martes, julio 01, 2025

Profecía

 



 

Perdí tu amor hace siglos

entre la soledad muda de los libros

y las cenizas ensangrentadas

y calientes

de las batallas inacabables

de imposibles victorias

que en el fragor de las noches inciertas

azotadas por un viento lúgubre

siempre torturaron mi alma

de soldado vencido

pero a pesar de mi soledad profética

no puedo renunciar a ti

aun sabiendo que soy un hombre

marcado por la tristeza milenaria

de los milicianos que fueron a la guerra

a morir por un extraño idealismo

que los fanatizó de tal manera

que nunca alcanzaron a entender

que en esa vorágine eterna

de sangre y metralla

perdían su humanidad

y se morían lejos

en la soledad de su crueldad

consumidos por el fuego helado

de un invierno eterno

que aún guarda congelado

el rostro de miedo

de los soldados muertos

en la última batalla

de la guerra del fin del mundo

y yo que sobrevivo a los designios

no me resisto a perderte

y te busco más allá de la profecía

entre los espejos rotos

de los aposentos imaginarios

donde mi infancia

diluida entre la sangre

y los laureles

agoniza tras la ambarina

levedad de tus ojos

que me miran desde el olvido

más puro de tu alma

 

Domingo Acevedo.


Foto tomada de la red.

 

Acerca del Padre Gaspar Garcia Laviana

 




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Gaspar García Laviana, fue un Misionero, hijo de mineros Asturianos, nacido en 1941 en Les Roces, un lugar del Concejo de San Martin del Rey Aurelio; fue coadjutor de una parroquia de un barrio de Madrid, donde colaboró con la JOC y la HOAC y además trabajó como obrero; después se marchó voluntario a Nicaragua y le encargaron de la Parroquia de Tola ( Rivas ) y más tarde de la de San Juan del Sur (Nicaragua).Durante la Revolución Sandinista Nicaragüense se marchó a la montaña con los jóvenes de su Comunidad (1975 a 1978). Murió el 11 de diciembre de 1978, en la guerra de Nicaragua.

Hijo de un minero asturiano, nace en 1941 en Les Roces, un pueblo de El Entrego, si bien a muy temprana edad se trasladó con su familia a vivir a Tuilla. Se ordena sacerdote en la orden del Sagrado Corazón en 1966. Fue cura obrero en una carpintería de barrio en Madrid y cuando su congregación pidió voluntarios para ir a Nicaragua, fue el primero en ofrecerse como voluntario, por lo que le destinaron a San Juan del Sur, hoy bella ciudad costera pero entonces bien pobre “… todos analfabetos, sin escuela, sin casas, sin comida, y sin nada…” usando sus propias palabras. Allí trabajó sin descanso hasta haciendo escuelas y queriendo enseñar,  pero, después de 4 años pidiendo maestros y ayudas para los campesinos no sólo nunca la obtuvo, sino que antes al contrario se ganó el calificativo de “rojo”.

Cuenta Ernesto Cardenal, que llevaba tiempo reflexionando y lamentándose de llevar “4 años de mentiras atontando a la gente, dándole ilusiones efímeras y ficticias…” hasta que un día –confiesa- “… me di cuenta que yo era un servidor más de la tiranía somocista, un lacayo más de aquel régimen corrupto, puesto que mi misión consistía simplemente en que la gente no siguiera dormida”. Dicen que fue entonces cuando planeo matar a Somoza. Y dicen que el padre Gaspar y unos amigos descubrieron en San Juan del Sur que la  casa de Somoza, tenía una alcantarilla por la cual se podía llegar hasta ella y poner una bomba y qué hasta tenían el contacto para obtener la bomba pero que llegaron a la conclusión de que la muerte del tirano no solucionaría el problema y que había que acabar, no solo con el dictador sino con toda la dictadura, y por eso fue que decidió entrar al Frente Sandinista.

