sábado, enero 22, 2022

Ángel.

 


 

Ángel siempre tuvo la certeza de que era alguien especial y más cuando recordaba lo que siempre le decía su tía Raquel, que él había nacido con los ojos abiertos cuando en aquella época antigua todos los niños nacían con ellos cerrados, que esa mañana el cielo estaba profundamente azul/claro,  tan azul/claro estaba el cielo, como esas mañanas cálidas de verano en que se podía mirar más allá de lo normal y ver en lo infinito donde habitaba Dios con sus ángeles.

Decía ella,  que todos los que se dieron cita esa mañana en aquella humilde vivienda junto al camino real a ver el parto, incluyendo la partera, que en lo que tenía de vida haciendo partos nunca había visto semejante cosa, se asustaron cuando los miraste a todos desde tu inocencia, con aquellos ojos tan claros que te vieron el alma palpitando en el pecho.

Ángel fue  creciendo entre el asombro de las personas del pueblo, el amor y el cuidado de sus padres y los afectos de sus hermanos que lo adoraban como algo que no iba a durar para siempre,  por lo extremadamente frágil que parecía, ellos pensaban que de cualquier tropezón que diera con una piedra se iba a quebrar como un cristal.

Así fue creciendo aquel niño  debilucho y endeble, triste y solitario, con pocos amigos para hablar y jugar, mirando todas las cosas  desde la aparente ausencia de sus ojos claros.

Con frecuencia se perdía por el bosque y la gente especulaba que podía hablar con los árboles, los animales,  los pájaros y el viento,  que tenía la simiesca habilidad de trepar con facilidad a los árboles, hasta las copas más altas, donde  casi podía tocar el cielo con las manos, algunos decían  que hasta lo habían visto en las tardes volar y hacer piruetas con las golondrinas.

Lo cierto es que Ángel no se parecía a nadie en el pueblo y menos a sus hermanos, su madre para justiciar aquellas dudas, decía  a las personas que él tenía un parecido con un familiar lejano de su padre, que era descendiente de español, que por eso tenía la piel de una palidez tal,  que en las noches de luna llena parecía fosforecer en la oscuridad, el cabello encrespado y amarillo, los ojos claros como dos pocitos de agua cristalina por donde le asomaba el alma palpitando en el pecho, la nariz puntiaguda y los labios gruesos, con esos detalles sobresalía  entre todos los muchachos del pueblo que tenían la piel y el cabello tan oscuros como la noche  

 

 

Cuando llegó la hora de ir a la escuela opuso mucha resistencia y a mucha insistencia de sus padres, acepto ir, fue aprendiendo con facilidad todo lo que le enseñaban, pero no era feliz yendo a la escuela, prefería los conucos, los potreros, el bosque, a ir todos los días a esas edificaciones llenas de niños bullosos y revoltosos que lo miraban con extrañeza, como si fuera un ser de otro mundo, niños que lo tocaban para ver si era real y luego se alejaban asombrados.

Ángel amaba la lluvia, el relámpago y el trueno, cuando llovía, salía corriendo en pantalones cortos y descalzo en medio de los relámpagos y los truenos, ante la preocupación de sus padres se perdía por el camino mojado saltando entre los charcos que parecían espejos de agua que reflejaban ese mundo imaginario de indígenas que habitaban en las profundidades de los ríos, de duendes, y ciguapas, donde Ángel habitaba en secretos, su madre  temerosa e impaciente, llena de malos presagios lo esperaba en la puerta de la casa, hasta que después que pasaba lluvia él regresaba  por el camino por donde se había marchado, con la piel fosforescente y húmeda de clorofila y ozono.

De su casa, a la casa de su tía Raquel,  había un camino solitario con árboles inmensos, flores silvestres, pájaros fantásticos,  puercos cimarrones y hermosas ciguapas  invisibles, que desde los matorrales lo miraban con una ternura inusitada, Ángel cruzaba con frecuencia ese camino  para ir a preguntarle a su tía su procedencia y ella siempre le contaba la misma historia y él se quedaba con la misma duda, si realmente era un niño especial, diferente a los demás, se preguntaba qué era lo que lo hacía  especial, entonces iba al espejo y se miraba  por largo rato y muchas veces creyó ver dos alas crecer en su espalda y se asustó tanto que duro mucho tiempo sin mirarse al espejo. 

El tiempo se fue diluyendo entre la monotonía pueblerina, la escuela, los conucos, los potreros y el bosque, al regresar de la escuela en la tarde, dejaba los cuadernos en cualquier lugar, daba un beso a su madre que lo adoraba con locura y se perdía por el camino, entre los arboles con los que parecía ir conversando quien sabe de qué, mientras los pájaros se arremolinaban sobre su cabeza y después de trinar alegremente seguían su camino hacia sus nidos.

Para luego regresar ya entrada la noche vestido de oscuridad y los ojos encendidos con el fulgor de todas las estrellas del universo a acurrucarse en los brazos de su madre que lo apretaba con fuerza en su regazo para  luego depositarlo en algún rincón cálido de la casa juntos a sus hermanos que lo abrazaban y lo mimaban con ternura, mientras ella se iba a  preparar la cena, en lo que esperaba que su esposo llegara de los conucos, sudoroso y cansado, entrara a la cocina, le  diera un beso y luego se fuera al patio trasero a darse un baño, para después  acomodarse todos de cualquier manera en la pequeña vivienda a cenar.

Después de cenar se iban a la cocina a escuchar junto el fuego de los fogones,  de boca de su padre historias inventadas de muertos y fantasmas que les erizaban la piel, entonces se acurrucaban uno contra otro,  buscando en el calorcito de la piel el valor necesario para poder irse a la cama a dormir sin temores.

 

La escuela era el punto de encuentro de los niños y los  jóvenes del pueblo y los sectores aledaños,  en la que poco apoco fue haciendo algunos amigos, Victoria y Julián, que eran hermanos y que al igual que él mantenían cierta distancia con los demás niños,  Cesar y Junior con los que hacia equipo para jugar en los recreos, Arelis que lo miraba con los ojos del amor, Pancho, su primo con el que a veces andaba por el bosque en busca de los fantasmas de los abuelos que se murieron prisioneros de sus sueños sin poder volver a ver el mar por donde llegaron a estas tierras en grandes canoas a trabajar como esclavos en las plantaciones y las minas del hombre blanco,  en cuya conciencia todavía hay un rastro de cadáveres flotando en el océano que une a los dos continente en el dolor de la esclavitud y el exterminio de dos razas unidas en el heroísmo de Guarocuya y Sebastián Lemba que defendieron con heroísmo su derecho a vivir en libertad.

Ángel con sus trece años a cuesta no tenía más sueños que el de poder vivir en libertad con sus amigos del bosque  sin ninguna prisa que lo atara a tener que ir a una hora determinada a las escuela,  en donde Arelis todas las tardes lo esperaba en la puerta,  para tomarlo de la mano y llevarlo al pupitre donde ella estaba  sentada para que estuviera a su lado, ella  apenas tenía once años, la edad suficiente para soñar que con él podía alcanzar la luna, de donde muchos suponían que venía Ángel,  por el color fosforescente de su piel, el amarillo encrespado de  sus cabellos y el color  claro de sus ojos, casi transparentes y las preocupaciones de su madre que muchas veces desesperada  lo buscaba,  porque según ella había escuchado su voz que la llamaba desde el cielo y temía que se fuera volando a vivir en la luna.

 

 

 

Ángel seguía perdiéndose  con frecuencia en las habitaciones secretas del bosque a conversar con el viento, los árboles, los animales y los pájaros, a buscar huellas de ciguapas en los senderos que se perdían en la distancia imaginaria de los sueños,  para que ellas les contaran esas viejas historias perdidas en la eternidad,  que decían que él era hijo de una de ellas y que no era como decía su tía Raquel,  que él había nacido con los ojos abiertos cuando en aquella época antigua todos los niños nacían con ellos cerrados, que esa mañana el cielo estaba profundamente azul/claro,  tan azul/claro estaba el cielo, como esas mañanas cálidas de verano en que se podía mirar más allá de lo normal y ver en lo infinito donde habitaba Dios con sus ángeles, sino  que la mujer que lo había criado y que el adoraba como su verdadera madre, lo había encontrado una mañana acurrucado en un lecho de lirios y flores silvestres  en el bosque.

Domingo Acevedo.




viernes, enero 21, 2022

Alegre está el amo


Alegre está el amo
floreció el cañaveral
duro trabaja el negro
Domingo Acevedo.


Foto tomada de la red.


Dice la tambora


Las manos del negro
en las noches liberan
la voz de la tambora
que repica libertad
no sabe el amo
que el negro conspira
que en el peinado de Mangula
Trazado está el camino
que llegando esta la hora
dice la tambora
de huir al quilombo
Domingo Acevedo.


Foto tomada de la red.

LA POBREZA.


La pobreza
el barrio
la marginalidad
el callejón
los niños
la desnutrición
la tuberculosis
la muerte prematura
la prostitución
los vicios
las drogas
el micro tráfico
el peaje
la represión policial
la violencia
el reguetón
la esperanza
los sueños
la frustración
el joven sin mañana
que lucha por un mañana
la prostituta
el delincuente
la inocencia perdida
en la dura batalla
de todos los días
por vivir
el llanto
las lágrimas
el barrio
los palomitos
el mar Caribe
el malecón
la ciudad
la noche
las luces
los autos
y de nuevo el barrio
y de nuevo los sueños perdidos
días tras días
en el duro batallar por sobrevivir
a los vicios y la delincuencia
Domingo Acevedo.



Foto tomada de la red.

miércoles, enero 19, 2022

lunes, enero 17, 2022

Revista Caravelle

 


109/2007

 

¿Como una caña en el cañaveral?

