domingo, septiembre 01, 2024

Me abruma la inseguridad en que vivimos.

 

Me abruma la inseguridad en que vivimos los dominicanos, atrapados entre tres enemigos de la sociedad, la policía que debiera protegernos pero que nos reprime y nos mata, la delincuencia común que nos mantiene prisioneros en nuestras casas y los funcionarios delincuentes y corruptos que se roban el futuro de todo el pueblo y lo peor de todo es que, una buena parte de la sociedad ni cuenta se da de lo que pasa a su alrededor ya que vive perdida en la ignorancia y los vicios, entumecida en su pobreza espiritual, moral y material.

Quisiera no sucumbir al desaliento y la desesperanza y pensar que todavía es posible construir una patria nueva, solidaria, equitativa y justa, una patria que debemos construir tod@s en base a la unidad, la educación, la movilización constante y la lucha decidida contra los opresores.

Domingo Acevedo.


Agradezco a todos mis amigos y amigas.

 Debo agradecer a todos mis amigos y mis amigas su apoyo irrestricto a mi persona, sin su amor, sin su cariño, sin su apoyo en todos los sentidos no hubiera podido llegar a la edad que tengo hoy, 66 años.

‌No tengo con que pagarles todo lo que a lo largo de este tiempo han hecho por mí, sino con el agradecimiento, la fidelidad y la honestidad que es lo único que tengo, humildemente me inclino ante ustedes y les doy las gracias por haber estado siempre ahí y muy especialmente en los momentos que más los he necesitado, qué más puedo hacer sino agradecer ese gesto permanente de ustedes y decirles gracias, muchas gracias.

Nov/2023.

‌Domingo Acevedo.



El calor de estos días primaverales.

 

El calor de estos días primaverales ha sido terrible, si no fuera porque los árboles han renovado sus hojas y los pájaros trinan alegres sobre sus copas diríamos que estamos en verano.

sabemos que es primavera porque el bosque florece frente nuestras miradas, las abejas zumban sobre las flores buscando el polen, las mariposas salpican de colores la brisa y 

los pájaros fugaces hacen piruetas alegres en el viento.
‌distinto a otros años el calor ha sustituido el ambiente primaveral agradable y fresco de estos días de mayo, antes lluviosos y ahora terriblemente calurosos y secos.

La sequía amenaza con matarnos de sed, mientras las mineras y el corte de árboles a gran escala destruyen gradualmente la naturaleza, con sus actos el hombre se está convirtiendo en su propio verdugo.

Domingo Acevedo

Mayo/2024.



Me inclino con humildad

 

Me inclino con humildad ante todos mis maestros para rendir un tributo eterno a sus sabias enseñanzas que me han guiado como un faro de luz por los caminos de la paz, la honestidad, el honor, la dignidad, el amor al prójimo y la solidaridad.

‌Gracias maestros, ustedes viven y se multiplican en cada una de mis acciones.
Domingo Acevedo.
‌Marzo/2024.



Cuando enseñamos, debemos hacerlo con dedicación y amor.

 

Cuando enseñamos, debemos hacerlo con dedicación y amor, ya que lo que hacemos es transmitir nuestros conocimientos y valores a nuestros alumnos, de lo que enseñemos y como lo enseñemos depende muchas veces el éxito y el camino que ellos tomarán.
En las artes marciales y específicamente en karate que es lo que me compete, debemos tener sumo cuidado como lo enseñamos, porque enseñamos un peligroso arte de combate, que sí no está acompañado de la parte espiritual y filosófica, estableciendo claramente que el camino a seguir es el de la mansedumbre, la tolerancia, la paz, el honor, la lealtad y sobre el amor al prójimo, estaríamos formando simplemente peleadores carentes de sensibilidad, de honor, de lealtad y respeto por los demás, que en cualquier momento podrían desviarse del camino correcto y convertirse en un problema para la sociedades en las que viven.
Los que enseñamos artes marciales, nuestra misión es formar ciudadanos correctos, al servicio de la paz, el amor y la justicia.
Domingo Acevedo.

