JUNTO AL CAMINO REAL
Nací en la Esperilla junto al camino real en una casita de yagua con piso de tierra
bajo el cielo parpadeante de un amanecer salpicado por el rocío del otoño
impregnado por el olor reciente y vegetal de los hornos que ardían a fuego lento
más allá de los límites de la aurora
fueron las manos luminosas de Belén
las que con asombro me sacaron del vientre tibio y florecido de mi madre
las que lavaron mi piel recién hecha
las que me vistieron de ternura
y me depositaron junto a la hoguera anaranjada del amanecer
para que el frío de los inviernos remotos no salpicara de escarcha mi alma
para que mi piel siempre tibia no se derritiera en las noches
dejando un rastro invisible de mariposas muertas en la dermis arrugada del tiempo
TESTAMENTO DE DOLOR
Los días se dejaron vencer
por los duendes de la lluvia
iluminan el alba los restos podridos
de las mariposas de abril
mayo como un galipote
perdido en el bosque llora
la muerte danza con la miseria
y en el bohío
los niños moribundos
de doña Isabel
escriben con sangre
en los papiros de la memoria
su testamento de dolor
a la humanidad
ENTRE EL AMOR Y LA NOSTALGIA
Nacimos entre las flores y las estrellas
entre el amor y una inmensa nostalgia
donde nuestra alegría no fue más que una utopía
un ritual amargo de tamboras
que hacían crecer nuestras raíces
en noches de cánticos fúnebres
hasta otros amaneceres
donde la realidad no era más que un sendero
en donde nos encontrábamos
con nuestra soledad profética
en la que quedábamos atrapados por siempre
perdidos en un mundo mágico
de fantasmas y duendes
que nos persiguen más allá del tiempo
y yo que he sobrevivido a la muerte
soy el único que escribe con su voz
en las paredes del tiempo
un testamento al olvido
LA TIA AGUSTINA
La tía Agustina todavía permanece
recostada en la ventana del tiempo
mirando hacia el sur
hacia donde el mar Caribe
se alarga hacia lo infinito de su imaginación
salpicando sus ojos de nubes fugaces
y remotos pájaros marinos
petrificados en ámbar celular de su mirada antigua
que todas las tardes se derrite en la distancia
chorreando el horizonte
de fosforescentes mariposas
que vuelan sin pausa tratando de alcanzar el sol
que navega en un espectral océano de colores
hacia ninguna parte
SEÑALES DE HUMO
Era la abuela mamá Tita
la que hilvanaba con los hilos del alma las noches
la que todas las tardes se sentaba a orillas del camino real
a mirar el horizonte
intentando encontrar entre las rosas del crepúsculo
señales de humo que los pieles rojas
habitantes de más allá del mar
envían al azar
en las que dicen que ellos todavía luchan
por recuperar las tierras sagradas
que el hombre blanco hace tiempo les quitó
que no descansarán hasta recuperar las colinas negras
donde reposan los espíritus de los guerreros
que lucharon contra los caras pálidas
cuya crueldad recién estrenaba con ellos el horror
VERTIGO DE NOSTALGIA
Hermano
hace tiempo que partiste
en el carrusel de la inocencia
hacia el inefable laberinto de la nada
te fuiste
a poblar de ángeles la ausencia
pero el llanto irrevocable
aún humedece los recuerdos
y en la memoria
la llovizna pertinaz de entonces
se mezcla con el humo de los fogones
donde la esperanza se consume
y donde fúnebres banderas ondean
en las manos del viento
vértigo de nostalgia
huracán de cenizas
que viste la noche de luto
dagas clavadas en la garganta
ay mis dedos siguen cavando fosas
donde no cabe la angustia
adiós
pero deja hermano mío
deja
que mis lágrimas
aten tu recuerdo a mi corazón
no te quedes callado
rompe tu silencio de abismo sideral
abre los ojos
abrázame con la mirada perenne
de la vida
y si te vas
si te vas llévame contigo
no me dejes
llévame contigo
dolor
llanto
lágrimas
ya no te encontraré
amasando con tus manos recién nacidas
la luz del crepúsculo
ay tu cuerpo horizontal y pálido
tu cuerpo de cristal quebrado
por un haz de luz carnívoro
tus ojos
helados promontorios de estrellas
en la cúspide del universo
tus manos dormidas entre mis manos
tus manos de témpanos morados
tus manos
tu risa
tu risa
tu risa enorme como el viento
cantan los árboles tu nombre
en donde podré esconderme
que la soledad no me atrape
A Guaroita Acevedo
Mi hermano
Ola de sal
El tiempo se ha roto con tu ausencia
dejando un rastro de eternidad en mi voz
a veces la sensación de tu partida
levanta en mis ojos una ola de sal
que destruye las habitaciones del olvido
y todas las noches
la luz
va dejando espejos de luna
en las paredes de la alborada
donde los niños
con los dedos tiznados de ternura
escriben tu nombre
Miguel
A Miguel Ángel Acevedo
RUISEÑOR DE LUZ
Pequeño ángel distraído junto al sendero
descalzo sobre la tierra mojada
semidesnudo en medio de la luz cenagosa
de la tarde
amasando con tus manos el barro fosforescente
de la alborada
me miras y sonríes
y de tus manos se escapa un ruiseñor de luz
que atraviesa los salones en penumbra de la sangre
y se posa en el árbol más alto de la memoria
desde donde alumbra con su trino
el lugar donde habitas desde entonces
Miguel
A Miguel Ángel Acevedo
EL AROMA DE TU SOMBRA
Hoy nos llega tu recuerdo
vestido de diamantes y rocío
ya no hay estrellas en tus ojos
ni la luna brilla en tu voz
sólo nos queda tu ausencia
el aroma de tu sombra en cada rincón de la casa
el pley donde se forjaron todas tus ilusiones
los guantes
las pelotas
el bate
los niños que te veneran y te nombran
el sonido de tus pasos que vienen y van
por las calles que cargaron por siempre
todos tus sueños