Breve muestrario (América Central y Caribe hispanófono)

 

Dante Barrientos Tecún and Marie-Christine Seguin

 

 

El poema de Domingo Acevedo32, por ejemplo, renueva la relación directa entre la historia de la esclavitud en América Central y la economía del azúcar. “Barcos Negreros” traza imágenes visuales parecidas a un fresco, con el sol agotador que golpea al peón y con el brillo de la plata cegadora de las corazas y piezas de engranaje necesarias a la producción del azúcar. Este poema podría ser hermano de una obra plástica, por diseñar un cuadro ordenado y figurativo con escenas que otorgan importancia al aspecto mecanizado, agudo y acerado del trabajo y del ingenio; estas pinceladas nerviosas pueden encontrarse en unos lienzos del dominicano Ramón Oviedo33.

 

Barcos negreros

 

En su itinerario de horror

barcos negreros vomitan cadáveres en una mar de topacio

anidan  en un trapiche oxidado por el dolor

voces quebradas por el látigo

areito fúnebre

batey desolado

sudor que al tocar la tierra se convierte en sangre

pechos devorados  por un rayo carnívoro

grito que rompe las cadenas que atan la quimera

al canto de las luciérnagas

luna que todas las noches llora sobre las ceibas

su eternidad

caminos de luto y gloria

que en pierde en la memoria anónima

de los esclavos

que hace siglos mueren en el cañaveral

cruces clavadas en el útero de la inocencia

por los guerreros de plata

que  enseñoreados en su maldad

levantan entre sus manos un estandarte de sangre

isla perdida en la ruta del sol

antigua y ambigua

ubicada en un cateto de azúcar y sangre

puerta de jade

por donde penetraron los caballos apocalípticos

a perforar con sus arcabuces

la tierna inocencia de los taínos

Domingo Acevedo.

Rep. Dominicana.

 

Revista Caravelle.

 

Canne à sucre en Caraïbe

¿Como una caña en el cañaveral?

Breve muestrario (América Central y Caribe hispanófono)
Dante Barrientos Tecún and Marie-Christine Seguin
p. 109-142

Abstracts

This paper introduces a sample of Central American literary production and a sample of spanish speaking Caribbean Islands’ poets refering to Sugar cane. A Central American production which seems less abundant than that of the Caribbean zone in spite of the fact that it begins in the 18th century with the Jesuit poet Rafael Landívar. In the 20th century, sugar cane including its labor and derived products, is represented in the texts of the “criollistas” narrators and poets. Paradoxically, while the sugar production becomes more important for agro-exportation, it “disappears” from literature which takes hold of different urban themes or those related to the political violence instead. However, in the most recent productions of Caribbean poems, an innovation appears in the treatment of this topic that, from the traditions, adapts itself to modern forms of transmission.

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Full text

Zancada I

1Quien haya tenido la ocasión de recorrer la zona tropical costera de Centroamérica, no puede olvidar las amplias extensiones de cultivos de caña de azúcar que se pierden en el horizonte, y los camiones cargados de caña circulando casi ininterrumpidamente, en la época del corte, por las carreteras. Tampoco puede olvidar la imagen de los trabajadores de los cañaverales, quemados por el sol, la camiseta y los pantalones renegridos por la quema en la actividad de la zafra, el rostro tostado, tiznado, a veces caminando con el machete en la cintura por la orilla de la carretera después de la extenuante e interminable jornada de trabajo. Los trabajadores son llevados en camiones, por temporadas, para trabajar en las grandes plantaciones en las épocas en que se requiere mano de obra abundante. Se trata pues de migrantes en situaciones socioeconómicas muy vulnerables. El transporte es ya una odisea, más que una odisea un infierno móvil en miniatura, en donde se apelmazan los hombres y frecuentemente sus familias, mujeres, niños e incluso animales (gallinas, perros, cerdos) que no han podido dejar al cuidado de nadie en sus reducidas parcelas. Una realidad social que contrasta brutalmente con la imagen de un mar verde con motes blancos en la punta de la flor de la caña de azúcar, en extensiones abiertas hasta el horizonte hamaqueadas como en leves olas por el viento. Rigoberta Menchú describe en su célebre Me llamo Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia, el viaje – el descenso – de los trabajadores indígenas de Guatemala desde el altiplano frío y templado, hasta la costa; describe igualmente las condiciones de trabajo en las fincas de café, algodón y caña de azúcar y todas se parecen, como si fueran una misma finca:

  • 1  Burgos, Elisabeth, Menchú, Rigoberta, Me llamo Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia, Barc (...)

Ahí precisamente se marca la situación de la mujer en Guatemala, porque la mayor parte de las señoras que trabajan cortando café y algodón, a veces caña, están con sus nueve o diez hijos. Entonces, entre esos nueve, diez hijos o más, hay unos tres o cuatro que más o menos están bien, que resisten un poco. Pero la mayoría están hinchaditos de desnutrición1.

  • 2  Ver Fairfood International, “Condiciones de trabajo en la industria centroamericana de la caña de (...)

2El testimonio de Rigoberta Menchú se publicó hace más de treinta años y sus palabras siguen correspondiendo à la virgule près a una realidad que parece fijada y en algunos casos empeorada2 como habrá ocasión de constatarlo más adelante con un testimonio de una joven muchacha qeq’chi en un reportaje aparecido en mayo del 2012.

3Aunque el cultivo de la caña de azúcar en Centroamérica se inició en la época colonial (Guatemala), no fue sino hasta mediados del siglo XX que empezó a producirse a gran escala y a industrializarse hasta convertirse a partir de los años 1990 en uno de los principales rubros de las economías de la región. Un desarrollo que no ha dejado de tener consecuencias económicas, políticas y socioculturales profundas – con un costo humano muy alto – en las comunidades del istmo. Pero, ¿qué ha hecho la literatura, los escritores, con todo este “material humano”?

4A partir de unas primeras investigaciones y lecturas que hemos podido llevar a cabo desde Europa – las cuales habría desde luego que completar con otras en los fondos centroamericanos – parece posible avanzar una inicial constatación: el tema de la caña de azúcar y sus representaciones son menos abundantes que en la zona del Caribe insular. No obstante, comienzan ya desde el siglo XVIII con el poeta jesuita Rafael Landívar (Guatemala, 1731-1793) quien consagra el “Libro Noveno” de su Rusticatio Mexicana (1781, 1782) al azúcar. Y entre otros aspectos le canta a un derivado del azúcar, las panelas :

Con ellas abruma de viandas la mesa, y corona festines; 

y también con viciosa artimaña los fuertes licores fabrica,

  • 3  Landívar, Rafael, Rusticatio Mexicana, Edición bilingüe, Introducción, textos críticos, anotacione (...)

con los cuales camina embriagada a traspiés por las urbes3.

5Convendría, en otro tipo de trabajo más extenso y exhaustivo, seguir la huella desde Landívar hasta el siglo XX-XXI de las modalidades que ha conocido la representación de la caña de azúcar en las literaturas de América Central.

6Ahora bien, en estas literaturas, puede hablarse de un ciclo literario relativo a las bananeras, basta recordar la llamada “Trilogía bananera” de Miguel Ángel Asturias – Viento fuerte (1949), El Papa Verde (1954) y Los ojos de los enterrados (1960) – así como la obra fundadora del costarricense Carlos Luis Fallas, Mamita Yunai (1941) o el testimonio del nicaragüense Emilio Quintana, Bananos (1942) o aun la pieza de teatro del guatemalteco Manuel Galich, El tren amarillo (1954). En cambio, en lo concerniente a la caña de azúcar, nos parece que no es posible referirse a un ciclo literario propiamente dicho. Ello, sin embargo, no significa que la caña de azúcar, los ingenios, los trapiches, la zafra, la molienda estén ausentes de la producción literaria. Lo que sucede es que aparece con frecuencia como telón de fondo, como referencia, como alusión en la tetralogía de cultivos café, bananos, algodón, caña, pero en raras ocasiones se convierte – contrariamente a las
bananeras – en el centro del relato o de las composiciones poéticas. Ciertamente, durante la primera parte del siglo 
XX, cuando la literatura “criollista” (una modalidad del regionalismo), predomina en la región centroamericana, como en buena parte del continente, al ser el mundo rural el centro del universo narrativo o poético, los cañaverales no podían estar ausentes. Porque éstos impactan el paisaje. Así, en Guatemala, las líneas de su mano (1955), Luis Cardoza y Aragón refiere, en las pinceladas de su prosa poética, ese paisaje feraz en donde estallan los cultivos:

  • 4  Cardoza y Aragón, Luis, Guatemala, las líneas de su mano, Managua, Nueva Nicaragua, 1985 [1955], p (...)

De la frontera de México a la de El Salvador, la vertiente de la cordillera sobre el Océano Pacífico se derrama en ancha faja de tierras de café, algodón, caña de azúcar, cereales, maderas, citronela y muy buenos ganados. Es la zona agrícola más exuberante, de naturaleza potente y húmeda, con vegetaciones que toman vigor en el lodo sexual del trópico. Tierra orgiástica, con olor a pobredumbre y fermentaciones en charcos y pantanos4.

7Naturaleza que contrasta brutalmente con la condición del campesino, en una ecuación absurda: a más exuberancia y riqueza de la tierra más grande es el abandono del trabajador. Es ésta una de las temáticas que van a estar vinculadas a las representaciones de los cañaverales, junto a las relaciones del trabajador con el patrón o bien la descripción misma de la molienda.

8Una dimensión pintoresca, en la cual se evacúa el drama campesino y se acentúa lo costumbrista (hablas populares, tradiciones), puede encontrarse en algunos autores, en cuyos textos se representa una producción cañera todavía a escala local. Lo anterior puede observarse en ejemplos propuestos en el breve muestrario que sigue a esta introducción, en los cuentos “La molienda” de Arturo Ambrogi o en “La propia” de Manuel González Zeledón. En ellos, se describe el trabajo artesanal en el trapiche, todavía ajeno al mercado internacional. En el poema de Lisímaco Chavarría titulado precisamente “En el trapiche”, se propone una estampa bucólica del universo de la molienda, describiendo con tonos suaves la labor del acarreo de la caña en la carreta, la yunta de bueyes que accionan los rodillos que la trituran y el jugo que va corriendo; es un mundo en armonía con el canto de los trabajadores.

