sábado, julio 12, 2025

Homenaje a Gregorio Urbano Gilbert, durante la revolución de abril de 1965

 




Historia Dominicana en Gráficas


 

El 12 de julio de 1965, en plena revolución, al cumplirse 41 años de la salida en 1924 de las tropas norteamericanas que habían invadido al país en 1916, el gobierno constitucional, presidido por el coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó, y el Frente de Organizaciones Democráticas realizan una manifestación frente al Altar de la Patria.
Durante el acto, en la puerta del Conde, se le hizo un homenaje a Gregorio Urbano Gilbert, uno de los héroes de la resistencia armada a la invasión militar norteamericana de 1916.
Gilbert siempre se mantuvo firme del lado de los constitucionalistas y condenaba la agresión norteamericana.
Gilbert Suero se enfrentó a las tropas interventoras norteamericanas en 1916 y, nuevamente, en 1965. Estuvo junto al general César Sandino en Nicaragua y allí se destacó en la guerra que libraba dicho país. Por sus titánicas luchas a favor del pueblo dominicano, se ha ganado el merecido título de Héroe Nacional, otorgado por el presidente Danilo Medina, con la ley 162-19, el 25 de mayo del 2019 ( su fecha natalicia fue un 25 de mayo de 1898 en Puerto Plata).
Con la promulgación de esta ley, se designó además, el 10 de enero de cada año Día de Gregorio Urbano Gilbert y coloca su nombre al puerto de San Pedro de Macorís.
Este es reconocido como el héroe que mató en el muelle de San Pedro de Macorís al capitán CH Button, jefe de las tropas invasoras norteamericanas de 1916.
Fue de los primeros dominicanos que ofrecieron sus servicios a la Junta Nacionalista creada para protestar contra de la ocupación extranjera en el país.
Tras enterarse de la llegada de las tropas norteamericanas a San Pedro de Macorís y al percatarse que los jefes titulares de la resistencia patriótica no tenían plan de acción concreto para oponerse al desembarco, el joven de 17 años tomó la histórica determinación de oponer resistencia individual.
En el negocio donde trabajaba se hizo de un pequeño revólver calibre 32, diez cápsulas para el mismo y un cuchillo.
Armado con pistola y cuchillo se dirigió al muelle, observó a los norteamericanos que desembarcaban y escribió en un papel que luego introdujo en el bolsillo de su chaqueta: “Muero, pero muero satisfecho porque es un acto de protesta contra la invasión de mi patria por fuerzas extranjera”.
Minutos después al grito de ¡Viva la República Dominicana! Gilbert descargó su revólver sobre un grupo de oficiales que desembarcaban. En la acción fue ultimado el oficial norteamericano C. H. Burton.
Gilbert salió ileso de esta balacera que le hubiera costado la muerte. Perseguido por las tropas norteamericanas, decidió unirse a las fuerzas guerrilleras comandadas por Vicente Evangelista, participando en varios combates en contra de las tropas extranjeras.
Después que este grupo fue desarticulado, se instaló en la ciudad de Montecristi, donde trabajó en una imprenta, hasta que fue delatado por Rafael Nolasco. Detenido por los norteamericanos, fue sometido a crueles interrogatorios y encerrado en un hoyo de 25 pies de profundidad.
Luego fue trasladado a la ciudad de Santo Domingo, donde fue condenado a ser colgado vivo hasta su muerte. Pero tras las peticiones de que fuera conmutada la pena, formulada por personalidades del país, se logró que el presidente Woodrow Wilson cambiara la sentencia de muerte por la de prisión perpetua.
El 2 de Octubre de 1922 fue puesto en libertad. Abandonó luego el país y visitó varios países latinoamericanos, hasta que en 1928, se integró a las guerrillas nicaragüenses que luchaban contra las tropas norteamericanas bajo la dirección de César Augusto Sandino.
Falleció el 29 de noviembre de 1970, dejando las memorias de sus luchas y hazañas a la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD).
Foto: Gregorio Urbano Gilbert, se confunde en un abrazo con el General Fausto Caamaño, padre del Coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó y combatientes constitucionalistas.

