lunes, diciembre 02, 2024

Cien años de soledad de García Márquez: resumen y análisis

 

Cien años de soledad de García Márquez: resumen y análisis

Catalina Arancibia Durán
Revisado por Catalina Arancibia Durán
Máster en Literatura Española e Hispanoamericana
Tiempo de lectura:12 min.

Cien años de soledad se ha convertido en la novela más emblemática de la literatura latinoamericana. Escrita por Gabriel García Márquez, esta obra se inscribió en lo que para unos es realismo mágico y para Alejo Carpentier es "lo real maravilloso".

En un exhaustivo trabajo de imaginación, narra la historia de siete generaciones de la familia Buendía, condenados a la soledad.

Resumen de Cien años de soledad

La novela está estructurada en capítulos sin nombrar. Sin embargo, para facilitar la comprensión del argumento, hemos ordenado y separado el relato en cuatro etapas que identifican, a grandes rasgos, los pasajes más emblemáticos.

I etapa: fundación y primeros años de Macondo

Desde que Úrsula Iguarán se casó con su primo José Arcadio Buendía, teme engendrar un niño con cola de cerdo como consecuencia del parentesco. Por ello, se niega temporalmente a consumar el matrimonio. Esto hace que Prudencio Aguilar se burle de José Arcadio, quien lo mata en un duelo para salvar su honor. Desde entonces, el fantasma de Aguilar lo persigue y el hombre decide irse del pueblo.

Inspirado por un sueño durante su travesía en la selva, José Arcadio Buendía opta por quedarse en ese punto del camino y fundar Macondo, pueblo que crece poco a poco.

El pueblo recibe con frecuencia las visitas de los gitanos. Su líder, Melquíades, trae siempre artefactos y objetos que obsesionan a José Arcadio Buendía.

Para entonces, el joven matrimonio ya ha concebido tres hijos: José Arcadio, Aureliano y Amaranta. Además, adoptan a Rebeca, la hija de unos parientes. El incesto es una preocupación constante en Úrsula, quien con los años observa cómo Rebeca y su hijo José Arcadio se enamoran y se casan.

A Macondo llega la peste del insomnio que trae consigo la del olvido. Un brebaje de Melquíades pone fin a la peste. El éxito es tal que el gitano se queda a vivir en Macondo y se dedica a redactar unos pergaminos que serán descifrados muchos años después.

El patriarca, José Arcadio Buendía, vuelve a encontrarse con el fantasma de Aguilar y enloquece. Entonces, la familia lo amarra a un árbol del patio trasero, donde morirá de un infarto.

II etapa: la guerra civil y el coronel Aureliano Buendía

Al estallar la guerra civil, Aureliano Buendía lucha contra los conservadores, comandando un grupo de soldados de Macondo. Al irse, nombra a su sobrino Arcadio como jefe civil y militar del pueblo.

Arcadio había sido el fruto de una relación extramarital entre José Arcado hijo y Pilar Ternera, regente de un prostíbulo. Fue criado en casa de sus abuelos a condición de que se le ocultara su origen. Cuando es nombrado jefe de Macondo, se convierte en un dictador y tiraniza el pueblo. Muere fusilado por los conservadores.

Durante su actividad como líder de los liberales, el coronel Aureliano Buendía enfrenta un total de 32 batallas, de las cuales sale siempre perdedor. Cansado, comprende que la lucha armada no tiene sentido.

Con el tiempo, Aureliano firma un tratado de paz, tras el cual intenta suicidarse. Regresa a Macondo, donde pasará el resto de su vida haciendo y rehaciendo pescaditos de oro.

Coronel Aureliano
Marco Cabras: Ilustración del coronel Aureliano Buendía en su retiro militar, haciendo y rehaciendo pescaditos de oro.

III etapa: la fiebre bananera

Aureliano concibe 17 hijos de madres diferentes. Uno de ellos, llamado Aureliano Triste, promueve el tren a Macondo, lo que activa el comercio y permite la llegada de inventos como el telégrafo y el cine. Esto atrae la inversión de un grupo extranjero en una plantación de bananos.

La plantación genera la ilusión de prosperidad del pueblo, pero una huelga de trabajadores hará que todo acabe en una auténtica masacre. Los inversionistas, luego de haber explotado el pueblo, se retiran con su dinero y Macondo vuelve a la pobreza.