En 1977 el padre Gaspar ya estaba en la guerrilla y escribió a sus feligreses el siguiente mensaje que leí en el prólogo que el ministro de cultura humillado por el Papa, Ernesto Cardenal, le dedica en su libro de poemas “Cantos de amor y guerra”:

En estas fiestas de Navidad, cuándo celebramos el nacimiento de Jesús, que vino al mundo para anunciarnos el reino de la justicia, he decidido dirigirme a ustedes para participarles mi resolución de pasar a la lucha clandestina como un soldado del Señor y como un soldado del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN). Vine a Nicaragua desde España, mi tierra natal, a ejercer el sacerdocio, hará de eso ya 10 años; me entregué con pasión a mí labor de apostolado y pronto fui descubriendo que el hambre y sed de justicia del pueblo oprimido y humillado que yo he servido como sacerdote, reclamaba más que el consuelo de las palabras, el consuelo de la acción. La corrupción y la represión inmisericorde -continuaba el padre Gaspar- han estado sordas a las palabras y seguirán estando sordas mientras el pueblo gime en la noche cerrada de las bayonetas y mis hermanos parecen torturas y cárcel por reclamar lo que es suyo: un país libre y justo del que el robo y el asesinato desaparezcan para siempre. Y como nuestros jóvenes -los mejores hijos de Nicaragua- están en guerra contra la tiranía opresora, yo he resuelto sumarme como el más humilde de los soldados del Frente Sandinista a esa guerra. El somocismo es pecado -terminaba diciendo el padre Gaspar- el somocismo es pecado y librarnos de la opresión es librarnos del pecado. Por eso, con el fusil en la mano, lleno de fe y de amor por mi pueblo nicaragüense, he de combatir, hasta mi último aliento, por el advenimiento del reino de la justicia en nuestra patria, ése Reino que el Mesías nos anunció bajo la luz de la estrella de Belén. Su hermano en Cristo. ¡Patria libre o morir!”

Con apenas 37 años, siendo el 11 de diciembre de 1978 (pronto ya los 40 años) caía en un “encuentro armado” según anunciaba la Guardia Nacional, un cura vestido de verde Olivo. Era el comandante Martín –uno de sus nombres de guerra- miembro del Estado Mayor del Frente Sur. Y tal como era su voluntad, allá en Tola (Nicaragua), reposan sus restos.

Premonitoriamente, como también sabía Monseñor Romero en El Salvador, Gaspar García Laviana escribió muy poco antes de morir claros versos como éstos:

Para ser guerrillero, tienes que poner tu vida ahí encima de la mesa

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BIOGRAFÍA POLÍTICA DE CAMILO TORRES

 




    Vida de Camilo

    Jorge Camilo Torres Restrepo nació en Bogotá el 3 de febrero de 1929. Sus padres fueron Calixto Torres Umaña, prestigioso médico, e Isabel Restrepo Gaviria. De familia acomodada, burguesa y liberal. Vivió junto con su familia en Europa, entre 1931 y 1934. En 1937, el matrimonio se disolvió, y Camilo pasó a vivir con su madre y su hermano Fernando.

Se graduó como bachiller en el Liceo Cervantes en 1946. Luego de estudiar un semestre de derecho en la Universidad Nacional de Colombia, ingresó al Seminario Conciliar de Bogotá, donde permaneció siete años, tiempo durante el cual Camilo se comenzó a interesar por la realidad social, creando un círculo de estudios sociales, junto con su compañero Gustavo Pérez. Como cristiano, se sintió atraído por el tema de la pobreza y la justicia social.

Camilo se ordenó como sacerdote en 1954, y luego viajó a Bélgica a estudiar sociología en la Universidad de Lovaina. Durante su estadía en Europa, hizo contacto con la Democracia Cristiana, el movimiento sindical cristiano, y con los grupos de resistencia argelina en París, factores que lo llevaron a acercarse a la causa de los oprimidos. Fundó con un grupo de estudiantes colombianos de la universidad el ECISE (Equipo colombiano de investigación socioeconómica).

En 1958 se graduó como sociólogo con el trabajo “Una aproximación estadística a la realidad socioeconómica de Bogotá” (publicado en 1987 como “La proletarización de Bogotá”), que fue uno de los pioneros en sociología urbana del país. En 1959 regresó a Bogotá y fue nombrado capellán de la Universidad Nacional. Allí, junto con Orlando Fals Borda, fundó la Facultad de Sociología en 1960, a la que estuvo vinculado como profesor.

