Detrás del espejo.
Quimera tan distante.
Habitas en mis sueños
corres desnuda por
los pasillos de mi alma
hasta las imaginarias
habitaciones del alba
en donde te quedas
para siempre en mi voz
mi voz que construye
para ti un mundo de fantasía
quimera distante
flor de los Andes
ángel de tentación
mujer que traspasa el
tiempo y la distancia
y se pierde entre las
luces y la fantasía de la ciudad
busca entre los
túneles de la noche un poco de amor
Árbol de sombras.
Hace tiempo te
esperaba
llegaste dormida en
la luz de un relámpago
arropada en los
sueños
vestida de silencio
descalza sobre la
transparencia de mi voz
dejando tus huellas
entre mis ojos
que te tocan
que te desnudan
que te acarician el
pubis
que trepan hasta la
cúspide imaginaria del placer
que se ahondan hasta
el orgasmo en tu sexo
mis ojos que tejen en
tu piel un vestido de música y flores
donde el alba es una
luz que se desgrana en los latidos de la pasión
tu piel que deja entre mis manos el dulce
sonido de tu aroma
que en la ausencia se
deshoja en la tentación de lo prohibido
tu cuerpo desnudo lo
dibujo en el nocturno lienzo del insomnio
y pongo dos alas en
tu espalda
cierro los ojos
y estás a mi lado
aunque hace tiempo te
alejas entre las brumas de la ausencia y el olvido
es allá
en los ignotos paraje
de los recuerdos
donde esta amor como
un árbol de sombras
germina
crece
Espejismo de luna
llena.
En mi voz
tus senos
resplandecen como el agua
bajo la luz de la
luna
dos alas crecen en tu
espalda
la noche es una flor
que en tu piel renueva sus pétalos minerales
y en la vaguedad
infinita de tus ojos
el mar pinta de
pájaros azulmarinos el horizonte
temblor del viento
detrás de los espejos aterciopelado de la alborada
libélula de cristal
atrapada en los contornos luminosos de tus fantasías
y en la voz del deseo
dos tatuajes de sal
se desnudan a la pasión
templos de leche
colinas de nata
pirámides de
azúcar
amanece en tu mirada
un sol ebrio de eternidad
y la luz
como un ángel de cristal líquido
danza en los
límite de tu desnudez y se aleja
y junto a un camino
de estrellas
en su génesis de
humedad
el rocío se desvanece
y entre tus piernas
en noches de olvido y
hastío
el fuego consume
sueños placeres
tentación de lo
infinito es el pecado de amar lo
prohibido
torres de algodón
hondura de la nada es
la distancia
que naufraga en la
pesadumbre de la ausencia
canto de sirena
tibios pezones de
miel
tu desnudez
ondula en mis
recuerdos
como un espejismo de
luna llena
Pensarte tan distante.
Pensarte tan distante
sentada en un trono
de ámbar
mujer que habitas en
mis sueños
equidistante de la
ternura y la pasión
retenida entre las
brumas del alba
diosa de jade
enredadera luminosa
que trepa por las paredes de mi voz
canto de amor
unicornio de cristal
bajo las lunas de abril
estrella de azúcar
derretida en la frente del horizonte
largo suspiro del mar
que salpica de salitre las ciudades
atrapadas en la
fantasía del neon
por sus calles de
hastío
un fantasma herido
por el tiempo
pregunta tu nombre a
pálidos transeúntes
atrapado entre los
espejos del olvido
El sonido lapidario
de la sangre.
I
Voy danzando en la
voz del viento
más allá de la
transparencia de los días por venir
hasta la unánime
presencia del ocaso
donde el sol curva el
agua en lumínicos destellos
donde un oleaje de
sombras lo cubre todo
donde los árboles
azules de la fantasía
echan raíces en los
escombros perfumados de la noche
y donde el olor de
las azucenas recorre los caminos sin fin del olvido
II
Voy cantando en la
voz del viento
más allá de los
corredores interminables de la sangre
donde los espejos
repiten la imagen mutilada de mi estirpe
lirios de agua
destrozados en los balcones del alba
cuelga del viento un
ramillete de pájaros fantásticos
unicornios de jade
recorren los valles submarinos de la memoria
hasta alcanzar la
luna que amanece en los ojos de la quimera
III
hay una profunda
herida en mi voz
escuchen
en la conciencia de
la humanidad
retumba el sonido
lapidario de la sangre
Agosto 2011
Dedicado al
periodista José Silvestre, asesinado recientemente en la Rep. Dom.