EL 12 DE JULIO, UNA FECHA RELEGADA AL OLVIDO. Retiro de las tropas norteamericanas del país, en 1924

 




Historia Dominicana en Gráficas


Juan Daniel Balcácer
Con el fin de hacer más inteligible el discurso histórico acerca del progresivo devenir del hombre en sociedad, entre historiadores ha sido costumbre dividir el tiempo, segmentarlo en etapas temporales que, en el marco de espacios específicos, posibilitan una mejor comprensión de los acontecimientos históricos.
Así, según André BurguiËre, “Antigüedad, edad media, renacimiento, tiempos modernos, historia contemporánea, [es una] taxonomía [que] subdivide la historia en una periodización, verdadera clave de lectura, que pone de relieve los presupuestos implícitos del historiador”.
La historiografía dominicana, especialmente la destinada a la enseñanza de la Historia Patria, no escapa a esta tradición que data del siglo XIX cuando predominaba la denominada “historia positivista” cuyo principal exponente fue Leopold von Ranke. Cualquier estudioso del proceso histórico nacional puede constatar que los textos de historia patria tradicionales han sido diseñados conforme al principio de la periodización, a fin de que la narración de los acontecimientos objeto de estudio resulte inteligible para el ciudadano, de conformidad con determinados presupuestos ideológicos y metodológicos.
En el primer tomo del Compendio de la historia de Santo Domingo, de José Gabriel García, puede leerse que “la historia de Santo Domingo está naturalmente dividida en nueve épocas, subdividas en diferentes períodos”. El descubrimiento, la conquista, la colonización, las invasiones marítimas y terrestres, la dominación haitiana, la independencia, la anexión, la restauración, en fin, cada uno de los acontecimientos o procesos claves del devenir histórico del pueblo de Santo Domingo es explicado por García desde una perspectiva de periodización del proceso histórico nacional. Precisamente es a José Gabriel García, considerado el padre de la historia dominicana, a quien debemos el siguiente esquema: Primera República, que abarca desde el 27 de febrero de 1844 hasta el 18 de marzo de 1861, cuando tuvo lugar la Anexión a España, y Segunda República, que cubre el período que transcurre desde 1865 hasta 1916, cuando el Estado nación fue nueva vez suprimido a raíz de la primera ocupación militar norteamericana.
Sabemos que el 18 de marzo de 1861, a raíz de la anexión de Santo Domingo a España, la soberanía adquirida el 27 de febrero de 1844 se desvaneció y los dominicanos de la época pasaron a ser gobernados por extranjeros bajo la modalidad de Provincia Ultramarina de la antigua Madre Patria. Al cabo de dos años, sin embargo, por obra de la gran mayoría del pueblo dominicano, el Estado-nación o, lo que es lo mismo, la República Dominicana, fue restaurado tras una intensa y continua guerra de liberación nacional que inició el 16 de agosto de 1863 y culminó triunfante el 12 de julio de 1865, cuando las tropas españolas abandonaron la isla de Santo Domingo.
Con posterioridad a la Guerra de la Restauración -que el Maestro Hostos consideraba como nuestra auténtica independencia-, el constituyente dominicano, consciente de la trascendencia continental de la Revolución Restauradora y acatando la voluntad del Gobierno Restaurador expresada en el Decreto del 11 de agosto de 1864, hizo consagrar en la Reforma Constitucional de 1866 que el 16 de agosto -en adición al 27 de Febrero- también era “día de fiesta nacional”; disposición que continúa vigente en la Carta Sustantiva del pueblo dominicano.
Es evidente que cada una de esas fechas está relacionada con dos procesos históricos fundamentales: la Independencia Nacional y la Guerra Restauradora. Hay quienes sostienen que es innecesario hablar de “tres repúblicas”, porque en realidad sólo ha existido una sola, la del 27 de Febrero de 1844. En cierto sentido tal razonamiento, además de lógico, es histórico y exacto. Sin embargo, debido a lo accidentado del devenir histórico nacional y, sobre todo, a las interrupciones institucionales que hemos padecido como consecuencia de la injerencia de potencias extranjeras en los asuntos domésticos de los dominicanos, es preciso hablar de Primera República (1844), Segunda República (1865) y finalmente Tercera República (1924); cosa que facilita una mejor comprensión de los fenómenos sociales acaecidos en el decurso de esos tres períodos históricos.