A partir de ese momento, el pueblo sufre lluvias constantes por casi cinco años. Úrsula, la matriarca centenaria que ha cuidado de toda la familia, espera el fin de las lluvias para morir y descansar en paz.

Durante los últimos tiempos de Úrsula, nace Aureliano (Babilonia), el último descendiente de los Buendía. Aureliano es hijo natural de Meme y Mauricio Babilonia, un aprendiz de mecánico que siempre es perseguido por un enjambre de mariposas amarillas.

La religiosa y tiránica madre de Meme, Fernanda del Carpio, se opone a la relación. Por ello, saca a Mauricio del camino, manda a Meme a un convento, le quita al niño y lo cría haciéndole creer que ha sido encontrado en una canastilla.

IV etapa: el fin de Macondo

Pasan los años y poco a poco el pueblo se va vaciando. Aureliano Babilonia, que se caracterizaba por ser sabio, pasa la vida descifrando los pergaminos que había escrito Melquíades.

Entre tanto, su tía Amaranta Úrsula regresa de Europa, casada con Gastón. Sin saber de su parentesco, ambos se enamoran y ella queda embarazada.

Durante el parto, en el que ella muere, da a luz a un niño con cola de cerdo. Aureliano intenta buscar ayuda, pero al no encontrar más que a un cantinero, se emborracha y se queda dormido. Cuando despierta y regresa, el niño ha sido devorado por las hormigas.

Finalmente, Aureliano logrará descifrar los pergaminos de Melquíades: «porque las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra». Entonces, todo Macondo será arrasado y sepultado por un huracán.

Árbol genealógico de la familia Buendía

árbol genealógico de cien años de soledad

Análisis de Cien años de soledad

Lo real maravilloso

La novela Cien años de soledad es una de las obras más representativas del boom latinoamericano. Lo más llamativo de esta generación fue la propuesta del "realismo mágico", definido por Alejo Carpentier como "lo real maravilloso" en los siguientes términos:

(...) al estado bruto, latente, omnipresente en todo lo latinoamericano. Aquí lo insólito es cotidiano, siempre fue cotidiano.

La historia de esta novela relata una serie de sucesos insólitos, insospechados, pero ni el narrador ni los personajes se asombran ante estos sucesos. En el universo de la narración, lo maravilloso se comporta como parte de la realidad cotidiana, como algo que no requiere explicación.

Historia y mito, memoria y olvido

Cada uno de los hechos narrados en la novela se relaciona con una lectura sobre el tiempo histórico, sobre la construcción de la memoria y la inevitabilidad del olvido. El autor dialoga con la historia e identidad de su Colombia natal que es también una imagen donde América Latina puede reconocerse.

Macondo no es solo un pueblo, es la imagen de una familia que encierra toda suerte de mitos, prejuicios, anécdotas, valores, sueños y voluntades destinadas al olvido, a la transformación del tiempo. La intrahistoria de la familia Buendía es a la vez un reflejo de la infancia de García Márquez y a la Historia con mayúsculas.

Aracataca
Estación del tren de Aracataca, pueblo donde nació Gabriel García Márquez y que inspiró la novela.

En su Aracataca natal el escritor fue testigo del paso de la tradición a la modernidad. Pudo ver el enfrentamiento decimonónico entre liberales y conservadores, la llegada del tren, el auge de la fiebre del banano, la expansión del capitalismo y sus prácticas de dominación.

García Márquez también dialoga con los valores de una cultura atravesada por toda suerte de relatos míticos y religiosos que tienen un gran poder. Así, le da voz a las supersticiones y a las imágenes bíblicas del catolicismo, naturalizadas en el imaginario popular latinoamericano. De este modo, en la novela se pueden encontrar referencias al pecado original que espera su castigo, una asunción y un diluvio.

Con ello, el autor articula un discurso mítico, un relato lleno de símbolos que explica el origen y el fin de un microcosmos en el que se construye una imagen del mundo.

Los personajes y los arquetipos

Los nombres de los personajes en esta novela se repiten de generación a generación, prácticamente idénticos. Así, parecen actuar como seres que representan conceptos y estructuras de pensamiento que explican la condición humana, como suele suceder en los mitos griegos.

Además, García Márquez da un paso más allá cuando otorga nombres similares a cada personaje. Con este hecho, recalca el peso de la herencia, de la memoria, del mandato de los ancestros y de la cultura. De esta manera, están presentes la búsqueda del conocimiento, la fuerza militar, la religión, los prejuicios y el avance del capitalismo.