Haití
Grito que desgarra la
inocencia rota por el dolor
voces atrapadas bajos
los escombro del llanto
ciudades incineradas
cuerpos mutilados
cadáveres atrapados
en las enredaderas del viento
y detrás de los
parpados heridos de la noche
la multitud azorada
no despierta del horror
escarba entre los
escombros
busca entre las
cenizas un suspiro
halito de vida
luz que palpita en la
oscuridad de los días pasajeros
en la esperanza
atrapada bajo los escombros
en las manos
solidarias que remueven las piedras
buscando encontrar
bajo las ruinas de la sangre
el corazón herido de
la luz
Pergamino de
lágrimas.
Mi voz dibuja en un
pergamino de lágrimas
un lejano horizonte
de caña y sangre
en donde el tiempo
acumula
en un rincón de mi
alma
voces quebradas por
el látigo
Barcos negreros.
En su itinerario de
horror
barcos negreros
vomitan cadáveres en una mar de topacio
anidan en el viento voces quebradas por el látigo
trapiche oxidado por
un dolor ancestral
areito fúnebre
batey desolado
aluvión sangriento
sudor que al tocar la
tierra se convierte en sangre
miradas de sal
derretidas por el sol
cadenas que atan a la
quimera al canto de las luciérnagas
luna que todas las
noches llora sobre las ceibas
caminos de luto y
gloria
cruces clavadas en el
útero de la inocencia
corazas plateadas en
donde se enseñorea la muerte
pasos que se pierden
entre las sombras en donde se cobijan los sueños
pechos reventados por
un rayo carnívoro
grito diluido en la
memoria de una raza que se extinguió en
su heroísmo
llora el tiempo en el
pecho de la noche que el viento enlutece
isla perdida en la
ruta del sol
antigua y ambigua
ubicada en un cateto
de azúcar y sangre
puerta de jade por
donde penetraron los caballos apocalípticos
a perforar con sus
arcabuces la tierna inocencia de los tainos
La voz del deseo.
Mis manos dibujan
lirios de agua en los murales
imaginarios de tu alma
y en la profundidad
de los sueños se desnudan las palabras en la voz del deseo
Suburbios del alba.
Hace tiempo la sueño
vestida de luna en su
desnudez
dejando sus huellas
sobre las alfombras nocturnas del tiempo
alejándose para siempre entre las luces y las sombras
de una ciudad
agrietada por la ausencia
hacia los antiguos
suburbios del alba
Es la tarde.
Una gota de sombra en la distancia
es la tarde
Mayo.
Atardece
mayo agoniza
llovizna
Los flamboyanes sueñan
Trampa ancestral.
Pedazos de luna
derritiendo entre los espejos de las madrugadas
espada vencida por la
gloria
relámpago anfibio
torbellino de luz
tres naves carnívoras
navegando entre la bruma de agosto
hacia las luces y las
sombras de octubre
boca llena de una luz
mineral
trampa ancestral
junto al sendero del
ocaso un lirio resplandece
sonidos de tamboras
en la voz destemplada del viento
trapiche desolado
cañaveral
ensangrentado por un sonido de cadenas rotas
danza victoriosa
litoral de cenizas
lagrimas de cera en
los ojos de la quimera
y más allá del
resplandor amarillo de las olas que iluminan el amanecer
cadáveres mutilados
chorrean sangre sobre los pergaminos de la historia
Susurro imaginario.
Copos de sombras
manchan de ausencia el olvido
la voz empañada por
el limo verde del ocio
es apenas un susurro
imaginario
que se pierde en la
noche
Anaqueles del alma.
Mis padres en un éxodo interminable
poblaron las lluviosas regiones del sur
de ellos conservo en los anaqueles de mi alma
las cadenas que ataron su origen
al olvido
los recuerdo en las tardes mirando el horizonte
buscando entre las sombras de la tarde
el sonido de alguna tambora lejana
nunca fueron felices
toda mi alegría es la tristeza que de ellos heredé
y en algún rincón de mi alma
la abuela mamá tita todavía
recolecta
los residuos perdido de su pasado
la lluvia como siempre
va dejando huellas de sal sobre las paredes del silencio
teje mantos de sombras con los
que se arropa la soledad
y aprisiona en las claras habitaciones del agua
la alegría de ese niño
que detrás de los espejos de mis ojos
no deja de llorar
Detrás del espejo.