Sus investigaciones sociológicas iniciadas con su tesis de grado lo llevaron a familiarizarse con las estructuras sociales tanto urbanos como rurales. Fundó el Movimiento Universitario de Promoción Comunal (MUNIPROC), y desarrolló trabajos de investigación y de acción social en barrios populares y obreros de Bogotá, como el barrio Tunjuelito. Como capellán, introdujo en Colombia muchas de las reformas del II Concilio Vaticano, como dar la misa de frente y no de espaldas, y decirla en español y no en latín. Pregonó que el problema no era rezar más sino amar más.

En 1961 empezó a tener problemas con el cardenal Concha Córdoba, quien no veía con buenos ojos las labores de Camilo. La situación fue tornándose espinosa, hasta que el prelado lo destituyó de su cargo de capellán, de los trabajos académicos y de las funciones administrativas que tenía en la Universidad Nacional.

Colaboró con la investigación dirigida por Germán Guzmán, publicada como “La violencia en Colombia” (1962, segundo tomo 1964). En 1963 presentó el ensayo “La violencia y los cambios socioculturales en las áreas rurales colombianas”, en el primer Congreso Nacional de Sociología. Hizo parte del Instituto Colombiano para la Reforma Agraria (INCORA) y la Escuela Superior de Administración Pública (ESAP). Presionado por el alto clero, en 1965 renunció al sacerdocio.

Ése año, planteó una plataforma para un movimiento de unidad popular, gestando así a la fuerza política “Frente Unido del pueblo”. Desarrolló numerosas manifestaciones y actos públicos, y publicó el semanario “Frente Unido”. Igualmente hizo contacto con el Ejército de Liberación Nacional, conformado en 1964, con el que acordó la continuación de la agitación política en las ciudades, y su posterior ingreso a la organización cuando se considerase necesario.

El segundo semestre de 1965 Camilo trabaja en el impulso al Frente Unido y en la publicación del semanario del movimiento (el “Frente Unido”). Camilo llenó las plazas públicas y tuvo un vertiginoso ascenso político. Ratificó el abstencionismo como posición revolucionaria.

Luego del hostigamiento y la persecución estatal, se vinculó en noviembre al ELN, y lanzó la “Proclama a los colombianos”. En su primer combate, el 15 de febrero de 1966, murió en combate en Patiocemento, Santander. Sus restos mortales fueron sepultados en algún lugar clandestino, desconocido hasta el momento.

 

    Pensamiento político

    Camilo formó parte de una iglesia contestataria internacional que se desarrolla en la década de 1960, convirtiéndose en una de sus figuras principales. El cristianismo bien entendido suponía, para Camilo, la creación de una sociedad justa e igualitaria. Esto lo tradujo como la obligación de hacer una profunda revolución, que despojara del poder a los ricos y explotadores (la oligarquía), para darle paso a una sociedad socialista.

Los principales planteamientos de Camilo Torres pueden sintetizarse en las siguientes ideas en torno a la situación nacional: para transformar el país y lograr el bienestar de la clase popular es necesario liberar al país del imperialismo norteamericano y de la oligarquía que sirve a sus intereses; es necesaria la fusión, la movilización y la vinculación de los sectores pobres de la población a la lucha por la construcción de un nuevo Estado. Por esto, debe generarse la unidad del movimiento revolucionario y opositor, aglutinando a las masas oprimidas del país; debe tenerse la convicción de llevar la lucha hasta el final afrontando todas las consecuencias; y por último, los cristianos no solamente tienen la posibilidad de participar en la revolución, sino que tienen la obligación de hacerlo (“el deber de todo cristiano es ser revolucionario, y el deber de todo revolucionario es hacer la revolución”).

Otro elemento fundamental en el pensamiento de Camilo lo constituyó su esfuerzo por conciliar el cristianismo con el marxismo, impulsando un nuevo tipo de sociedad de carácter socialista y cristiano, basado en la justa distribución de la riqueza. “Los marxistas luchan por la nueva sociedad, y nosotros, los cristianos, deberíamos estar luchando a su lado”.