¿Por qué? “Porque -según el historiador Pedro Troncoso Sánchez- en nuestra accidentada vida republicana hemos tenido dos momentos en que se ha interrumpido institucionalmente la República. Fueron dos momentos de solución de continuidad, dos hiatos, en la vida de la República: de 1861 a 1863 y de 1916 a 1924. De hecho, o de jure, como pudiera afirmarse respecto de la primera interrupción, dejó de haber un gobierno dominicano, formado por dominicanos, para estar constituido por extranjeros que se subrogaron en la soberanía dominicana. En 1965 hubo un desembarco de tropas extranjeras pero en ningún momento dejó de haber gobierno dominicano”.
“De modo que existiendo esos dos hiatos en nuestra vida republicana es forzoso denominar de alguna manera los tres períodos divididos por esos dos hiatos”, concluyó Troncoso Sánchez.
Transcurridos los ocho años de eclipse de la soberanía nacional, la bandera de los Estados Unidos fue arriada el 12 de julio de 1924 de la Torre del Homenaje y de las oficinas públicas en todo el país, y en su lugar fue izada la gloriosa bandera tricolor de los trinitarios, fundadores de la República. Ese día, además, se instaló el gobierno constitucional que presidió el general Horacio Vásquez, ganador de los comicios generales celebrados en el mes de marzo de ese año; y apenas cuatro días antes, el presidente provisional de la República, Juan Bautista Vicini Burgos, emitió el Decreto No. 246 que declaraba día festivo el 12 de julio de 1924, así como el día anterior, “con motivo de los diferentes actos que se celebrarán en ocasión de la instalación del Gobierno Constitucional de la República”.
En ese mismo año el presidente Vásquez promovió una reforma a nuestra Carta Magna, pero el legislador no declaró “día de fiesta nacional” el 12 de julio de 1924, sino que se limitó a consignar que el 27 de Febrero y el 16 de Agosto, eran los “únicos días de fiesta nacional”. ¿Qué ocurrió? ¿Acaso no se quería herir susceptibilidades en la administración republicana de Warren Harding, festejando como efemérides independentista el día de la retirada definitiva de las tropas militares de nuestro país? ¿O el desmedido culto al caudillismo impidió que se le confiriera al 12 de julio de 1924 la categoría de “día de júbilo nacional” y a su principal propulsor, el licenciado Francisco J. Peynado (que había perdido las elecciones frente a Horacio Vásquez), el reconocimiento de su condición de Prócer de la Tercera República?
Se trata de meras conjeturas e interrogantes. Pero lo cierto es que la generalidad de los historiadores, al narrar el acontecer republicano, establecen la siguiente periodización: Primera República (1844-1865); Segunda República (1865-1916); y Tercera República, desde 1924 hasta el presente. De las dos primeras Repúblicas, por mandato constitucional, los dominicanos celebramos el 27 de Febrero y el 16 de Agosto como días de fiesta nacional, no así con el 12 de julio de 1924, fecha que evidentemente ha sido relegada al olvido.
Es de justicia destacar que hace algunos años, durante la época en que fue legislador, el licenciado Pelegrín Castillo fue uno de los principales propulsores de un anteproyecto de ley para declarar el 12 de julio de cada año “Día de fiesta nacional con carácter laborable”. Aun cuando no prosperó esa iniciativa legislativa, en los archivos del Congreso Nacional pudo comprobarse que durante el gobierno constitucional de 1963, presidido por Juan Bosch, fue aprobada y sancionada la Ley No. 50 que declaró “Día conmemorativo el 12 de Julio de cada año” en virtud de que se trata de la “Fecha aniversario de la Desocupación del Territorio Nacional por las Fuerzas Militares Norteamericanas” y, en consecuencia, del rescate de la soberanía nacional al amparo de un Estado, esencialmente dirigido por dominicanos.
No obstante, para que el dispositivo de esa ley adquiera categoría de un hecho histórico trascendente y sea internalizado en la memoria colectiva de los dominicanos, es menester que en los textos de historia patria se enfatice y explique al estudiante qué fue y qué significó la lucha nacionalista del pueblo dominicano contra la Ocupación Militar por parte de la Infantería de los Estados Unidos en el interregno 1916-1924. Solo así se podrá recuperar la fecha del 12 de julio de 1924, injustamente relegada al olvido, toda vez que esa efeméride sintetiza tanto el gran esfuerzo como el noble sacrificio de no pocos gladiadores del patriotismo dominicano quienes, al cabo de ocho años de resistencia, lograron restaurar por segunda vez la soberanía nacional, propiciando así el nacimiento de la Tercera República que, desde entonces, no ha vuelto a colapsar por virtud de una ocupación militar extranjera.
El autor es historiador.
Miembro de Número de la Academia
Dominicana de la Historia.

