sábado, agosto 31, 2024

Nanjing.


I

Cuando los pequeños demonios

hijos del sol llegaron a Nanjing 

sin honor y sin gloria

la ciudad desamparada lloraba por sus hijos

que murieron defendiendo sus murallas 

y por los que quedaron atrapados en sus ruinas 

sin tener a donde huir

de la ira de los soldados 

que ebrios de odio 

llegaron danzando sobre los cadáveres destrozados 

orinando su semen podrido sobre el útero

de las doncellas mancilladas en su inocencia 

II

Tan envilecidos estaban en su maldad

que frente al Yang Tse 

bebieron en copas de plata la sangre de los vencidos

mientras una larga peregrinación de cadáveres

se alejaba río abajo  

para luego regresar en la enfurecida ternura 

de los milicianos 

que amurallaron en sus pechos la rebeldía 

para hacer del amor un canto a la libertad

III

Nanjing 

Ciudad de vida y muerte 

en donde en cada primavera

como un homenaje al heroísmo y al sacrificio

retoñan las flores de la guerra  

Domingo Acevedo.

Dedicado a todos los que murieron antes 

y después de la caída de la ciudad de Nanjing en china

aquel diciembre del 1937 a manos del ejército criminal del Japón imperial




Foto tomada de la red.

La paz.


 

Mis lágrimas atan mi voz

al silencio que apuñala este grito

que estremece los cimientos

de la humanidad

 cuya indiferencia la hace cómplice

de este crimen alevoso

que oscurece el horizonte

y cierra todas las puertas de la primavera

en donde a pesar de todo

en Palestina

en los campos abonados

con la sangre de los caídos

crecen las retamas

los olivos

y la trementina 

como evidencia de que la paz

no puede estar sustentada en las manos

de quienes estrangulan la ternura de los niños

que en Gaza y Cisjordania

yacen destrozados en su inocencia


Domingo Acevedo.

 

Poema dedicado a la periodista palestina asesinada por el ejército de Israel, Shiren Abu Akleh





Foto tomada de la red.


Pergaminos de eternidad.

 


I

Déjame recordarte

hoy

camarada

antes que el tiempo se haga cargo de todos nosotros

 y la vida nos deje abandonados en los cementerios

 y tu historia de soldado proletario

caído al fragor de los sueños

no sea más que un manojo de olvido

en voz de la ausencia

II

Déjame camarada

con la sangre de tus verdugos

escribir tu nombre

en los pergaminos de la eternidad

para que tu recuerdo

el tiempo

ni la ausencia

ni el olvido

puedan borrarlo del corazón de nuestro pueblo

Domingo Acevedo.

A Numitor Elpidio Jiménez Sanelly

(Tito Monte)



















Foto tomada de la red.

 

Maximiliano.


 

Maximiliano

Quien dibujó tu rostro con sangre

en los pergaminos del viento

quien Moreno

intentó amarrar tu voz de profeta al olvido

quien creyó que matándote

apagaría la luz planetaria de tus ojos

quien enterró en tu sangre la muerte

para que acuchillara la vida

que germina

se multiplica

y crece en la aridez del llanto

en la leve melancolía de los días aciagos

de los doce años

representativos de una época

en donde el horror y la muerte

danzaban al ritmo acompasado de la metralla

que hería de luto

el corazón tierno de la patria

Domingo Acevedo.

A Maximiliano Gómez (El Moreno)





Foto tomada de la red.

 

Desde donde vivo.


 

Desde donde vivo puedo ver el mar distante levantarse más allá del muelle, lamer con su lengua azul el horizonte.

 

A veces el viento del sur arremolina en la mirada, residuos de olas resecas por el sol, plumas de pelícanos gigantes, huesos de peces invisibles y restos de barcos hundidos por los siglos.

 

El río Haina divide el muelle en dos partes iguales, el muelle que permanece iluminado más allá de la oscuridad de los barrios Haineros.

 

De vez en cuando una bengala ilumina la noche o un disparo largo de fusil estremece el viento y ahuyenta los polizones y a los ladrones furtivos de mercancías baratas. 

 

Desde mi ventana puedo ver los barcos anclados tan lejos de los sueños y siento pena de los marineros prisioneros del salitre y la distancia, que sueñan con hermosas sirenas, que les roban el corazón para esclavizarlos en su mundo submarino de calamares fantásticos, caballitos tiernos de mar y peces de colores. 


Domingo Acevedo.





Foto tomada de la red.