Todo este proceso debe ser desarrollado, como lo plantea Camilo, a partir de la acción popular, combinando la actividad política con la militar, y llevando a cabo labores políticas y organizativas a partir de las bases, es decir, en estrecha relación con el pueblo.

La formación del pensamiento político de Camilo estuvo marcado por varias etapas. En primer lugar, tuvo una formación cristiana católica, pero siempre estando vinculado a la realidad social, y a la situación de pobreza de la población colombiana. Posteriormente viajó a Europa donde se formó como sociólogo, pero también donde hizo contacto con el mundo socialista y el movimiento obrero.

A su regreso a Colombia, Camilo se planteó complementar sus esfuerzos por el bienestar de los pobres con la actividad científica e investigativa, a partir de sus conocimientos de sociología. En este sentido, desarrolló proyectos de acción social y comunitaria, en los que puso el saber sociológico al servicio de los sectores pobres.

Pero sus labores fueron truncadas y entorpecidas por la burocracia gubernamental y el régimen político, factor por el cual Camilo pasó a participar en el campo político, oponiéndose al sistema del Frente Nacional (1958-1974) en el que los partidos tradicionales, el liberal y el conservador, se repartirían el poder milimétricamente, excluyendo a los demás sectores políticos. En esta perspectiva, Camilo gestó e impulsó el “Frente Unido del pueblo”, en el que buscaba aglutinar a todas las fuerzas políticas revolucionarias y de oposición en torno a la “Plataforma del Frente Unido”, que constaba de diez puntos, los cuales hacían referencia a: reforma agraria, reforma urbana, planificación, política tributaria, política monetaria, nacionalizaciones, relaciones internacionales, salud, familia y fuerzas armadas.

La incapacidad de lograr cambios auténticos y profundos por medios pacíficos y legales, llevó a Camilo a plantearse la necesidad de la lucha armada como medio para el establecimiento de un nuevo estado y una nueva sociedad, de carácter socialista. Por ello se vinculó al ELN, donde esperaba alcanzar la realización de la revolución en Colombia, hasta que cayó muerto en su primer combate.*

Su ejemplo inspiró a movimientos de sectores cristianos como el grupo “Golconda”, o el caso chileno de “Sacerdotes para el socialismo”, impulsor del ascenso de Salvador Allende, y a personalidades como el padre Ernesto Cardenal, participante de la rebelión sandinista en Nicaragua, y en general, a las comunidades eclesiales de base, que conformaron una nueva iglesia latinoamericana comprometida con el cambio revolucionario, originándose la corriente conocida como la “teología de la liberación”.

Igualmente, el ejemplo de Camilo fue retomado por sacerdotes comprometidos que se vincularon a la lucha armada, como los casos de los españoles Domingo Laín y Manuel Pérez, que morirían combatiendo con el ELN. (Pérez llegó a ser comandante político de la organización, hasta que murió por una enfermedad en 1998).

Hoy en día, su ejemplo se mantiene en la lucha revolucionaria que mantiene el Ejército de Liberación Nacional desde hace 38 años, y su pensamiento perdura en estudiantes, obreros y campesinos de toda Colombia y América Latina.

Edgar Camilo Rueda Navarro

2002




Bibliografía sobre Camilo Torres

    Sobre Camilo se han escrito numerosas obras que trascienden todos los géneros, en las que se pueden encontrar ensayos, libros, tesis de grado, artículos, reportajes, etc., así como obras a nivel internacional. Las más destacadas son:

SOTO APARICIO, Fernando. “La siembra de Camilo”. (novela). Bogotá, Plaza y Janés, 1971.

BRODERICK, Walter. “Camilo Torres. El cura guerrillero”. Bogotá, Círculo de lectores, 1977. {edición colombiana}

VILLANUEVA, Orlando. “Camilo. Acción y utopía”. Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 1995.

HABEGGER, Norberto. “Camilo Torres, el cura guerrillero”. Buenos Aires, Peña Lillo, 1967.

LÓPEZ, María. “Camilo camina en Colombia”. Bogotá, 1989.