tu afán
tu cotidiano afán
tu lucha permanente
tu sed de justicia
toda tu ternura se resume
en el irrevocable amor por tu madre
en esos tres lirios que sembraste
en el huerto de la vida
y al final
sólo nos queda tu recuerdo
la grandeza de tu obra
que aplasta la voz agorera de los inicuos
que archivaron en su vientre la maldad
hijos perversos de la mediocridad
que el día de tu muerte
jubilosos alzaron sus copas
y brindaron
ellos tienen nombres y apellidos
y el fétido olor de los traidores
a pesar de su ira
tu creces todos los días
en las tiernas sonrisas de los niños
tu humanidad se multiplica
entre los dedos alfareros del viento
que nos trae tu nombre en su voz
Ay Miguel
como nos duele tu ausencia
como sangra este enero en la piel
A Miguel Ángel Acevedo
La vieja Belén
Este domingo de tristes soles escondiéndose
bajo las piedras amarillas del camino
la lluvia trajo en su vientre
el olor sombrío del musgo que crece entre las grietas
de mis palabras
bosque de almácigos y ceibas
pintado en la acuarela del recuerdo
anacahuita de cristal
galope de pájaros fosforescentes en la noche
aviadores imposibles haciendo piruetas
en un cielo crispado de ángeles
por entre la espinas y las luces
de enero
Isabel
la mamá de Antonio
encarna a la vieja Belén
Hijos póstumos del rocío
Mis padres
hijos póstumos del rocío
crecieron bajo el sombrío reflejo
del relámpago y la lluvia
cuando el trueno iluminaba de misterios
los ignotos rincones de los recuerdos
que se perdieron entre la sangre y las flores
de una primavera truncada por el peso
de las cadenas y los arcabuces
allá
muy lejos en la memoria
una embarcación encalla entre los arrecifes
de los sueños
y bajo el resplandor de una luna de cal
melancólicas tamboras atan mi vida
a la nostalgia
es aquí donde mis padres
un hombre
y una mujer
ignorados leñadores
perdidos en el confín del monte
diseñaron este traje de carne y hueso
que he llevado puesto por tanto tiempo
A mis padres Sergio Bautista
y Cosuelo Acevedo
ANAQUELES DEL ALMA
Mis padres en un éxodo interminable
poblaron las lluviosas regiones del sur
de ellos conservo en los anaqueles de mi alma
las cadenas que ataron su origen al olvido
los recuerdo en las tardes mirando el horizonte
buscando entre las sombras
el sonido de alguna tambora lejana
nunca fueron felices
toda mi alegría es la tristeza que de ellos heredé
y en algún rincón de mi alma
la abuela mamá tita todavía recolecta
los residuos perdido de su pasado
la lluvia como siempre
va dejando huellas de sal sobre las paredes del silencio
teje mantos de sombras con los que se arropa la soledad
y aprisiona en las claras habitaciones del agua
la alegría de ese niño
que detrás de los espejos de mis ojos
no deja de llorar
FELIPE Y PIMPA
Felipe y Pimpa llegaron a la esperilla como de un largo viaje
cuando el camino como un cristal de soles florecidos
se perdía en el horizonte
donde los duendes fabricaban colores
con los que pintan en mis pupilas los crepúsculos de rutina
no recuerdo si era mañana o tarde sólo recuerdo
que llegaron con tantas mariposas en el corazón
que florecían entre sus dedos las estrellas
todo su equipaje era la nada
todos sus sueños era la tierra
llegaron desamparados sin mas cobija que el cielo
desnudos como el rocío
cargando sobre sus hombros todo el peso de su destino
escapaban de un tiempo tan amargo y antiguo
que doblegaba los sentidos llenando la memoria de cruces
junto al camino que se pierde entre los siglos
por eso al verlo la abuela Mamá Tita
tristes y desamparados en su regazo le dio abrigo
y con tablas de palma y yagua
bajo el sol les construyó un tibio bohío
LA TIA JUANITA
La abuela mamá Tita y la tía Juanita
fueron compañeras inseparables
en sus viajes por los caminos polvorientos
de los conucos y las carboneras hacia la utopía
donde forjaron sudorosas sus sueños
e hicieron realidad la fantasía de ser felices
en su mundo residual de flores pájaros lagartos
y hermosos atardeceres
ellas ignoraban que un monstruo avanzaba
lenta y silenciosamente hacia nuestras tierras
devorando entre sus fauces
todo lo que encontraba a su paso
ignoraban que un día la modernidad llegaría hasta las puertas
de nuestros sueños
y arruinarían para siempre nuestras vidas
EBRIOS ARLEQUINES
Calles de insomnio
malecón de ceniza
puerto de sal
río que abraza el mar
mar que besa el cielo
cielo que se traga la ciudad
ciudad amurallada en sus raíces
por sus avenidas de luto
antiguos transeúntes
se pierden en un pantano de luces y sombras
y en los balcones del verano
hermosas prostitutas de porcelana
la noche acorrala
en el conde peatonal
ebrios arlequines danzan bajo las lunas del otoño
y los mendigos atrapados en la telaraña incierta de su destino
se pierden en los cubículos del hambre
y en la soledad absoluta de la indiferencia
un tropel de niños
agonizan escondiéndose detrás de sus sueños
y atrapados en las catedrales del olvido
antiguos fantasmas lloran desconsolados su condena de eternidad
CATO
A cató la guardo en mi corazón
todavía la imagino en las mañanas distantes y grises
junto a los fogones encendidos haciendo café como siempre
fabricando arepas de sueños y conconetes de ternura
no olvido la expresión de sus ojos
siempre llenos de flores azules y mariposas amarillas
creando el alba de mi infancia
en que yo iba hacia su casa
sembrando por todo el camino mis sueños
iba feliz a buscar la leche donde el tío Juan de la Rosa
quien la acompañaba en la senda de los sueños y el amor
