lunes, julio 14, 2025

Erika van Almsick

 

A principios de la década de 1960, mientras Pepe y Ñoñó, de doce o trece años, paseaban por el campo de golf del hotel Embajador, encontraron a dos niños, Úrsula y Miguel, blancos y rubios, que lloraban y vestían muy bien. Estos niños, tan diferentes a los de la zona de La Esperilla, que eran pobres y de color negro, fueron llevados al pueblo, una comunidad semirural del Distrito Nacional que hoy ya no existe como tal, ubicada entre la calle privada y el hotel Embajador, entre la avenida 27 de Febrero y la avenida de la Salud, en el Parque Mirador.

La llegada de los niños causó revuelo en el pueblo. Dejaron de llorar, pero se veían asombrados al verse rodeados de tantas personas. Todos se juntaron a contemplarlos bajo la mata de limoncillo, frente a la casa de la tía Agustina, que era el centro del poblado, donde estaba la bodega de Andes Longo, lugar de reunión de los hombres los domingos.

Al caer la tarde, una polvareda anunció la llegada de un auto a gran velocidad, algo inusual para los habitantes de La Esperilla, quienes solo conocían la motoneta de Ulises. Del auto descendió una señora rubia, como los niños, quien los abrazó con ternura y gratitud por haberlos cuidado, y se marchó tan rápido como llegó.


La Transformación de La Esperilla

Días después, la señora regresó. Supieron que se llamaba Erika van Almsick, y era la esposa del embajador de Alemania en el país. Conmovida por la pobreza de La Esperilla, en un gesto de agradecimiento, se reunió con los habitantes y se comprometió a ayudar al desarrollo de la comunidad. Su apoyo fue transformador:

  • Educación y Salud: La escuela, que solo tenía un salón y un maestro esporádico, fue ampliada con dos salones adicionales y se estableció un dispensario médico, ambos con maestros y médicos permanentes.
  • Agricultura y Ganadería: En la escuela, se implementó un conuco, una hortaliza y una granja con cerdos alemanes y gallinas ponedoras, que eran atendidos por los hombres del pueblo con ayuda de estudiantes y técnicos traídos por ella.
  • Infraestructura y Servicios: Se construyó un área con juegos infantiles y se instaló una bomba para extraer agua del subsuelo, eliminando la necesidad de ir a buscar agua cerca del hotel Embajador.
  • Vivienda y Empleo: Reconstruyó las casas en mal estado y consiguió trabajo en los Molinos Dominicanos para algunos hombres del pueblo.
  • Asistencia Social: Cada fin de semana, traía raciones de alimentos de la Alianza para el Progreso y prendas de vestir para los más necesitados. Tenía una especial distinción por Consuelo Acevedo, la abuela Mama Tita, y por Juana María, a quien llamaba "Juana Mary".

Fe y Alegría en la Comunidad

Erika Van Almsick también facilitó la llegada de las monjitas de la Nunciatura, Sor Refugio, Sor Inés y Sor Milagros, para las cuestiones religiosas, así como catequistas que prepararon a los niños para su primera comunión en el Seminario de la 27 de Febrero con Av. Lincoln (donde hoy está la UCAMAIMA), lugar donde Felipe, León, Ñoñó y otros niños sirvieron como monaguillos.

Gracias a ella, los niños conocieron la magia del cine. Y un Día de Reyes, preparó un gran acontecimiento en el inmenso patio de la tía Tatín, con Reyes Magos reales y juguetes, desbordando la alegría del pueblo.


El Legado Perdurable

El contacto con Erika Van Almsick se perdió cuando estalló la guerra en 1965. Hace unos años, a través de Pedrito, un amigo de Nigua, Domingo Acevedo logró reencontrarse con ella en el hotel donde se hospedaba. Recordaron los viejos tiempos, y aunque desde entonces no ha vuelto a saber de ella, los habitantes de La Esperilla están eternamente agradecidos.

Domingo Acevedo, quien en ese entonces era un niño de apenas tres a cinco años, guarda vívidamente todos estos recuerdos en su memoria, un testimonio de la profunda huella que Erika Van Almsick dejó en su comunidad.

El recuerdo de Erika Van Almsick perdura en la memoria de la comunidad de La Esperilla, en la República Dominicana. A principios de la década de 1960, esta distinguida mujer, esposa del embajador de Alemania en el país, transformó la vida de sus habitantes con actos de generosidad y compromiso.


