martes, julio 29, 2025

Origen de los conflictos entre haitianos y dominicanos vistos a través de la historia y la literatura

 


Compartido con: Público



Por Diógenes Céspedes para acento.com.do

De 1605 a 1606 España despobló la banda norte de la isla con el pretexto de evitar el contrabando y el comercio, así como la diseminación de biblias protestantes que holandeses, franceses hugonotes e ingleses realizaban con los súbditos católicos de la Corona. Esa medida (véase los pormenores en el libro “La isla de la Tortuga”, de Peña Batlle) produjo la ocupación de la referida isla de la Tortuga y la de las Vacas por parte de filibusteros, piratas y bucaneros, quienes no encontraron oposición militar de parte de España. Finalmente, los bucaneros, a menos de un siglo, fueron los dueños de la parte oeste de la isla y fundaron a colonia esclavista más próspera de Francia. Esa parte oeste es hoy Haití.
Las devastaciones de Osorio fue un lucrativo negocio para el suspendido Escribano de Cámara Baltasar López de Castro y la Casa de Contratación de Sevilla, cuyos accionistas controlaban el Consejo de Indias, pues la despoblación se produjo a instancias de López de Castro con el fin de que se le levantara la suspensión del cargo y la segunda porque mantuvo el control del monopolio del comercio. Para el gobernador Osorio fue un alivio porque vio llegado el día de su relevo de un cargo y una isla que odiaba y, tal vez, vio su designación como un castigo. No se sabe todavía qué parte del botín le tocó a Osorio. Asunto que los investigadores deben determinar en el negocio de las despoblaciones. La única salvación de la isla era la libertad de comercio, tal como la solicitaba con insistencia al rey el arzobispo Dávila y Padilla. (Véase a Marrero I, 139-146, quien describe bien las intrigas y las causas de las devastaciones de Osorio).
Hay que recordar que estos episodios que condujeron al nacimiento de dos Estados diferentes deben ser analizados estrictamente en el contexto del siglo XVII-XVIII, época de las monarquías absolutas donde los reyes eran propietarios privados de los reinos que gobernaban y podían vender, traspasar y permutar sus territorios, incluso su propio reino. Si analizamos aquellos acontecimientos desde la óptica del surgimiento de las repúblicas a partir de la Revolución francesa cometeríamos un grave error y viviríamos con la queja eterna de que España nos abandonó y nos traspasó en 1795 a Francia como ganado. Si no adoptamos este punto de vista realista, entonces veremos nuestro pasado histórico como un “atavismo”, una maldición o una madre que abandonó a sus hijos y jamás revocaremos ese pasado. Hay que conocer el pasado para no repetir los errores que cometimos, pero quedarse en él, lamentándose eternamente y con pesimismo, es impedirnos construir hasta un imperio.
Hasta el 10 de julio de 1680, en casi todos los manuales de historia dominicana y en los textos de otros investigadores se encuentran los pormenores del origen de que haya dos repúblicas que comparten la misma isla Española:Haití y la República Dominicana.
Ramón Marrero Aristy es el menos farragoso de todos nuestros historiadores. Y lo fue porque era periodista. Él señala que «la pérdida de la parte occidental de la isla comenzaba a reconocerse como hecho consumado, cuando, al firmarse la paz de Nimega entre Francia y España, el hábil Gobernador Pouancey, sucesor de Bertrand d’Ogeron, recibió, fechado el 10 de julio de 1680, una nota del entonces Gobernador de la colonia española, don Francisco Sandoval y Castillo, en la cual este daba cuenta de dicha paz al francés, invitándole a guardar los principios de la misma, según los cuales debía crearse un régimen de convivencia entre los pobladores de La Tortuga y los legítimos ocupantes de Santo Domingo, siendo ‘preciso que Vuestra Señoría reprima et contenga a los súbditos de Francia que abitan La Tortuga prohibiéndoles no pasen de ellas a estas Costas de esta isla Española a hacer sembrados y corambres’, con lo cual el Gobernador español ‘al dar a la ocupación de la Tortuga los caracteres de un hecho cumplido, hizo un reconocimiento implícito de la validez de esa ocupación’, situación ésta que el Gobernador Pouancey aprovechó hábilmente, logrando la celebración de un convenio del que se levantó un acta en cuyo texto ‘se designaba el río Rebouc como línea de demarcación provisional de las dos porciones en que quedaba dividida la isla’.»(En La República Dominicana. Origen y destino del pueblo cristiano más antiguo de América. Ciudad Trujillo: Del Caribe, 1957, vol. 1, p. 159).