Detrás del espejo
duerme un fantasma
en sus ojos la luz
pelea contra las sombras
por eso es que la habitación se ilumina de mariposas
que traspasan las
paredes de la noche
hasta diluirse en la
distancia
que va de los
sueños al amanecer
Con alas en la
espalda.
Ese niño con alas en
la espalda
y el cielo en la
mirada
que todas las tardes
como testimonio de su breve edad
me trae en su voz de
pájaro
un ramillete de
flores silvestres
tiene en la sonrisa
alegre la mirada
y un corazón de azúcar
derretido en mis palabras
tierna la azucena en
sus manos
como un relámpago
perfuma el sendero
por donde sus pasos
se alejan del ocaso a la aurora
a iluminar de ternura mi alma
A Guaroa Acevedo mi
hijo.
Espectadores del alba.
Me abruma la terca agonía
de los indigentes de la zona colonial
residentes permanentes de las
sombras
efímeros inquilinos de las frías madrugadas de enero
invisibles espectadores del alba
van dejando por donde pasan
el aroma inconfundible del
hambre
pasajeros de un tren sin destino
son victimas de una sociedad
que en grandes vasijas de plata
lava con sangre sus manos
ignorados transeúntes de calles heridas
por cinco mil años ausencia
cómplices de las prostitutas del conde peatonal
bohemios del rocío y el salitre
aventureros insomnes de la miseria
lunáticos mutantes de la desdicha
que en la Duarte
frente al parque de las palomas
se desnudan y danzan hasta morir
Árbol sin memoria.
Manuel
fue siempre niño endeble y solitario
que tenía la piel del color del camino real
la mirada llena de pájaros azules que
picoteaban el alma de la ninfas del bosque
que defecaba flores en los huecos de las
carboneras que hacia con sus manos escuálidas
que corría
por los caminos grises del
invierno
tratando de encontrar en los sueños
los parajes imposibles de la fantasía
su voz tierna como el canto de los ruiseñores
pintaba de mariposas las paredes de las tardes
primaverales
y su desnudez la ondeaba el viento más allá de
los días lluviosos de mayo
en que la alegría sucumbía al hambre
a veces lo encontraba solitario en las lejanas
regiones del rocío
navegando a la deriva en un océano de celias
tatuadas en el viento frío del amanecer
lo llamaba
volteaba el
rostro
y me arropaba en el lienzo azul triste de su
mirada
corría hacia mis brazos
y me abrazaba por largo rato
sentía como su piel afiebrada se derretía en mi
piel
luego nos íbamos a los potreros del tío
Alberto
atravesábamos los conucos del abuelo Ismael
jugábamos con el viento
hablamos con los pájaros
corríamos felices por las praderas infinitas del medio día
hasta terminar exhaustos debajo de un árbol sin
memoria
a veces en el azul más limpio de su inocencia
se quedaba dormido
lo veía moverse inquieto
temblar
sonreír
cuando despertaba me contaba que había estado
en un hermoso lugar
donde seres luminosos con alas en la espalda
jugaban con él
que les dijeron
que pronto estaría con ellos
y que ya nunca más sentiría hambre
ni frío
ni soledad
Manuel
No tuvo más escuela que su corta vida
Sus nueve años sin historia y sin ninguna
procedencia
hoy que lo encontré dormido en una carbonera
arropado en su soledad
acurrucado en la nada
me deslumbró su recuerdo
descalzo
semidesnudo
sonriendo siempre
con su tristeza a cuesta
solitario
buscando entre los cubicuelos del hambre
un poco de agua
una fruta de lastima
un pedazo de pan
en las noches cuando se le hacia tarde
le suplicaba que se quedara con nosotros
no aceptaba
me miraba con toda su ternura acumulada entre
sus manos
y se despedía de mí con un abrazo de eternidad
y se alejaba entre las sombras hacia ninguna
parte
me quedaba junto al camino abrumado
por una inexplicable sensación de soledad
hasta que él se desvanecía en la distancia
con Manuel compartí la sed
el hambre
la pobreza
el frío
y la desnudez
y sobre todo la alegría infantil de correr
por los bosques memorables de la fantasía y los
sueños
Manuel
nunca me dijo donde vivía
cuando le preguntaba
me señalaba con insistencia un lugar perdido en
su memoria infantil
el cual yo no vería
ni encontraría
porque ese lugar sólo existía en el deseo que
él tenía de tener un hogar
cuando le decía que quería ir a su casa
conocer a sus padres
me miraba azorado
y se alejaba huyendo
ondeando su desnudez en el viento
escurriéndose en los latidos del bosque
ahora que Manuel está muerto
hemos buscado por todas partes su hogar
y sólo hemos encontrado debajo de un gran árbol
sin memoria
un lecho de flores y cenizas
donde Manuel todas las noches en su soledad
moría de frío y ausencia
Juncos azules.