El centauro


Recuerdo con tristeza que hace más de quinientos años de la llegada del hombre blanco a estas tierras que las compartíamos las diversas criaturas del bosque en paz.
Ellos después de construir rústicos poblados que con el paso del tiempo se fueron convirtiendo en hermosas ciudades, en su inmenso egoísmo no se conformaron con las tierras que tenían y se fueron adueñando poco a poco y a la fuerza de todos los territorios de más allá del horizonte, donde habitábamos nosotros, no valió que resistiéramos, los caminos se fueron tiñendo con la sangre de las criaturas del bosque, todo el que se opuso fue eliminado.
Yo, el último sobreviviente de aquellas batallas, el heroico y solitario guerrero de las sombras, el que no pudo ser vencido por la crueldad del hombre blanco, el que no cayó en sus engaños y trampas, el más temido y odiado, derrotado por el cansancio, el tiempo y la modernidad, no me quedó más que disfrazarme de humano para poder sobrevivir a la maldad del hombre que se llamaba a sí mismo civilizado. Cuánto me costó adaptarme a sus defectos y miserias, a sus injusticias, a su inhumanidad.
Hoy que el tiempo ha pasado, envejecido en mi soledad casi eterna, arrastrando el dolor del exterminio ya no puedo, no tengo fuerzas para seguir escondiendo por más tiempo quien soy, es por eso que esta tarde he decidido tirarme de este precipicio hacia la libertad.

Domingo Acevedo.


































Foto tomada de la red.

A esta hora el camino real.


 

A esta hora El camino real está desierto, una brisa caliente levanta nubes de polvo que se pierden entre los matorrales resecos.

 

Es mediodía, en julio el verano achicharra todo el monte y la primavera es un vestigio lejano de flores y mariposas derretido en el recuerdo de los abuelos que debajo de una mata de mango dormitan en el efímero esplendor de los sueños.

Domingo Acevedo.





Foto tomada de la red.

Epitafio.

 


Muchos vendrán a mi funeral, incluso los inicuos, aquellos hombres que fueron capaces de vender al enemigo, como mercancía barata a sus hermanos.

Domingo Acevedo.



La tía Aurora

 


 

La tía Aurora

con su cachimbo de barro

entre sus labios

sentada en medio de la tarde 

mirando el camino

que se pierde en el olvido

por donde ella

hace tiempo en silencio empezó a irse

dejando sus huellas de sudor

y sangre

en nuestra memoria

que guarda intacta toda la tristeza

del desarraigo

la inmensa soledad de la distancia

y el olvido

el dolor de todo lo que hemos perdido

la tierra

los sueños

y también la vida

y aunque a ratos

intentamos juntar los pedazos

de nuestras ilusiones rotas

ella sabe que se nos hizo tarde

para volver a lugar

de donde nunca quisimos partir

Domingo Acevedo.

Junio/22











Dibujo tomado de la red.

El séptimo escalón del cielo

 


 

El humo de las industrias

ha hecho sus nidos

en un cielo

que bosteza pájaros muertos

sobre las ciudades

que se marchitan

bajo el sol del medio día

de un mes anclado

en el séptimo escalón del tiempo

la lluvia

es solo un recuerdo lejano

olvidado en la última primavera

que adorno los bosques

y las praderas del mundo

hoy las ciudades destruidas

por el clima

y las guerras

son el vestigio

de una civilización

que en su egoísmo

se destruyó a sí misma

Junio/22

Domingo Acevedo.













Foto tomada de la red.

Agoniza la luna

 


 

Canto de lo eterno en la voz

Efímera del viento

Eco de sombras

en el follaje amarillo de la distancia

flamboyanes petrificados

en el ámbar de la tarde

racimo de estrellas

en la cavidad cósmica de lo infinito

bosques

árboles rotos

por el hacha homicida del hombre

río que muere por la ausencia de la lluvia

sequia

sed

agoniza la luna

en el charco seco de la noche

Domingo Acevedo



 












Foto tomada de la red. 

Un universo de sollozos.

 

Un universo de sollozos aúpa el dolor en los días   interminables del horror y sobre el lomo de la noche, un jinete de sombras con su espada de sangre decapita la luz

 Abril/2022

Domingo Acevedo.


Foto tomada de la red.,\

Mi voz

 

Mi voz

tiene la perenne edad de la sangre

Domingo Acevedo.

Abril/22



Colombia SOS.

 


Abril se abre a la esperanza

a la alegría de los que en Colombia marchan

levantando entre sus manos

la bandera de la utopía

las calles de Medellín

Cali

y Bogotá

se van llenando de pasos apresurados

de una multitud insurrecta

que se multiplica con el paso de los días

que viene de los cuatro puntos cardinales

vienen del Cauca

de Boyacá

de San Vicente del Caguán

de Santa Vera Cruz

de Cochabamba

de Córdoba

de Cundinamarca

del Caribe

del Atlántico

de las profundidades de la selva amazónica

de las altas y frías montañas de los Andes

del altiplano

hombres

y mujeres

niños

y ancianos

negros

indígenas

mulatos

mestizos

blancos

toda la multitud se abraza en la esperanza contra el opresor

toda la multitud germina en la sangre de los caídos

es flor de libertad

es bandera que ondea febril

en las manos del viento

anunciado un nuevo amanecer. 

 Domingo Acevedo.

Dedicado especialmente a Lucas Villa y todos los encarcelados, heridos, desaparecidos y asesinados por las fuerzas represivas del estado colombiano.




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