recuerdo cuando yo entraba a la cocina
con mi traje de neblina y rocío
y la encontraba intacta entre el fuego de los fogones
y las flores del crepúsculo
fabricando con sus manos colores con que se visten los amaneceres
en el horizonte lejano de nuestra utopía
y le decía madrinita madrinita
y ella me respondía mi ahijaito mi ahijaito
y me daba un poco de café pata ahuyentar los duendes del frío
entonces me iba al potrero donde el tío Juan
junto a chobolo guancho y mañé ordeñaba las vacas
de regreso a casa el recuerdo de Cató aun pone alas a mis pies
LA TIA AURORA
Cuando empezaba a caer la tarde la tía Aurora
solía sentarse junto a la puerta de su casa que daba la camino real
su mirada anochecida se llenaba del rumor de los pájaros fugaces
y el vuelo de las mariposas que salpicaban el broque de colores
que parecían navegar en un océano espectral de girasoles
espigados contra la bruma del ocaso
su mirada se perdía más allá de los límites transitorios de las tardes
prisionera del tiempo nunca la ví sonreír
su tristeza insular había marcado su vida con la angustia residual
de la impotencia de ver morir irremediablemente la primavera
sin que sus manos pudieran hacer nada por salvar las flores
de la furia de los tractores que a su paso por nuestras tierras
lo arruinaban todo
allí en un rincón de la tarde ella permanecía largo tiempo
con su cachimbo de barro antiguo entre sus labios
fumando
mirando hacia atrás
hacia el olvido
tratando de encontrar una salida en el tiempo
a lo que ella sabía inevitable
pero caramba
esta vida de pobre siempre ha sido una falsa
decía
y su tristeza se fue haciendo grande
y con sus manos fabricaba adioses de nostalgia
que guardaba en un rincón de su corazón
de su corazón que a ratos se cansaba y por momento dejaba de latir
y ella sentía sofocada el alma de una ansiedad de muerte
que ya no le asustaba tanto porque más allá de la vida
otra primavera llenaría sus ojos de una paz de lunas y flores
perfumadas sin prisa en las noches tibias de las añoranzas
ella ya no temía a la muerte todo lo contrario hacía tiempo
que se había detenido a esperar la llegada de la hora suprema
de dejar siempre este mundo del carajo
sin embargo se entristecía cuando miraba el camino
que llevaba sin prisa al cementerio
a aquel lugar de misterios y sombras
donde algunas flores exhaustas por el tiempo
crecen descuidadas y tristes junto al mármol y las cruces
que marcan severas la ultima morada de os seres humanos
la tía Aurora nació y envejeció con el siglo
y danzó con él la danza amarga del hambre en noches calientes
bajo el asombro suspicaz del arcturus
el siglo la marcó con su trauma de sangre y miseria
incrementando en ella la tristeza celular de los de su raza
y sus huellas de agua se alejan lentamente
hacia donde la tarde no es más que un espejismo horizontal
de luces y colores donde a pesar del tiempo
ella permanece intacta como un efigie faraónica esculpida en oro viejo
eterna y sencilla como una flor silvestre inadvertida en medio del monte
LAS COSAS MÁS SENCILLAS
Esta noche hemos tomado el camino hacia Borronoso
allá la tía Eufemia siempre nos espera con los brazos abiertos
Pipí nos contará un cuento y seremos felices
contaremos las estrellas
y nos sentaremos junto a la hoguera
hablaremos como siempre de las cosas mas sencillas
tomaremos café y volveremos a casa
con la seguridad que en Borronoso
la tía Eufemia siempre nos esperará con los brazos abiertos
DIEGO Y CANINA
Diego y Canina llegaban por la mañanita a casa
todavía con el olor del rocío en la piel
y en la mirada el fulgor plateado de las últimas estrellas
que aun permanecían intactas
en el cielo anaranjado del amanecer
trazando el camino perdido de la noche
que agonizaba despacio entre la maleza
y los árboles lejanos
dejando tras de sí un rastro sonoro de pájaros fugaces
y mariposas encantadas en la memoria del tiempo
ellos siempre nos encontraban en la cocina
calentándonos junto a los fogones encendidos
tratando de ahuyentar a los duendes del frío
que nos mordían la piel con sus huecos y afilados dientes de plata
siempre nos traían algún recuerdo de nostalgia entre sus manos
y tenían la mágica virtud de calentarnos la piel con tan sólo mirarnos
y nosotros desentumecidos y felices los llevábamos de las manos
por el sendero de flores eternas hasta el camino real
por donde después de beberse una taza de café caliente
seguían su camino hacia los conucos lejanos
donde el tiempo se había detenido
para que la primavera floreciera por siempre
más allá de la fantasía alucinante de nuestros sueños
que era la materia prima con la que fabricábamos los recuerdos
LA TIA GRANDE
Por el camino hacia la casa de Celia la tía grande
ya no hay apasote
ni azucenas
ni arco iris luminosos y distantes
más allá de las tardes lluviosas de los inviernos más grises
de nuestra tierra tropical
en que la lluvia generosa atravesaba el tiempo
y nos envolvía en su vieja ternura
que nos empujaba hacia la tibia dulzura de los fogones encendidos
que en esos días prolongados y fríos nos calentaban el alma
DOMINGOTA
Con la llegada del anochecer
Domingota
después de darse un baño de sombras y estrellas
se encerraba en los cubiculos de los sueños
a perfumaba el alma con el olor de la primavera
para que su piel siempre tierna oliera a flores del campo
EL ABUELO ISMAEL
El abuelo Ismael el padre de mi padre venía de lejos
Julia lo traía sobre su lomo con todo el peso de su edad
veía de tan cerca del mar que podíamos sentir el olor de las olas