9Otro tipo de representación vinculada a la caña de azúcar es la que se refiere al aguardiente. Ello puede observarse en el relato de Francisco Méndez titulado “Bolo por toda la eternidad”, en donde el personaje del tío Lucas, a la orilla de la muerte, no desperdicia la oportunidad para beber un “último” trago y alabar sus beneficios en una visión lúdica y humorística.

  • 5  Esta constatación habría que confirmarla con un estudio más en detalle. Por otro lado, es posible (...)

10Si las alusiones al universo de los cañaverales eran bastante frecuentes en la producción literaria del “criollismo”, en la medida en que la literatura centroamericana se fue alejando de la ruralidad para inscribirse en los espacios urbanos (años 1960), las representaciones de la caña de azúcar desaparecen paulatinamente, a pesar de la importancia que ésta fue adquiriendo en la agroexportación. Al parecer, se da esta dinámica: a más peso socioeconómico de la caña menor representatividad literaria5.

  • 6  Ver el reportaje de Giorgio Trucchi: “Valle del Polochic: ‘Ni la caña de azúcar, ni la palma afric (...)

11No obstante lo anterior, autores actuales le conceden un espacio determinante en sus obras. Es caso de la novela El misterio de San Andrés (1996) de Dante Liano. En los fragmentos aquí propuestos, se destaca la dureza y el dolor físico y mental que implica el corte de la caña en las grandes plantaciones. El personaje Benito, indígena del altiplano guatemalteco, ha bajado en camión a la costa, y descubre ese universo trágico de los cañaverales. Y no sólo es el dolor físico (el calor agobiante, el cuerpo agotado) también el peligro acechante, como la serpiente que muerde y emponzoña a un compañero. Pero es además el lugar de la manipulación ideológica, en donde el patrón determina el salario, las condiciones de trabajo y – por supuesto – por quién hay que votar en las elecciones presidenciales. Ese universo de la explotación del trabajador del campo, de su miseria, y sus reivindicaciones limitadas pero inaceptables para el gran capital, es cuanto se expresa igualmente en los versos de Manlio Argueta. El mercado internacional no comprende la lógica humana sino la del beneficio. Para cerrar este breve muestrario, hemos incorporado un testimonio “anónimo”, de una joven indígena q’eqchi’, cuyas palabras revelan la situación actual de la producción de la caña de azúcar en Guatemala. Este tipo de producción agrícola (junto con la palma africana) concentrada en pocas manos y volcada a satisfacer demandas del mercado exterior, tiene consecuencias muy graves para el país en términos sociales, en cuanto a seguridad alimentaria, y ecológicos6. Cabe constatar también que por ahora la literatura más reciente no parece consagrarle demasiado espacio a esta problemática cañera, pero acaso en razón de su impacto social y sobre los ecosistemas de la región podamos estar en la antesala de un “ciclo literario de la caña de azúcar”.

Zancada II

  • 7  Melon, Alfred, “L’exploitation poétique du thème de la canne à sucre dans la littérature cubaine ( (...)

12Las islas caribeñas hispanófonas registran una importante expresión literaria y poética que concierne al tema del azúcar, mayoritariamente desde los años 20 hasta los años 60. En ese periodo se consideraba la caña de azúcar como una materia económica y un componente agrario que plasmaba los paisajes y organizaba la sociedad rural con el trabajo de la zafra en el cañaveral. La expresión anterior a los años cincuenta subraya una tendencia de rasgos estilísticos que revelaban poca conciencia social, pero la interpretación de la realidad azucarera cambió, de los años 50 en adelante, según lo que analizó Alfred Melon en un estudio realizado en los años 707.

  • 8  Lezama Lima, José, Temporada en el ingenio, un “ensayo introductorio a las fotografías de Chinolop (...)

13Lo que destaca en la literatura de aquel entonces es que el azúcar evoca extremos superlativos, tanto benéficos como maléficos, que apuntalan un valor simbólico pero esas interpretaciones se concretan fuera de un trillado sentido antitético: lo dulce versus lo fuerte, o lo adictivo versus el fortalecimiento. El azúcar adquiere en aquel periodo significados distintos según las circunstancias eco-históricas, desde la opresión sufrida por los obreros en las Centrales hasta la emancipación de la dependencia económica en los años postrevolucionarios cubanos; en la literatura caribeña abundan esas circunstancias. En breve, la expresión del azúcar funciona en una ambivalencia bastante constante entre una imagen simbólica y una imagen realista. Falta añadir que son poco frecuentes las imágenes que describen la fabricación del azúcar en el ingenio como lo propuso el cubano José Lezama Lima, en Temporada en el ingenio, un “ensayo introductorio a las fotografías de Chinolope”, publicado en 19688.

  • 9  Ver Calzada, Ángela y Verrier, Roberto, La apertura de Cuba y sus eventuales efectos sobre la econ (...)

14Según lo investigado en el campo poético, son poetas destacados aunque no todos lo fueron en el periodo en que escribieron sus poemas – se les reconoció luego entre los maestros. Además, cabe relevar que desde los años 80 del siglo XX a ese inicio del siglo XXI existen muy pocas ocurrencias. Las imágenes poéticas en las que protagoniza la caña lo hacen bajo la forma de fragmentos visuales, colocados en medio de cuadros pintorescos, para recordar un momento de la historia económica de la nación. Esta presencia limitada es significante de un desinterés como tema mayor en una sociedad que se ha urbanizado, y cuyo trabajo se ha mecanizado. No obstante, la caña de azúcar queda y permanece hoy en día, una materia prima entre los principales recursos económicos de las tres islas. Cuba es el sexto productor mundial y en la actualidad podría liderar nuevas formas de relación económica con la República Dominicana9, por ejemplo.

  • 10  Naranjo Orovio, Consuelo, Antillas, Historia mínima de las Antillas, Madrid, Turner, 2017, p. 229.
  • 11  González, José Emilio, «Poeta y sociedad en Puerto Rico», Cahiers du monde hispanique et luso-brés (...)
  • 12  Sánchez Dergán, Joselo, La industria azucarera operada por el gobierno de Puerto Rico: necesidad d (...)

15La escasez de la expresión literaria del azúcar, en la actualidad, puede explicarse en parte por un contexto económico menos favorable a la producción del azúcar en las islas caribeñas desde finales de los años ochenta. En Puerto Rico, a pesar de permanecer un recurso material de importancia10, tampoco se le concedió mucha salida literaria11. El azúcar como apuesta económica cristalizó allí, desde los años treinta, las luchas de los obreros en reacción al anexionismo estadounidense12 y se enfocaron, en la literatura nacional, asuntos que desarrollaban ideales identitarios y nacional-criollistas en los que el tema azucarero no sobresalía entre otras materias primas.

  • 13  Acosta, Agustín, La Zafra, la Habana, ed. Minerva, 1926.
  • 14  Como actuación reciente del fomento de la memoria, leer en el comentario la actualidad de la expos (...)

16En la muestra literaria a continuación despunta, de modo paradigmático, las características que acarrea la caña hasta la fecha. Que conste que ya no existen, en la actualidad, poemas de la envergadura del poema-prosa La Zafra de Agustín Acosta13 que recreaba la expresión del azúcar como el escenario vital y social tenso de la nación. Tampoco hemos encontrado versos que describirían el paisaje de un ingenio en ruinas por ejemplo, a pesar de que es una expectativa literaria que podría ser legítima de esperar hoy como una expresión patrimonial de los países, al igual que lo resalta la reciente exhibición de un trapiche14 en Cuba.

  • 15  Véase por ejemplo en Guillén, Nicolás, Sóngoro cosongo, La Habana, ed. Unión, 1931, 1978, p. 34.
  • 16  Guillén, Nicolás, Idem, West Indies, Ltd. (1934) Véase en línea, Nicolás Guillén, Obra poética : 1 (...)
  • 17  Guillén, Nicolás, Elegía a Jesús Menéndez, La Habana, ed. Letras Cubanas, 1951, 1978.
  • 18  Piñera, Virgilio, “La isla en peso”, en línea, enviado por Ronel González Sánchez [www.monografias (...)
  • 19  A pesar de ser silenciado en la época por ser juzgado como hereje en el conjunto de los poetas del (...)
  • 20  De igual manera que el cubano Virgilio Piñera cuya visión adelantada le costó el rechazo de sus co (...)
  • 21  Dávila Cabrera, Virgilio, “No des tu tierra al extraño”, Poemas digitales completos, casa digital (...)
  • 22  Dávila Cabrera, Virgilio, “El jíbaro”, Poemas digitales completos, casa digital de Luis López Niev (...)
  • 23  Palés Matos, Luis, “Majestad Negra”, Tún Tún de pasa y grifería, en línea, [http://americo.usal.es (...)
  • 24  Suro, Rubén, “Letanía del cañaveral”, Obras Completas, escrito en 1939.
  • 25  Mir, Pedro, Amén de mariposas, Santo Domingo, Imprenta Nuevo Mundo, 1969.
  • 26  Conde, Pedro, recop., Rubén Suro, Antología poética o la poesía con una sola intención, “Letanía d (...)
  • 27  Mir, Pedro, Hay un país en el mundoObras Completas, escrito en 1947.
  • 28  Macondo, pueblo de la novela Cien Años de soledad de Gabriel García Márquez escrita en 1967, es tí (...)
  • 29  Mir, Pedro, Hay un país en el mundo, la Habana, Ed. Talleres de campaña cubana, 1949. Véase en Mit (...)