Ríos coagulados en
las mejillas del viento
lámparas heridas por
el sol
prostitutas dormidas
en las efímeras
habitaciones del viento
pupilas rotas por el dolor
juncos azules bajo la
lluvia helada de otoño
horizonte de
mariposas amarillas
en las tardes
fúnebres de invierno
sentado en la mesa
del hambre
un niño
La vieja Belén.
Este domingo de
tristes soles escondiéndose
bajo las piedras amarillas del camino
la lluvia trajo en su vientre
el olor sombrío del musgo que crece entre las grietas
de mis palabras
bosque de almácigos y ceibas
anacahuita de cristal
galope de pájaros fosforescentes en la noche
aviadores imposibles haciendo piruetas
en un cielo crispado de ángeles
y por entre la
espinas y las luces
de enero
Isabel
la mamá de Antonio
encarna a la vieja Belén
Esa es mi voz.
esa es mi voz
eco lejano de tamboras ahogándose
en la mirada ausente de la eternidad
madreselva que se enreda en la brisa
árbol nocturno de sonidos
barco de humo derritiéndose en la alborada
luna de papel hundiéndose en el mar
densa atmósfera de clorofila
caballo de azúcar cabalgando
sobre la arena luminosa del verano
estampa de sangre en las paredes del futuro
mi voz
eco de lágrimas salpicando las ciudades
heridas por la guerra
aroma desolado
campanas de agua
racimo de luz en el pozo de la muerte
grito de
guerra
canto de amor
esa es mi voz
Nudo de lágrimas.
Ya nadie podrá desatar el nudo de lágrimas
que me ata a tu recuerdo
aquí estoy
perdido entre los oscuros espacios que dejan los sueños
en los resquicios de la nada
goteras de sal caen sobre las sábanas blancas del
insomnio
y de luto se han ido vistiendo todos los árboles del
camino
que lleva hasta mi casa
desnuda y triste la quimera danza en mi memoria hasta
morir
pájaros de sombras anidan en los sonidos oxidados de mi
voz
y hace siglos que los ojos de la ausencia lloran mi vida
sobre las grandes capitales del mundo
el humo de las chimeneas bosteza su veneno
es la luz
un espejo donde el horizonte se mira y envejece
y en las íntimas habitaciones del agua
una sirena llora desconsolada su eternidad
y desde la ventana principal de la alborada
alguien que no conozco me dice adiós
Testimonio de mayo.
He vivido atado a los recuerdos
a los momentos irrecuperables de mi infancia
que se perdieron en el largo camino de la
ausencia
a las mañanitas memorables del rocío,
a
los días inolvidables de la primavera
a las noches esplendorosas de luna llena
aún tengo pegado en la piel
el claroscuro resplandor
de
los días interminables de mayo
el olor de los potreros guía mis pasos
por
el camino de los conucos
hacia
la soledad inmensa de la lluvia
y el
perfume de la clorofila colorea mi voz
de mariposas
aún
los duendes invisibles del invierno
rondan mi memoria
y
más allá del horizonte de mis ojos
un
niño descalzo llora su hambre
Ola de sal.
El tiempo se ha roto con tu ausencia
dejando un rastro de eternidad en mi voz
a veces la sensación de tu partida
levanta en mis ojos una ola de sal
que destruye las habitaciones del olvido
y todas las noches
la luz
va dejando espejos de luna
en las paredes de la alborada
donde los niños
con los dedos tiznados de ternura
escriben tu nombre
Miguel
A Miguel Ángel Acevedo
Hijos póstumos del
rocío.
