AMÉRICA
I
OH América
a veces quiero pensarte
en retrospectiva
imaginarte como habrías sido hoy
si Colón hubiera errado el rumbo
y sus naos imperiales
hubieran naufragado
En las noches sin memoria del olvido
sin alcanzar tus costas
y así sus tripulantes
no hubieran podido
realizar la hazaña terrible
de la conquista
y los hombres del viejo continente
no hubieran entonces enlodado de sangre
con su odio el aborigen encanto
de tu geografía inocente
II
OH América
a veces quiero pensarte
en retrospectiva
imaginarte como habrías sido hoy
si tus habitantes
no hubieran quedado
deslumbrados
por el brillo metálico
de las armaduras
de los conquistadores
si Quetzalcoalt
hubiera prevenido a
los Aztecas
y Viracocha a los
Incas
de que por la misma
ruta
otros hombres
en otras naves
con otras intenciones
llegarían
como hordas de lobos
infernales
a sembrar el terror y
la muerte
entre tus habitantes
que creyeron
OH
América
que ellos los
recién llegados
eran los dioses bondadosos y sabios
que un día se marcharon
prometiéndoles volver
por eso los recibieron
con su festiva inocencia
entre sus manos repletas
de frutas tropicales
flores exóticas
y regalos de amor
era su única intención
agradar a los dioses
pero no leyeron en los ojos de los extraños
la codicia sin límites
de los guerreros plateados
que llegaron del mar
ahogando en sangre la hospitalidad
brindada
ante la sorpresa de tus habitantes
que creyeron que ellos poseían el poder
del trueno
y que caballo y jinete
eran una sola bestia
y en su inocencia
no pudieron sobreponerse al asombro
ante la crueldad inusitada
de los hombres pálidos
que intentaron en vano doblegar
la inquebrantable actitud de los
aborígenes
que prefirieron morir mil veces
antes que ser esclavos
III
OH América
a veces quiero pensarte
en retrospectiva
imaginarte como habrías sido hoy
si en nombre de Dios
los conquistadores
no se hubieran posesionado
de ti
de tus valles
de tus montañas
de tus planicies
de tus búfalos
del manatí
del cóndor
del Jaguar
del águila
del quetzal
de tus hombres y tus mujeres
del oro y del níquel
de la plata y del hierro
y si después de ser dueños
de todas las cosas
no hubieran usado el sano pretexto
de la evangelización para exterminar
a tus habitantes
que nunca quisieron aceptar
al dios bueno de los hombres malos
que los obligaron al trabajo forzado
que violaron sus mujeres
y se adueñaron de la vida y los sueños
e hicieron un testamento
donde los reyes católicos de España
eran los dueños de la tierra más
hermosa
y rica que ojos humanos jamás habían
visto
y cuyos habitantes
eran muy hermosos mansos y sencillos
y vivían semidesnudos
e ignoraban el valor
de las piedras preciosas
y los metales
y no conocían la rueda
ni el caballo
ni la pólvora
ni la viruela
ni el sarampión
ni la sífilis
y sin embargo
tenían grandes conocimientos
sobre matemáticas
astronomía
e ingeniería
y ya habían inventado el valor del cero
y habían construido
hermosas ciudades
con grandes edificios
en forma de pirámides
y cultivaban maíz
yuca
cacao
algodón
y coca
y eran felices
recorriendo en sus canoas
las islas dispersas
a todo lo ancho y largo
del mar Caribe
viajando a través de los ríos Lempa
Amazonas y de la Plata
hacia el corazón palpitante de la selva
pescando en los ríos Ozama y Yukón
cazando búfalos
en los territorios de los sioux
los kiowa y los apaches
poblando y repoblando el continente
desde las planicies heladas de Alaska
hasta la edad eterna
de las remotas soledades
de la tierra del fuego
donde la vida parecía
haberse detenido para siempre
IV
OH América