17Entre los maestros de la poesía cubana, Nicolás Guillén evoca el tema del azúcar15 en poemas como los de West Indies Lt. 16 que invitaban a recordar la historia de Cuba, también en poemas que convocaban la memoria de personalidades de la historia, entre otras, la de aquel General de las Cañas que fue Jesús Menéndez17, dirigente sindical en el sector azucarero. Con el poema La isla en peso18 de Virgilio Piñera19, se retratan, en paralelo, escenas de la historia cubana y una perspectiva de la historia del sujeto poético, en un proceso que manifiesta una construcción cultural típica cubana, a partir de la vacuidad institucionalizada en los años del periodo de la “república mediatizada”, (1898-1933). Luego, y para citar a dos poetas puertorriqueños entre los fundadores, desde Virgilio Dávila Cabrera hasta Luis Palés Matos20, se recalcan dos vertientes de la poesía nacional: la modernista idealizada21 con “El jíbaro”22 de Dávila Cabrera y la de orientación vanguardista con una poesía afro-antillana, con “Majestad negra”23 de Palés Matos. Este poema abraza de forma típica la cuestión azucarera con una letra que resulta ser un elevado ejercicio de fonación, ya que si es altamente musical casi no se puede articular sin tropezar. Otra fuerza adquiere el tema azucarero en la poesía de dominicanos como la de Rubén Antonio Suro García (Rubén Suro)24 y la de Pedro Julio Mir Valentín (Pedro Mir)25, ambos poetas destacados. Con una expresión poética personal, en el caso de Rubén Suro que se liberó de los códigos de la nueva poesía dominicana del “postumismo”26 se ofrece una palabra auténtica y comprometida. Con el poema “Hay un país en el mundo”27, Pedro Mir, nacido en un ingenio, recrea un espacio metonímico del mundo azucarero. Este poema sería la invención de un espacio poemático azucarero original, equiparado a aquel espacio bananero que es “Macondo”28 en la prosa colombiana. El poema, de un realismo crudo, se convierte en un símbolo de la esclavitud en el trabajo de la caña, hasta hacerse un verdadero himno nacional29.

  • 30  Fuente Escalona, Rodolfo de la, “Duendes”, Paisaje y pupila, Primera Mención Décima en el Concurso (...)
  • 31  Gloria Ortiz, Carmen, Poema de Cañaveral, con autorización de la autora, correo privado, marzo-may (...)
  • 32  Acevedo, Domingo, Espejismo de la luna llena, “Barcos negreros”, en línea, [Espejismo de Luna Llen (...)
  • 33  Ramón Oviedo (1924-2015) es un pintor dominicano. Este tipo de figuración también puede referirse (...)

18En los poemas más recientes, como los del decimero cubano Rodolfo de la Fuente Escalona30, el tema del azúcar está relacionado con lo mágico. La presencia de duendes abre sobre el sincretismo cubano a través de la imagen de la “sal y azúcar” mezclados, como si fuera un experimento alquímico. Este aspecto ofrece al poema un valor simbólico que tiene poco que ver con el azúcar. Sin embargo, si se lo compara con el poema de la puertorriqueña Carmen Gloria Ortiz, el ritmo musical es de igual importancia. Su “Poema de Cañaveral”31 tiene un ritmo alegre musical muy marcado, que lo lleva todo en un flujo cancioneril que sustituye la importancia que hubiera podido tener el azúcar. En realidad, el ambiente del trabajo de la caña se diluye en un conjunto marcado por el ritmo musical que se atribuye a un compás propio de faenas del campo. El poema de Rodolfo de la Fuente Escalona no menciona el azúcar como materia económica, es un ingrediente entre otros y el ritmo asemeja al poema a un cancionero infantil, un acertijo, llevado por un tono travieso que añade legitimidad a la actuación de los duendes. El poema de Carmen Gloria Ortiz es una danza que se baila al sonido de sílabas truncas con un ritmo pasmado que pone de manifiesto el habla criolloantillana, en los recordados ancestros negros. Ambos proponen poemas hechos piezas musicales en que el azúcar es un pretexto a una como canción con tonalidad dinámica y alegre. Entre los poetas dominicanos actuales se halla otro tipo de figuración sinestésica. El poema de Domingo Acevedo32, por ejemplo, renueva la relación directa entre la historia de la esclavitud en América Central y la economía del azúcar. “Barcos Negreros” traza imágenes visuales parecidas a un fresco, con el sol agotador que golpea al peón y con el brillo de la plata cegadora de las corazas y piezas de engranaje necesarias a la producción del azúcar. Este poema podría ser hermano de una obra plástica, por diseñar un cuadro ordenado y figurativo con escenas que otorgan importancia al aspecto mecanizado, agudo y acerado del trabajo y del ingenio; estas pinceladas nerviosas pueden encontrarse en unos lienzos del dominicano Ramón Oviedo33.

  • 34  Fisher, Dominique D., “L’écriture du spectacle Seuls de Wajdi Mouawad : poétique et détours transc (...)

19La asociación entre poema y pintura convida a abrir la búsqueda e interrogar la importancia de lo visual en su complejo proceso de “intermedialidad”34 y en particular cuando se resaltan actividades y periodos del pasado como cuando aquí se recuerda la actividad de la producción del azúcar. También cabría mirar hacia la presencia entrañable de lo musical en la poesía caribeña, la de una sonoridad instrumental que podría andar de consuno con lo visual, incluso podría dar el cambio a un uso cada vez más generalizado, en el siglo XXI, de figuraciones visuales en la poesía.

Notas bio-bibliográficas de los autores

20Acevedo, Domingo (República dominicana, Esperilla, 1957)
Poeta, con tres libros editados: 
Espejismo de Luna Llena, Ciudad de Papel y América.

21Ambrogi, Arturo (El Salvador, San Salvador, 1878-1936)
Director de la Biblioteca Nacional y periodista; colaboró en periódicos como 
La Ley de Santiago de Chile y La nación de Buenos Aires. Como diplomático viajó por los Estados Unidos, Europa, China y Japón, experiencias que plasma en varios libros de viajes: Marginales de la vida (1912), Sensaciones del Japón y la China (1915) y Crónicas marchitas (1916). Autor de relatos costumbristas como Libro del trópico (1907), luego aparecería El segundo libro del trópico (1916).

22Argueta, Manlio (El Salvador, San Miguel, 1935)
Poeta y narrador, miembro de la “Generación Comprometida” y del “Círculo literario universitario salvadoreño” (1956) junto con Roque Dalton. La situación política de El Salvador lo conduce a exiliarse en Costa Rica varias décadas (1972-1993). Inicia su práctica literaria en los años 1960 como poeta – 
En el costado de la luz (1968) – y a partir de la publicación de su primera novela, El valle de las hamacas (1970), se consagra a ambos géneros. Poesía: Las bellas armas reales (1979), Poesía completa 1956-2005, Edición crítica de Astvaldur Astvaldsson (2006). Novela: Caperucita en la zona roja (Premio Casa de las Américas, 1977), Un día en la vida (1980), Cuzcatlán donde bate la mar del sur (1986), Milagro de la paz (1994), Siglo de o(g)ro. Bio-no-ve-la circular (1996).

23Chavarría, Lisímaco (Costa Rica, San Ramón, 1875–San Ramón, 1913)
Poeta que se caracteriza por centrar su obra poética en el universo rural y en los motivos nacionales; por ejemplo en su composición “Manojo de guarias” (siendo la guaria la flor nacional de Costa Rica). Entre sus obras poéticas destacan: 
Orquídeas (1904), Nómadas (1906), Desde los Andes (1907), Poema del agua (1909), Manojo de guarias (1913), Poesías (1940).

24Dávila Cabrera, Virgilio (Puerto Rico, Toa Baja 1869–Bayamón 1943)
Sus experiencias como maestro y agricultor le trajeron amor por su patria que se refleja en su poesía. Dávila, es considerado como uno de los más grandes representantes del modernismo en Puerto Rico. Publicó en esta veta 
Viviendo y amando (1912) y Aromas del terruño (1916).

25Fuente Escalona, Rodolfo de la (Cuba, Holguín 1954)
Poeta decimista, investigador y compositor. Publicó 
Paisaje y pupila en 1981.

26González Zeledón, Manuel (“Magón”) (Costa Rica, San José, 1864San José, 1936)
Autor que se distinguió por explotar la “riquísima veta de costumbres nacionales” y se le considera iniciador de la literatura costumbrista en su país. Participó en la vida política nacional y se desempeñó como diplomático en los Estados Unidos (Cónsul en Nueva York, 1910-1914, Embajador en Washington, 1932-1936) donde vivió más de 30 años (1902-1936). Obras: La propia (1910), La Propia y otros tipos y escenas costarricenses (1912), Cuentos (1947).

27Guillén, Nicolás (Cuba, Camagüey 1902–La Habana 1989)
Poeta, máximo representante de la llamada poesía negra centroamericana con poemarios como 
Sóngoro cosongo (1931) o West Indies, Ltd. (1934).

28Liano, Dante (Guatemala, 1948)
Escritor, crítico literario y catedrático universitario en la Università Cattolica del Sacro Cuore en Milán. Reside en aquella ciudad italiana pero su obra literaria tiene un eje central: Guatemala. Obtuvo el Premio Nacional de Literatura “Miguel Angel Asturias” (1991). Fundador y director de la revista 
Centroamericana (Milán). Es autor de ensayos sobre literatura guatemalteca – Visión crítica de la literatura guatemalteca, 1998 – y ha publicado varios libros de cuentos y novelas. Cuentos: Jornadas y otros cuentos (1978), La vida insensata (1987), El vuelo del ángel (1996), Cuentos completos (2008). Novelas: El hombre de Montserrat (1994), El misterio de San Andrés (1996), El hijo de casa (2004), Pequeña historia de viajes, de amores e italianos (2008), El abogado y la señora (2016).