Los impulsivos y soñadores Arcadios, los retraídos y curiosos Aurelianos, las enérgicas pero supersticiosas Úrsulas o una Fernanda en extremo religiosa y tiránica, representan las fuerzas de la historia debatiéndose por predominar.

El amor y la historia

En cada relato de Cien años de soledad, en la historia de cada personaje y en la forma en que cada una se hila existe una fuerza que las anula a todas las demás: el amor. Aunque está presente a lo largo de toda la novela,sucumbe ante el peso de una cultura que condena a los Buendía a vivir cien años de soledad.

Ver también:

Biografía de Gabriel García Márquez

Gabriel García Márquez

Gabriel García Márquez nació el 6 de marzo de 1927 en Colombia, específicamente en el pueblo Aracataca. Debido a que sus padres se fueron en busca de mejores oportunidades económicas a Sucre, fue criado por sus abuelos y sus tías, de quienes escuchó muchas historias que inspiraron gran parte de su literatura, especialmente la novela Cien años de soledad.

Asistió a la Universidad Nacional en Bogotá, pero debido a su cierre tras el Bogotazo de 1948, García Márquez se trasladó a Cartagena para continuar sus estudios. Aunque nunca se graduó, se unió al Grupo de Barranquilla, en el que participaban importantes figuras de la escena cultural colombiana como José Félix Fuenmayor y Ramón Vinyes.

Ese mismo año el escritor inició su carrera como columnista, y a lo largo del tiempo trabajó para los diarios El Universal, El Heraldo de BarranquillaEl Espectador y para la revista Mito.

Vivió en el extranjero por algunos años, con breves estancias en diversos países como Francia, Polonia, Hungría, la República Democrática Alemana, Checoslovaquia, la Unión Soviética, Venezuela, Cuba y Estados Unidos. Finalmente, se estableció en México por muchos años y trabajó como guionista de cine y director de las publicaciones La familia Sucesos.

Publicó su obra maestra Cien años de soledad en 1967, en pleno auge del boom latinoamericano. Esta novela se convirtió rápidamente en un éxito editorial insospechado. Ganó el premio Nobel de Literatura en el año 1982 y dio un discurso llamado "La soledad de América Latina".

Falleció en Ciudad de México el 7 de abril de 2014.

Obras más importantes de Gabriel García Márquez

Entre algunos de sus títulos más importantes, podemos mencionar los siguientes:

  • 1955.- La hojarasca
  • 1961.- El coronel no tiene quien le escriba
  • 1962.- La mala hora
  • 1967.- Cien años de soledad
  • 1970.- Relato de un náufrago
  • 1972.- La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada
  • 1975.- El otoño del patriarca
  • 1981.- Crónica de una muerte anunciada
  • 1985.- El amor en los tiempos del cólera
  • 1989.- El general en su laberinto
  • 1992.- Doce cuentos peregrinos
  • 1994.- Del amor y otros demonios
  • 2004.- Memoria de mis putas tristes
  • 2010.- Yo no vengo a decir un discurso

Primer capítulo de Cien años de soledad leído por Gabriel García Márquez

Vea también:

domingo, diciembre 01, 2024

Pangea.

 Pangea (Pangaea en inglés) fue un supercontinente que consistía en una gran extensión de superficie terrestre. 


Existió durante las últimas épocas del Paleozoico y del Mesozoico temprano, por lo que estamos hablando de hace aproximadamente 335 millones de años.


Hace alrededor de 175-200 millones de años, entre finales del Triásico y comienzos del Jurásico, esta inmensa masa firme comenzó a separarse por movimientos de las placas tectónicas, dando lugar a la formación de los continentes que conocemos en la actualidad.


Gran parte de Pangea estaba concentrada en el hemisferio sur y el único océano que la rodeaba se denominó Panthalassa, que también es conocido para algunos como Proto-Pacífico u océano Paleo-Pacífico que significa "Viejo Pacífico".


El clima era más cálido y la vida era completamente distinta. Algunos animales que vivieron dentro de los aproximados 160 millones de años que existió Pangea, fueron los traversodóntidos y el Shringasaurus indicus. 


También aparecieron los primeros escarabajos y cigarras y al inicio del período Triásico prosperaron muchos reptiles. Sí; los primeros dinosaurios pisaron Pangea.


