martes, noviembre 19, 2024

Haiku.

 Baten sus alas

sobre el mar sin rumbo

vuelan gaviotas

Domingo Acevedo.




Foto tomada de la red.

Haiku.

 

Es invierno

tiritan las estrellas

esta nevando


Domingo Acevedo.



Foto tomada de la red.

Haiku.

 

El ADN del tiempo

en su resina guardan

los algarrobos


Domingo Acevedo.




Foto tomada de la red.

Haiku.

 

Noches azules

cálido amanecer

sol de verano

Domingo Acevedo.




Foto tomada de la red.

Haiku.

 

Van por el bosque

por senderos oscuros

los cazadores

Domingo Acevedo.




Foto tomada de la red.

Pedro Henríquez Ureña. Biografía

 


Pedro Henríquez Ureña. © Aurelio Ross (Wikimedia)

Pedro Henríquez Ureña (Nicolás Federico Henríquez Ureña). (29 de junio de 1884, Santo Domingo, República Dominicana - 11 de mayo de 1946, Buenos Aires, Argentina). Escritor, filósofo, filólogo, periodista y crítico dominicano. Representante del movimiento Modernista.

Su infancia la pasó rodeado de un ambiente intelectual, y tras acabar sus estudios secundarios, vivió en EE.UU., Cuba, México, España y Argentina, completando su educación universitaria e investigando y trabajando como profesor y conferenciante, mostrando sus grandes dotes de humanista.

Con 20 años, en Cuba, escribió su primera obra titulada «Ensayos críticos». Posteriormente a esta etapa y en EE.UU. donde aprendió inglés, obtuvo un máster y un doctorado en Letras. A principios de los años 20, es nombrado Director General de Enseñanza Pública y catedrático de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) colaborando con revista «Savia Moderna». Tras esta etapa, colaboró con el Centro de Estudios Históricos de Madrid, junto a Ramón Menéndez Pidal y fue uno de los grandes impulsores de la «Revista de Filología Española». Recibió la cátedra Charles Eliot Norton de Universidad de Minnesota donde permaneció hasta su vuelta a Hispanoamérica.

En 1925 vivió en Argentina, siendo profesor de las universidades de Buenos Aires y La Plata. A finales de 1931, regresó a Santo Domingo a ocupar la Superintendencia de Enseñanza pero dos años después volvió a Argentina, sin poder poner en marcha su programa educativo. De vuelta a Argentina fundó la Universidad Popular Alejandro Korn dirigiéndola desde 1937 hasta su fallecimiento. En 1940, fue corresponsal del «Heraldo de Cuba» y durante esta época dio clases en las universidades norteamericanas de Minnesota, Chicago y California e invitado especial de la Universidad de Harvard para dictar la prestigiosa cátedra Charles Eliot Norton.

En alguna de sus obras utilizó el seudónimo «E.P. Garduño», destacando la obra escrita en 1925, La utopía de América. En su país la prestigiosa Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña, precisamente, lleva su nombre, así como la Biblioteca Nacional de República Dominicana.

 CERVANTE.ORG

Bibliotecas y Documentacion.

lunes, noviembre 18, 2024

Biografía de Manuel del Cabral

 





Manuel Antonio Cabral Tavárez (Escritor, poeta y narrador dominicano, mejor conocido como Manuel del Cabral).

Nació el 7 de marzo de 1907; era hijo de Amalia Josefina Tavárez Saviñón y de Mario Fermín Cabral y Báez.

Cursó sus educación elemental y secundaria en Santiago de los caballeros, y aunque su padre quiso verlo convertido en un abogado importante, su interés por la poesía lo alejó de las aulas universitaria cuando apenas iniciaba sus estudios de derecho.

En su juventud trabajó como linotipista y como librero en su pueblo natal. En 1931 a raíz de la publicación de su primer poema “Pilón” se trasladó a Santo Domingo. En 1938 se dirigió a Nueva York en un barco de carga. Tres meses después de su arribo a dicha ciudad, mientras se desempeñaba como limpiador de ventanas recibió la inesperada noticia de su nombramiento en un puesto menor en la embajada dominicana en Washington. Así inició una exitosa carrera diplomática que se extendió por casi tres décadas. La vida le sonrió al conseguir este trabajo ya que le permitió vivir tranquilamente haciendo un trabajo que le gustaba a la vez que sacaba tiempo para escribir.