Mis padres
hijos póstumos del
rocío
crecieron bajo el
sombrío reflejo
del relámpago y la
lluvia
cuando el trueno
iluminaba de misterios
los ignotos rincones
de los recuerdos
que se perdieron
entre la sangre y las flores
de una primavera
truncada por el peso
de las cadenas y los
arcabuces
allá
muy lejos en la
memoria
una embarcación
encalla entre los arrecifes
de los sueños
y bajo el resplandor
de una luna de cal
melancólicas tamboras
atan mi vida
a la nostalgia
es aquí donde mis
padres
un hombre
y una mujer
ignorados leñadores
perdidos en el confín
del monte
diseñaron este traje
de carne y hueso
que he llevado puesto
por tanto tiempo
A mis padres Sergio
Bautista
y Cosuelo Acevedo
Rayo de eternidad.
Nací junto al resplandor azul
naranja de los sueños
en brazos de la quimera
cuando el sonido ancestral de los tambores
atrapaba a los hombres y las mujeres de la aldea
en la telaraña de la utopía y la nostalgia
nací herido por un rayo de eternidad
en la inefable soledad de las estrellas y el rocío
bajo los escombros del olvido
lejos del mar y la primavera
en el preámbulo de las mariposas
un día de otoño
cuando los soles eclipsados noviembre
emergían despacio de las aguas cenagosas del amanecer
El sol.
El sol
con sus dedos perfumados de clorofila y rocío
golpea las puertas en penumbra del amanecer
Sirenas del sal.
Malecón de eternidad
que el mármol salobre de las olas oxida
mar perdido en el
horizonte nebuloso de la historia
puertos abandonados
en los angares del olvido
barcos hundidos en un
archipiélago de sangre
sirenas de sal
piratas tuertos del
corazón
fantasmas devorados
por el tiempo
látigo de azúcar en
la espalda mutilada del futuro
murallas de arena
ciudad atrapada entre
las luces y la nostalgia
siluetas aprisionadas
en la telaraña de sus miedos
edificios de humo
calles que se pierden
en los oscuros laberintos de las noches
y más allá de los
sueños tres puertas siempre abiertas
Ebrios
arlequines.
Calles de insomnio
malecón de ceniza
puerto de sal
río que abraza el mar
mar que besa el cielo
cielo que se traga la
ciudad
ciudad amurallada en
sus raíces
por sus avenidas de
luto
antiguos transeúntes
se pierden en un pantano de luces y sombras
y en los balcones del
verano
hermosas prostitutas
de porcelana
la noche
acorrala
en el conde peatonal
ebrios arlequines danzan bajo las lunas de otoño
y los mendigos
atrapados en la telaraña incierta de su destino
todas las noches se
pierden en los cubículos del hambre
y en la soledad
absoluta de la indiferencia
niños que agonizan
escondiéndose detrás de sus sueños
y atrapados en las
catedrales del olvido
antiguos fantasmas
lloran desconsolados su condena de eternidad
Croa el sapo.
Croa el sapo
las estrellas clavan
en el corazón de la noche
sus cuchillos de sal
el viento se enreda
entre los árboles
y cae a un abismo de
sombras
el mar en la
distancia se confunde con el cielo
en un abrazo de
eternidad
y la ciudad no es más
que un espejismo
que se desvanece en
la mirada agónica de los mendigos
La sangre es una
flor.
Todavía fresca la
sangre en el asfalto
es una flor que el
viento deshoja en la memoria
Retazos de sol.
Retazos de un sol que
agoniza
se escapan por las
rendijas
de los árboles en el
horizonte
un tropel de
mariposas a la deriva
se pierden entre los
pergaminos
distantes de la tarde
la luna como un
anillo perdido en el mar
resplandece y
desaparece al compás
de las olas del
tiempo
que la oxida y la
entierra en la arena azul
del universo
Canto por la paz.
Multitud de sueños en
la voz del viento
banderas multicolores
en la mirada de sol
voces de amor
arrullan el sueño de los niños
que en Afganistán o
Colombia
en Irak o Somalia
en Palestina o
Etiopia
son heridos en su
inocencia por la guerra
huellas de esperanza
se alejan de los oscuros
laberintos del odio
hacia las amplias
planicies iluminadas del amor
en donde la humanidad
en un canto solidario
por la paz
se abraza
Alborada de mariposas azules.