en su mirada salpicada de cielo que nos envolvía en su amor ancestral
él siempre llegaba alegre
con la piel manchada de los colores recientes del amanecer insular
con una sonrisa de rocío entraba a la cocina donde mamá hacía café de pilón
y nosotros felices corríamos hacia él gritando
abuelo abuelo
él nos abría sus brazos infinitos
y nos apretaba contra su pecho florecido de ternura
nosotros sabíamos que en su macuto antiguo
siempre nos traía regalos de amor y una historia distinta
que entes de irse al conuco nos contaba
así era el abuelo Ismael
sus manos hacedoras de las lluvias y la primavera
hacían florecer sobre la tierra la esperanza
de la casa al conuco sus huellas son eternas
en mi memoria que recolecta los residuos
de nuestro pasado nublado de olvido
para que la yuca la batata el maíz las habichuelas y el maní congo
se llenen de flores en el alma de los fantasmas que nos visitan cada noche
al caer la tarde el abuelo Ismael partía al trotecito apacible de Julia
y nosotros nos quedábamos parados en el patio del crepúsculo
hasta que él se perdía en la azul sinuosidad del camino
de regreso a su casa ya las piedras y los pájaros lo conocen
y los árboles saben su nombre que el viento lleva entre sus labios
EL MAESTRO
Más allá del horizonte tenue de los atardeceres remotos
en el confín del monte
en la ruta del sol
lejos del camino real
habitaban ellos
él era de origen ingles y tenía la estirpe
de los viejos caballeros andante de la Europa medieval
ella era una mujer antigua
que en su juventud debió ser muy hermosa
de piel color de la aceituna
ojos grandes
mirada profunda
alta y esquiva
de cabellos largos
más allá de los cintura
parecía una indigena de antes de la conquista
tenían seis hijos
tres hembras y tres varones
los varones eran bravos y veloces como gacelas
las hembras eran hermosas y exquisitas
como las mujeres que aparecían en las revistas sociales de la época
que nosotros nunca vimos
ellos eran felices en su mundo residual de pájaros lagartos y flores
corriendo por los caminos inigualables de los días más luminosos de la primavera
tratando de alcanzar las mariposas que huyendo de la noche
cada tarde partían tras el sol para tintar sus alas con la luz inequívoca
del mágico crepúsculo tropical
y hasta que la abuela no descifró el enigma
ellos no pasaron a formar parte de nuestra cotidianidad social
fue un día memorable de junio cuando ella determinó que eran inofensivos
y que podían compartir con nosotros la alegría de vivir
unidos por el lazo fraterno del amor a la tierra
LA TIA AMANTINA
La tía Amantina vivía junto a la lejanía fugaz del ocaso
allá donde el sol todos los días se despedía
en una alegre danza de pájaros y colores
donde las nubes veloces al pasar dibujaban en nuestra memoria
jirafas mandriles leones elefantes orangutanes e hipopótamos
entre otros animales que forman parte de nuestro pasado
un pasado al que nos resistimos renunciar
porqué todavía al mirar hacia atrás
la lluvia nos salpica el alma de nostalgia
y en las noches que guardan celosas el origen sagrado de nuestra raza
el tam tam de los tambores nos junta junto a la hoguera
donde en una danza evocamos nuestro pasado
nuestro origen diluido entre los recuerdos y la sangre
y África como una evidencia late en nuestros corazones
SEÑALES DE HUMO
Era la abuela mamá Tita
la que hilvanaba con los hilos del alma las noches
la que todas las tardes se sentaba a orillas del camino real
a mirar el horizonte intentando encontrar
entre las rosas del crepúsculo señales de humo
que los pieles habitantes de más allá del mar envían al azar
en las que dicen que ellos todavía luchan
por recuperar las tierras sagradas que el hombre blanco
hace tiempo les quitó
que no descansarán hasta recuperar las colinas negras
donde reposan los espíritus de los guerreros
que lucharon contra los caras pálidas
cuya crueldad recién estrenaba con ellos el horror
EL TIO JUAN Y EL TIO ALBERTO
Todavía el tío Juan y el tío Alberto
cabalgan paralelos hacia los pastos
de las distantes regiones del rocío
ellos habitantes de las remotas soledades del sur
arrean a prisa su ganado
hacia los esplendorosos amaneceres de abril
antes que mayo con sus días fatigados bajo la lluvia los alcance
y tienda sobre el mundo su red cristalina y transparente
atrapando en sus delgados hilos de plata el curso inefable del tiempo
entumecido por el hielo reciente del invierno
que bajo el sol implacable de abril se derrite
después de un siglo de olvido
todavía el tío Juan y el tío Alberto cabalgan en el tiempo
erguidos sobre sus monturas van marcando sus huellas
sobre las horas trémulas de estos amaneceres recién hechos
de rocíos y estrellas
van reventando el aire con la furia de sus foetes
cuyo sonido arrincona al ganado en un galope desenfrenado
hacia los pastos de las regiones distantes del rocío
ellos habitantes de las remotas soledades del sur
no son más que fantasmas difuminados en el tiempo
un símbolo errante de nuestro pasado
que bajo los flamboyanes florecidos
todavía se pasean por los caminos perdidos de la memoria
LA UNICA EVIDENCIA
La tía Bertilia y el tío Rafael
se fueron a trabajar a la ciudad lejana
de más allá de la alborada
se quedaron allá para siempre
para toda la vida
se casaron
tuvieron hijos
echaron raíces
y fueron felices
ellos como nosotros nunca renunciaron al pasado
a los recuerdos
que es la única evidencia que nos queda del ayer
el único lazo que a pesar del tiempo y la distancia nos une