Hace tanto tiempo comandante, poema a Fidel Castro.

Vienes de la pena, poema a Ernesto Che Guevara.

El poema "Profecía" de Domingo Acevedo

 






El poema "Profecía" de Domingo Acevedo es una profunda y melancólica reflexión sobre la pérdida de la memoria y la resistencia del amor frente a la devastación de la guerra y el paso inexorable del tiempo. El autor construye un universo lírico donde el pasado y el presente se fusionan, y la experiencia personal del poeta se entrelaza con una tragedia de dimensiones casi míticas.

El Conflicto Central: La Profecía de la Soledad
El poema se articula en torno a un conflicto existencial: la profecía de una vida marcada por la soledad y la tristeza, heredada de la experiencia de la guerra. El poeta, que se identifica como un "soldado vencido," ha perdido su amor y su infancia en la vorágine del conflicto. A pesar de reconocer este destino trágico, su alma se rebela contra él. El amor perdido no es solo un recuerdo, sino un anhelo que lo impulsa a buscarlo "más allá de la profecía," en un acto de resistencia que desafía el destino fatalista que se le ha impuesto.
La Guerra como Metáfora de la Deshumanización
La guerra en este poema no es un simple escenario, sino una fuerza omnipresente y destructiva que consume la humanidad. Se describe con una imaginería brutal y sensorial: "cenizas ensangrentadas," "sangre y metralla," "fragor de las noches inciertas." Esta violencia no solo mata cuerpos, sino que también aniquila el alma, transformando a los "milicianos" en seres que pierden su humanidad.
El "fuego helado de un invierno eterno" es una poderosa oxímoron que simboliza el vacío emocional y la parálisis espiritual que la guerra deja tras de sí. Es el calor de la batalla que se convierte en un frío eterno, un dolor crónico que congela el alma y la memoria. Los "soldados muertos" con "el rostro de miedo" son fantasmas que persiguen al sobreviviente, recordándole la crueldad de la que fue testigo y partícipe.
El Anhelo de la Infancia y el Amor
Frente a la desolación de la guerra, el poeta busca el refugio en la memoria del amor y la infancia. El amor perdido es la única salvación posible, el punto de fuga de su destino. El acto de buscar a la amada "entre los espejos rotos" y en los "aposentos imaginarios" sugiere que esta búsqueda es tanto real como mental; una inmersión en los fragmentos de la memoria para reconstruir lo que se ha perdido.
La "infancia diluida entre la sangre y los laureles" es una de las imágenes más conmovedoras del poema. Muestra cómo la inocencia (la infancia) se ha corrompido y disuelto por la violencia (la sangre) y la falsa gloria (los laureles) de la guerra. Sin embargo, la única esperanza reside en "la ambarina levedad de tus ojos," que representa la belleza, la luz y la pureza que aún persisten en el recuerdo, a pesar del olvido.
La Figura del Soldado y la Resistencia
El poeta se presenta a sí mismo como un "soldado vencido" y un "hombre marcado por la tristeza milenaria," lo que lo convierte en un arquetipo de la desilusión. No es un héroe de guerra, sino una víctima que ha sobrevivido para atestiguar la futilidad del conflicto. No obstante, su verdadero valor no reside en la batalla, sino en su negación a rendirse ante la profecía del destino. Su búsqueda del amor es un acto de rebeldía, una declaración de que, incluso después de siglos de dolor y deshumanización, el anhelo y la esperanza pueden sobrevivir a la muerte del espíritu.
En esencia, "Profecía" es una oda a la resistencia de la memoria y el amor frente al horror. Aunque la guerra puede robar la inocencia y el alma, no logra apagar por completo la llama del afecto, que sigue ardiendo y buscando la luz "más allá de la profecía."
Profecía
Perdí tu amor hace siglos
entre la soledad muda de los libros
y las cenizas ensangrentadas
y calientes
de las batallas inacabables
de imposibles victorias
que en el fragor de las noches inciertas
azotadas por un viento lúgubre
siempre torturaron mi alma
de soldado vencido
pero a pesar de mi soledad profética
no puedo renunciar a ti
aun sabiendo que soy un hombre
marcado por la tristeza milenaria
de los milicianos que fueron a la guerra
a morir por un extraño idealismo
que los fanatizó de tal manera
que nunca alcanzaron a entender
que en esa vorágine eterna
de sangre y metralla
perdían su humanidad
y se morían lejos
en la soledad de su crueldad
consumidos por el fuego helado
de un invierno eterno
que aún guarda congelado
el rostro de miedo
de los soldados muertos
en la última batalla
de la guerra del fin del mundo
y yo que sobrevivo a los designios
no me resisto a perderte
y te busco más allá de la profecía
entre los espejos rotos
de los aposentos imaginarios
donde mi infancia
diluida entre la sangre
y los laureles
agoniza tras la ambarina
levedad de tus ojos
que me miran desde el olvido
más puro de tu alma
Domingo Acevedo. 




 




No importa en donde estemos lo importante es mantener intacta nuestra esencia

 

No importa en donde estemos, lo importante es mantener intacta nuestra esencia, lo que verdaderamente somos como seres humanos.

Vivir apegados a nuestras raíces y nuestra identidad es lo que nos hace auténticos, únicos y es lo que las personas sinceras valoran de nosotros, ya que lo que te da un lugar preponderante de respeto en la sociedad no es tu estatus social, sino tu humildad y tu honestidad.

Domingo Acevedo.

Julio/2025

























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