No fui más que un niño que siempre anduvo perdido en sí mismo
en los conucos lejanos del abuelo Ismael
aprendí de la vida todo lo que sé hoy
fueron los potreros del tío Juan mi escuela
y en las lejanas regiones del rocío era donde podía mirarme al espejo
y encontrarme tal cual era
un niño hecho de ceniza y barro
con la mirada torva perdida en el infinito
un niño que escribía todas las tardes en los pergaminos del viento
su historia envejecida en su dolor vegetal
fue toda mi alegría poder correr por el bosque
hasta cansarme y terminar de bruces
entre los arbustos mágicos de las tardes
hablar con los animales y los árboles
pasear en el viento más allá del horizonte
y regresar en las nubes al lugar de donde nunca partí
y encontrarme como siempre arrullado entre los brazos de mis padres
que me cubrían de la lluvia que con su corazón de azucena
iba dejando pedazos de cielo dormidos en mi piel.
todas las tardes
mi madre y yo nos sentábamos bajo la sombra del gran árbol azul de la
vida
a mirar como los pájaros ebrios de clorofila
se escondían detrás de las murallas del horizonte
mientras una peregrinación de mariposas
ancladas en los ventanales del ocaso
agonizaban en la mirada quimérica de un ángel
hoy no hay más alegría que este
canto bajo esta luna de jade
por el camino del alba las huellas del rocío se evaporan
entre los pies descalzos de un sol precoz
que siempre en noviembre pasa de largo a esconderse entre los
matorrales atardecidos de la distancia
alborada de mariposas azules
heridas por los puñales del
otoño
todas la mañanas en el fogón
doña Lola hierve jengibre que ofrece al paladar
para ahuyentar a los duendes del frío
y en algún lugar perdido en la memoria
Cató todavía elabora con sus manos de ternura
los colores del amanecer
y en un rincón de mi alma
la abuela Mamá Tita recolecta los residuos perdidos de nuestro
pasado
muchas veces
ella y yo imaginábamos escuchar en la voz destemplada del viento
el lejano sonido de nostálgicas tamboras
grito de guerra
canto de amor
danza que en las noches aun nos libera del peso de una historia amarga
que escribieron con su sangre nuestros abuelos
para que mi voz
quinientos años después
pudiera abrir las puertas que el tiempo creyó haber cerrado para
siempre
nací en esta tierra que tiene el color del olor del topacio
donde los colores vegetales de la primavera se levantan como una ola
que inunda todos los rincones del bosque de mariposas
que al morir van dejando un rastro efímero de luz
en la mirada azul de la distancia
arco iris coagulado en una lágrima
por el camino real
el tío Alberto regresa
parece flotar sobre la tenue oscuridad
del atardecer
la tía Agustina en la ventana lo
ve llegar
espera como siempre que él lleve las vacas a los corrales
se dé un baño
vaya a la ventana
le dé un beso
y luego se sienten todos en la mesa a cenar
todavía en las noches
mi padre como un fantasma
se pierde entre las sombras hacia las carboneras
a vigilar los hornos
para que el fuego no consuma los sueños
y así poder derrotar el hambre que acecha entre los resquicios de las
horas más largas del verano.
primavera insular
caserío perdido junto al bosque del olvido
flamboyán amarillo
anacahuita de cristal
bajo los limoncillos florecidos
la tía Tatín con su escoba arrincona contra los espejos de la tarde
las cenizas que deja el otoño en la mirada de la tía Aurora
que aún busca en su interior
el camino de regreso al paraíso que nos robó la modernidad
ignora ella
que morirá arrinconada contra sus sueños
sin volver a ver el sol
desde los ventanales primaverales del alba
Árbol
azul.