De acuerdo a las simulaciones informáticas creadas para predecir el futuro de la deriva continental, en los próximos cientos de millones de años las actuales masas continentales volverán a unirse, formando un nuevo supercontinente al cual se le ha dado el nombre de Última Pangea.



José Eustasio Rivera.

 


(Rivera, 1888 - Nueva York, 1928) Escritor colombiano autor de la novela La vorágine (1924), considerada un clásico de la literatura hispanoamericana. Hasta la llegada de La vorágine, la literatura colombiana sólo tenía en la María de Jorge Isaacs (1867) una obra de indiscutible altura universal. José Eustasio Rivera logró en esta narración desembarazar la novela nacional del localismo detallista propio del costumbrismo y, con original expresión, supo plasmar a través de la tragedia de Arturo Cova la enconada lucha del hombre con la naturaleza.


José Eustasio Rivera

José Eustasio Rivera nació en el pequeño pueblo de San Mateo, hoy Rivera (Huila), el 19 de febrero de 1888, en el seno de una familia dedicada a las labores del campo y con aguerridos antepasados huilenses; su padre, don Eustasio Rivera, era hermano de los generales conservadores Pedro, Napoleón y Toribio Rivera, quienes desempeñaron importantes cargos en la administración, el Congreso y el campo educativo. Casado con Catalina Salas, el matrimonio tuvo once hijos.

Rivera hizo sus primeros estudios en Neiva, primero en el colegio de Santa Librada y posteriormente en el de San Luis Gonzaga, mostrando tempranamente su inclinación por las letras. Influido por las corrientes románticas y modernistas, ya desde sus primeros poemas reveló su inquietud por la naturaleza. Dice en "Gloria", por ejemplo: "yo llevo el cielo en mí..." o "yo llevo la cascada que en oscura selva se rompe; y he amoldado a mi cráneo la llanura y se ha encerrado en él la cordillera".

A través de su identificación con la geografía nacional, José Eustasio Rivera logró una poesía llena de emoción, sin pertenecer a los movimientos de su época como los Nuevos, ni a la acartonada generación centenarista. Otros de estos poemas escritos entre 1906 y 1909 son "Tocando diana", "En el ara", "Dúo de flautas", "Triste", "Aurora boreal" y "Diva, la virgen muerta". La visión de la naturaleza le sirvió para interpretar y fortalecer su propia personalidad. Pero no se quedaría en la mera descripción del entorno, sino que, tanto en esta primera obra como en poesías posteriores y en su prosa, expresó su sentido trágico de la existencia humana, de lo fugaz y limitado de la vida.

En 1906 viajó a Bogotá para ingresar, becado, en la Escuela Normal. Tres años más tarde se desempeñó como inspector escolar. En los Juegos Florales de Tunja, en los que se conmemoraba el centenario del grito de Independencia, Rivera obtuvo el segundo lugar con poemas de corte épico, muy influidos por la poética de Miguel Antonio Caro: la "Oda a España" fue publicada en septiembre de 1910 por El Tropical de Ibagué. Regresó a Bogotá donde, para mantenerse, trabajó en el Ministerio de Gobierno, mientras estudiaba en la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad Nacional, graduándose en 1917 con la tesis Liquidación de las herencias. De ese entonces data su drama teatral Juan Gil. Pocos meses después de egresado, le fue ofrecida desde Neiva una curul en la Cámara de Representantes, que Rivera aceptó. Pronto un telegrama del obispo de Garzón, Esteban Rojas, pidiéndole la renuncia "por el bien de la unidad católica", hizo que el escritor exclamara: "Me barrieron de un sotanazo".

El primer contacto de José Eustasio Rivera con los Llanos Orientales tuvo lugar en enero de 1916. El segundo fue en abril de 1918, cuando, en función de su profesión de abogado, viajó en bongó por el río Meta hasta la hacienda Mata de Palma, estadía que duró hasta el mes de febrero de 1920 y durante la que hizo amistad con Luis Franco Zapata, figura clave en la génesis de La vorágine. En 1912 Luis Franco Zapata se había escapado con Alicia Hernández Carranza desde Bogotá, donde ella trabajaba como empleada de una tienda. Juntos llegaron al fondo de la Amazonia, entre Colombia y Venezuela, y se instalaron en las caucherías del Brazo Casiquiare, cerca de Brasil.