a veces quiero pensarte
en retrospectiva
imaginarte como habrías sido hoy
si los vencedores hubieran sido tus
habitantes
si el valor y la dignidad
hubieran triunfado sobre la violencia
de la fuerza
y la sin razón
de los centuriones europeos
a quienes ni el oro ni la sangre
lograron saciar su feroz opulencia
y siguieron la ruta
que les trazó su codicia
como demonios ciegos de ira
sembrando la muerte a diestra y
siniestra
en una danza macabra
de violencia y lujuria
llenando de espanto y locura
la claridad de los días
y como respuesta al genocidio
y a la crueldad inusitada
la resistencia no se hizo esperar
y los guerreros huyeron en las noches
hacia las altas montañas
desde donde acechan
a quienes en busca de ellos
se aventuran en la manigua
y las madres indefensas
OH América
en un acto de Rebeldía
ahogaban a sus hijos en los ríos
o los mataban a palos
y después se suicidaban ellas
y las embarazadas de la yuca amarga
bebían el jugo
para envenenar en el vientre al feto
para librarlo de nacer bajo el horror
de la conquista
V
OH América
jazmines morados florecen
en la tierra abonada
de las noches lejanas
de los últimos aborígenes muertos
en cuya sangre se ahogaron las piedras
del camino
que emprendieron
los que nunca admitieron ser esclavos
y lucharon heroica y tenazmente
hasta el fin de la raza
y hoy a quinientos años
del exterminio
lejanas hogueras
crepitan en las noches frías
de los Andes y la selva lacandona
donde nuevamente
suenan los tambores de la guerra
que anuncian el fin de una paz
que nunca existió
ya que nunca cesó el exterminio
contra los indígenas
y del camino que viene de los siglos
un tropel de fantasmas regresan y se
agolpan
junto a la mágica claridad del alba
Caonabo
Enriquillo
Hatuey
Caupolicán
Lautaro
Urraca
Tupac Amarú
Lempira
Caballo Loco
Cochise
Gerónimo
Nube Roja
como una utopías
regresan de la vía láctea
para encender con su ira el fuego
que iluminará el camino de los elegidos
que guiarán a nuestra América hacia un
nuevo amanecer
MI ORIGEN
La tarde recrea ante mis ojos la
nostalgia de mi origen perdido en África.
La tristeza de estos largos años de exilio en
que hemos perdido nuestra identidad hace florecer entre mis ojos lirios de agua.
La pena acumulada
durante estos siglos de huir a ningún lado golpea mi memoria como un látigo de sal que abre viejas
heridas que vuelven a sangrar bajo el sol púrpura de nuestro ocaso. Tantos años
de olvido han dejando en mi boca el agrio sabor de la ausencia
África sigue siendo
en mi corazón la ilusión más
dulce, se que ya no volveré al
acrisolado mundo de mis sueños; me he
resignado a morir en esta tierra tan ajena y tan mía, pero mi vida sigue
allá, en la aldea de donde una
noche mi ADN sin querer, empezó a viajar
en un cuerpo desconocido hacia una isla perdida en el mar Caribe.
Quinientos años después, la mirada triste de la abuela Mamá
Tita, me despierta en medio del estruendo de los arcabuces y los gritos de los hombres
que defendían a los suyos, hasta
terminar atados a la codicia de unos hombres
que contra el reflejo de la aldea incendiada los conducían por un sendero de horror hasta una
embarcación anclada en un océano de cadáveres, emprendiendo un viaje sin
retorno hacia el dolor.
Yo apenas era menos
que un sentimiento perdido en la memoria de alguien que aún no había nacido,
pero ya llevaba sobre mis hombros el
peso de una historia de látigo y sudor, donde la vida nunca dejó de ser un
canto que en las noches, se multiplicaba en la voz alegre de las tamboras.
Poemas: Domingo Acevedo.
Fotos: tomadas de la red.