‌Julio/2024.



La ignorancia

 

La ignorancia, más allá de no saber leer y escribir, es un comportamiento, una actitud intolerante que lleva a las personas a creerse que tienen el derecho y el poder de avasallar a los demás.

Domingo Acevedo.
Junio/2024.



Árbol sin Memoria

 


I

Manuel

no fue más que un niño endeble y solitario

que tenía la piel del color del camino real

la mirada llena de pájaros azules

que picoteaban el alma de las ninfas del bosque

que defecaba flores en los huecos de las carboneras

qué hacía con sus manos escuálidas

que corría por los caminos grises del invierno

tratando de encontrar en los sueños

los parajes imposibles de la fantasía

su voz tierna como el canto de los ruiseñores

pintaba de mariposas las paredes de las tardes

y su desnudez la ondeaba el viento

más allá de los días lluviosos de mayo

en que la alegría sucumbía al hambre

 

II

A veces lo encontraba solitario

en las lejanas regiones del rocío

navegando a la deriva en un océano

de celias tatuadas en el viento frío del amanecer

lo llamaba

volteaba el rostro

y me arropaba en el lienzo azul triste de su mirada

corría hacia mis brazos y me abrazaba por largo rato

sentía como su piel afiebrada se derretía en mi piel

luego nos íbamos a los potreros del tío Alberto

atravesábamos los conucos del abuelo Ismael

jugábamos con el viento

hablamos con los pájaros

corríamos felices por las praderas infinitas del medio día

hasta terminar exhaustos bajo un árbol sin memoria

a veces en el azul más limpio de su inocencia

se quedaba dormido

lo veía moverse inquieto

temblar

sonreír

cuando despertaba me contaba

que había estado en un hermoso lugar

donde seres luminosos con alas en la espalda

jugaban con él

que les decían que pronto estaría con ellos

y que ya nunca más sentiría hambre

ni frío

ni soledad

 

III

Manuel

no tuvo más escuela que su corta vida

sus nueve años sin historia

y sin ninguna procedencia

 

VI

Hoy que lo encontré dormido en una carbonera

arropado en su soledad

acurrucado en la nada

me deslumbró su recuerdo

descalzo

semidesnudo

sonriendo siempre

con su tristeza a cuesta

solitario

buscando entre los cubículos del hambre

un poco de agua

una fruta de lastima

un pedazo de pan

 

V

En las noches cuando se le hacía tarde

le suplicaba que se quedara con nosotros

no aceptaba

me miraba con toda su ternura

acumulada entre sus manos

y se despedía de mí

con un abrazo de eternidad

y se alejaba entre las sombras hacia ninguna parte

me quedaba junto al camino

abrumado por una inexplicable sensación de soledad

hasta que él se desvanecía en la distancia

 

VI

Con Manuel compartí la sed

el hambre

la pobreza

el frío

y la desnudez

y sobre todo la alegría infantil de correr

por los bosques memorables

de la fantasía y los sueños

 

VII

Manuel

nunca me dijo donde vivía

cuando le preguntaba

me señalaba con insistencia un lugar perdido

en su memoria infantil

el cual yo no vería

ni encontraría

porque ese lugar sólo existía en el secreto deseo

que él tenía de tener un hogar

 

VIII

            cuando le decía que quería ir a su casa

conocer a sus padres

me miraba azorado

y se alejaba huyendo

ondeando su desnudez en el viento

escurriéndose en los latidos del bosque

 

IX

Ahora que Manuel está muerto

hemos buscado por todas partes su hogar

y sólo hemos encontrado bajo un gran árbol sin memoria

en una carbonera

un lecho de cenizas y flores

donde Manuel todas las noches en su soledad

moría de frío y ausencia

Domingo Acevedo.



























Foto tomada de la red.