29Méndez, Francisco (Guatemala, 1907-1962)
Narrador, periodista y poeta, fue uno de los fundadores del grupo “Los Tepeus”. Sus relatos y composiciones poéticas se centran en el mundo rural, representando sus conflictos y tradiciones. Poesía: 
Los dedos en el barro (1935), Romances de tierra verde (en colaboración con Antonio Morales Nadler, 1938), Alas (1949), Poesía de Francisco Méndez (1975). Narrativa: Cuentos (1957).

30Mir Valentín, Pedro Julio (República dominicana, San Pedro de Macorís 1913 Santo Domingo 2000)
Escritor, considerado como el Poeta Nacional de la República Dominicana (declarado por el Congreso Nacional en 1984), perteneciente a la generación de los Independientes del 40. Escribe en 1949 el poema poemario Hay un país en el mundo y en 1969 Amén de mariposas.

31Ortiz, Carmen Gloria (Puerto Rico, 1936)
Escribe poesías que publica en la red. Reside en Austin, Texas, desde 2007.

32Palés Matos, Luis (Puerto Rico, Guayama 1898–San Juan 1959)
Poemarios: 
Tuntún de Pasa Y Grifería (1937) y, en 1957, se publica su obra completa Poesía. Representa el inicio de la poesía de vanguardia en el país llamado “diepalismo” donde prima la sonoridad y musicalidad de los versos. En la década de 1920 participó en la actividad política, integra la Alianza Puertorriqueña, independentista. Desarrolló la poesía negra o el verso negro, con una visión en especial de la cultura negra puertorriqueña.

33Piñera, Virgilio (Cuba, Cárdenas 1912–La Habana 1970)
Poeta, narrador y dramaturgo, es uno de los autores más originales e independientes de la literatura cubana. Poemario: 
La isla en peso (1944).

34Suro García-Godoy, Rubén Antonio (República dominicana, La Vega 1916– Santo Domingo 2006)
Abogado, profesor, poeta y literato. En 1936, fundó el grupo “Los Nuevos” y fue el poeta más destacado. Por su interés en la poesía social y negroide, el grupo fue disuelto por la tiranía de Trujillo. Cultivó la poesía popular cuyos antecedentes podrían encontrarse en algunas décimas de Juan Antonio Alix.

Breve muestrario

1. “Barcos Negreros”

En su itinerario de horror
barcos negreros vomitan cadáveres en una mar de topacio
anidan en el viento voces quebradas por el látigo
trapiche oxidado por un dolor ancestral
areito fúnebre
batey desolado
aluvión sangriento
sudor que al tocar la tierra se convierte en sangre
miradas de sal derretidas por el sol
cadenas que atan a la quimera al canto de las luciérnagas
luna que todas las noches llora sobre las ceibas
caminos de luto y gloria
cruces clavadas en el útero de la inocencia
corazas plateadas en donde se enseñorea la muerte
pasos que se pierden entre las sombras en donde se cobijan los sueños
pechos reventados por un rayo carnívoro
grito diluido en la memoria de una raza que se extinguió en su heroísmo
llora el tiempo en el pecho de la noche que el viento enlutece
isla perdida en la ruta del sol
antigua y ambigua
ubicada en un cateto de azúcar y sangre
puerta de jade por donde penetraron los caballos apocalípticos
a perforar con sus arcabuces la tierna inocencia
de los tainos.

Domingo Acevedo, in Espejismo de la luna llena (2001)

2. “La molienda”

La molienda, como era costumbre, debía de principiar poco después de media noche. Los mozos, soñolientos iban preparándolo todo, a la luz de los humeantes candiles de gas. Del cercano potrero llegaban las dos primera yuntas y por el sendero en recuesto de los cañaverales, sonaban los porrazos de las carretas que se encaminaban a iniciar el cotidiano acarreo de la caña. Aún no habían cantado los gallos. La noche estaba fresquecita; tachonado el cielo de luceros que dejaban fluir sobre la tierra obscura un tenue claror de plata.

¡Arrimá la yunta!

La yunta se aproximaba al trapiche. En medio de la obscuridad, el grupo aparecía desdibujado; pero por el manchón betuminoso que producía, más intenso aún que el ambiente que le rodeaba, debía de ser una soberbia yunta. El arreador la empujaba hacia la mijarra, con gritos estentóreos, que repercutían en el silencio nocturnal.

¿El Tordo va adentro o va ajuera?

– ¡Ajuera, hombre!

Colocados los bueyes a uno y otro lado de la mijarra, el chele Cande principió a enyugarlos. La tarea no era difícil. Aquellos bueyes eran de lo más manso y aguantadores: de lo más selecto de la hacienda. Estaban ya bien acostumbrados a la recidumbre de la labor. Eran de esos que los campesinos llaman, por antonomasia, “ bueyes moledores ”, y los cuales durante la temporada, son harto solicitados. Una vez concluída la operación, el chele Cande encendió su Chirilagua, y yendo a sentarse sobre una piladera que por ahí andaba rodando, esperó el momento de entrar en funciones, él y sus bueyes.

[…]

Una carreta llegó. Venía cargada de caña hasta los topes.

¿De onde es? –preguntó Tacho, sin soltar la brazada y vigilando la maniobra de la madre.

–Todita es del rincón del Coyol –contestó el carretero, principiando a soltar las amarras.

–Entonces echála de este lado. No la vayas a revolver con lotra, que es del plan.

Comenzaron a descargar la carreta. Era toda caña morada. No tan rolliza como la del plan. Era delgada, corta, dura de chupar; pero era también la que más rendía de todo el cañaveral. El dulce que daba era un dulce chele, azucarado. Ni el dianche le metía diente a una tapa; dándole contra el empedrado del corredor, se astillaba; pero no se partía. Era dulce de primera. 

Arturo Ambrogi, in El libro del trópico (1955)

3. “Entrevista”

[…]

Sólo pedimos una cosa.
      Y como quien declama
      un poema de memoria
hecho por el poeta de un planeta extraño:
      Que se nos asegure del gobierno
      mejora en la comida de los trabajadores,
      a los recogedores de algodón,
      a los recogedores de café,
      a los peones de la caña de azúcar.
Y que nos den para el desayuno:
      Siete cucharadas soperas de frijoles,
      una onza de queso,
      una taza de café y dos tortillas
      para cada trabajador.
Y que nos den para el almuerzo:
      Siete cucharadas soperas de frijoles,
      cinco cucharadas soperas de arroz
      frito,
      y tres tortillas para cada trabajador.
Y que nos den para la cena:
      Siete cucharadas soperas de frijoles,
      un huevo, tres tortillas y una taza
      de café para cada trabajador.
Lo que pedimos es poco, dice el jornalero,
nada más un aumento en la comida,
un aumento de dos cucharadas soperas,
queso y huevos. Y el periodista
pregunta al jornalero, al albañil,
que si no es mucho lo que piden
      especialmente ahora
que bajarán los precios de la caña y el café
en el mercado internacional.

Manlio Argueta, in Poesía completa (1956-2005)

4. Testimonio (fragmento)

Cuando se prepara para un desalojo, el Ingenio anuncia por las radios locales que va a necesitar de personal para integrar cuadrillas de trabajo. Reúnen hasta 300 ó 400 personas y las llevan a las comunidades para destruir los cultivos con el machete. Después, siempre con la protección de la policía y mientras los cuerpos armados desalojan a la gente y queman las casas, empleados del Ingenio pasan con las máquinas para revolver el terreno y sembrar caña de azúcar. Aprovechan de la miseria de la gente para encomendarles el trabajo sucio. En poco tiempo ya no hay rastros de la vida que animaba a estas comunidades.
[…]
Estas empresas hostigan, persiguen y reprimen a nuestra gente. Es necesario que el gobierno cumpla con los Acuerdos de Paz en cuanto a la tenencia de la tierra y al financiamiento para los campesinos. No es posible que sólo beneficie a los millonarios, porque la madre tierra debe servir para los pueblos y no para una sola persona que siembra monocultivos. Lamentablemente, lo que vemos ahora es más pobreza extrema y desnutrición, porque la palma y la caña no nos alimentan. Lo que el pueblo necesita es de nuestra sagrada tortilla, de nuestro sagrado frijol. Como pueblos indígenas tenemos que rescatar nuestra tierra y nuestros recursos naturales.

Una joven muchacha q’eqchi’ de la comunidad de Río Frío

5. “En el trapiche”

Hay regocijos en la cabaña;
tiende la tarde rojos cendales
y dos carretas llenas de caña
vienen vibrando de los cañales.

Crujen las mazas dando sus vueltas
y los gañanes el horno atizan,
y dos chicuelos, de mangas sueltas,
con sus cuchillos la caña alisan.

Los bueyes giran por un camino
que en el bagazo finge una boa,
y baja el jugo, color de vino,
haciendo espumas en la canoa.

Cantan los mozos y un chico baila
oyendo a aquéllos cantar en coro,
y sobre el fuego hierve la paila
echando al aire burbujas de oro.

Lisímaco Chavarría, in Poesías (1940)

6. “El jíbaro”

Si de la caña los flautines
llevan a todos los confines
el nombre augusto de la patria como el de un nuevo Potosí,
esta magnífica riqueza,
esta aureola de grandeza
con que se nimba mi terruño, ¿a quién la debe, sino a mí?

¡Ved la campiña de mi tierra!
¡Cuanto ella vale, cuanto encierra,
es el producto generoso de mi fructífera labor!
Ved la campiña… ¡y ved si miente
el que me tacha de indolente,
y con el jugo de mi vida pasa la vida a su sabor!

Virgilio Dávila Cabrera

“No des tu tierra al extraño”

Fruto que la mente aviva
y es del criollo sostén al
par que orgullo. Si hay quien,
extraño quiera tu suelo,
que no se colme su anhelo
por más que te pague bien.