Por su condición de diplomático residió en Estados Unidos, Chile, Colombia, Argentina y España, entre otros países, y trató con grandes figuras de la intelectualidad mundial. Junto al puertorriqueño Luis Palés Matos, y el cubano Nicolas Guillén, está considerado un pionero de la poesía negrista. Su libro “Trópico negó” (1942) lo sitúa como el poema que con más profundidad aborda la explotación de los negros africanos, pero su obra cumbre es “Compadre món” (1943).

Previamente había dado a la imprenta “Pilón” (1931) Color de agua (1932) y Doce poemas negros (1935) volúmenes de versos que reflejaban su interés popular y sus preocupaciones sociales e indigenistas. Más tarde con los poemas Los huéspedes secretos (1951), Sexi y alma (1956) o Los antis-tiempos (1967) Incursionó en nuevas temáticas, en especial en una poliédrica versión del amor cargado de erotismo alternándolo con la reafirmación de su compromiso político en composiciones como la de La isla           ofendida (1965) en defensa de la revolución cubana.

Uno de los temas fundamentales de su obra es la discriminación racial; en ella encontramos una clara intencionalidad de cantar a la raza negra y reconocer todos sus aportes sobre la cultura latinoamericana. Supo además tocar temas políticos y personales con gran intensidad, haciendo de la poesía un espacio de reflexión en torno al mundo y a la propia existencia. Otro elemento para resaltar de su obra es la presencia de elementos naturales Pájaros, árboles, ríos, brisa.

Para Cabral existe entre poesía y naturaleza una estrecha relación y aunque asistimos en él a una obra poética pluricultural donde lo urbano adquiere una gran importancia, hay un deseo de volver a las raíces, de cantar a la vida desde la propia naturaleza, algo que lo convierte en uno de los poetas dominicanos más exquisitos.

Su producción como cuentista es bastante amplia y apreciada por el público y la crítica. Como novelista, en cambio, no fue prolífero ni tuvo tanto éxito; en los 70 publicó las novelas el escupido (1970) y el presidente negro (1973), sin que los logros se aproximaran a los obtenidos en sus otras facetas intelectuales. Practicó también el ensayo, campo en el que se mostró sagaz y, a veces, cáustico, y vertió sus recuerdos en el libro autobiográfico “Historia de mi voz (1964)”; mucho menos conocida es su afición a la pintura.

Manuel del Cabral vio reconocida su trayectoria con la concesión del premio nacional de literatura de la república dominicana (1992). Patrocinado por fundación Corripio y la entonces secretaría de estado de educación de la república dominicana. Murió en Santo Domingo el 14 de mayo de 1999.

A continuación compartimos el enlace de la producción Poemas negros sociales de los otros, la cual es parte del legado de este gran escritor dominicano. Los poemas son narrados por el artista Alejandro Cabral, hijo de Manuel del Cabral.


Compadre Mon

[Poema - Texto completo.]

Manuel del Cabral


Tanto he pisado esta tierra,
que es ella la que anda ya.

Compadre Mon



Por una de tus venas me iré Cibao adentro.
Y lo sabrá el barbero, aquel que los domingos
te podaba las barbas
como quien poda un árbol de la patria.

Y también Domitila lo sabrá, Domitila
que mientras comadreaba tenía entre las manos
unos duendes que hacían pan sabroso hasta el lodo.
Y hablo de Domitila, porque sin esa cosa…
quizá ni tu revólver fuera un poco de pueblo.
Porque ella fue tu risa, fue tu pan y tu catre.
¿Qué hubiera sido entonces de esas cosas humildes
que tocaron tus manos, tu calor, tus pisadas?

Tu caballo
hubiera sido siempre una bestia cualquiera.
Tal vez sin estas cosas los muchachos con sueño
ya hubieran enterrado tu pistola, tu espuela;
todo lo que en tu cuerpo y en tu aire
es la tierra que quiso no quedarse dormida.

Porque tú, que no fuiste nunca niño de escuela,
a la escuela te llevan en la boca los niños.

Es que no quiero hablar de tus cosas mayores,
ni aún de aquella extraña madrugada en que diste
órdenes a un soldado
para que repicara las campanas
por tu llegada al pueblo.

No.
No quiero hablar ahora de tus cosas de todos.
De lo que quiero ahora
es hablar del remiendo que te hacía la tía
en aquellos no aún gloriosos pantalones.
Hablo de la ternura con que tú ya besabas
sus manos costureras, cuando aún tus bolsillos
se cargaban de piedras para romper faroles.
La gente que te vio tan pequeñito
no pensó que la tierra se iba a poner tan grande…

Ahora,
cualquiera cosa tuya huele a patria.
Hasta Tico, el lechero
que llega con un poco de leche en su sonrisa,
y me dice:
aquí, Manuel, estuvo Mon un día,
¡que no rompan la silla donde lo vi sentado,
arrimao a esta puerta!