Alborada de Mariposas Azules

             I

No fui más que un niño que siempre anduvo

perdido en sí mismo

en los conucos lejanos del abuelo Ismael

aprendí de la vida todo lo que sé hoy

fueron los potreros del tío Juan mi escuela

y en las lejanas regiones del rocío

era donde podía mirarme al espejo

y encontrarme tal cual era

un niño hecho de barro y ceniza

con la mirada torva perdida en el infinito

que escribía todas las tardes

en los pergaminos del viento

su historia envejecida en su dolor vegetal

 

II

Fue toda mi alegría poder correr por el bosque

hasta cansarme y terminar de bruces

entre los arbustos mágicos de las tardes

hablar con los animales y los árboles

pasear en el viento más allá del horizonte

y regresar en las nubes al lugar de donde nunca partí

y encontrarme como siempre arrullado

entre los brazos de mis padres

que me cubrían de la lluvia

que con su corazón de azucena

iba dejando pedazos de cielo dormidos en mi piel

 

III

Todas las tardes mi madre y yo

nos sentábamos bajo la sombra del gran árbol azul

a mirar como los pájaros ebrios de clorofila

se escondían detrás de las murallas

anaranjadas del atardecer

mientras una peregrinación de mariposas

ancladas en los ventanales del ocaso

agonizaban en la mirada quimérica de un ángel

 

IV

Hoy no hay más alegría que este canto

bajo esta luna de jade

por el camino las huellas del rocío se evaporan

entre los pies descalzos de un sol precoz

que siempre en noviembre pasa de largo a esconderse

entre los matorrales atardecidos de la distancia

 

V

Alborada de mariposas azules

heridas por los puñales del otoño

todas las mañanas en el fogón

doña Lola hace té de jengibre

que ofrece a los caminantes

para ahuyentar a los duendes del frío

y Cató en algún lugar perdido en la memoria

todavía fábrica con sus manos de ternura

los colores del amanecer

y en un rincón de mi alma

la abuela Mamá Tita recolecta los residuos

perdidos de nuestro pasado

muchas veces ella y yo

imaginábamos escuchar en la voz

destemplada del viento

el lejano sonido de nostálgicas tamboras

grito de guerra

canto de amor

danza que en las noches aún nos libera

del peso de una historia amarga

que escribieron con su sangre nuestros abuelos

para que mi voz

quinientos años después

pudiera abrir las puertas que el tiempo

creyó haber cerrado para siempre

 

VI

Nací en esta tierra que tiene el color del olor del topacio

donde los colores vegetales de la primavera

se levantan como una ola

que inunda todos los rincones del bosque de mariposas

que al morir van dejando un rastro efímero de luz

en la mirada verdeazul de la distancia

 

VII

Arco iris coagulado en una lágrima

por el camino real

el tío Alberto regresa de los pastos lejanos

parece flotar sobre la tenue oscuridad del atardecer

la tía Agustina en la ventana lo ve llegar

espera como siempre que él

lleve las vacas a los corrales

se dé un baño

vaya a la ventana

le dé un beso

y luego se sienten todos en la mesa a cenar

 

VIII

Todavía en las noches

mi padre como un fantasma

se pierde entre las sombras hacia las carboneras

a vigilar los hornos

para que el fuego no consuma los sueños

y así poder derrotar el hambre que acecha

entre los resquicios de las horas más largas del verano

 

IX

Primavera insular

caserío perdido junto al bosque del olvido

flamboyán amarillo

anacahuita de cristal

bajo los limoncillos florecidos

la tía Tatín con su escoba

arrincona contra los espejos de la tarde

las cenizas que deja el otoño en la mirada

de la tía Aurora

que aún busca en su interior el camino

de regreso al paraíso que nos robó la modernidad

ignora ella

que morirá arrinconada contra sus sueños

sin volver a ver el sol

desde los ventanales primaverales del alba


Domingo Acevedo.






























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