su casa, dos de los carros de la escolta fueron detenidos.
Al día siguiente, la casa de Albizu amaneció rodeada. No se podía esperar más. Habría que adelantar la revolución. Pedro Ulises Pabón fue el hombre enviado por Albizu a dar el alerta. Antes de dejarse encarcelar, atacarían. Era preferible eso a no dar la batalla abierta, mirando a los ojos del monstruo. Todos los cuarteles de la policía serían tomados el 30 de octubre de 1950. Se atacaría La Fortaleza, residencia del gobernador y en Washington, un comando armado, con vuelo de ida sin regreso, se encargaría de la Casa Blair (1ro de noviembre) residencia temporera de Truman. Era la primera vez en la historia de Estados Unidos que su ciudad capital iba a ser atacada por fuerzas de liberación extranjeras.
Blanca Canales, nacionalista y revolucionaria relata:
"Esa día hubo actos de heroísmo en Peñuelas, Ponce, Mayagüez, Naranjito, Arecibo, Utuado, Jayuya y San Juan. En Jayuya recibimos el aviso el sábado 28 de octubre traído por el Comandante Nacionalista de Arecibo, el patriota Juan Jaca, quien vino a mi casa a avisarnos a Elio Torresola y a mí y que, como tenía la encomienda de llevar la noticia a otros pueblos, lo llevara en mi carro hasta el pueblo.
"Esa tarde reunidos en casa (Elio, Carlos Irizarry y yo), decidimos no avisar a los nacionalistas que vivían en el pueblo y en otros barrios debido a que sabíamos que había agentes del gobierno infiltrados en el movimiento libertador.
"Esta es la razón por la cual a los hombres de Coabey, Elio les avisó esa misma mañana del 30 de octubre. De esa manera solamente salieron en dirección a Jayuya unos veinte hombres a quienes ya se les había tomado el juramento del Partido. Este fue tomado por mí antes de salir hacía el pueblo mientras yo desplegaba con mis manos la bandera de Puerto Rico."
La revolución en Jayuya fue dirigida por Elio Torresola que mantuvo en jaque a las fuerzas del gobierno. En el pueblo se quemaron los archivos de reclutamiento del ejército gringo con los nombres de los puertorriqueños. Pese a ser un delito, (en esos tiempos, los nacionalistas eran encarcelados por negarse a inscribirse en el ejército estadounidense) a ningún separatista se le acusó por el hecho, señal de que a Estados Unidos no le convenía que la mirada internacional se posara en su colonia.
El 30 de octubre de 1950, en Jayuya, una mujer con arma en mano, Blanca Canales, proclamó la República de Puerto Rico. Luego de tres días de intenso bombardeo militar (se utilizó el mismo tipo de avión que más tarde bombardearía a Corea) Estados Unidos pudo doblegar a los patriotas. Atrás quedaron pueblos destruidos por la aviación gringa. Miles fueron perseguidos, muertos, 3000 hombres y mujeres encarcelados… esa es la historia de la Patria. La noticia recorrió el mundo. Los pueblos conocieron la verdad de Puerto Rico y de su lucha emancipadora. No más tapar el cielo con la mano.
El 30 de octubre, como todos los años, los puertorriqueños se encaminarán a Jayuya donde recordarán a los patriotas que murieron o sufrieron cárcel por la redención de su Patria. Muchos de los insurgentes fueron condenados a más de 400 años de prisión. Habrá poco destaque en la prensa, de haber alguno: La Ley de la Mordaza todavía amarra conciencias.
¡Que viva Puerto Rico libre!
¡Que vivan los héroes y mártires de la revolución del 50!
¡Que viva el compañero y héroe nacional Don Heriberto Marin Torres!