Ya ves, Compadre Mon,
no puedo hablarte ya de cosas grandes;
tu pistola, tus barbas, tu caballo,
tu nombre,
todo es pequeño junto a esta sonrisa.
¡Cómo brilla tu historia en los dientes de Tico!

Qué grande estás, Compadre Mon en esas
cosas pequeñas.

¡Por las ventanas de Tico yo me iré Mon adentro!

El maíz no lo sabe,
ni el trueno,
ni el agua.
Pero tú estás en el maíz del niño
que piensa crecer mucho y tener tu tamaño,
y tener un caballo como el tuyo
que entró en la historia a fuerza de ser patria.

El trueno no lo sabe,
pero tú estás en la garganta ronca
de los tambores que enronquecieron
de tanto hablar de ti…, de los rugidos
del paso de tu sangre.
El agua no lo sabe,
pero eres, el agua con un cuento…
tú le pusiste edad al agua de los hombres…
al agua que más duele, la pesada
¡que siempre llena venas, y con sed siempre el hombre!

Sin embargo, no quiero,
no quiero hablar, compadre Mon, de esas cosas visibles tuyas…
Yo prefiero decirte que Cachón, un muchacho
enclenque de mi pueblo,
estuvo muchos días y demasiadas noches,
torturándose,
fabricando,
puliendo unas estrofas, y luego, sin comer,
muchas veces,
iba a mi casa, casi asustado,
casi tartamudo, sorprendido,
y como quien comete su más sagrado crimen,
me decía: -Manuel, aquí tengo una cosa
que quiero que tú veas.
Pero nunca, nunca pude leerla,
porque temblaba para darme aquello…,
y volvía a su casacón aquello en secreto,
y volvía a pulir,
y a no dormir,
ni comer,
y volvía a hablar solo.

De esto, Mon, sí quiero casi hablarte en familia:
de aquel muchacho débil escribiendo tu nombre,
buscando entre tus barbas raíces de la tierra,
los árboles perdidos de la patria…
De esto, Mon, sí quiero casi hablarte en familia:
de aquel muchacho en huesos
que iba a la barbería
y diez veces le preguntaba al barbero
que cuánto le debía…
(Porque, Mon, es muy triste
no terminar un verso).

Aquel muchacho simple que perdió la memoria
y que yo le decía que comiera…
Aquella emoción pura que al nombrarte, parece
que se abría las venas para que se bebieran
hondo y tibio tu nombre.

Esto sí me parece que no deja que el tiempo
gaste hasta lo más simple de tu voz:
tu sonrisa.
Y a ti, Compadre Mon, que te encontré una tarde
haciendo el hoyo puro
del futuro cadáver de tu cuerpo
(porque nunca supiste que tu muerte
no cabe en ningún hoyo de la tierra).

Yo mismo que de niño te conocí en el aire
que respiraba el pueblo,
iba ya repartiéndome tu vida,
iba haciéndole un poco de mis cosas,
iba ya no dejándole morir…
Después el campamento se ocupó de tu nombre,
de tus cosas mayores.
Y era difícil ya, que como un hombre cualquiera,
te pegaras un tiro,
o te entregaras a menudencias,
a pequeñas manías;
porque hasta aquellas inútiles palabras a tu gato
tenían ya un sentido,
porque así son, Don Mon, todas las cosas
que pertenecen a lo que ya tiene
tamaño de destino…

Un simple canto de gallo que despierta
las cosas de la mañana,
toma de pronto la estatura de un siglo.
Si entre las cosas que se despiertan con su canto
se levanta un caballo con la historia en el lomo.

Te estoy diciendo esto, viejo Mon, ahora
en que hacer unos versos y ponerse a decirlos
es un peligro… tan grande
como ponerse a hacer la patria
con sables de madera de sándalo.
Porque nosotros, los que hacemos
estas cosas de sueño, no estamos preparados
para la fiesta del honor con precio…

Yo voy, a ratos, ciegos que tocan su instrumento
por unos cuantos cobres. Muchas veces,
después de sus canciones, voy a verme al espejo,
y miro bien mi cara para ver si es la mía…
Porque, a veces, cuando cantan los ciegos,
muchas cosas del cuerpo voy dejando
no sé a dónde…
Por eso,
pregunto por mi nombre cuando cantan los
ciegos.