Un Encuentro Fortuito y su Impacto

La historia de Erika Van Almsick en La Esperilla comenzó de manera inusual. Tras encontrar a sus dos hijos, Úrsula y Miguel, perdidos y posteriormente cuidados por los niños del pueblo, la señora Van Almsick, conmovida por la evidente pobreza de la comunidad, decidió retribuir el gesto de una forma trascendental.

Su compromiso incluyó:

  • Mejora educativa y sanitaria: Construyó dos aulas adicionales y un dispensario médico, asegurando la presencia de maestros y médicos permanentes en la comunidad.
  • Desarrollo agrícola: Estableció un conuco, una huerta y una granja con cerdos alemanes y gallinas ponedoras, gestionados con la ayuda de técnicos que ella misma trajo.
  • Infraestructura esencial: Instaló juegos infantiles y una bomba de agua subterránea, eliminando la necesidad de que los residentes caminaran largas distancias para obtener agua.
  • Apoyo económico y social: Reconstruyó viviendas, consiguió empleos en los Molinos Dominicanos para algunos hombres del pueblo y, semanalmente, donaba raciones de alimentos y ropa a los más necesitados. Tenía un afecto especial por Consuelo Acevedo, la abuela Mama Tita, y su hija Juana María.
  • Fomento de la fe y la alegría: Introdujo a monjas y catequistas que prepararon a los niños para la primera comunión, y organizó eventos memorables, como una proyección de cine y una celebración de Día de Reyes con juguetes y Reyes Magos "reales" que llenaron de ilusión a los niños.

Un Legado Inolvidable

El contacto con Erika Van Almsick se interrumpió con la guerra de 1965. Sin embargo, su impacto en La Esperilla fue inmenso y duradero, dejando una huella imborrable de progreso y esperanza. La comunidad la recuerda con eterna gratitud por su invaluable contribución al desarrollo y bienestar de sus habitantes. Su historia, transmitida de generación en generación, es un testimonio de cómo un acto de bondad puede transformar vidas enteras.

Así es. Erika Van Almsick fue la esposa del entonces embajador de la República Federal de Alemania, el doctor Helmut Van Almsick, en la República Dominicana. Él culminó su gestión diplomática en 1966.

Erika Van Almsick llegó al país por primera vez el 24 de diciembre de 1960. Durante la década de 1960, como se detalla en el conmovedor testimonio de Domingo Acevedo, ella demostró un profundo compromiso social y humanitario en La Esperilla, impactando significativamente la vida de sus habitantes a través de mejoras en educación, salud, infraestructura y asistencia social.

Años después, su labor humanitaria continuó, especialmente en la comunidad de Nigua, provincia San Cristóbal. Fue fundadora de la Fundación Domínico-alemana en 1979 y desempeñó un papel crucial en la construcción y el apoyo a la Policlínica Nuestra Señora de Las Mercedes, que atiende a numerosos pacientes diariamente.

Su incansable trabajo fue reconocido en múltiples ocasiones por el gobierno dominicano, recibiendo condecoraciones como la de Duarte, Sánchez y Mella en 1966, y la Orden Heráldica de Cristóbal Colón en el Grado de Caballero en 2012, esta última concedida por el entonces presidente Leonel Fernández.

La historia de Erika Van Almsick es un testimonio de un compromiso duradero y altruista con el pueblo dominicano, dejando un legado significativo en el ámbito de la salud y el desarrollo comunitario.

Aunque el recuerdo de su generosidad sigue muy vivo en la República Dominicana, lamentablemente Erika Van Almsick ya no se encuentra viva.

Su legado, especialmente en La Esperilla y Nigua, a través de la Fundación Domínico-alemana y la Policlínica Nuestra Señora de Las Mercedes, perdura como testimonio de su profundo compromiso con el pueblo dominicano.

Es natural preguntarse qué fue de los hijos de Erika Van Almsick, Úrsula y Miguel, quienes fueron el punto de partida de la admirable labor de su madre en La Esperilla.

Lamentablemente, no hay información pública detallada sobre la vida adulta de Úrsula y Miguel. Se sabe que ellos eran muy jóvenes cuando ocurrió el encuentro que dio origen a la ayuda de su madre en la comunidad.

Aunque no tengamos detalles específicos sobre Úrsula y Miguel, es claro que la generosidad de su madre dejó una huella profunda en muchas vidas.

 

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