EL CASO DEL HOMBRE DE SOMERTON – EL DESCONOCIDO DE LA PLAYA (1948)




Hay misterios que parecen salidos de una novela de espías, pero este ocurrió de verdad.
Y, 75 años después, aún nadie sabe quién fue aquel hombre… ni cómo murió.
📍
Diciembre de 1948.
En la tranquila playa de Somerton, en Adelaida (Australia), la policía encuentra el cuerpo de un hombre elegantemente vestido: traje, zapatos limpios, corbata perfectamente anudada.
No llevaba sombrero, ni documentos de identidad.
Todos los rótulos de su ropa habían sido cortados con cuidado, para borrar cualquier pista.
El cuerpo no mostraba signos de violencia, pero parecía haberse desplomado suavemente en la arena, como si hubiera decidido descansar allí… para siempre.
Entre sus bolsillos, los investigadores hallaron un pequeño papel enrollado, casi oculto, con solo dos palabras escritas:
🕵️‍♂️
“Tamám Shud” —una frase en persa que significa “terminado” o “acabado”.
Pronto descubrieron que esas palabras provenían de un libro de poemas persas llamado Rubaiyat of Omar Khayyam.
Lo más inquietante: días después, un hombre anónimo entregó a la policía un ejemplar del libro… con una página arrancada justo donde debía estar la frase “Tamám Shud”.
En la contraportada había un código escrito a mano: una serie de letras sin sentido aparente. Hasta hoy, nadie ha podido descifrarlo.
¿Era un espía en plena Guerra Fría?
¿Un amante traicionado? ¿Una víctima de envenenamiento imposible de detectar?
Las autopsias nunca hallaron rastros de veneno ni causa clara de muerte. Solo un dato extraño: su cuerpo mostraba una condición muscular poco común, típica de personas entrenadas en inteligencia militar.
Décadas después, investigadores modernos lograron identificarlo como Carl “Charles” Webb, un ingeniero eléctrico desaparecido en los años 40… pero su historia sigue llena de huecos imposibles de llenar.
Nadie sabe por qué estaba allí, quién lo mató, ni por qué quiso desaparecer del mundo sin dejar rastro.
🌒
En la playa de Somerton, aún hay quienes aseguran que, en noches silenciosas, se escuchan pasos en la arena… y un susurro que repite las últimas palabras del misterioso papel:
“Tamám Shud.” – El final.

Blind Tom: el genio que nunca conoció la libertad





Nació esclavo, ciego y olvidado por la historia, pero su oído podía recordar el universo.
Thomas Wiggins, conocido como Blind Tom, vino al mundo en 1850, en una plantación de Georgia. Nunca vio la luz del día, pero escuchó el mundo con una claridad que pocos podrían comprender. Hijo de esclavos, fue vendido junto a su familia al coronel James Bethune. Como no servía para el trabajo del campo, lo dejaban vagar cerca de la casa grande, donde escuchaba a las hijas de su amo tocar el piano. Una tarde, sin que nadie lo enseñara, repitió cada nota con precisión imposible. Tenía solo cuatro años.
Su dueño vio oro donde otros veían un milagro.
Desde los seis años, Blind Tom llenaba teatros por todo el sur de Estados Unidos, tocando a Liszt, a Beethoven, o improvisando tormentas musicales que él mismo componía. Su primera obra, The Rainstorm, la escribió a los cinco años. Cada aplauso era dinero… que nunca fue suyo. A los ocho años, su amo lo entregó a un promotor, que lo llevó de gira por todo el país. Cuatro conciertos al día, cada día, durante años. Blind Tom ganaba más de 100.000 dólares anuales, una fortuna para su tiempo. Pero él seguía siendo esclavo. Sin saberlo.
En 1860, fue el primer afroamericano en presentarse en la Casa Blanca, ante el presidente James Buchanan. Tocó sin pronunciar palabra. Se dice que después, Lincoln quiso integrarlo al servicio de la Unión, pero su dueño se negó. Tom no entendía de política. Solo de sonidos.
Su mente era un misterio. Podía recordar miles de piezas y reproducirlas sin error, pero no podía cuidarse solo. Hoy se cree que era un genio autista, siglos antes de que la ciencia pudiera darle un nombre.
Vivió como un prodigio. Murió como un esclavo.
En 1908, paralizado por un derrame, trató de tocar el piano por última vez. Su cuidadora lo escuchó susurrar:
> “Ya no queda nada, señoritas…”
Y cayó al suelo.
Sin música, el genio que iluminaba las tinieblas se apagó para siempre.
Blind Tom fue el músico mejor pagado de su tiempo, el último esclavo legal de Estados Unidos, y el primer artista afroamericano en romper los límites de la imaginación.
Pero murió sin saber que había sido libre.