En 1918, en Orocué, Luis Franco Zapata le contó todas sus historias a Rivera, desde las más íntimas hasta las de índole social, sin excluir las mitológicas, las de aventuras y las de sangre. "La mayor parte de los personajes de La vorágine (afirma Isaías Peña Gutiérrez) surgieron de los relatos de Luis Franco Zapata, incluidos los nombres, que poco variaron." Cerca de Orocué, Rivera tuvo un segundo ataque de cefalea que se repitió en Sogamoso en 1919 y, de regreso a Orocué, sufrió las fiebres del paludismo, que le curaron Luis Franco y Alicia.


José Eustasio Rivera

De nuevo en Bogotá, Rivera participó en la tertulia del Olimpito, que solía reunirse en los cafés Windsor o Inglés; asistían jóvenes poetas como Rafael Maya o Luis Rosales, e intelectuales como Luis López de Mesa. Gran amigo de Rivera fue el poeta Miguel Rasch Isla, y simultáneamente con él puso José Eustasio en las librerías su primer libro, Tierra de promisión (1921). Compuesto por 55 sonetos y dividido en tres partes (la selva, las cumbres y el llano), de este poemario dijo Juan Lozano y Lozano al mes siguiente de su publicación: "Son versos perfectos de salvaje realeza. Allí está íntegra, pero idealizada, nuestra pampa aborigen, desfile lujurioso, violento, que se engarza en sonetos espléndidos, como perla en oro".

En marzo de ese mismo año, durante una excursión emprendida con el poeta Alberto Ángel Montoya, cerca de Purificación, Rivera sufrió otro serio ataque, acompañado de convulsiones y delirios; fue atendido por el doctor José María Lombana Barreneche, y tras una recuperación de dos meses en Neiva regresó a Bogotá. El 4 de julio, encabezando con Antonio Gómez Restrepo una delegación diplomática, partió hacia Perú y México. Con motivo de la celebración de los centenarios de la independencia de los dos países, Rivera entró en contacto con los escritores Amado NervoManuel Gutiérrez Nájera y Juan de Dios Peza, entre otros. Para El Mundial de Lima, José Eustasio Rivera concedió una polémica entrevista que lo llevó a una fuerte controversia con el gran poeta Eduardo Castillo.

En febrero de 1922 falleció el padre de Rivera, a la edad de 74 años. Nombrado secretario de la comisión limítrofe Colombiano-Venezolana, José Eustasio partió con la comisión en septiembre de 1922, rumbo a Girardot. Siguiendo la ruta río Magdalena abajo, pasaron por Barranquilla y se adentraron por Venezuela; por el Orinoco llegaron hasta Ciudad Bolívar y a Caicara a finales de octubre. La falta de apoyo del gobierno impulsó a Rivera a abandonar la comisión y a proseguir el viaje por su cuenta.

Rivera llegó a San Fernando de Atabapo en diciembre, y en Orocué se encontró con Melitón Escobar, antiguo compañero de comisión, a la que se integró de nuevo y con la que continuó su viaje por Yavita, Maroa y Victorino, en plena selva. Sin mapas, sin ni siquiera medios rudimentarios, trazaron los límites, con la ayuda de los ingenieros suizos que los acompañaban. Según las notas de viaje del doctor venezolano Ramón Ignacio Méndez, "fue en los largos y tediosos días de la permanencia de Yavita que José Eustasio Rivera escribió muchos de los capítulos de La vorágine, y fue allí donde le oí leer algunas páginas de la obra".

En compañía de Melitón Escobar, Rivera decidió salir por el sur, río abajo, para investigar un sinnúmero de atropellos contra ciudadanos colombianos de los que había tenido noticia: la venta de colombianos a caucheros brasileños; las explotaciones feudales de Leonidas Norzagaray Elicechea, deforestador y esclavista que llegó a acuñar su propia moneda; la penetración peruana en el territorio nacional colombiano y los criminales procedimientos de la Casa Arana.

Primero desde Manaos (el 18 de julio de 1923) y, después del dilatado regreso por Venezuela entrando por Barranquilla, como representante de la Cámara, Rivera hizo toda clase de denuncias, escribió artículos, organizó una junta de defensa nacional e incluso citó al ministro de Relaciones Exteriores, por su negligencia al enviar una comisión sin los mínimos instrumentos para desarrollar su labor y por el cargo de infidencia al hacer llegar a Norzagaray el informe secreto que Rivera había despachado desde Manaos. Por ley se les reconocieron los sueldos a los miembros de la comisión, pero el ministro fue absuelto, no sin antes reconocer el patriótico procedimiento de Rivera. Sin embargo, por carecer de apoyo partidista, éste no logró lo que en el fondo perseguía: la salvaguardia de la soberanía y el honor nacional. Norzagaray, en cambio, intentó matar en dos ocasiones al escritor.