LA TIA TATIN
Aún la tía Tatín barre el patio de su utopía
con su escoba arrincona contra las tardes
los recuerdos mas lejanos de nuestra memoria
enciende junto al camino real las hoguera de nuestra ira ancestral
la tía Tatín menuda
frágil
leve
sus pasos cansados por los años se pierden en el tiempo
entre los limoncillos y los mamones florecidos
sus pasos no volverán del olvido
por que una tarde se murió de pana
cuando sintió la aguda ausencia de los pájaros y el trueno
y pregunto por la lluvia
y le dieron que Mamá Tita
se había ido envuelta en un manto de lagrimas
a otras tierras lejanas y extrañas
y las flores
preguntó
la primavera agoniza
le contestaron
con razón la tarde huele a sangre
dijo
y se vistió de tristeza y por la ventana abierta del crepúsculo
miro con ternura por última vez las anacahuitas gemelas
que junto al camino real arañaban el cielo
y que ella amaba tanto
porque en su oquedad junto a sus hijos
ella sobrevivió al ciclón San Zenón
fue aquella tarde cuando por primera vez
sintió el ruido macabro de los tractores destruyendo el bosque
y sintió sobre sus hombros el peso de la primavera que moría
LA TIA AGUSTINA
La tía agustina todavía permanece
recostada en la ventana del tiempo
mirando al sur
hacia donde el mar Caribe
se alarga hacia lo infinito de la imaginación
salpicando sus ojos de cielo y rocío
de remotos pájaros marinos
petrificados en ámbar celular de su mirada antigua
que todas las tardes se derrite en la distancia
chorreando el horizonte
de fosforescentes mariposas
que vuelan sin pausa tratando de alcanzar el sol
que navega en un espectral océano de colores
hacia ninguna parte
ESPECTADORES DEL ALBA
Me abruma la terca agonía
de los indigentes de la zona colonial
residentes permanentes de las sombras
efímeros inquilinos de las frías madrugadas de enero
invisibles espectadores del alba
van dejando por donde pasan
el aroma inconfundible del hambre
pasajeros de un tren sin destino
son victimas de una sociedad
que en grandes vasijas de plata
lava con sangre sus manos
ignorados transeúntes de calles heridas
por cinco mil años ausencia
cómplices de las prostitutas del conde peatonal
bohemios del rocío y el salitre
aventureros insomnes de la miseria
lunáticos mutantes de la desdicha
que en la Duarte
frente al parque de las palomas
se desnudan y danzan hasta morir
ALBORADA DE MARIPOSAS AZULES
No fui más que un niño que siempre anduvo perdido en sí mismo
en los conucos lejanos del abuelo Ismael
aprendí de la vida todo lo que sé hoy
fueron los potreros del tío Juan mi escuela
y en las lejanas regiones del rocío era donde podía mirarme al espejo
y encontrarme tal cual era
un niño hecho de ceniza y barro
con la mirada torva perdida en el infinito
que escribía todas las tardes en los pergaminos del viento
su historia envejecida en su dolor vegetal
fue toda mi alegría poder correr por el bosque
hasta cansarme y terminar de bruces
entre los arbustos mágicos de las tardes
hablar con los animales y los árboles
pasear en el viento más allá del horizonte
y regresar en las nubes al lugar de donde nunca partí
y encontrarme como siempre arrullado entre los brazos de mis padres
que me cubrían de la lluvia que con su corazón de azucena
iba dejando pedazos de cielo dormidos en mi piel.
todas las tardes mi madre y yo nos sentábamos bajo la sombra del gran árbol azul
a mirar como los pájaros ebrios de clorofila
se escondían detrás de las murallas del horizonte
mientras una peregrinación de mariposas
ancladas en los ventanales del ocaso agonizaban en la mirada quimérica de un ángel.
hoy no hay más alegría que este canto bajo esta luna de jade
por el camino del alba las huellas del rocío se evaporan entre los pies descalzos de un sol precoz
que siempre en noviembre pasa de largo a esconderse entre los matorrales atardecidos de la distancia
alborada de mariposas azules
heridas por los puñales del otoño
todas la mañanas en el fogón doña Lola hierve jengibre que ofrece al paladar
para ahuyentar a los duendes del frío
y en algún lugar perdido en la memoria
Cató todavía fabrica con sus manos de ternura
los colores del amanecer
y en un rincón de mi alma
la abuela Mamá Tita recolecta los residuos perdidos de nuestro pasado
muchas veces ella y yo imaginábamos escuchar en la voz destemplada del viento
el lejano sonido de nostálgicas tamboras
grito de guerra
canto de amor
danza que en las noches aun nos libera del peso de una historia amarga
que escribieron con su sangre nuestros abuelos
para que mi voz
quinientos años después pudiera abrir las puertas que el tiempo creyó haber cerrado para siempre
nací en esta tierra que tiene el color del olor del topacio
donde los colores vegetales de la primavera se levantan como una ola
que inunda todos los rincones del bosque de mariposas
que al morir van dejando un rastro efímero de luz
en la mirada azul de la distancia
arco iris coagulado en una lágrima
por el camino real
el tío Alberto regresa
parece flotar sobre la tenue oscuridad del atardecer
la tía Agustina en la ventana lo ve llegar
espera como siempre que él lleve las vacas a los corrales
se dé un baño
vaya a la ventana
le dé un beso
y luego se sienten todos en la mesa a cenar.
todavía en las noches
mi padre como un fantasma
se pierde entre las sombras hacia las carboneras
a vigilar los hornos
para que el fuego no consuma los sueños
y así poder derrotar el hambre que acecha entre los resquicios de las horas más largas del verano.