TRUJILLO, Francisco. “Camilo y el Frente Unido”. Bogotá, 1987.

lunes, junio 30, 2025

Haiku

 

En el estanque

ilumina la noche

una flor de loto

 DomingoAcevedo


Foto tomada de la red.

El Máximo Gómez que pocos conocen

 


Un guerrero sin patria fija, la vida de Máximo Gómez

Máximo Gómez tenía treinta y dos años de edad cuando se incorporó a la primera guerra por la independencia de Cuba, iniciada por Carlos Manuel de Céspedes en La Demajagua en 1868.

Al estudiar la biografía y, sobre todo, el Diario de Gómez uno descubre el espíritu guerrero del soldado banilejo quien teniendo 16 años ya estaba incorporado al ejército, organizado por el general Pedro Santana para defender la República fundada en 1844 cuando Gómez apenas tenía 8 años de edad. Acabando de cumplir los 19 tiene su primera prueba de fuego, cuando participa, a las órdenes de general José María Cabral, en la batalla de Santomé, donde las tropas dominicanas vencieron a los más de 12,000 soldados haitianos comandados por Faustin Souloque y Antoine Pierrot, consolidando en aquel diciembre de 1855 el difícil proceso de la independencia nacional y concluyendo once años de guerra constante para convencer a los haitianos que la proclama fundadora del 27 de febrero no tenía vuelta atrás.

Toda heroicidad tiene un lado gris. Cuando se inicia el proceso restaurador, Gómez se inscribe en las reservas del ejército español y defiende la anexión a España, por cuanto, en 1865, cuando concluye la guerra, emigra a Cuba con su familia. Lo vemos entonces, junto al padre de la nación cubana participando activamente en la guerra de los Diez Años, primera vez que comparte en las filas guerreras junto a Antonio Maceo. Gómez y Maceo son los dos primeros y más importantes vínculos de la dominicanidad con Cuba, pues el padre de Maceo, un combatiente en la guerra de independencia de Venezuela, había vivido en Santo Domingo, y en segundas nupcias casó con Mariana Grajales, la madre de Antonio, quien era hija de dominicanos aunque nacida en Santiago de Cuba. Antonio Maceo pues, llevaba sangre dominicana.

Máximo Gómez se enemista con Céspedes. Era hombre, como señala su biógrafo, el general mambí camagüeyano Fernando Figueredo, que "hablaba poco y cuando lo hacía era enérgicamente, sin dar lugar a réplicas". Maceo se le apartará en alguna ocasión, aunque regresará luego con él. Y hasta con Martí tuvo su encontronazo. Figueredo lo describe del siguiente modo: "Era de figura interesante, alto, trigueño, de facciones regulares, ojos negros y pequeños, mirada penetrante, dominadora, y cabellos, bigotes y pera a la española, muy negros también". (Pera es lo que aquí llamamos "chiva", un alargamiento del pelo en la punta de la barba). Ese era Máximo Gómez, quien en la guerra de los Diez Años había mostrado por primera vez su capacidad para la guerra con su primera carga al machete.

Cuando la primera guerra concluye desfavorablemente para los cubanos, Máximo Gómez, al igual que otros comandantes, se exilia con su familia en Jamaica. Luego residirá en Honduras donde el presidente liberal Marco Aurelio Soto lo designa jefe de División del ejército y Antonio Maceo es nombrado comandante en jefe de Tegucigalpa, aspectos de las vidas de ambos próceres poco conocidos. Desde Honduras, Gómez y Maceo intentaron organizar una expedición a Cuba, que fracasó. Es en 1887, cuando ya tiene 51 años que decide volver a República Dominicana estableciéndose en Montecristi. "Sin dinero apenas y sufriendo privaciones y penalidades solamente por mí sabidas". Gómez se sintió frustrado de sus amigos cubanos. Se quejaba de que algunos fueron puestos en su camino "para castigarme, con decepciones y desengaños...aún aquellos que más quería y protegía, esos eran los más infieles a mi amistad y mi cariño", y cita entre ellos a Calixto García y al propio Antonio Maceo. Cuando se firma la Paz de Zanjón, donde el ejército libertador de Cuba capitula ante las tropas españolas, muchos de sus hombres se fueron con España. "Yo, herido en lo más delicado y con los harapos de la miseria, emprendí el camino del destierro". Llegó a Montecristi luego de pasar por las Islas Turcas y Cabo Haitiano.

