Un país mental. 100 poemas chinos contemporáneos reúne 108 poemas de 19 poetas chinos contemporáneos, entendiendo por contemporáneos a los autores nacidos al menos una década después de la fundación de la República China y cuya producción está marcada, en relación a la milenaria tradición anterior, por nuevas maneras de expresar lo poético. Si bien el tema del budismo continúa apareciendo, se manifiestan en su mirada nuevas referencias, como el hermetismo, el absurdo, un marcado surrealismo, los modos coloquiales o las tradiciones extranjeras.
La poesía china de hoy
/ por Gabriel García-Noblejas Sánchez-Cendal /
Las traducciones de la poesía china contemporánea van aumentando en cantidad y calidad a medida que avanzamos por el siglo. En 1962 del siglo pasado, apareció la Segunda antología de la poesía china en Alianza Editorial, excelente antología de Marcela de Juan que se reedita constantemente y que, aunque abarca toda la historia de la poesía china, no deja de seguir ofreciéndonos un puñado de poemas de mediados del siglo pasado firmados por el propio Mao Zedong.
Hace no mucho, apareció en España La niebla de nuestra edad. 10 poetas chinos contemporáneos (Revista Ficciones, 2007), una excelente separata preparada por Javier Martín Ríos y Fan Ye donde encontramos, muy bien representados, a diez poetas del período post-maoísta, es decir, poetas que han publicado entre los años ochenta y la actualidad. Al susodicho Javier Martín Ríos debemos igualmente una antología excelente de uno de los poetas mayores de la poesía de los noventa en China, Gu Cheng, antología que se editó y comercializa solamente en la República Popular de China en edición bilingüe (Poemas oscuros: Antología de Gu Cheng, 2014). Y no han faltado las publicaciones de algunas buenas selecciones, pero breves, dedicadas a dos autores principales de la poesía joven del período que nos ocupa, del período «aperturista»: dos poemas de Bei Dao que tradujera Manel Ollé al catalán (Renditions, 2014) y los de Haizi y de Gu Cheng que publicara Revista de Occidente en 2009 («Dos poetas chinos contemporáneos»).
De todas ellas, la publicación más completa y mejor es sin duda la que hoy presentamos, pues es la que abarca la mayor cantidad de poetas, la que presenta una más extensa variedad de poemas y la que explica quizá más profundamente, en un prólogo inmejorable, la variedad y evolución de la poesía china desde los años 80 hasta el presente. El excelente trabajo de M. A. Petrecca cubre así un vacío que el lector abarcará mejor si lee también la antología de Gu Cheng preparada por Javier Martín Ríos antes citada, pues faltan en el trabajo de Petrecca los poemas de dicho gran autor chino.
Un país mental no sólo destaca por abarcar muchos años de poesía china reciente (desde los 80 hasta hoy), sino también por ofrecernos un prólogo breve pero profundo en el que el autor va tejiendo esa red de redes que es la historia de un momento cultural determinado, red hecha con hilos de política y cultura, de cultura y mercantilismo, de mercantilismo y revistas literarias fuera del mercado; en el que se menciona y explica la importancia de las revistas que impulsaron todos los movimientos poéticos chinos que llegan hasta hoy, como son Jintian/Today y Ellos/Tamen. De ellas partieron los diversos grupos poéticos que se desarrollaron o murieron, que engendraron nuevos grupos y tendencias o no. Así es como llegan a nuestras manos poemas de la generación de los «Poetas oscuros» o «Poesía de la niebla», de la generación posterior (los «Poetas coloquiales») y del grupo más reciente que conforman los poetas de «Poesía de cintura para abajo».