primavera insular
caserío perdido junto al bosque del olvido
flamboyán amarillo
anacahuita de cristal
bajo los limoncillos florecidos la tía Tatín con su escoba
arrincona contra los espejos de la tarde
las cenizas que deja el otoño en la mirada de la tía Aurora
que aún busca en su interior el camino de regreso al paraíso que nos robó la modernidad
ignora ella
que morirá arrinconada contra sus sueños
sin volver a ver el sol desde los ventanales primaverales del alba
LAS SOMBRAS DEL INSOMNIO
Salen de mi corazón
y se alejan hacia las brumas del insomnio
por donde se esfuman
dejando una aureola de sangre
en las manos del viento
sus pasos concéntricos
vienen de los oscuros laberintos
de un mundo que los ignora
y los arrincona contra las noches
salitreras del mar caribe
por donde deambulan sonámbulos
escondiéndose en su propia miseria
bosteza el mar
parpadea el viento
languidece el sol
cantan los grillos
dueños de las noches y el dolor
con su tos y su hambre
sin mantas ni cobija
todas las noches
junto al mar se abrazan a la muerte
LOS ABUELOS
He arañado la tierra buscando
entre las ruinas del tiempo muerto una evidencia
un rastro que me lleve lo más lejos posible en el recuerdo
para encontrarme con los abuelos que no conocí
porque la vida se los llevó
por el camino sin retorno de la muerte
a donde no los alcanzo todavía
sólo recuerdo con ternura sus nombres
lo poco que me han dicho de ellos
de mi abuela paterna
mi padre
Sergio Bautista
me ha contado que se llamaba Antonia Marte
y que murió cuando él tan sólo era un niño
dejándolo en una soledad profunda y sola
de mi abuelo materno
la tía Amantina
me ha contado que se llamaba Gregorio Paniagua
que era guapo y mujeriego
que le gustaba el ron y las parrandas
que tuvo muchos hijos
y que venía del sur
de San Juan de la Maguana
de ellos
es lo único que sé
hubiese querido conocerlos
para compartir con ellos
algo más que la vida y los sueños
JULIA
Julia fue la que cargó sobre su lomo todas nuestras ilusiones
la que un día nos llevó por un camino de flores
hasta los parajes del olvido
cerca de los sueños
para que no olvidemos que ella
a pesar del tiempo y la distancia
es nuestra fiel compañera
BAJO LOS TAMARINDOS
Junto al camino trasnochado del agua
más allá del horizonte y las estrellas
bajo los tamarindos florecidos de esmeraldas y lunas
junto a Ramonita vivía doña Lola
fabricando con sus manos rosas
para vestir de ternura la aurora
para que las aves que habitaban en su voz
pudieran todas las tardes
encontrar el camino de regreso a sus nidos
ENTRE EL AMOR Y LA NOSTALGIA
Nacimos entre las flores y las estrellas
entre el amor y una inmensa nostalgia
donde nuestra alegría no fue más que una utopía
un ritual amargo de tamboras
que hacían crecer nuestras raíces
en noches de cánticos fúnebres
hasta otros amaneceres
donde la realidad no era más que un sendero
en donde nos encontrábamos
con nuestra soledad profética
en la que quedábamos atrapados por siempre
pedidos en un mundo mágico
de fantasmas y duendes
que nos persiguen más allá del tiempo
y yo que he sobrevivido a la muerte
soy el único que escribe con su voz
en las paredes del tiempo
un testamento al olvido
LAS COSAS MÁS SENCILLAS
Esta noche hemos tomado el camino hacia Borronoso
allá la tía Eufemia siempre nos espera con los brazos abiertos
Pipí nos contará un cuento y seremos felices
contaremos las estrellas
y nos sentaremos junto a la hoguera
hablaremos como siempre de las cosas mas sencillas
tomaremos café y volveremos a casa
con la seguridad que en Borronoso
la tía Eufemia siempre nos esperará con los brazos abiertos
LAS MUÑECAS DE TRAPO
Era el tiempo de las muñecas de trapo
y los sueños más puros
por el camino Canina viene
en su borriquito de plata
lleno de sueños
cabalgando hacia la noche
donde una luna llena cuelga de mi corazón
destrozado por los recuerdos de un tiempo hermoso
donde mi niñez prisionera de la nostalgia
trata de alcanzar el lucero que todas las tardes
brilla más allá de los corozos florecidos
TESTIMONIO
Yo Domingo Acevedo
nací junto al camino real
entre carboneras conucos y potreros
una amanecer esplendoro de noviembre
envuelto en la melancolía del otoño tropical
lejos del mar y la primavera
lejos de las mariposas de junio
entre la alegría y la esperanza de los de mi raza
raza que junto a la hoguera de los sueños
todavía danza alegre al compás rítmico
del tam tam de los viejos tambores evocadores
de un tiempo diluido entre las cenizas de los siglos
que todavía en el horizonte ensangrentado
de nuestra historia arden bajo los cascos de los caballos
de los conquistadores que en vano intentan
incinerar nuestra memoria
y hoy aquí nosotros en América
orgullosos de nuestra estirpe
evocamos en una danza nuestro pasado
CON ALAS EN LA ESPALDA
Ese niño con alas en la espalda
y el cielo en la mirada
que todas las tardes como testimonio de su breve edad
me trae en su voz de pájaro
un ramillete de flores silvestres
tiene en la sonrisa
alegre la mirada
y un corazón de azúcar derretido en mis palabras
tierna la azucena en sus manos
como un relámpago perfuma el sendero
por donde sus pasos se alejan del ocaso a la aurora
a iluminar de ternura mi alma
A Guaroa Acevedo mi hijo.
ONDULA SU ETERNIDAD
Se que Manuel
mi hijo más pequeño
un día irá tras las huellas del viento
que ondula su eternidad en el tiempo
más allá del horizonte entre mis manos
encontrará una estrella dormida
oct. 2010
A Manuel mi hijo. –
Una flor en el pecho
Hijo
ven a los brazos de tu padre
que hoy está solo
no huyas
ven abrígalo
pon una flor en su pecho
haz florecer en su mejilla
el candor de la aurora
cobíjalo bajo la sombra
del árbol del amor
protégelo del frío
y la soledad
hoy que viejo y cansado
tendido sobre un lecho
de hojas amarillas agoniza
A Randor mi hijo.