Pende un amuleto de ojo de cíclope tuerto
del cuello de la profecía)
Nací bajo la sombra de un gran árbol azul
camino de sombras
carbonera tibia
bohío de tierra
piel de ceniza
voz de rocío
sol herido por un horizonte de cuervos cuajados de sangre
luna de jade en la mirada de la quimera
peregrinación de pájaros anclados en los ventanales del ocaso
flamboyán amarillo perdido en el bosque de la fantasía
tierra color del aroma del topacio
pradera de mariposas amarillas esperando el amanecer
lágrimas coaguladas en las mejillas de los últimos días de noviembre
profetas suicidándose con los cuchillos de la profecía
bajo una anacahuita de cristal sin edad
manos inútiles sacan del vientre de una virgen
el cadáver de un ángel taciturno
y en el útero anónimo de una madre
un lirio amanece
del cuello de la profecía)
Nací bajo la sombra de un gran árbol azul
camino de sombras
carbonera tibia
bohío de tierra
piel de ceniza
voz de rocío
sol herido por un horizonte de cuervos cuajados de sangre
luna de jade en la mirada de la quimera
peregrinación de pájaros anclados en los ventanales del ocaso
flamboyán amarillo perdido en el bosque de la fantasía
tierra color del aroma del topacio
pradera de mariposas amarillas esperando el amanecer
lágrimas coaguladas en las mejillas de los últimos días de noviembre
profetas suicidándose con los cuchillos de la profecía
bajo una anacahuita de cristal sin edad
manos inútiles sacan del vientre de una virgen
el cadáver de un ángel taciturno
y en el útero anónimo de una madre
un lirio amanece
Un fantasma.
Detrás de lo espejos de
tu alma
un fantasma en su
eternidad agoniza
Relámpago de
mariposas.
De tus labios enredado
en el viento
un relámpago de
mariposas
perfuma de colores la
distancia
El otoño.
Es una mariposa
perdida en tu voz
el otoño
Surcos de agua.
Ebria de soledad y
ausencia
hace surcos de agua
en tu ombligo
la luna
El sonido de la
sangre.
Trébol de agua
el sonido de la
sangre
se ahueca en la
mirada del viento
Dos tibias palomas.
Son tus senos
dos tibias paloma que
anidan en mis manos
Voz mineral.
Canta el viento con
su voz mineral
la quimera del tiempo
Es un espejo.
Es un espejo donde el
viento se mira y rejuvenece
la distancia
El horizonte.
Un pájaro herido por
la ausencia
el horizonte
Las nubes.
También sueñan como
los Ángeles
las nubes
El olvido.
En la mirada de la
ausencia palpita el olvido
Su origen.
Con su voz desnuda
en el hondo silencio
del tiempo
canta la tambora
su origen
Los latidos del
viento.
Caracol perdido en
los latidos del viento
en su lentitud el
tiempo no tiene prisa
y en el pulso del
agua
la luz de la luna
tritura las sombras de la tarde
cuando por el sendero
la noche lo arropa en
sus sábana de terciopelo
y en el sueño
el silencio roba la
claridad al día
para ponerla en sus
ojos
Barcos anclados en la
noche.
Hay mariposas
flotando en mi voz
un ángel asoma a la
ventana
y mira a través de
mis ojos
como los barcos
anclados en el mar
se van esfumando en
la noche
lirios y espejos.
Esos truenos lejanos y sombríos
anuncian que mayo está cerca
que las lluvias cubrirán de sombras la tierra
que los caminos entre mis ojos
se llenarán de lirios y espejos
Un día de otoño.
Nací un día de otoño,
cuando los soles eclipsados de noviembre
emergían despacio en las aguas
cenagosas
del amanecer.
Los oscuros rincones del agua,
Esta tarde de invierno pájaros de oro
migran hacia los oscuros rincones del agua
2010
Más allá del bohío.
Más allá del bohío
el olor vegetal de los hornos
evidencia que el hambre ronda los días
Rayo de eternidad.
Un ángel herido
Un ángel herido por un rayo de eternidad
solloza en brazos de
la quimera
Árbol de pájaros
azules
Árbol de pájaros
azules
atrapados en los
cubículos de las sombras
tres ruiseñores de sal
estampan en las
paredes del olvido
tu nombre
Copos de sombras.
Copos de sombras
manchan de ausencia el olvido
la voz empañada del
limo verde del ocio
es apenas un susurro
imaginario
que se pierde en la
noche
Mayo del 1961.
Mayo va dejando en un
portafolio de eternidad
su olor a olvido
plataforma de sangre.
Plataforma de sangre
una enredadera de
pájaros sombríos
trepan por las
paredes del miedo
He regalado al olvido.
He regalado al olvido
Los últimos recuerdos que guardaba en la
memoria
Las habitaciones azules del viento.
La madrugada se viste de rocío
Nos dice adiós
Y se desvanece en las habitaciones azules del
viento
Una flor en tu piel.
Mujer que todas las noches
desnuda abre las puertas de mis sueños
penetra hasta las intimas habitaciones de mi
alma
para que yo dibuje con mis labios en su piel
una flor
Domingo Acevedo.
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