China se abrió al mundo tras la muerte de Mao y el ascenso al poder de Deng Xiaoping (1978 en adelante). La poesía de aquellos tiempos de apertura ideológica general en China (años 80 y 90) fue la piedra angular de la literatura de entonces. Dicho de otro modo: la poesía fue mucho más importante que la novela, el relato o incluso el ensayo, a pesar de que fueron tiempos de intenso debate sobre el pasado y el presente cultural de China. Fue, pues, la poesía, el discurso que tuvo mayor acogida por parte de las élites intelectuales (entonces, una minoría ilustrada en un país aún agrario), el discurso que de algún modo conjuntaba mejor y expresaba con más fuerza la voz de los jóvenes artistas y los intelectuales (es decir, universitarios), la voz de los jóvenes de mentalidad más abierta al cambio en general. Era una poesía, por lo demás, hermosa, loca y rimbaudiana, pues aspiraba a cambiar el mundo con el canto.
La poesía ―sobre todo de los 80 y 90― contó con dos aliadas en aquella revolución de las artes: la nueva pintura china, que era igual de libre y contestararia que la poesía, y, sobre todo, con el rock. Las tres fueron, sin duda, las tres palas de la hélice que impulsó la renovación cultural de la China que nos ha llegado hasta hoy.
Yin Lichuan (1973)
El viejo Zhang, trabajador jubilado
Cuando abre los ojos, en el cielorraso
hay un clavo. Lo mira durante diez minutos.
Apenas abre los ojos, ve ese clavo, en el cielorraso:
así durante diez años.
Hace diez años ese clavo estaba en el cielorraso,
no en su ojo.
Entonces, apenas abría los ojos iba a trabajar, ―no, antes al baño.
Ahora no va a trabajar, no tiene apuro para ir al baño, por eso se despierta
y sólo mira el clavo. El clavo cae y entra en su ojo izquierdo.
Perdió el ojo izquierdo, ya no ve el clavo. El ojo derecho está bien
pero tampoco ve el clavo. Porque en el cielorraso ya no está el clavo.
En el cielorraso hay un agujero, igual que en su ojo izquierdo
hay un agujero. Así que el agujero en el cielorraso
lo ve con el ojo derecho. Va a pasar un largo rato mirando ese agujero
hasta que suene el despertador, y el día empiece a clarear.
He Xiaozhu (1963)
El último día de julio
—
Viento
Al cruzar la puerta es todo viento,
viento que tironea debajo de tu ropa.
Es tu primera vez en una ciudad de la meseta.
Sientes el viento que tira de tus pies
y tienes miedo que detrás de la ciudad haya un abismo.
Las ciudades de la meseta
como granos de arena sobre un papel
tiemblan en el viento
—
Ríos
En las montañas de mi pueblo hay muchos ríos:
corren entre barrancos profundísimos
y muy pocas veces el ven el cielo
En esos ríos no hay velas de altamar
ni canto de marineros que atraiga a las gaviotas:
Hay que pasar cien montañas mil cordilleras
para llegar a escuchar su rumor
Hay que cortar un gran árbol y hacer una balsa
para atreverse a navegar en esas aguas
Ahí hay lugares que nunca nadie conocerá:
la libertad sólo pertenece a las águilas
Los ríos se desbordan en época de lluvia,
el viento de la meseta arrastra piedras gigantescas
y la arcilla tiñe el agua de rojo
como si brotara sangre de la montaña
Sólo en medio de la quietud puede verse
cómo las venas de la meseta se hinchan
Los hombres que viven en sus orillas
probablemente nunca lleguen a conocerse
pero si vas a cualquier lugar de mi provincia
puedes escucharlos hablar de estos ríos
como si hablaran de sus dioses.
Han Dong (1980)
Solsticio de invierno
Alguien quema fajos de papel en la calle:
es solsticio de invierno otra vez
Las llamas iluminan los árboles de las veredas
los vivos se transforman en sombras
para acercarse a los muertos
Al costado de la calle, al pie de un muro,
en el patio donde vivieron los seres queridos
la pérdida y la culpa nos dejan presentir otro mundo
tan oscuro como este mundo
tan flexible y cálido como las llamas
El Cuaderno.