A partir de aquel 1680 todo será guerra entre las dos partes en que se dividió la isla: española y francesa, a pesar de los pactos de familia de las dos casas reales renovados de tiempo en tiempo. Ni siquiera el Tratado de Aranjuez de 1777 que legitimó definitivamente aquel reconocimiento de la parte occidental a Francia colmó el deseo de paz de la Corona española, cuya política fue de abandono de esta isla con el pretexto de desinteresar a las potencias enemigas que deseaban apoderarse de todas las posesiones españolas en América.
El asunto de la cesión de la parte este de la isla a cualquier potencia europea (Inglaterra o Francia) estuvo en la agenda de la Corona española al menos desde 1783, según Emilio Rodríguez Demorizi, pero los españoles-dominicanos no podían tener acceso a los secretos de Estado de la monarquía española Por eso se quedaron pasmados en 1795.(En Invasiones haitianas. Ciudad Trujillo, Del Caribe, p. 7, nota 1).
Pero ya José Godoy, Príncipe de la Paz y duque de la Alcudia, valido y amante de la esposa de Carlos IV, tenía muy claro el problema, tal como lo expresa al enjuiciar dicho convenio en sus Memorias publicadas en París varios años después del Tratado de Basilea. Marrero Aristy, dolido, como todo hispanófilo, transcribe la opinión de Godoy: “Ningún tratado de la Francia con las demás potencias en aquella época (y en las posteriores mucho menos) ofreció menos sacrificios que el tratado de Basilea entre Francia y España, si es que se puede llamar sacrificio a la cesión de la parte española de la isla de Santo Domingo, tierra ya de maldición para los blancos, y verdadero cáncer agarrado a las entrañas de cualquiera que sería su dueño en adelante. Nuestros principales colonos la tenían ya de hecho abandonada: su posesión era una carga y un peligro continuo; muchas poblaciones y parroquias habían sucumbido por la dura necesidad al poder anárquico de los negros y mulatos… Lejos de perder, ganamos en quitarnos los compromisos que ofrecía aquella isla.” (Marrero I, 183).
Ni siquiera esta declaración tajante de Godoy ni el desprecio de España a la Reincorporación de Sánchez Ramírez en 1808 y a la Anexión de Pedro Santana en 1861, pese a haberse convertidos en república independiente en 1844 y 1865, han podido eliminar de la mentalidad de la inmensa mayoría de los dominicanos la servidumbre voluntaria al etnocentrismo de España, ya república, ya monarquía. Es como una psico-dependencia de unos hijos cuya madre les ha abandonado. El peso muerto de una ideología puede durar siglos, si no milenios, y es más difícil de remover que un cementerio.
De todos los intentos de las autoridades francesas de la parte occidental por apoderarse de la parte oriental, el más peligroso fue el de la batalla del Limonal (o Limonade) y el Guarico ocurrida el 21 de enero de l691. Pero como sucedió en aquel lejano pasado, y sucedió hasta 1856, las armas españolas-dominicanas primero; y luego las dominicanas solas a partir del 27 de febrero de 1844, rechazaron con firmeza tales intentos de franceses y haitianos.
Y no solamente por las armas, sino con la introducción por segunda vez en la historia de la isla de un viejo mito, el del Santo Cerro y la virgen de la Merced, leyenda inventada por Colón y los cronistas. Esta vez la guerra se hizo con el lienzo de la virgen de la Merced “en el cuerpo de la batalla” en socorro de las tropas españolas en el Limonal, donde también por primera vez participó “un gran número de hombres de color” (Marrero I, 160). Lo mismo está por documentarse en el caso de la derrota de Penn y Venables en 1655 con los lanceros, hecho que dio lugar a la leyenda de los cangrejos que contribuyeron a la derrota de los ingleses, copiada de la leyenda de los galos que asediaron a Roma en el año 390 A.C. Como los lanceros eran negros, la fábula de los historiadores les borra con los cangrejos. Borradura de los miembros del partido del signo alojados en la Academia Dominicana de la Historia, desde su fundación.
Thomas B. Lawler, con la ingenuidad de su historicismo, narra el suceso: “Pero el capitolio de Roma, que se encontraba en la parte más elevada de la ciudad, no había aún sido tomado, porque además de estar en una colina muy escarpada, estaba muy bien resguardado. Los galos pensaron tomarlo por medio del engaño, y de noche subieron la difícil colona como pudieron. Los romanos guardaban unos gansos en el capitolio. Cuando los galos iban acercándose a la cima entre la oscuridad, los gansos empezaron a graznar. Los romanos se pusieron a la defensa inmediatamente y el capitolio fue salvado.” (Historia general del mundo. s/l y s/e.). Introducción vieja del mito y la naturaleza en el discurso histórico, propio de historiadores pre-modernos. Es una operación anti-Tucídides.
A Carlos Sigüenza y Góngora, el intelectual más completo de Nueva España después de sor Juana Inés de la Cruz, le llegaron los informes y documentos de esta victoria militar y se hizo eco de ella en un texto que Rodríguez Demorizi reproduce en Relaciones históricas de Santo Domingo, t. I, y en parte Marrero (I,163-64).