De sus llanos la grandeza
admira la gente extraña.
En ellos canta la caña
la canción de la riqueza.

Virgilio Dávila Cabrera

7. “Duendes”

Mezclan azúcar con sal.

Se orinan en las cazuelas.

Denuncian las botijuelas
que los muertos guardan mal.

No son gente ni animal:
bien no va quien los engaña.
Peor el que los regaña
pues no entienden de razones.
Son leves como gorriones
y cubanos como caña.

Rodolfo de la Fuente Escalona, in Paisaje y pupila (1981)

8. “Poema de Cañaveral”

Solito o “acompañao”
iba Pepito a la finca.
Caminando en “ocasionej”,
“arrimao” a la tía Sica.

Bajaban “jalda y jaldaj”
Subían también colinas
“Pa” terminá en la caña
de la “Jacienda Malpica.”

A la hora de la parva
los domplines se servían,
también el bacalao frito,
“acompañao” de yautía.

El día del pago aquel,
en “mercao” se convertía,
cerca del cañaveral,
loj “terreno” de la finca.

Se vendía y permutaba
ropa de “toa” clase y cintas,
enagua “ji” pantalone
“jamacas” y hasta las cítaras.

Se jugaba también “daos”
Se bailaba con la “jembra”,
se peleba con machete,
al son de la danza y plena.

Seguían bailando y bebiendo
aguardiente y ron cañita,
las “pareja” en movimiento,
en el soberao de Malpica.

Llegaba ya la “amanejca”
El frío  se sentía
y los “jíbaro” “mareaos”,
el buchito se bebían.

Se iban jaldas abajo
alrededor de la finca.
y aquellos loj “arrimao”,
se quedaban en Malpica.

Al otro día seguía
la faena de la finca
Los jíbaros al recorte,
de la fruta dulce y rica.

Pepito y la tia Sina,
a dormir también se irían,
para repartir a la “amanezca”
la parva, a los de Malpica.

Carmen Gloria Ortiz

9. “La propia”

Cuatro cañas medio enguarapadas molía ñor Julián en el desvencijado trapiche; María Engracia espumaba con el pascón de guacal la hirviente paila, y ambos, con el auxilio de un peoncillo, sacaban la tarea de olosas tapas, que la vieja alcahueta iba envolviendo en atados con hojas secas de caña y plátano. Poco le había lucido su tercería a la infame arpía; mal comida, mal vestida y peor tratada por ambos, era la bestia de carga de la pareja; ella aguijaba la desmedrada yunta que movía las pesadas masas del trapiche, ella atendía el hacinamiento del bagazo; ella arrastraba penosamente los pesados con que atizaba la hornilla; ella acarreaba baldes de agua para mojar los moldes; ella espantaba los chachos que por comerse las cachazas amenazaban destruirlo todo; ella cocinaba; ella lavaba, ella molía el maíz, y cuando al final de un día de “molida” iba a descansar sus huesos y su pellejo, servíale de cama un camastro de varillas con un cuerpo seco por toda estera y un cobo andrajoso por toda cobija

      Aclarando el día, montaban Julián y la muchacha, llevando a la zaga una yegüilla canija con los zurrones repletos de dulce y temprano arriban a San José, en donde, en su puesto del mercado, extendía la venta: él regateando con los marchantes, ella enmochilando los reales y dando los “vueltos”.

Manuel González Zeledón,
fragmento del cuento in Antología del Cuento Clásico Centroamericano (1961)

10. “Madrigal”

Sencilla y vertical,
como una caña en el cañaveral.
Oh retadora del furor
genital:
tu andar fabrica para el espasmo gritador
espuma equina entre tus muslos de metal.

Nicolás Guillén, in West Indies, Lt. (1934)

“Elegía a Jesús Menéndez”

Venid, venid y en la alta
torre estaréis, campana y campanero;
estaremos, venid,
metal y hueso juntos que saludan
el fino, el esperado amanecer
de las raíces; el tremendo hallazgo
de una súbita estrella;
metal y huesos juntos que saludan
la paloma de vuelo popular
y el verde ramo en el aire sin dueño;
el carro ya de espigas
lleno recién cortadas;
la presencia esencial
del acero y de la rosa:
metal y huesos juntos que saludan
la procesión final, el ancho séquito
de la victoria.

Entonces llegará,
General de las Cañas, con su sable
hecho de un gran relámpago bruñido;
entonces llegará,
jinete en un caballo de agua y humo,
lenta sonrisa en el saludo lento,
entonces llegará para decir,
Jesús, para decir:
—He vuelto, no temáis.
Para decir:
—Mirad, he aquí el azúcar ya sin lágrimas.
Para decir:
—Fue largo el viaje y áspero el camino.
Creció un árbol con sangre de mi herida.
Canta desde él un pájaro a la vida.
La mañana se anuncia con un trino.

Nicolás Guillén, in West Indies, Lt. (1934)

11. El misterio de San Andrés

Con el crepúsculo, los cortadores de caña regresan al galerón. Benito lleva una semana en el trabajo y piensa que nunca se va a acostumbrar. Todo el brazo es un solo dolor y hasta el machete que viene colgando de su mano, como una cola indeseada, hasta el instrumento filudo con que de un tajo corta los junquitos dulces de la caña, hasta esa arma temible que brilla bajo la luz plateada del atardecer pareciera dolerle con su peso o tal vez porque ha sido parte de su mano todo el día. Con el sudor que le baja de la cabeza, a pesar del sombrero que le cubre, Benito camina con sus compañeros hacia el descanso del anochecer. En el corte se ha encontrado a Fulgencio, su adversario del pueblo. Se alegró de verlo y desde que le hizo lugar para que extendiera su petate y las pocas cosas que cargaba, andaban juntos de arriba para abajo.

      El sol oblicuo hiere la vista y Benito achina los ojos. Van caminando con el paso cansado de los que han cerrado una jornada y no tienen prisa de llegar a ninguna parte, sólo al naufragio de su lecho. Benito percibe su cuerpo y lo percibe por el dolor que lo atraviesa. Se consuela recordando las palabras de Fulgencio: ya se va a acostumbrar. Va tan encerrado en sus pensamientos que tropieza y se tiene que apoyar en Fulgencio.

[…]

      ¿Qué querrá el patrón? Casi nunca viene al ingenio. A veces trae al doctor para que le saque las lombrices a todos. Un camión de Sanidad Pública viene con él y le dan pastillas verdes a la gente y es todo el día andar corriendo al monte a cagar lombrices. Pero si no es para eso, no se aparece.

      –El domingo van a venir camiones por ustedes y van a ir al pueblo a votar. ¿Sabían que el domingo hay elecciones?

      Estupor colectivo.

      –Bueno, pues el domingo hay elecciones para elegir al presidente Ubico. Ustedes no se preocupen que yo les digo lo que tienen que hacer. Gracias a Ubico esta nación tiene orden y prosperidad. Gracias a Ubico ustedes tienen trabajo. Gracias a Ubico hay respeto. Así que ya lo saben, el domingo, todos a votar por Ubico. ¡Y ese día les ofrezco trago gratis!

      Los caporales aplauden. La gente aplaude. El patrón hace un gesto, y los aplausos cesan.

      –Bueno, mijos, quería decirles que estoy contento con el trabajo. ¡Y que Dios los bendiga!

      El patrón se baja de la tarima en que está subido y se cala el sombrero de paja. Da la vuelta y se va hacia la casa de la finca. Los caporales comienzan a gritar:

      –¡Que viva el patrón! ¡Que viva el patrón!

      Benito y Fulgencio gritan también. Todos gritan vivas al patrón. Cada vez que llega y les habla, termina igual. Ellos viéndole la espalda que se aleja y saludándolo a gritos. Para eso es el patrón.

[…]

      Llegan al cañaveral que se pierde a la vista. El sol comienza a quemar. Ya llegan sudados. Y van a seguir sudando todo el día. El machete refulgente parece un relámpago cuando choca contra la caña y la quiebra. Dos o tres machetazos más y se destronca. Los más arrechos, de un machetazo se vuelan la caña. A veces, muy a veces, a Benito le sale: de un golpe salta el tronquito. Al principio, el brazo es fuerte, nuevo, vigoroso. A medida que va avanzando, el ritmo se le afloja, los músculos le comienzan a doler y sigue así por todo el día. Lo importante no es ir rápido sino llenar la tarea.

      De repente, un grito. Benito da un salto y se sale del cañaveral. Entonces ve a un hombre, a pocos pasos, de pie, con la cara paralizada por el terror. Benito se le acerca y el hombre le hace un gesto, como queriéndolo borrar. Le sale la voz quebrada, como una de las cañas que yacen a su lado:

      –¡La culebra!

      Benito corre hacia él y lo hace tenderse en el suelo.

      –¿Dónde te picó?

      Pálido, el sudor frío mezclado al sudor del trabajo, el hombre señala la pierna, en donde los dos agujeritos apenas se advierten. Benito chupa la sangre y el veneno, con sed urgente, y escupe asqueado. Una y otra vez, como queriendo alcanzar la ponzoña que se va escapando río arriba hasta agarrotar el corazón. 

Dante Liano, fragmentos in El misterio de San Andrés (1996)

12. “Bolo por toda la eternidad”

[…]

Me llegó entonces de adentro un recio olor a guaro. Tío Pedro había destapado la botella e irguiéndose cuanto pudo, bebió un largo trago, cuyo ruido fofo me llegó con claridad, envuelto en el recrudecido olor del aguardiente. Ante mi sorprendida vista, el viejo levantó el busto y se recostó por un momento en el respaldo de la cama, cosa que no hacía ya sino con ayuda de otra persona. Sonrió, tosió, escupió. Alargó una mano hacia la mesa de noche, donde estaban sus tusitas y sus fósforos; tomó una tusita y le encendió.