En el abrasador corazón del Sahara, cuando el sol está en su punto más alto y todas las criaturas buscan refugio en la sombra, hay un insecto que decide aparecer en ese preciso momento. La hormiga plateada del desierto es un ejemplo extraordinario de adaptación. No teme al calor del mediodía; lo enfrenta con valentía. Su cuerpo está cubierto por un exoesqueleto reflectante y pelos que parecen de vidrio, lo que le permite sobrevivir en uno de los ambientes más inhóspitos del planeta. Sin embargo, su actividad no es simple y relajada; se trata de una misión rápida y precisa: caza a sus presas que no han logrado encontrar refugio del calor. El riesgo para estas hormigas es alto. Algunas de ellas, al intentar recoger su comida, sucumben al intenso calor y colapsan. Pero no están solas en esta lucha. Existen equipos de rescate dentro de su colonia que no buscan alimento, sino que se dedican a ayudar a sus compañeras que lo necesitan. Estas unidades especiales salen con el único propósito de recuperar a sus compañeras en apuros, creando un sistema de apoyo dentro de su comunidad que es fundamental para su supervivencia. Una vez que logran asegurar el alimento, el camino de regreso al nido se convierte en un espectáculo fascinante. Las hormigas se colocan sobre los cadáveres de sus presas y se deslizan por las dunas de arena, utilizando estos cuerpos como tablas de surf. Sus largas patas, más largas que las de otras hormigas comunes, les permiten mantenerse alejadas de la arena caliente, funcionando como zancos naturales que evitan las quemaduras. En este entorno tan desafiante, la hormiga plateada no solo sobrevive, sino que se mueve con gracia. Lo hace en un momento que muchos considerarían hostil, transformando el desierto en su campo de caza, convirtiendo cada desafío en una danza de resistencia y supervivencia. #fblifestyle




 En el abrasador corazón del Sahara, cuando el sol está en su punto más alto y todas las criaturas buscan refugio en la sombra, hay un insecto que decide aparecer en ese preciso momento.

La hormiga plateada del desierto es un ejemplo extraordinario de adaptación. No teme al calor del mediodía; lo enfrenta con valentía. Su cuerpo está cubierto por un exoesqueleto reflectante y pelos que parecen de vidrio, lo que le permite sobrevivir en uno de los ambientes más inhóspitos del planeta. Sin embargo, su actividad no es simple y relajada; se trata de una misión rápida y precisa: caza a sus presas que no han logrado encontrar refugio del calor.
El riesgo para estas hormigas es alto. Algunas de ellas, al intentar recoger su comida, sucumben al intenso calor y colapsan. Pero no están solas en esta lucha. Existen equipos de rescate dentro de su colonia que no buscan alimento, sino que se dedican a ayudar a sus compañeras que lo necesitan. Estas unidades especiales salen con el único propósito de recuperar a sus compañeras en apuros, creando un sistema de apoyo dentro de su comunidad que es fundamental para su supervivencia.
Una vez que logran asegurar el alimento, el camino de regreso al nido se convierte en un espectáculo fascinante. Las hormigas se colocan sobre los cadáveres de sus presas y se deslizan por las dunas de arena, utilizando estos cuerpos como tablas de surf. Sus largas patas, más largas que las de otras hormigas comunes, les permiten mantenerse alejadas de la arena caliente, funcionando como zancos naturales que evitan las quemaduras.
En este entorno tan desafiante, la hormiga plateada no solo sobrevive, sino que se mueve con gracia. Lo hace en un momento que muchos considerarían hostil, transformando el desierto en su campo de caza, convirtiendo cada desafío en una danza de resistencia y supervivencia.

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