Te estoy diciendo esto porque a veces
lo que nació en tu pecho lo tienes en la mano…
Te estoy diciendo esto, viejo Mon, porque a ratos,
hablas conmigo cosas que hablando no me dices.
He caminado mucho por los ríos
que vienen de tu cuerpo cuando a oscuras
te hicieron; y sé que cuando sangras
te salen por las venas los sueños más varones.
Es que desde hace tiempo,
tú contruyes la patria, destruyéndote.



EDUCANDO, el Portal de la Educación Dominicana.

https://www.youtube.com/watch

 

Pedro Mir, poeta Dominicano.

 

Pedro Mir

(San Pedro de Macorís, 1913 - Santo Domingo, 2000) Escritor dominicano considerado uno de los poetas más relevantes de la literatura dominicana contemporánea. En su juventud ejerció el magisterio en su ciudad natal, donde escribió sus primeros versos; más tarde, en 1937, el rotativo Listín Diario publicó por primera vez algunas de sus composiciones. Trasladado por motivos de estudios a la capital, Pedro Mir cursó derecho en la Universidad de Santo Domingo, por la que se doctoró en 1941.


Pedro Mir

En 1947, por problemas de salud y también por razones políticas (la dictadura del general Rafael Leónidas Trujillo), Pedro Mir abandonó el país. Se exilió en México, Guatemala y Cuba, donde publicó Hay un país en el mundo (1949); subtitulada "Poema gris en varias ocasiones", esta composición, un bello y emotivo canto a su patria, le daría prestigio continental. A partir de entonces se le situó en la poesía comprometida centroamericana, pero siempre desde unos criterios estéticos rigurosos y a la vez profundamente imbricados en el sentir colectivo, plasmados en una poesía social alejada del panfleto político.

De regreso a su país fue nombrado profesor de estética de la Universidad Autónoma y se dedicó a la investigación histórica y artística, al ensayo y al periodismo literarios. Su labor y logros literarios fueron continuos. Recibió el Premio Nacional de Historia por su ensayo Las raíces dominicanas de la Doctrina Monroe (1974), y el Premio Anual de Poesía por su extenso poema El huracán Neruda (1975). En 1984 el Congreso dominicano lo declaró Poeta Nacional, tomando en consideración el conjunto de su obra, y en 1993 obtuvo el Premio Nacional de Literatura.

Consciente del valor social de su obra, Pedro Mir organizó o participó a menudo en recitales que trataban de acercar la poesía al pueblo, y que solían contar con una extraordinaria afluencia de oyentes. Su estilo salmódico, de versos largos, combina sabiamente un lenguaje poético matizado con lo anecdótico y la expresión coloquial directa. Su lírica es minuciosa; ejemplo de ello es Tres leyendas de colores (1969), donde sorprende por su capacidad para la recreación de hechos históricos: enlaza en un solo hilo narrativo las tres primeras rebeliones de clase en la América española, describe los tintes raciales que las caracterizaban y los identifica con sus orígenes sociales.

Dentro de su producción destacan además Seis momentos de esperanza (1953), Poemas de buen amor y a veces de fantasía (1969), Amén de mariposas (1969), El gran incendio (1969), Viaje a la muchedumbre (1971) y el ya citado El huracán Neruda (1975). Publicó también los ensayos El gran incendio (1969), Apertura a la estética (1974) y Fundamentos de teoría y crítica de arte (1978).

Biografías y vidas, la Enciclopedia en Linea.


Hay un país en el mundo
[Poema – Texto completo.]

Pedro Mir
Hay un país en el mundo
colocado
en el mismo trayecto del sol.
Oriundo de la noche.
Colocado
en un inverosímil archipiélago
de azúcar y de alcohol.

Sencillamente
liviano,
como un ala de murciélago
apoyado en la brisa.

-

Sencillamente
claro,
como el rastro del beso en las solteronas antiguas
o el día en los tejados.

Sencillamente
frutal. Fluvial. Y material. Y sin embargo
sencillamente tórrido y pateado
como una adolescente en las caderas.

Sencillamente triste y oprimido.