Desengañado, Rivera volvió a Neiva y, consciente de que su más efectiva arma de denuncia era su pluma, se dedicó a hacer excursiones por el Caquetá para, desde los artículos que publicó en los principales diarios, denunciar las anomalías o, desde el propio terreno, facilitar consejos. Rivera fue el primero en proponer la construcción de la vía Neiva-San Vicente de Caguán, que de haberse realizado hubiera impedido la guerra con el Perú, y que fue finalmente ordenada... 63 años más tarde. La vorágine se terminó de escribir el 21 de abril de 1924, en Neiva. Su lanzamiento al público coincidió con el cumpleaños de la madre del autor, el 25 de noviembre de 1924.

No había visto aún la luz La vorágine cuando Rivera fue llamado a presidir una comisión investigadora sobre irregularidades del aparato burocrático del gobierno. Dos investigaciones sirvieron para mostrar el enorme valor ético y patriótico de Rivera y, en un país con amplios niveles de corrupción, para sepultar las aspiraciones políticas del escritor. Los apuntes que de estas indagaciones extrajo iban a servir de documentación para su segunda novela, que no alcanzó a redactar y que llevaría por título La mancha negra. El 31 de marzo de 1928 partió, como presidente de la delegación colombiana, al Congreso Internacional de Inmigración y Emigración que se celebró en La Habana.

Por cuenta propia viajó a Nueva York, adonde llegó a finales de abril. Residió primero en el hotel Le Marquis y luego en un apartamento en las cercanías del Central Park. En esta ciudad se dedicó a la traducción de La vorágine al inglés, al proyecto de llevarla al cine (nunca realizado) y a su próxima novela, que "habría de aparecer al marcharse al África, porque allí se sentiría más seguro que en su propia tierra", como dijo a José A. Velasco. Los oscuros manejos del representante de la empresa petrolera Standard Oil, el capitán Flanagan, los tratos secretos e irregulares de altos funcionarios del gobierno como Carlos Adolfo Urueta, la indelicada actitud del ex ministro Esteban Jaramillo y hasta los sobornos al consejero espiritual del estadista Dr. Zerda, opuesto a la firma del contrato entre la Standard Oil y el Estado colombiano para la construcción del oleoducto Cartagena-Barrancabermeja, eran parte del explosivo material que Rivera se disponía a manejar, con su pulcritud moral, para su nueva obra.

El 29 de octubre recibió un homenaje en la Universidad de Columbia, dictó conferencias y llegó a rumorearse que sería nombrado cónsul. Pronunció un discurso en el ágape ofrecido al piloto Benjamín Méndez, dos días antes del histórico vuelo entre Nueva York y Bogotá, y luego de la partida del avión Rivera comenzó a sentirse mal. Lo que en un principio el médico creyó que era una gripe y que finalmente jamás logró diagnosticarse (no se permitió la autopsia) fue convirtiéndose en un grave estado que, tras cuatro días en coma, llevó a la muerte a José Eustasio Rivera, a las 12:50 de la invernal tarde del 1 de diciembre de 1928.

El cadáver fue repatriado a bordo de un barco de la United Fruit, llegó a Barranquilla, donde se le rindieron honores, y, remontando el Magdalena, llegó finalmente a Bogotá el 7 de enero de 1929, donde fue velado en el Capitolio Nacional. Más de quince mil personas desfilaron ante él y el 9 de enero fue enterrado en el Cementerio Central, en medio de sentidas despedidas, hermosos discursos y grandes multitudes.

La vorágine

Junto a Don Segundo Sombra (1926) de Ricardo Güiraldes y Doña Bárbara (1929) de Rómulo GallegosLa vorágine (1924) es uno de los títulos esenciales de la corriente realista que subsistió en la narrativa hispanoamericana durante las primeras décadas del siglo XX, tendencia que convivió con la novela indigenista de autores como Alcides ArguedasJorge Icaza o Ciro Alegría y con la «novela de la revolución mexicana» de Mariano Azuela y Martín Luis Guzmán, circunscrita al país azteca.