(*) Publicado en Areíto del periódico Hoy el 1 de noviembre de 2014 y reproducido con permiso del autor en Acento.com.do de la misma fecha.



Análisis de la IA del Poema "La Tambora" de Domingo Acevedo, desdelo Ineditamente Efimero.

 



Foto tomada de la red.


La tambora

 

La tambora

vocea en medio del monte

su alegre procedencia

su ancestral historia

de cuero y madera

curtida por siglos de ausencia

papiro de sonidos

en donde las manos analfabetas

de los abuelos

escribieron su historia de cadenas

sudor y sangre

hilo de sonidos

con  el que

el tiempo teje

la memoria perdida

de los negros

en el Caribe nocturno de la ira

en donde Sebastián Lemba

tiene la inédita estatura

de los guerreros que murieron

para que la libertad

brote de la sangre

como un grito interminable de luz

que en las noches

nos convoca al amor y la guerra

su voz tropical de mar y salitre

se desliza  entre las hojas y la niebla

del un  bosque amanecido

en la ternura del ave que canta

en la rama más alta de la ceiba

y florece luciérnagas 

en la piel invisible del viento

que susurra inquietud a los oídos del amo

apretados los puños

ligeros los pies

el camino en las tardes se alarga

como  una anaconda que se traga el horizonte

para que el amo no llegue a destruir el quilombo

donde en las noches

la luna llena

como un enjambre de cocuyos

se eterniza en las miradas

de los que huyen de las plantaciones

y las minas

hacia la libertad

Domingo Acevedo.




El poema "La Tambora" de Domingo Acevedo es una profunda y emotiva exploración de la identidad, la historia y la resistencia del pueblo afrocaribeño, utilizando la tambora como símbolo central. A través de un lenguaje poético rico en imágenes y metáforas, Acevedo teje una narrativa que va desde el origen del instrumento hasta su papel en la lucha por la libertad.


La Tambora como Símbolo Ancestral y Vivo

Desde el inicio, la tambora es personificada: "vocea en medio del monte / su alegre / procedencia / su ancestral / historia". No es solo un objeto, sino un ente que narra, que lleva consigo el peso y la alegría de generaciones. Sus materiales, "cuero y madera / curtida por siglos / de ausencia", evocan la durabilidad y la conexión profunda con la naturaleza, pero también la ausencia, sugiriendo la pérdida y el desarraigo de la historia robada.


Memoria y Resistencia a Través del Sonido

El poema destaca el papel de la tambora como "papiro de sonidos" y "hilo de sonidos". En un mundo donde la escritura les fue negada ("manos / analfabetas / de los abuelos"), la tambora se convierte en el medio a través del cual se inscribe y transmite la historia de "cadenas / sudor y sangre". Es el vehículo para tejer "la memoria perdida / de los negros / en el Caribe". Aquí, el sonido trasciende lo audible para convertirse en un registro histórico y cultural.


