El poema de Domingo Acevedo, "Ese hombre analfabeto y simple", es un retrato poético profundamente emotivo y lleno de contrastes de su padre. A través de una serie de imágenes y metáforas, el autor va desmantelando la idea inicial de un "hombre simple" para revelarnos una figura mucho más compleja, mística y heroica.
La deconstrucción de la simplicidad
El poema comienza con una aparente contradicción. El padre es descrito como "analfabeto y simple", pero a medida que avanza el texto, se nos presenta como alguien con una sabiduría profunda y conectada con la naturaleza. No sabe leer libros, pero "descifró la nomenclatura silvestre del bosque". Su conocimiento no proviene de la educación formal, sino de la experiencia, de la tierra y del mundo natural.
Un ser mitológico y elemental
El padre es elevado a la categoría de ser mítico y elemental. Se le atribuyen cualidades de la naturaleza y de la mitología local y universal:
"hijo de la noche y el rocío": Esta frase lo conecta directamente con los elementos y con la creación, dándole un origen casi divino.
"enamorado eterno de la luna": Simboliza su conexión con los ciclos de la naturaleza, la melancolía y el romanticismo.
"jinete invisible" y "cazador de quimeras": Estas metáforas lo muestran como un ser de acción y de sueños, alguien que persigue lo imposible, lo que solo existe en la imaginación.
"guardián de los charcos sagrados": Lo posiciona como un protector de lugares puros y esenciales, de la vida que brota de la tierra.
"cimarrón herido por el tiempo": Esta es una imagen poderosa que evoca la resistencia, la libertad y la lucha. El cimarrón, en el contexto del Caribe, es un esclavo fugitivo, lo que sugiere una herencia de lucha y supervivencia. El hecho de estar "herido por el tiempo" añade un toque de vulnerabilidad y la huella inevitable del paso de los años.
"Fantasma que sobrevive al olvido en los brazos de una ciguapa": La ciguapa es una figura del folclore dominicano, un ser mítico y enigmático. Esto refuerza la idea de que el padre no es un ser ordinario; su existencia se mezcla con la leyenda, con la memoria colectiva que perdura a pesar del olvido.
La huella de un viajero incansable
Las últimas líneas lo describen como un "transeúnte solitario" que deja "huellas de mar y salitre" en el asfalto. Esta imagen es un hermoso contraste entre lo rural y lo urbano, lo natural y lo artificial. El padre, a pesar de su conexión con el bosque y el campo, ha transitado la ciudad, pero sus orígenes lo acompañan, dejando una marca de la naturaleza en un entorno ajeno.
Finalmente, la imagen del "centauro que se pierde más allá del paisaje horizontal de la imaginación" lo consagra como un ser de fantasía y acción, mitad hombre, mitad naturaleza. Su vida es una "batalla" constante contra sus propios "sueños", lo que nos habla de la lucha interna y la perseverancia de un hombre que se enfrenta a la vida con sus propias reglas, más allá de lo que se espera de un ser "analfabeto y simple".
En resumen, el poema de Domingo Acevedo es un canto de amor y admiración hacia un padre. Un hombre que, a los ojos del mundo, podría parecer insignificante, pero que para su hijo es un ser épico, un héroe mítico y un guardián de un conocimiento ancestral y profundo. La belleza del poema radica en cómo el autor utiliza la poesía para darle a su padre la grandeza que el mundo nunca le reconoció.