sábado, diciembre 07, 2024

10 poemas esenciales de Alfonsina Storni y sus enseñanzas

 


Catalina Arancibia Durán
Catalina Arancibia Durán
Máster en Literatura Española e Hispanoamericana
Tiempo de lectura:13 min.

Alfonsina Storni (1892 - 1938) fue una destacada poeta argentina que sobresalió con una obra en la que indagó en el imaginario femenino y pasó a llevar todas las normas establecidas en el periodo, siendo independiente, madre soltera y autosuficiente.

Aunque comenzó siendo una profesora rural, logró abrirse camino en Buenos Aires y formar parte de los círculos intelectuales, así como ser conocida por el gran público. Su poesía se caracterizó por la simpleza y realidad que transmitía, haciendo alusión a la situación de cualquier latinoamericana de aquellos años.

Su figura se ha convertido en un importante símbolo, ya que desde la escritura cuestionó el lugar que ocupaba la mujer, tanto en su trabajo periodístico como en su creación poética.

1. Tú me quieres blanca

Tú me quieres alba,
me quieres de espumas,
me quieres de nácar.
Que sea azucena
sobre todas, casta.
De perfume tenue.
corola cerrada.

Ni un rayo de luna
filtrado me haya.
Ni una margarita
se diga mi hermana.
Tú me quieres nívea,
tú me quieres blanca,
tú me quieres alba.

Tú que hubiste todas
las copas a mano,
de frutos y mieles
los labios morados.
Tú que en el banquete
cubierto de pámpanos
dejaste las carnes
festejando a Baco.Tú que en los jardines
negros del Engaño
vestido de rojo
corriste al Estrago.

Tú que el esqueleto
conservas intacto
no sé todavía
por cuáles milagros,
me pretendes blanca
(Dios te lo perdone),
me pretendes casta
(Dios te lo perdone),
¡Me pretendes alba!

Huye hacia los bosques,
vete a la montaña;
límpiate la boca;
vive en las cabañas;
toca con las manos
la tierra mojada;
alimenta el cuerpo
con raíz amarga;
bebe de las rocas;
duerme sobre escarcha;
renueva tejidos
con salitre y agua.

Habla con los pájaros
y lévate al alba.
Y cuando las carnes
te sean tornadas,
y cuando hayas puesto
en ellas el alma
que por las alcobas
se quedó enredada,
entonces, buen hombre,
preténdeme blanca,
preténdeme nívea,
preténdeme casta.

Sin duda, este es el poema más recordado de la poeta. En él, hace alusión a la pretensión social de que el hombre puede vivir su vida como le parezca, mientras la mujer debe cumplir con ciertas exigencias para ser bien considerada.

Entonces, decide apelar al lector masculino, expresando que sólo puede exigirse aquello que se respeta en su propia persona. Si él desea una mujer virginal y pura, debe entregar de vuelta lo mismo.

2. Hombre pequeñito

Hombre pequeñito, hombre pequeñito,
Suelta a tu canario que quiere volar...
Yo soy el canario, hombre pequeñito,
Déjame saltar.

Estuve en tu jaula, hombre pequeñito,
Hombre pequeñito que jaula me das.
Digo pequeñito porque no me entiendes,
Ni me entenderás.

Tampoco te entiendo, pero mientras tanto
Ábreme la jaula que quiero escapar;
Hombre pequeñito, te amé media hora,
No me pidas más.

"Hombre pequeñito" es uno de los poemas más famosos de la escritora. En él, se refiere de forma irónica a todos aquellos hombres que desean mantener a las mujeres en un lugar restringido. Este "pequeñito" no logra comprender que su amada es más que sólo una compañía que le puede otorgar placer, es un ser libre que desea poder explotar sus capacidades.

3. La loba

Yo soy como la loba.
Quebré con el rebaño
Y me fui a la montaña
Fatigada del llano.

Yo tengo un hijo fruto del amor, de amor sin ley,
Que no pude ser como las otras, casta de buey
Con yugo al cuello; ¡libre se eleve mi cabeza!
Yo quiero con mis manos apartar la maleza.

Mirad cómo se ríen y cómo me señalan
Porque lo digo así: (Las ovejitas balan
Porque ven que una loba ha entrado en el corral
Y saben que las lobas vienen del matorral).

¡Pobrecitas y mansas ovejas del rebaño!
No temáis a la loba, ella no os hará daño.
Pero tampoco riáis, que sus dientes son finos
¡Y en el bosque aprendieron sus manejos felinos!

No os robará la loba al pastor, no os inquietéis;
Yo sé que alguien lo dijo y vosotras lo creéis
Pero sin fundamento, que no sabe robar
Esa loba; ¡sus dientes son armas de matar!