En Laguna Salada, Gómez adquiere unos terrenos con dinero que le presta un amigo. Trabaja como agricultor y busca apoyo entre vegueros cubanos que le acompañaron en el exilio o que encontró en Santo Domingo. (Se les llama vegueros a los trabajadores de fincas, especializados fundamentalmente en la cosecha de tabaco). No tuvo éxito, aparte de que Ulises Heureaux lo perseguía, suponiendo que era partidario de Juan Isidro Jimenes, que lo había hospedado en su casa de Cabo Haitiano, y de que pretendía realizar una invasión a Cuba. Lilís se comprometió con el cónsul de España a "desaparecer" a Máximo Gómez por la suma de 50,000 pesos. El arzobispo Meriño le brindó apoyo, al igual que Francisco Gregorio Billini, que era su primo, y cuyos orígenes familiares eran también banilejos. Para ese momento, ya había surgido la figura de José Martí en el panorama político cubano, aspecto que era conocido por Gómez, quien recibía con frecuencia noticias de Cuba, aparte de que Martí había sido soldado a las órdenes de Gómez en la primera guerra. Fue en esa ocasión que Martí se separó del general, disgustado "por no estar de acuerdo con los métodos que nosotros empleábamos, y me dio la espalda", según el propio Gómez. Martí no estaba hecho para la rusticidad y la sordidez que la guerra exige.

Corría el año 1892. Martí viene por primera vez -viajó a Santo Domingo en tres ocasiones- en la organización de la guerra revolucionaria. Máximo Gómez olvida el agravio y lo recibe con sentido de nobleza. "Martí viene a nombre de Cuba, anda predicando los dolores de la Patria, enseña sus cadenas, pide dinero para comprar armas, y solicita compañeros que le ayuden a libertar, y como no hay un motivo, uno solo, ¿por qué dudar de la honradez política de Martí?". El general no vacila ante la propuesta de Martí de ayudarlo en la tarea revolucionaria. Ambos deciden ponerse en marcha. Salen hacia Santiago de los Caballeros, viaje que describe de forma espléndida Martí en su Diario. "La frase aquí es añeja, pintoresca, concisa, sentenciosa, y como filosofía natural". Siguen hacia La Vega, visitan el Santo Cerro. "De autoridad y fe se va llenando el pecho. La conversación es templada y cariñosa. En un ventorro nos apeamos a tomar el cafecito, y un amargo" (¿Amargo de berro?). Martí, sigue ruta hacia la capital de la República donde se encontrará con viejos amigos y se hospedará en un hotel de la calle Mercedes. Volverá meses después a Montecristi a verse con Gómez, para luego partir hacia Nueva York. "Dejamos resuelto el modo y manera de auxiliar la Revolución inmediatamente que ella surja en la isla". Un año después sin tener noticias más de Martí, Gómez viaja junto a su hijo Pancho a Nueva York, donde lo recibe el apóstol. No hay suficientes fondos, pero deciden realizar la expedición con lo que se tiene y confiados en el apoyo de patriotas cubanos y dominicanos. Gómez regresa a Montecristi a esperar la fecha. En ese interregno, el general anota en su Diario la celebración del 16 de agosto, día de la Restauración: "Día de la Patria. Se cumplen hoy 30 años justos que España fue acosada de esta tierra por el valor de sus hijos". El soldado anexionista se reivindica.