Sencillamente agreste y despoblado

En verdad.
Con tres millones
suma de la vida
y entre tanto
cuatro cordilleras cardinales
y una inmensa bahía y otra inmensa bahía,
tres penínsulas con islas adyacentes
y un asombro de ríos verticales
y tierra bajo los árboles y tierra
bajo los ríos y en la falda del monte
y al pie de la colina y detrás del horizonte
y tierra desde el canto de los gallos
y tierra bajo el galope de los caballos
y tierra sobre el día, bajo el mapa, alrededor
y debajo de todas las huellas y en medio del amor.

Entonces
es lo que he declarado.

Hay
un país en el mundo
sencillamente agreste y despoblado.

Algún amor creerá
que en este fluvial país en que la tierra brota,
y se derrama y cruje como una vena rota,
donde el día tiene su triunfo verdadero,
irán los campesinos con asombro y apero
a cultivar
cantando
su franja propietaria.

Este amor
quebrará su inocencia solitaria.
Pero no.

Y creerá
que en medio de esta tierra recrecida,
donde quiera, donde ruedan montañas por los valles
como frescas monedas azules, donde duerme
un bosque en cada flor y en cada flor la vida,
irán los campesinos por la loma dormida
a gozar
forcejeando
con su propia cosecha.

Este amor
doblará su luminosa flecha.
Pero no.
Y creerá
de donde el viento asalta el íntimo terrón
y lo convierte en tropas de cumbres y praderas,
donde cada colina parece un corazón,
en cada campesino irán las primaveras cantando
entre los surcos
su propiedad.

Este amor
alcanzará su floreciente edad.
Pero no.

Hay
un país en el mundo
donde un campesino breve,
seco y agrio
muere y muerde
descalzo
su polvo derruido,
y la tierra no alcanza para su bronca muerte.

¡Oídlo bien! No alcanza para quedar dormido.
Es un país pequeño y agredido. Sencillamente triste,
triste y torvo, triste y acre. Ya lo dije:
sencillamente triste y oprimido.

Procedente del fondo de la noche
vengo a hablar de un país.
Precisamente
pobre de población.
Pero
no es eso solamente.
Natural de la noche soy producto de un viaje.
Dadme tiempo
coraje
para hacer la canción.

Plumón de nido nivel de luna
salud del oro guitarra abierta
final de viaje donde una isla
los campesinos no tienen tierra.

Decid al viento los apellidos
de los ladrones y las cavernas
y abrid los ojos donde un desastre
los campesinos no tienen tierra.

El aire brusco de un breve puño
que se detiene junto a una piedra
abre una herida donde unos ojos
los campesinos no tienen tierra.

Los que la roban no tienen ángeles
no tienen órbita entre las piernas
no tienen sexo donde una patria
los campesinos no tienen tierra.

No tienen paz entre las pestañas
no tienen tierra no tienen tierra.

…….

Miro un brusco tropel de raíles
son del ingenio
sus soportes de verde aborigen
son del ingenio
y las mansas montañas de origen
son del ingenio
y la caña y la yerba y el mimbre
son del ingenio
y los muelles y el agua y el liquen
son del ingenio
y el camino y sus dos cicatrices
son del ingenio
y los pueblos pequeños y vírgenes
son del ingenio.

Es verdad que en el tránsito del río,
cordilleras de miel, desfiladeros
de azúcar y cristales marineros
disfrutan de un metálico albedrío,
y que al pie del esfuerzo solidario
aparece el instinto proletario.

Pero ebrio de orégano y de anís,
y mártir de los tórridos paisajes
hay un hombre de pie en los engranajes.
Desterrado en su tierra. y un país,
en el mundo,
fragrante,
colocado
en el mismo trayecto de la guerra.
Traficante de tierras y sin tierra.
Material. Matinal. Y desterrado.

…….

Quiero ver su amargura necesaria
donde el hombre y la res y el surco duermen
y adelgazan los sueños en el germen
de quietud que eterniza la plegaria.

Donde un ángel respira.
donde arde
una súplica pálida y secreta
y siguiendo el carril de la carrera
un boyero se extingue con la tarde.

Después
no quiero más que paz.
Un nido
de constructiva paz en cada palma.
Y quizás a propósito del alma
el enjambre de besos
y el olvido.

 Plan LEA.

domingo, noviembre 17, 2024

PUESTA EN CIRCULACION DE ANTOLOGIA DEL ASOMBRO DOMINGO ACEVEDO

Un poco de mí.
































 

Iván Rodríguez Pilier.

 Escrito al camarada Iván Rodríguez en su primer aniversario:




Por Narciso Isa Conde


¡Qué importante y trascendente es tratar de ser como Iván!