Ha entrado en el corral porque sí, porque gusta
De ver cómo al llegar el rebaño se asusta,
Y cómo disimula con risas su temor
Bosquejando en el gesto un extraño escozor...

Id si acaso podéis frente a frente a la loba
Y robadle el cachorro; no vayáis en la boba
Conjunción de un rebaño ni llevéis un pastor...
¡Id solas! ¡Fuerza a fuerza oponed el valor!

Ovejitas, mostradme los dientes. ¡Qué pequeños!
No podréis, pobrecitas, caminar sin los dueños
Por la montaña abrupta, que si el tigre os acecha
No sabréis defenderos, moriréis en la brecha.

Yo soy como la loba. Ando sola y me río
Del rebaño. El sustento me lo gano y es mío
Donde quiera que sea, que yo tengo una mano
Que sabe trabajar y un cerebro que es sano.

La que pueda seguirme que se venga conmigo.
Pero yo estoy de pie, de frente al enemigo,
La vida, y no temo su arrebato fatal
Porque tengo en la mano siempre pronto un puñal.

El hijo y después yo y después... ¡lo que sea!
Aquello que me llame más pronto a la pelea.
A veces la ilusión de un capullo de amor
Que yo sé malograr antes que se haga flor.

Yo soy como la loba,
Quebré con el rebaño
Y me fui a la montaña
Fatigada del llano.

Este poema funciona como una declaración de principios de la autora. Su obra fue bastante autobiográfica y en ella volcó sus inquietudes.

Su personalidad y forma de vida significaron un escándalo para la sociedad bonaerense del periodo. De esta manera, escribió este texto en el que se define a sí misma como una loba, una mujer autónoma que decidió alejarse del rol que la sociedad esperaba de ella.

Se dirige de manera metafórica a las esposas sumisas que le temen, pues no desea ser una más en el rebaño de ovejas sometidas por el pastor (el hombre). Ella es feliz siendo libre, cuidando de su hijo y manteniéndose a sí misma, pues asegura tener todas las capacidades para ello.

4. El clamor

Alguna vez, andando por la vida,
por piedad, por amor,
como se da una fuente, sin reservas,
yo di mi corazón.

Y dije al que pasaba, sin malicia,
y quizá con fervor:
-Obedezco a la ley que nos gobierna:
He dado el corazón.

Y tan pronto lo dije, como un eco
ya se corrió la voz:
-Ved la mala mujer esa que pasa:
Ha dado el corazón.

De boca en boca, sobre los tejados,
rodaba este clamor:
-¡Echadle piedras, eh, sobre la cara;
ha dado el corazón!

Ya está sangrando, sí, la cara mía,
pero no de rubor,
que me vuelvo a los hombres y repito:
¡He dado el corazón!

En "Clamor", Alfonsina Storni hace una crítica a la visión machista en donde una mujer es rechazada por entregarse a una relación amorosa sin seguir los protocolos del periodo.

Remite a lo autobiográfico, ya que fue amante del padre de su hijo, un hombre que ya tenía una familia. Así, denuncia la condena a la que es sometida por la sociedad, sin que nadie comprenda que su único pecado fue amar.

5. Hombre

Hombre, yo quiero que mi mal comprendas,
hombre, yo quiero que me des dulzura,
hombre, yo marcho por tus mismas sendas;
hijo de madre: entiende mi locura...

En estos breves versos la autora se refiere a la incompatibilidad entre los sexos como un problema masculino, ya que lo único que desea es ser escuchada y comprendida.

A pesar de que existen muchas cosas en las que hombres y mujeres no logran entenderse, ambos recorren las "mismas sendas", es decir, buscan las mismas cosas en la vida, más allá de su género.

Hacia el final recurre a la figura de la madre, tratando de apelar al cariño de todo hijo, para que así pueda observarla no sólo como mujer, sino como un individuo tan complejo como él.

6. Dulce tortura

Polvo de oro en tus manos fue mi melancolía;
Sobre tus manos largas desparramé mi vida;
Mis dulzuras quedaron a tus manos prendidas;
Ahora soy un ánfora de perfumes vacía.

Cuánta dulce tortura quietamente sufrida,
Cuando, picada el alma de tristeza sombría,
Sabedora de engaños, me pasada los días
¡Besando las dos manos que me ajaban la vida!

El desamor fue uno de los grandes temas que trabajó Storni. En este poema, compara su relación perdida con una dulce tortura, pues a pesar de que amó profundamente, fue una relación que terminó destruyéndola y le arrebató la oportunidad de ser realmente feliz de una manera más sana.