Inspirada en el relato que oyera de labios de Luis Franco Zapata en Orocué, en 1918, sobre el viaje que lo llevó con Alicia Hernández a establecerse en el corazón de la selva (y que en cierto modo el autor había revivido en su viaje con la comisión limítrofe Colombiano-Venezolana), ninguna obra anterior a La vorágine había logrado reflejar la extensión pavorosa de la selva amazónica, la selva del caucho, a la que el protagonista y narrador, Arturo Cova, se precipita para escapar a sus deberes sociales en compañía de Alicia, una pequeña burguesa arrancada por él de su mundo familiar más por capricho que por pasión. Las vicisitudes afanosas de Arturo Cova y de sus compañeros hacen pensar en los esfuerzos de individuos que obstinadamente, en medio de las arenas movedizas, se agitan para librarse de ellas, y por su mismo esfuerzo se hunden más rápidamente. Y, en efecto, la selva se tragará al fin a los tránsfugas de la sociedad.

Arturo Cova, hombre en apariencia apasionado, violento y amante de la aventura, es en realidad un personaje cuyo núcleo psicológico es el tedio y la abulia provocada por no haber encontrado una auténtica finalidad a la vida, abulia que intenta remediar con la huida y una exacerbación de la voluntad, convirtiéndose aparentemente en un hombre de acción o un aventurero. Todo el relato de Cova es una fuga de sus verdaderos problemas; por eso no es extraño que su culminación sea la desaparición en la selva, tragado por el inmenso cementerio verde, adonde había penetrado empujado por el deseo de vengar la imaginaria traición de Alicia.

"Antes que me hubiera apasionado por mujer alguna jugué mi corazón al azar y me lo ganó la Violencia. Nada supe de los deliquios embriagadores, ni de la confidencia sentimental, ni de la zozobra de las miradas cobardes. Más que el enamorado, fui siempre el dominador cuyos labios no conocieron la súplica". Así empieza su relato; personaje complejo, cuando cree descubrir el cansancio de su compañera aparecen los celos, el apasionamiento: "Alicia me trataba ya, no sólo con indiferencia, sino con mal disimulado desdén. Desde entonces comencé a apasionarme por ella y hasta me dio por idealizarla".

Arturo Cova quiere ser siempre el triunfador, el actor central. Su compañero, Fidel Franco, lo acusará de ser un desequilibrado tan impulsivo como teatral; en realidad es un solitario que sólo cree en él: "el ideal no se busca, lo lleva uno consigo mismo" afirma; sin embargo, no lo mueve ideal alguno. Actúa sin saber por qué, buscando tan sólo el acto puro, sin finalidad alguna. Por encima de todo está dominado por el cansancio de la vida, que lo arrastra a la aventura sin motivo. Su carácter está lleno de notas contradictorias: ataques histéricos, neurosis, búsqueda del agotamiento y del sufrimiento como un sedante, deseo de violencia y a la vez un sentido innato de la justicia y una compasión enfermiza hacia los débiles.

La prosa de José Eustasio Rivera es poemática y lírica aun en el horror y en la crueldad; el lenguaje lo acompaña en la imaginación desbordada, con su profusión de imágenes de gran fuerza expresiva. El autor ahonda psicológicamente en los caracteres y maneja los elementos con simbolismo evidente y manifiesto. Terrible y desmesurada, llena de misterio y violencia, La vorágine halla su límite artístico en los elementos de carácter documental en que abunda, y su grandeza en la reconstrucción de un mundo en el que la moral cristiana agoniza, mientras se perfilan los esfuerzos que señalan el nacimiento de una nueva moral rigurosamente adaptada a la vida impuesta por la selva a quien se aventura en ella. La obra de Rivera pertenece a la tendencia (hoy común a todas las literaturas hispanoamericanas) que se puede considerar antieuropea en cuanto tiende a destruir los vínculos que durante todo el siglo XIX hicieron de la América latina una oscura provincia de las literaturas europeas, y a crear una tradición exclusiva y típicamente hispanoamericana.

Cómo citar este artículo:
Tamaro, Elena y Fernández, Tomás. «Biografia de José Eustasio Rivera» [Internet]. Barcelona, España: Editorial Biografías y Vidas, 2004. Disponible en https://www.biografiasyvidas.com/biografia/r/rivera_jose_eustasio.htm [página consultada el 1 de diciembre de 2024].

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