sábado, julio 05, 2025

Narcisse Pelletier, el náufrago olvidado que encontró un hogar en la selva


En 1858, Narcisse Pelletier tenía apenas 14 años cuando embarcó como grumete en el Saint-Paul, un navío francés que navegaba rumbo a Oceanía. Era un niño de mar, hijo de farero, acostumbrado a la vida dura, pero con un mundo entero por descubrir. Sin embargo, el destino cambió brutalmente su rumbo. El barco encalló frente a las costas salvajes del noreste australiano y, en medio del caos, el pánico y la desesperación, Narcisse fue abandonado por la tripulación. Lo dejaron atrás. Solo. Herido. En un lugar que no conocía.
Durante días vagó deshidratado por las playas de lo que hoy es la península del Cabo York, hasta que, al borde de la muerte, fue encontrado por un grupo de aborígenes Uutaalnganu. Lo recogieron, lo cuidaron, lo sanaron… y lo adoptaron. Narcisse vivió con ellos durante 17 años, completamente integrado a su nueva comunidad. Se convirtió en uno más: aprendió su idioma, cazaba, pescaba, y participaba en los ritos y ceremonias. Su piel se cubrió de tatuajes tradicionales y su corazón, de otro tipo de raíces. Había encontrado un hogar.
Pero todo cambió otra vez en 1875, cuando un barco británico lo descubrió en la costa y lo “rescató” por la fuerza, convencidos de que lo estaban salvando. Lo llevaron a un mundo que ya no era suyo. De vuelta en Francia, Narcisse no pudo adaptarse. Le costaba comunicarse: había olvidado casi por completo el francés. Sus costumbres, su forma de caminar, de vestirse, de mirar el mundo, eran otras. La sociedad lo observaba con curiosidad, como un extraño o un animal de feria. Lo llamaban “el salvaje blanco”, pero él nunca se sintió así.
Hasta el final de su vida, Narcisse dijo que se sentía lejos de su verdadero hogar. Mantenía distancia con el mundo que lo había abandonado siendo un niño. Nunca se casó. No tuvo hijos. Trabajó humildemente como farero, en silencio. Jamás volvió a ver a la familia aborigen que lo había salvado y amado como uno más. Nunca se lo permitieron.
Murió en 1894, en su país natal, pero su alma —como él mismo decía— nunca regresó del todo de la selva.

Tomado de facebook.



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