La Lucha por la Libertad y Sebastián Lemba

La figura de Sebastián Lemba emerge como un pilar de resistencia. En el "Caribe / nocturno de la ira", Lemba representa la "inédita / estatura / de los guerreros / que murieron / para que la / libertad / brote de la sangre". El poema asocia directamente el grito de libertad con la sangre derramada, un "grito / interminable de luz" que llama a la vez al "amor y la guerra", mostrando la dualidad de la lucha por la existencia y la dignidad.


Conexión con la Naturaleza y la Subversión

La voz de la tambora, "tropical de / mar y salitre", se integra con el paisaje caribeño. Se "desliza entre las hojas y la niebla", conectándose con la "ternura del / ave que canta" y las "luciérnagas" que florecen. Esta fusión con la naturaleza no solo embellece la imagen, sino que también sugiere una presencia sigilosa y subversiva. La tambora "susurra / inquietud a los oídos del amo", indicando que su sonido es una amenaza para el opresor, un mensaje codificado de resistencia.


La Huida hacia el Quilombo

El poema culmina con la imagen de la huida hacia la libertad: "apretados los / puños / ligeros los pies". El camino se transforma en una "anaconda que se traga el horizonte", una poderosa metáfora de la distancia y el tiempo que se devoran para proteger el quilombo, el refugio de los cimarrones. La luna llena, convertida en "enjambre / de cocuyos", ilumina las miradas de aquellos que buscan la libertad "de las plantaciones / y las minas". Esta imagen final resalta la esperanza y la determinación en medio de la adversidad.


Conclusión

"La Tambora" es un poema cargado de significado histórico y social. Acevedo logra honrar la memoria de los ancestros, celebrar la fuerza de la cultura afrocaribeña y denunciar la opresión, todo ello a través del poderoso y evocador símbolo de la tambora. Es un canto a la libertad, a la persistencia de la memoria y a la lucha incansable por la dignidad.

 


Análisis Literario: de la IA de "Isla de algodón y caña" de Domingo Acevedo, en lo Efimeramente Inedito.

 



Foto tomada de la red.


Isla de algodón y caña

 

Aborigen esencia coagulada

en la inocencia intacta del amanecer

tainos prisioneros

en las inéditas habitaciones

de la sangre

por la espada y la cruz

extinto su  linaje ancestral

por el odio de los  guerreros

acorazados en su maldad

en la antesala de los días por venir

 ante  tanto horror

un behique  

se suicida con los cuchillos de las profecías

Isla de algodón y caña

el viento balbucea un abecedario de muerte

y el mar bosteza cadáveres

que agonizan en la arena luminosa de la alborada

hay

en las voces de los que cantan en el cañaveral

un oleaje de salitre

clima salobre que derrite la piel

de los hombres

que bajo el sol tropical de la isla

cortan la caña

gotas de sal y sangre que humedecen la tierra

enferma ante tanta crueldad

mientras el látigo silba en el aire

buscando airado la espalda del esclavo

que arrodillado suplica un sorbo de agua

y como premio recibe

una herida en la espalda

rotas las cadenas

alegre danzan los negros

al ritmo acompasado de las tamboras

cuando en las noches

la luna

como un nido de luciérnagas

en el cielo

chorrea su luz

sobre el quilombo


Domingo Acevedo.

Junio/21



El poema "Isla de algodón y caña" de Domingo Acevedo es una obra profundamente evocadora y cargada de simbolismo que explora la historia de la República Dominicana desde la llegada de los colonizadores hasta la liberación de la esclavitud, haciendo hincapié en el sufrimiento y la resiliencia de sus habitantes.