Pasan dos años desde la partida de Martí a Nueva York. Esta vez hay mejor comunicación entre ambos, vía cablegramas. El 7 de enero de 1895 regresa Martí a Montecristi. Viajan juntos de nuevo a Santiago y La Vega. El 25 de marzo firman el Manifiesto de Montecristi para realizar la "guerra necesaria". Deciden partir en una goleta desde Samaná hacia Cuba, atentos siempre al espionaje que le había montado Lilís. Para esas fechas, ya Cuba estaba levantada en armas. La prédica martiana había hecho su cosecha. En la madrugada del 1 de abril de 1895, "después de dos meses de sufrimiento y torturas", como anota Gómez, se embarcan hacia Cuba. Eran sólo seis, entre ellos el dominicano Marcos del Rosario, y los cubanos Francisco Borrero, Ángel Guerra y César Salas, además de un perverso conductor, Bastián, que busca engañarlos en la travesía. Hay traiciones y deserciones. "Nos hemos echado verdaderamente en brazos de un destino a todas luces incierto". Llegarán a la isla Gran Inagua, en Las Bahamas, a 55 millas del oriente cubano, al día siguiente. Diez días después atisban las montañas de Cuba. "Seis hombres que cualquiera diría que eran seis locos. Ninguno de los seis somos marinos, y con todo, echamos manos a los remos. Martí y César a proa, reman muy mal...yo he agarrado el timón que apenas lo entiendo que al fin se zafa y se pierde".  El 11 de abril alcanzan tierra. Al fin, llegan a Cuba. "La Providencia no nos desampara; el chubasco calma, la noche se aclara y la luna empieza a alzarse por Oriente". Gómez le otorga a Martí el grado de Mayor General. "Martí, al que suponíamos más débil por lo poco acostumbrado a las fatigas de estas marchas, sigue fuerte y sin miedo". Esperaban por ellos las escarpadas montañas cubanas. La batalla apenas comenzaba. Si Cuba no lo ha hecho, hagámoslo nosotros. La provincia Peravia habrá de ser, pronto, la provincia Máximo Gómez. No ha existido un guerrero dominicano más grande que él.

LIBROS
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    Máximo Gómez, Biblioteca Nacional, 1986, 409 págs. Lo que sucedió verdaderamente en la campiña cubana, anotado día a día por el Libertador de Cuba.
    DIARIO DE CAMPAÑA 1868-1899

    Máximo Gómez, Biblioteca Nacional, 1986, 409 págs. Lo que sucedió verdaderamente en la campiña cubana, anotado día a día por el Libertador de Cuba.

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    José Martí, Círculo de Lectores, 1997, 173 págs. Prologado por Guillermo Cabrera Infante, es tal vez la mejor edición de los diarios del apóstol cubano.
    DIARIOS

    José Martí, Círculo de Lectores, 1997, 173 págs. Prologado por Guillermo Cabrera Infante, es tal vez la mejor edición de los diarios del apóstol cubano.

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    Emilio Rodríguez Demorizi, ONAP, 1995, 117 págs. Crónica de las tres ocasiones en que Martí viajó a República Dominicana.
    LOS TRES VIAJES DE MARTÍ A SANTO DOMINGO

    Emilio Rodríguez Demorizi, ONAP, 1995, 117 págs. Crónica de las tres ocasiones en que Martí viajó a República Dominicana.

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    Minerva Isa y Eunice Lluberes, Editora Corripio, 2009, 218 págs. Publicado por el gobierno dominicano en 2009, ensayo a dos manos para resaltar el legado del gran banilejo.
    MÁXIMO GÓMEZ, HIJO DEL DESTINO

    Minerva Isa y Eunice Lluberes, Editora Corripio, 2009, 218 págs. Publicado por el gobierno dominicano en 2009, ensayo a dos manos para resaltar el legado del gran banilejo.

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    Jesús Méndez Jiminián, Prográfica, 2006, 207 págs. Recorriendo con Martí sus dos visitas a la ciudad de La Vega, en compañía de Máximo Gómez.
    MARTÍ, POR LOS CAMINOS DE LA VEGA REAL: PASIÓN Y GLORIA

    Jesús Méndez Jiminián, Prográfica, 2006, 207 págs. Recorriendo con Martí sus dos visitas a la ciudad de La Vega, en compañía de Máximo Gómez.

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Escritor y gestor cultural. Escribe poesía, crónica literaria y ensayo. Le apasiona la lectura, la política, la música, el deporte y el estudio de la historia dominicana y universal.

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