      –Volá ojo otra vez – ordenó con voz más firme – no vaya a ser el diablo…

      Un ruido de acialazo en un zurrón lleno de tierra me indicó que otro trago de guaro acababa de caer en el estómago de tío Pedro; yo miraba hacia el corredor, donde tía Micaela luchaba a brazo partido con el sueño. El sueño, en efecto, se le montaba en la cabeza, a ojos vistas, le mesaba la rala mata de cabellos, le sacudía lentamente toda la cabeza, tratando de arrancársela, y ella la movía también, con súbidos corcovos, para echar al suelo al jinete.

      Tío Pedro se había incorporado, ya sin el apoyo de la cabecera de la cama y chupaba con delicia su chacuaco.

      –¿No te echás uno? –me invitó de pronto, alargándome la botellita. Me negué a tomar.

      –No me andés con caulas, patojo. ¿A quién no le gusta el bendito trago?

      –Encima, calumniá el guarito. El trinquis, pa’que lo sepás, no le hace daño a nadie; más bien es medecina, como dice Macario, tu tío. Sólo la Micayla es esa bruta que dice que son miados de Judas. Animáte, patojo, no sabés lo que te perdés si no te tomás un trago a tiempo.

      Se pegó otra vez a la boca de la botella. ¡Truc! Aún en la semioscuridad, vi cuando se le puso gruesa la garganta al paso del líquido. Y adiviné fácilmente que una oleada de sangre se había elevado desde su estómago al rostro, mero rebote del trago.

      –No sabés de lo que te perdés, patojo, si no te gustan los farolazos. Mi Tata decía que lo que un trago no te cura, ni Dios te lo cura.

      –No es así, tío –rectifiqué– lo que un trago no te quita, sólo Dios te lo quita…

      –No, m’hijo, es como lo dije yo. ¿Onde iba Dios a quitarle a uno lo que no le pudo quitar el bendito trago? Y si no, miráme no más.

      Y ante mis ojos asustados, el viejo aventó las cobijas, se sentó al borde de la cama, puso sus pies descalzos en el suelo y luego se fue irguiendo. Al principio –yo lo veía sorprendido– se tambaleó un poquito, pero luego estiró los brazos, dio dos golpes con los pies desnudos en el suelo y comenzó a caminar alrededor del cuarto. Como la botella estaba completamente vacía la colocó en su antiguo sitio. Cada vez su paso era más firme, más vigoroso.

      –Me siento bien, rebién, ¡requetebién! ¡El susto que se va a llevar la Micayla cuando yo salga al patio! ¡Y el que se van a llevar los muchachos, que ya no tardan en venir! Y todo, como ves, ¿por qué? por el bendito guaro, que pudo más que los atolitos de la señora Cristina, y que las yerbitas de Pablo y las medicinas de Macario. ¡Ja, ja, ja! – y su risa era de verdad alegre – ¡y – más que la candelitas a San Francisco, que’s todo lo que se le ocurre a mi mujer!

Francisco Méndez, fragmento del cuento
in 
Antología del Cuento Clásico Centroamericano (1961)

13. “Hay un país en el mundo”

Hay un país en el mundo
colocado
en el mismo trayecto del sol.
Oriundo de la noche.
Colocado
en un inverosímil archipiélago
de azúcar y de alcohol.
[…]
En verdad.
Con tres millones
suma de la vida
y entre tanto
cuatro cordilleras cardinales
y una inmensa bahía y otra inmensa bahía,
tres penínsulas con islas adyacentes
y un asombro de ríos verticales
y tierra bajo los árboles y tierra
bajo los ríos y en la falda del monte
y al pie de la colina y detrás del horizonte
y tierra desde el canto de los gallos
y tierra bajo el galope de los caballos
y tierra sobre el día, bajo el mapa, alrededor
y debajo de todas las huellas y en medio del amor.
[…]
Este amor
quebrará su inocencia solitaria.
Pero no.
Y creerá
que en medio de esta tierra recrecida,
donde quiera, donde ruedan montañas por los valles
como frescas monedas azules, donde duerme
un bosque en cada flor y en cada flor la vida,
irán los campesinos por la loma dormida
a gozar
forcejeando
con su propia cosecha.
[…]
Hay
un país en el mundo
donde un campesino breve,
seco y agrio
muere y muerde
descalzo
su polvo derruido,
y la tierra no alcanza para su bronca muerte.
¡Oídlo bien! No alcanza para quedar dormido.
Es un país pequeño y agredido. Sencillamente triste,
triste y torvo, triste y acre. Ya lo dije:
sencillamente triste y oprimido.
Procedente del fondo de la noche
vengo a hablar de un país.
Precisamente
pobre de población.
Pero
no es eso solamente.
Natural de la noche soy producto de un viaje.
Dadme tiempo
coraje
para hacer la canción.
[…]
No tienen paz entre las pestañas
no tienen tierra no tienen tierra.
.......
Miro un brusco tropel de raíles
son del ingenio
sus soportes de verde aborigen
son del ingenio
y las mansas montañas de origen
son del ingenio
y la caña y la yerba y el mimbre
son del ingenio
y los muelles y el agua y el liquen
son del ingenio
y el camino y sus dos cicatrices
son del ingenio
y los pueblos pequeños y vírgenes
son del ingenio.
Es verdad que en el tránsito del río,
cordilleras de miel, desfiladeros
de azúcar y cristales marineros
disfrutan de un metálico albedrío,
y que al pie del esfuerzo solidario
aparece el instinto proletario.
[…]

Pedro Mir, fragmentos in Hay un país en el mundo (1949)

“Amén de mariposas”

Primer tiempo

Cuando supe que habían caído las tres hermanas Mirabal

me dije:

      la sociedad establecida ha muerto.

       (Lapislázuli a cuento de todo emblema ruidoso

      mentís en A referido a un imperio en agonía

      y cuanto ha sido conocido desde entonces

me dije

y cuanto ha sido comprendido desde entonces

me dije

es que la sociedad establecida ha muerto)

[…]

Cuando supe que tres de los espejos de la sociedad
tres respetos del brazo y orgullo de los hombres
tres y entonces madres

y comienzo del día

[…]

No era una vez porque no puedo contar la historia
de este viejo país del que brotó la América Latina
puesto que todo el mundo sabe que brotó de sus
vértebras
en una noche metálica denominada
silencio

de una vértebra llamada Esclavitud
de otra vértebra llamada Encomienda
de otra vértebra llamada Ingenio

y que de una gran vértebra dorsal le descendió
completa
la Doctrina de Monroe
No contaré esta historia porque era una vez no la primera
que los hombres caían como caen los hombres con un gesto de fecunddad
para dotar de purísima sangre los músculos de la tierra.

La espada tiene una espiga
La espiga tiene una espera
La espera tiene una sangre
que invade a la verdadera

que invade al cañaveral
litoral y cordillera,
a todos se nos parece
de perfil en la bandera

la espiga tiene una espada
la espada una calavera.

Pedro Mir, fragmentos in Amén de mariposas (1969)

14. “Majestad Negra”

Por la encendida calle antillana
va Tembandumba de la Quimbamba
–Rumba, macumba, candombe, bámbula—
entre dos filas de negras caras.
Ante ella un congo –gongo y maraca—
ritma una conga bomba que bamba.

Culipandeando la Reina avanza,
y de su inmensa grupa resbalan
meneos cachondos que el congo cuaja
en ríos de azúcar y de melaza.
Prieto trapiche de sensual zafra,
el caderamen, masa con masa,
exprime ritmos, suda que sangra,
y la molienda culmina en danza.

Por la encendida calle antillana
va Tembandumba de la Quimbamba.
Flor de Tórtola, rosa de Uganda,
por ti crepitan bombas y bámbulas;
por ti en calendas desenfrenadas
quema la Antilla su sangre ñáñiga.
Haití te ofrece sus calabazas;
fogosos rones te da Jamaica;
Cuba te dice: ¡dale, mulata!
Y Puerto Rico: ¡melao, melamba!

¡Sus, mis cocolos de negras caras!
Tronad, tambores; vibrad, maracas.
Por la encendida calle antillana
–Rumba, macumba, candombe, bámbula–
va Tembandumba de la Quimbamba.

Luis Palés Matos, in Tún Tún de pasa y grifería (1937)

15. “La isla en peso”

Me detengo en ciertas palabras
tradicionales:
el aguacero, la siesta, el cañaveral,
el tabaco,
con simple ademán, apenas si
onomatopéyicamente,
titánicamente paso por encima de su música,
y digo: el agua, el mediodía, el azúcar, el humo.

Yo combino:
El aguacero pega en el lomo de los caballos,
la siesta atada a la cola de un caballo,
los caballos perdiéndose sigilosamente,
en la tenebrosa emanación del tabaco,
el último gesto de los siboneyes mientras
pasa por la horquilla
como la carreta de la muerte
el último ademán de los siboneyes,
y cavo esta tierra para encontrar los ídolos y hacerme
una historia.

Virgilio Piñera, fragmentos in La isla en peso (1944)

16. “Letanía del cañaveral”

A Mauricio Báez

¡En cada saco de azúcar
y en cada cañal de corte,
está la garra de un fúcar
y está la sombra del Norte!
El azúcar de mi tierra
tiene sabores amargos...
¡los jornales son muy cortos
y los abusos muy largos!
El azúcar de mi tierra
tiene sabores de hiel.
Al sudor que mal se paga
no se puede pedir miel.
El azúcar de mi tierra
tiene sabores de sal...
¡la Antilla canta en la “mocha”
y sangra el cañaveral!
El azúcar de mi tierra
tiene sabor de retama...
¡el negro de sol a sol
y el blanco de siesta en cama!
El azúcar de mi tierra
tiene colores muy blancos...
¡las angustias se refinan
y el “over time” llena bancos!
El azúcar de mi tierra
tiene colores muy pardos...
¡las ganancias son del yanqui
y del nuestro son los fardos!
El azúcar de mi tierra
sabe lo mismo que yo,
¡que el aquí sembró la caña
y el de allá... la cosechó!