Nacer en la humildad para nunca dejar de ser humilde.


Vivir para amar a los suyos, a su pueblo y a toda la humanidad.


Luchar por la vida, toda la vida, más allá de la muerte.


¡Vivir para nunca morir!


Despedirse con honores y quedarse entre nosotros combatiendo sin cesar.


¡Qué importante es militar en la revolución y en el socialismo!


Él lo hizo en el heroico CATORCE DE JUNIO, en la Línea Roja, en su PTD, en la Unión Patriótica Antimperialista (UPA), en la Nueva Alternativa, en su Patria para Todos y Todas… de acuerdo a sus circunstancias


En la izquierda y con la izquierda, a la izquierda siempre.


Unitario siempre.


En el monte y en el llano,


en diciembre 63 y en abril 65,


en el ingenio y en el cañaveral.


Con fusil y sin fusil.


Durante tanto tiempo, contra tantas adversidades, desafiando tantos peligros…


Tantas veces perseguido, encarcelado, torturado…


¡Qué valioso es abrazar todas las causas libertarias como él!


Indignarse frente a todas las injusticias, rebelarse contra todas las opresiones, en la isla que lo vio nacer y en el planeta que lo vio crecer.


Compartir con la clase obrera dominicana del Central Romana y unirse al proletariado mundial.


Militar en el marxismo y el leninismo emancipador.


Abrazar solidariamente a China, Cuba, Puerto Rico, Haití, Viet Nam, Camboya, Nicaragua, El Salvador, Guatemala, Palestina… a los pueblos del África brutalmente colonizada, a los luchadores y luchadores contra las oprobiosas tiranías de Nuestra América.


Asumir como propia la causa revolucionaria del pueblo haitiano y del Partido de los Trabajadores de ese país vecino y hermano,


¡Cuántas campañas!


¡Cuánto internacionalismo!


¡Cuánta solidaridad!


¡Pero qué importante es ser esposo, padre, abuelo y bisabuelo como él!


Ser tan sencillamente cariñoso, bondadoso y solidario, como él.


Amar siempre sin presumir,


combatir tanto sin caer,


crecer tanto sin doblarse,


aprender tanto sin endiosarse,


multiplicarse tanto sin dejar de ser.


¡Qué trascendente y honroso es renunciar de esa manera a lo “normal”!


Tantas veces,


innumerables veces,


todo el tiempo.


Nada ni nadie pudo vencer su capacidad de amar y combatir.


Qué dulce debe ser morir para vivir eternamente como él, en su tierra querida, en el pecho de su amor.


Cierto que son otros tiempos.


Cierto que hay un cambio de época, nuevos conocimientos, nueva era tecnológica y grandes cambios culturales.


Pero la civilización capitalista occidental, su sistema imperialista decadente, se ha tornado más injusto, brutal y destructivo.


 Cierto que las mutaciones culturales obligan a renovar el pensamiento y a innovar en el accionar necesario para transformar estas injustas sociedades, para fundir pensamiento y acción en armas eficaces contra las nuevas y viejas injusticias.


La generación revolucionaria de Iván, que es la nuestra, no debe ser objeto de calco o copia para las nuevas generaciones.


 Pero sí referencia de valores éticos y políticos, de memoria histórica imprescindible para entender el presente, y de ejemplos de insumisión frente a la barbarie moderna.


Fuente, en fin, de valiosas experiencias y conocimientos para combatir la oprobiosa dominación de un capitalismo imperialista que no ha dejado de ser tal, ni menos brutal.


 Que más bien ha cambiado para peor, desatando nuevas guerras, secuestrando formidables adelantos de la ciencia, la tecnología y el conocimiento humano; instrumentalizando el racismo, la xenofobia, el patriarcado, la sobre-explotación de la juventud y la niñez, la apropiación y depredación de la naturaleza, para reproducir el capital, maximizar ganancias, y para moldear la manera de pensar o imponer la fórmula de no pensar y los engendros neofascistas.


Somos pasado, somos presentes y seguimos aportando desde lo ya realizado y por lo pendiente todavía de realizar y conquistar, como parte inseparable del futuro promisorio a construir por las nuevas generaciones-


Somos indómitos/as rebeldes abrazados/as a causas irrenunciables; comprometidos/as con la lucha, por el pan, la justicia, el bienestar y la alegría de toda la humanidad.


                                         ¡Somos inclaudicables!


                                          Narciso Isa Conde


Santo Domingo 10-11-2024



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