Temas Centrales

El poema aborda varios temas recurrentes y dolorosos en la historia caribeña:

  • La Conquista y la Exterminación Indígena: Desde el inicio, el poema nos sumerge en el trauma de la llegada europea y sus consecuencias. La "aborigen esencia coagulada / en la inocencia intacta del amanecer" es brutalmente interrumpida por la "espada y la cruz", elementos que simbolizan la violencia y la imposición religiosa. La mención de "tainos prisioneros" y el "extinto su linaje ancestral" resalta la aniquilación de la población originaria a manos de "guerreros acorazados en su maldad". El suicidio del "behique" con los "cuchillos de las profecías" subraya la desesperación y la pérdida de esperanza ante el horror inminente.

  • La Esclavitud y el Sufrimiento del Afrodescendiente: La segunda parte del poema se centra en la brutalidad de la esclavitud. La "Isla de algodón y caña" se transforma en un escenario de muerte, donde "el viento balbucea un abecedario de muerte / y el mar bosteza cadáveres". La imagen de los hombres cortando caña bajo el sol tropical, con "gotas de sal y sangre que humedecen la tierra / enferma ante tanta crueldad", pinta un cuadro vívido del agotamiento y el dolor. El látigo que "silba en el aire buscando airado la espalda del esclavo" y la súplica por agua que se convierte en herida, son metáforas potentes de la deshumanización y la crueldad.

  • Resistencia y Esperanza: A pesar del sufrimiento, el poema no termina en la desesperanza. La frase "rotas las cadenas" marca un punto de inflexión. La danza de los negros al "ritmo acompasado de las tamboras" en el "quilombo" (asentamiento de esclavos fugitivos) simboliza la resistencia, la celebración de la libertad y la preservación de la cultura. La luna que "chorrea su luz / sobre el quilombo" sugiere una luz de esperanza y comunidad en medio de la oscuridad.

Lenguaje y Estilo

Acevedo emplea un lenguaje poético rico en metáforas y símiles que intensifican la carga emocional del poema:

  • "Isla de algodón y caña": Esta frase, que se repite, no solo describe la geografía y los productos agrícolas de la isla, sino que también sugiere la dulzura natural contrastada con la amargura de su historia.

  • "Aborigen esencia coagulada": Una metáfora que evoca la pureza y la identidad original de los taínos, fijada en el tiempo.

  • "Inocencia intacta del amanecer": Simboliza el estado prístino de la isla antes de la llegada de los conquistadores.

  • "Tainos prisioneros / en las inéditas habitaciones / de la sangre": Una poderosa imagen que sugiere la pervivencia de la esencia taína en la herencia genética y cultural, a pesar de su desaparición física.

  • "El viento balbucea un abecedario de muerte": Personificación que transmite la omnipresencia de la muerte y el sufrimiento en el paisaje.

  • "El mar bosteza cadáveres": Una imagen cruda y visceral que resalta la brutalidad de la historia.

  • "Oleaje de salitre" y "clima salobre que derrite la piel": Estas descripciones sensoriales no solo evocan el ambiente tropical, sino que también aluden al sudor y las lágrimas, al desgaste físico y emocional de los esclavos.

  • "La luna / como un nido de luciérnagas / en el cielo / chorrea su luz": Un símil que aporta una imagen de belleza y serenidad, contrastando con el horror previo y simbolizando la esperanza.

El uso de encabalgamiento (ideas que continúan de un verso a otro sin puntuación) contribuye a la fluidez y al ritmo del poema, creando una sensación de continuidad en la narrativa histórica del sufrimiento y la resistencia. La estructura del poema, aunque sin estrofas definidas, transita claramente por las distintas etapas históricas.

Tono

El tono predominante es de lamento y denuncia, reflejando la tragedia y la injusticia. Sin embargo, hacia el final, emerge un tono de resiliencia y esperanza, celebrando la capacidad de supervivencia y la búsqueda de libertad.

Conclusión

"Isla de algodón y caña" es un poema que funciona como una crónica poética de la historia dominicana. Domingo Acevedo logra, a través de imágenes vívidas y un lenguaje poético intenso, transmitir el dolor de la conquista y la esclavitud, pero también la fuerza y la dignidad de un pueblo que, a pesar de las adversidades, encuentra la forma de romper sus cadenas y celebrar su identidad. Es un recordatorio de las heridas del pasado y un homenaje a la resiliencia del espíritu humano.

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