Rubén Suro

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Notes

1  Burgos, Elisabeth, Menchú, Rigoberta, Me llamo Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia, Barcelona, Editorial Argos Vergara, 1983, p. 57.

2  Ver Fairfood International, “Condiciones de trabajo en la industria centroamericana de la caña de azúcar” [http://laislanetwork.org/wp-content/uploads/2015/06/Fairfoods-Spanish-Issue-Briefing.pdf (consultado el 10/5/2017)].

3  Landívar, Rafael, Rusticatio Mexicana, Edición bilingüe, Introducción, textos críticos, anotaciones y traducción rítmica al español, Faustino Chamorro G., Guatemala, Universidad Rafael Landívar, 2001, p. 199.

4  Cardoza y Aragón, Luis, Guatemala, las líneas de su mano, Managua, Nueva Nicaragua, 1985 [1955], p. 24.

5  Esta constatación habría que confirmarla con un estudio más en detalle. Por otro lado, es posible que en la producción literaria “regional”, ausente de la circulación internacional, algunos autores se hayan centrado en esta temática.

6  Ver el reportaje de Giorgio Trucchi: “Valle del Polochic: ‘Ni la caña de azúcar, ni la palma africana nos alimentan’ ” [www.albasud.org/noticia/es/283/valle-del-polochic-ni-la-cana-de-azucar-ni-la-palma-africana-nos-alimentan#sthash.IbgtLm3j.dpuf (consultado el 10/5/2017)].

7  Melon, Alfred, “L’exploitation poétique du thème de la canne à sucre dans la littérature cubaine (II)”, Cahiers du monde hispanique et luso-brésilienCaravelle, Toulouse, n° 19, éd. Presses Universitaires du Mirail, 1972, p. 123-142.

8  Lezama Lima, José, Temporada en el ingenio, un “ensayo introductorio a las fotografías de Chinolope”, Buenos Aires, D. Arcomano Editor, 2004.

9  Ver Calzada, Ángela y Verrier, Roberto, La apertura de Cuba y sus eventuales efectos sobre la economía dominicana, Santo Domingo, Unidad asesora de análisis económico y social, Unidad de estudios de políticas económicas y sociales del caribe, MEPYD, Ministerio, de Economía, Planificación y Desarrollo, Agosto de 2016, p. 47.

10  Naranjo Orovio, Consuelo, Antillas, Historia mínima de las Antillas, Madrid, Turner, 2017, p. 229.

11  González, José Emilio, «Poeta y sociedad en Puerto Rico», Cahiers du monde hispanique et luso-brésilien, Caravelle, Toulouse, vol. 18, n° 1, 1972, p. 43-58. Véase en el conjunto del artículo, el contexto poco alentador de la primera mitad del siglo XX para los poetas y luego la preocupación por lo político de los grupos de intelectuales, como los de “la Atalaya de los Dioses”, de 1928, que se orientó hacia la expresión de las luchas y las mejoras por la sociedad. Véase el argumento que corresponde a la dedicación de luchas nacionalista y patriótica de los poetas en el contexto de anexionismo estadounidense en los años 50 y 60, p. 48 y p. 56.

12  Sánchez Dergán, Joselo, La industria azucarera operada por el gobierno de Puerto Rico: necesidad de una política azucarera, San Juan, Escuela de Administración pública, ed. Universidad de Puerto Rico, 1975, p. 73, citado en Meléndez, Edgardo, Movimiento anexionista en Puerto Rico, San Juan, ed. UPR, 1993, p. 83.

13  Acosta, Agustín, La Zafra, la Habana, ed. Minerva, 1926.

14  Como actuación reciente del fomento de la memoria, leer en el comentario la actualidad de la exposición de un trapiche en plena ciudad, Madeleine, Sautie, [internet@granma.cu, 15 de mayo de 2017 (consultado el 17/05/2017)].

15  Véase por ejemplo en Guillén, Nicolás, Sóngoro cosongo, La Habana, ed. Unión, 1931, 1978, p. 34.

16  Guillén, Nicolás, Idem, West Indies, Ltd. (1934) Véase en línea, Nicolás Guillén, Obra poética : 1920-1972. tomo I, La Habana, Editorial Arte y Literatura, 1974, p. 133-171, [www.cervantesvirtual.com/obra/west-indies-ltd-1934--0 (consultado el 03/05/ 2017)].

17  Guillén, Nicolás, Elegía a Jesús Menéndez, La Habana, ed. Letras Cubanas, 1951, 1978.

18  Piñera, Virgilio, “La isla en peso”, en línea, enviado por Ronel González Sánchez [www.monografias.com/trabajos68/pies-tiempo-diez-poemas-cubanos/pies-tiempo-diez-poemas-cubanos2.shtml#ixzz4hneLqLg8 (consultado el 06/05/2017)].

19  A pesar de ser silenciado en la época por ser juzgado como hereje en el conjunto de los poetas del periodo de la revista Orígenes, hace mucho tiempo que se ha reconocido como uno de los grandes poetas cubanos. Véase sobre este asunto el estudio de Jesús Jambrina Pérez, Virgilio Piñera: poesía, nación y diferencias, Madrid, Verbum, 2012.

20  De igual manera que el cubano Virgilio Piñera cuya visión adelantada le costó el rechazo de sus coetáneos, el puertorriqueño Luis Palés Matos fue víctima de equivocada desvalorización por aquel grupo hegemónico de jóvenes poetas del «Guajana». Referirse al agudo estudio de Mercedes López-Baralt, La poesía de Luis Palés Matos: Edición Crítica, San Juan, Ed. de la Universidad de Puerto Rico, 1995.

21  Dávila Cabrera, Virgilio, “No des tu tierra al extraño”, Poemas digitales completos, casa digital de Luis López Nieves, Ciudad Seva, [http://ciudadseva.com/autor/virgilio-davila/poemas (consultado el 02/05/2017)].

22  Dávila Cabrera, Virgilio, “El jíbaro”, Poemas digitales completos, casa digital de Luis López Nieves, Ciudad Seva [http://ciudadseva.com/autor/virgilio-davila/poemas (consultado el 02/05/2017)].

23  Palés Matos, Luis, “Majestad Negra”, Tún Tún de pasa y grifería, en línea, [http://americo.usal.es/iberoame/sites/default/files/PalesMatos.pdf ( p. 114-116 consultado el 03/4/2017)].

24  Suro, Rubén, “Letanía del cañaveral”, Obras Completas, escrito en 1939.

25  Mir, Pedro, Amén de mariposas, Santo Domingo, Imprenta Nuevo Mundo, 1969.

26  Conde, Pedro, recop., Rubén Suro, Antología poética o la poesía con una sola intención, “Letanía del cañaveral”, Santo Domingo, ed. Taller, 1978, p. 2-3.

27  Mir, Pedro, Hay un país en el mundoObras Completas, escrito en 1947.

28  Macondo, pueblo de la novela Cien Años de soledad de Gabriel García Márquez escrita en 1967, es típico de un espacio geográfíco inventado a partir de una realidad que impugna las condiciones en que se estructura el trabajo humano alrededor del plátano. En el poema “Hay un país en el mundo”, la actividad azucarera que es generadora de injusticias laborales es la sustancia que otorga las mediciones espaciales y que permite el nacimiento de una interpretación geopolítica del poema.

29  Mir, Pedro, Hay un país en el mundo, la Habana, Ed. Talleres de campaña cubana, 1949. Véase en Mitila Lora, Ana, Pedro Mir, Memoria del siglo, Santo Domingo, col. Letras Pensamientos, ediciones Miguel D. Mena, 1999.

30  Fuente Escalona, Rodolfo de la, “Duendes”, Paisaje y pupila, Primera Mención Décima en el Concurso 26 de Julio, de las FAR (1981), La Habana, ed. Letras Cubanas, 1982, p. 49. También véase en Mercedes E. Jodar Velázquez, “Duendes” en “Mitos y leyendas cubanas en la décima escrita”, Revista Caribeña de Ciencias Sociales, enero 2013, p. 13, [Mitos y leyendas cubanas en la décima escrita - Revista Caribeña de Ciencias Socialescaribeña.eumed.net/mitos-y-leyendas-cubanas-en-la-decima-escrita (consultado el 05/05/2017)].

31  Gloria Ortiz, Carmen, Poema de Cañaveral, con autorización de la autora, correo privado, marzo-mayo de 2017, Copyrights-PRFROGUI.com [www.prfrogui.com/home/canita.htm, (consultado el 28/03/2017)].

32  Acevedo, Domingo, Espejismo de la luna llena, “Barcos negreros”, en línea, [Espejismo de Luna Llena, espejismodelunallena.blogspot.com (consultado el 02/03/2017)].

33  Ramón Oviedo (1924-2015) es un pintor dominicano. Este tipo de figuración también puede referirse a algunos de los lienzos del pintor mexicano José Clemente Orozco.

34  Fisher, Dominique D., “L’écriture du spectacle Seuls de Wajdi Mouawad : poétique et détours transculturels”, L’Amérique francophone pièce sur pièce : dramaticité innovante et dynamique transculturelle, n° 50-51, automne 2011-printemps 2012, Montréal, éd. Université du Québec, p. 125-139.

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References

Bibliographical reference

Dante Barrientos Tecún and Marie-Christine Seguin¿Como una caña en el cañaveral?Caravelle, 109 | 2017, 109-142.

Electronic reference

Dante Barrientos Tecún and Marie-Christine Seguin¿Como una caña en el cañaveral?Caravelle [Online], 109 | 2017, Online since 01 April 2018, connection on 17 January 2022URL: http://journals.openedition.org/caravelle/2557; DOI: https://doi.org/10.4000/caravelle.2557

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Dante Barrientos Tecún

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