INTIFADA
Muy temprano
antes
muy antes
que las campanas del templo
llenen de mariposas las mañanas
los niños
con sus sueños debajo del brazo
se visten de milicianos
y corren hacia el futuro
temprano de la muerte
ondeando felices
la bandera multicolor
de la esperanza
Al pueblo palestino
MI ORIGEN
La tarde recrea ante mis ojos la nostalgia de mi origen perdido en África
La tristeza de estos largos años de exilio en que hemos perdido nuestra identidad
hace florecer entre mis ojos lirios de agua
la pena acumulada durante estos siglos de huir a ningún lado golpea mi memoria
como un látigo de sal que abre viejas heridas que vuelven a sangrar
bajo el sol púrpura de nuestro ocaso
Tantos años de olvido han dejando en mi boca el agrio sabor de la ausencia
África es en mi corazón una hoguera que se enciende entre mis ojos cuando miro hacia atrás
se que ya no volveré al acrisolado mundo de mis sueños
me he resignado a morir en esta tierra tan ajena y tan mía
pero mi vida sigue allá
en la aldea de donde una noche mi ADN sin querer
empezó a viajar en un cuerpo desconocido hacia una isla perdida en el mar Caribe
quinientos años después
la mirada triste de la abuela Mamá Tita
me despierta en medio del estruendo de los arcabuces
y los gritos de los hombres que defendían a los suyos
hasta terminar atados a la codicia de unos hombres
que contra el reflejo de la aldea incendiada los conducían por un sendero de horror
hasta una embarcación anclada en un océano de cadáveres
emprendiendo un viaje sin retorno hacia el dolor
yo apenas era menos que un sentimiento
perdido en la memoria de alguien que aún no había nacido
pero ya llevaba sobre mis hombros el peso de una historia de látigo y sudor
donde la vida nunca dejó de ser un canto que en las noches
se multiplicaba en la voz alegre de las tamboras
Domingo Acevedo.
Rep. Dom.
TRAMPA ANCESTRAL
Recuerdo a la abuela Mamá tita
mariposas de todas las tardes
que volaba plácida al cielo
para ser la estrella más brillante de nuestras noches de fiestas
la que guiaba nuestros pasos por los caminos de la esperanza
hacia la alegría de compartir la vida y los sueños
en la tierra que conquistaron con su amor nuestros abuelos
donde la primavera entre sus manos
fue junto al camino real una flor
la más hermosa
la que cautivó con su esplendor
a los viajeros que a travesaban nuestras tierras
hacia la ciudad que resplandecía mas allá de la alborada
donde las mujeres alegres y lujuriosas
se entregaban al placer intimo del amor
con los viajeros que podían comprar
con monedas de oro sus afectos
la recuerdo
porque todavía permanece sentada junto a la hoguera
contándonos las hazañas de los días
en que los hombres lucharon contra el tiempo
para hacer eterna la esperanza en nuestros corazones
para que la tristeza nunca nos enturbiara el alma
de una melancolía de antes
ya que su dulce encanto no era más que una trampa ancestral
que debíamos obviar sí queríamos ser felices
recuerdo que en el fondo transparente de sus ojos
las estrellas siempre iluminaron los caminos solitarios
de los inviernos más crudos del trópico
en que nuestras huellas bajo la llovizna helada
no iban a ninguna parte
circulares en el tiempo regresaban junto a la hoguera
donde las noches pegajosas y turbias
se derretían lentamente hasta ser una gota de rocío
en el amanecer
LA INSIGNIFICANTE GRANDEZA
Escribo mucho de mí
de mis ancestros
de la tierra donde nací
quiero dejar testimonio de la insignificante grandeza de nuestras vidas.
decir que sobre la primavera que con sus manos fecundas hicieron florecer en nuestra memoria los abuelos
construyeron una gran ciudad
que de esa tierra que en mi corazón es un canto
no queda nada
sólo recuerdos
recuerdos edificados sobre las cenizas de nuestra nostalgia
recuerdos tan enraizados en mis palabras
que en mi voz anidan los pájaros fabulosos de mis sueños
que más allá de la polvorienta geografía de mi cuerpo iluminan los cubículos del olvido
en donde la civilización enterró toda nuestra alegría
ya que en nuestra forma simple de ver la vida no advertimos que el mundo de más allá de la alborada
ambicionaba nuestras tierras
que la modernidad avanzaba inexorable hacia nosotros
triturando entre sus fauces todo lo que encontraba a su paso
que por el camino real a menos de una hora de distancia a pie
la ciudad resplandecía en todo su esplendor
sus avenidas románticas con sus ventanales que todas las tardes daban al mar
las luces que herían el corazón de las sombras con sus cuchillos color del oro viejo
sus pomposos edificios preñados de sueños
sus mujeres de algodón que vestían sus corazones con las luces primeras del alba
para no morir de pena atrapadas por la soledad
sus escuálidos hombres vestidos con los colores más estridendentes del arco iris
sus ruidosos automóviles ebrios de distancia
y sobre todo sus noches bulliciosas
con sus casinos
donde el azar y la ambición atrapaban a los hombres en sus tentáculos imposibles
sus cines de melancolía de la Duarte y la Mella
donde la quimera llevaba a los espectadores en un viaje sin retorno por los túneles infinitos de la fantasía
el mar Caribe con sus barcos fantasmas esfumándose en el horizonte
las vidrieras de las tiendas que atrapaban nuestros sueños en el bucólico encanto de querer tener y no poder
y mirábamos hacia dentro de nosotros mismos
y terminábamos parados frente al espejo de la vida harapientos y descalzos
en un mundo ajeno y extraño
como extraño éramos nosotros en ese mundo
y de nuevo volvíamos a nuestras tierras
en donde la vida transcurría sin más prisa que ir a los conucos
andar por los montes maroteando alguna fruta de lástima
arrear vacas hacia las distantes regiones del rocío
cazar pajaritos endebles para mitigar el hambre de toda la vida
y en las noches alrededor de la hoguera los abuelos en una danza nos hablaban de sus hazañas remotas
de su largo viaje sin retorno hasta llegar aquí
de la crueldad del látigo en sus espaldas
de cuando lucharon contra el hombre blanco por su libertad
de sus anhelos por volver al África
y de sus raíces enterradas en estas tierras que abonaron con sudor y sangre
tierra
en que a pesar de todo
siempre serán extraños
al final de la jornada sin más luces que la de la luna y las estrellas
nos alejábamos por los caminos que los grillos iluminaban con su canto
gritando a viva voz la alegría de compartir en una danza la vida
al llegar al hogar con la piel pegajosa de oscuridad
dar un beso a mis padres
pedir su bendición
salir al patio
y bajo las estrellas
darme un baño de inmensidad y rocío
y luego acostarme en mi hamaca
hasta que el sol de un nuevo siglo nos traiga la esperanza
que perdimos en el duro batallar contra la modernidad
Domingo Acevedo.