7. Dolor

Quisiera esta tarde
Pasear por la orilla lejana del mar;

Que la arena de oro, y las aguas verdes,
Y los cielos puros me vieran pasar.

Ser alta, soberbia, perfecta, quisiera,
Como una romana, para concordar

Con las grades olas, y las rocas muertas
Y las anchas playas que ciñen el mar.

Con el paso lento, y los ojos fríos
Y la boca muda, dejarme llevar;

Ver cómo las aves rapaces se comen
Los peces pequeños y no despertar;
Pensar que pudieran las frágiles barcas
Hundirse en las aguas y no suspirar;

Ver que se adelanta, la garganta al aire,
El hombre más bello; no desear amar...

Perder la mirada, distraídamente,
Perderla, y que nunca la vuelva a encontrar;

Y, figura erguida, entre cielo y playa,
Sentirme el olvido perenne del mar.

Aquí se hace una reflexión profunda sobre el dolor mezclado con angustia y melancolía. La hablante añora la calma que podría entregarle el mar, parte importante del imaginario creativo de la escritora.

Imagina un paseo solitario y tranquilo junto al océano, en el que pueda sentirse fundida con el ambiente y así olvidar sus problemas. La energía del aire marino la convertiría en un ideal de mujer que pueda permanecer imperturbable ante cualquier obstáculo.

8. ¿Qué diría?

¿Qué diría la gente, recortada y vacía,
Si en un día fortuito, por ultrafantasía,
Me tiñera el cabello de plateado y violeta,
Usara peplo griego, cambiara la peineta
Por cintillo de flores: miosotis o jazmines,
Cantara por las calles al compás de violines,
O dijera mis versos recorriendo las plazas,
Libertado mi gusto de vulgares mordazas?

¿Irían a mirarme cubriendo las aceras?
¿Me quemarían como quemaron hechiceras?
¿Campanas tocarían para llamar a misa?

En verdad que pensarlo me da un poco de risa.

En estos versos se puede notar una visión mucho más desenfadada de la autora. Ya no sufre por el juicio público. Por el contrario, desea provocar a la gente que constantemente la critica por su manera de ser.

De manera irónica, imagina escenarios ridículos en los que se cambiaría el aspecto y recorrería las calles declamando, demostrando que la gente no necesita un motivo de fuerza para censurarla.

9. A Eros

He aquí que te cacé por el pescuezo
a la orilla del mar, mientras movías
las flechas de tu aljaba para herirme
y vi en el suelo tu floreal corona.

Como a un muñeco destripé tu vientre
y examiné sus ruedas engañosas
y muy envuelta en sus poleas de oro
hallé una trampa que decía: sexo.

Sobre la playa, ya un guiñapo triste,
te mostré al sol, buscón de tus hazañas,
ante un corro asustado de sirenas.

Iba subiendo por la cuesta albina
tu madrina de engaños, doña Luna,
y te arrojé a la boca de las olas.

Este poema forma parte del último libro que publicó y se puede notar una visión más distante hacia el amor como un ideal y un motivo de sufrimiento. La hablante hace referencia a Eros, el dios de la atracción sexual, como alguien que ya no le interesa.

Cuando intenta atraparla de nuevo, ella lo ataca de vuelta y decide destruirlo con violencia, ya que con el tiempo ha comprendido que no desea saber más sobre aquellos temas que tanto la hicieron sufrir cuando joven.

10. Calle

Un callejón abierto
entre altos paredones grises.
A cada momento
la boca oscura de las puertas,
los tubos de los zaguanes,
trampas conductoras
a las catacumbas humanas.
¿No hay un calosfrío
en los zaguanes?
¿Un poco de terror
en la blancura ascendente
de una escalera?
Paso con premura.
Todo ojo que me mira
me multiplica y dispersa.
Un bosque de piernas,
un torbellino de círculos
rodantes,
una nube de gritos y ruidos,
me separan la cabeza del tronco,
las manos de los brazos,
el corazón del pecho,
los pies del cuerpo,
la voluntad de su engarce.
Arriba;
el cielo azul
aquieta su agua transparente;
Ciudades de oro
lo navegan.

Como mujer moderna, Storni se instaló a vivir en Buenos Aires, adaptándose a un ritmo más acelerado. En su obra, decidió explorar este espacio que iba ganando cada vez más terreno. Por ello, en "Calle" podemos ver la descripción de un paseo por la ciudad, en la que el exceso de ruidos, personas y movimiento la desorienta.

Se siente observada por muchos ojos y de diversas formas, por lo que su imagen se dispersa y se convierte en un ser anónimo entre el tumulto. Así, plantea el anonimato y la uniformidad que entregan la ciudad al individuo, pues lo convierte en un elemento más de la multitud.

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