Rep. Dom.
93-EL RASTRO DE UN LÁGRIMA.
He seguido el camino de una lágrima dibujada en el rostro del atardecer, ya oscurece, esperamos a Felipe y a Ñoñó, que fueron a pescar tilapias a la laguna de Manganagua. Ha sido duro el día en el largo trajinar del hambre, la sequía destruyó toda la cosecha y la peste mató a todas las gallinas. El monte achicharrado por el sol de julio resplandece con las primeras estrellas y nuestras miradas se pierden entre las sombras del anochecer a ver si vemos aparece a nuestros hermanos por el camino real.
Nos preocupa su tardanza, además el hambre ya hace estragos en nuestros estómagos. En la cocina mamá mantiene el fuego encendido, papá aun no regresa del, anda cortando la leña para mañana preparar el horno. Han sido largos todos estos días de hambre, no hay maquey, ni yambí, el monte está desolado con esta prolongada sequía, hasta las aves se han ido a otros lugares para poder sobrevivir.
Desde aquí puedo ver el fuego de la cocina de Popó Candela, Negra su esposa debe estar haciendo la cena. Imagino a Miguela jugando con las sombras de la noche, más allá de las anacahuitas gemelas, bajo los limoncillos florecidos de eternidad, de la tía Tatín. El orgullo nos impide ir a pedir un poco de comida a las casas ajenas, preferimos morirnos de hambre inmersos en nuestra soledad. Desde aquí escuchamos las canciones tristes de la vellonera del negocio de Andrés Longo, cierro los ojos y se me humedecen de estrellas.
No sabemos que horas es, pero presentimos la presencia cercana de nuestros hermanos, oteamos el horizonte, el viento nos trae su olor mezclado con el olor de los pescados, suspiramos tranquilos, ya podemos sentir sus pasos certeros en la oscuridad, silban, para decirnos que ya llegaron, vienen felices, cargados de tilipias y jicoteas. En medio del patio nos abrazamos bajo el cielo infinito de estrellas, mamá sale y también los abraza, nos preparamos debajo de la mata de javey, para quitarles las escamas a los pescados, ellos apartan un poco para llevarlos a sus casas, son muchos no nos lo comeremos todos esta noche. Papá llega, sudoroso, con toda la oscuridad de la noche pegada en la piel, deja a Julia, libre, que se acerca hasta donde nosotros estamos, rebuzna, sacude la cabeza y la estruja contra nuestras espaldas, es su manera de decirnos, yo también estoy aquí, León al ver llegar a mi padre, ladra alegre, corre feliz, salta, nos lame las piernas y luego se acomoda en el suelo junto a nosotros.
Después de limpiar los pescados, buscamos un lugar en el patio donde encender una fogata, nos sentamos alrededor de ella, ya mamá hierve los pescados, hace un cardo con sal, ajo y orégano, no hay nada más, pero será suficiente por el día de hoy, reímos, contamos historias, entonamos viejas canciones ancestrales, León nos mira con asombro y Julia descansa hasta que mi padre la lleve al lugar donde pasa la noche, cerca de la casa debajo de la mata de café cimarrón, ella y León son parte de la familia. Después de comer, Felipe se irá dormir con la tía Aurora y Ñonó, se irá a donde la tía Amantina, ella lo crió desde muy pequeño. Más allá de la alambrada los grillos cantan incesante a las estrella.
Entre mis ojos cabe todo el universo, la noche huele a bosque seco, a luna llena y caldo de pescado, busco el calor de mis dos hermanos mayores, me siento entre ellos y los miro con orgullo, ellos son buenos pescadores y mejores cazadores, un día sueño ser como ellos y podré ir por el monte y llegar más allá de los limites ancestrales y cazar la quimera, para entregarle a mis padres, la felicidad que siempre han anhelado.
Mamá nos llama, es hora de comer, entramos a la casa, en la sala la llama de la lamparita jumeadora danza al compás del viento, por momentos parece que se apagará, para luego renacer de sus cenizas como un ave fénix. Está sabroso el caldo, sólo que la tilapias tienen muchas espinas, hay que comerlas con sumo cuidado para que no se quede una en la garganta, es una pena que no apareció un coco para cocinarlas, nos quedan algunas para mañana y tres sabrosas jicoteas, para los días siguientes, las que podremos compartir con otros vecinos.
Manuel, mí pequeño y solitario amigo hace rato se fue, tal vez con hambre, imagino que vive allá, muy lejos, donde se ve aquella lucecita distante, él nunca ha querido llevarme a su casa.
Ya comimos, es hora de dormir, Felipe y Ñonó se despiden entre abrazos y sueños y me dicen que mañana temprano me llevarán con ellos a las distantes regiones del norte a cazar, que me prepare, que pasarán a las seis de la mañana por mí, cada uno toma el rumbo de su casa, me quedo en el patio hasta que se desvanecen en la oscuridad, miro al cielo y luego me voy a la cama tan feliz que el corazón no me cabe en el pecho, mañana por fin, podré ir cazar.
Nosotros conocemos y amamos cada palmo de nuestra tierra, amamos al viento, las nubes, las aves, los árboles, los animales, las mariposas, la lluvia, la primavera que hace florecer al bosque, cada camino tiene un horizonte que termina en nuestros sueños y en definitiva, nuestro amor por la madre tierra, es el amor por la vida, es el amor a Dios, que lo ha creado todo tan perfecto.
Para mí lo más importante es que se acerca el día en que podré atravesar los límites ancestrales del monte y atrapar la quimera, para entregarles a mis padres la felicidad que inútilmente han buscado
Mientras cierro los ojos, escucho el sonido lejano de los tambores, que invitan para mañana en la noche, ir a bailar la danza de la lluvia, en el patio de la abuela Mamá Tita, para conjurar la sequía.
Dic. 2010
Domingo Acevedo.