Hoy, 12 de Enero, recordamos con inmenso fervor patriótico
uno de los hechos más importantes de nuestra República Dominicana.
Nos referimos a la llamada Batalla del 12 de Enero
o Batalla de la Autopista de Las Américas,
en la cual un pequeño grupo integrado por solamente
cuatro (4) jóvenes revolucionarios dominicanos,
llenos de valentía, arrojo y conciencia patriótica,
fue cercado por más de cinco mil (5,000) efectivos
policiales y militares en una desigual batalla.
Esos valientes jóvenes fueron acribillados,
significando el inicio del fin de un grupo de valerosos hombres
que desde 1967 habían iniciado una labor político-militar
en apoyo al Coronel de Abril, Francisco Alberto Caamaño.
Coincidieron con Caamaño en un campamento que éste dirigía
en su exilio en la hermana República de Cuba,
donde eran entrenados los integrantes de dicho grupo,
llamado Los Palmeros.
El objetivo del grupo era enfrentar el régimen despótico
de Joaquín Balaguer, cuyo gobierno había iniciado una operación
de exterminio de los sobrevivientes de la Gloriosa Gesta
del 24 de Abril de 1965, y del movimiento de izquierda en sentido general.
Joaquín Balaguer llega de nuevo al poder en 1966,
a través de unas elecciones con el país ocupado
por las fuerzas invasoras norteamericanas.
Ya instalado como presidente constitucional,
establece una dictadura constitucional,
y de inmediato inicia actos de represión y exterminio
de las fuerzas revolucionarias que participaron
en la Revolución de Abril de 1965.
Fue una represión a la clara, y todo aquel que pedía
o exigía democracia, era asesinado
o se vendía vilmente al régimen.
Algunos revolucionarios, para escapar de esas opciones
y seguir con vida, se fueron a la clandestinidad o al exilio.
Y fue tan fuerte y brutal la represión instrumentada
por el régimen balaguerista, que “se estiman que en
12 años unos 11,000 hombres y mujeres sufrieron
la represión política, por asesinato, desaparición, secuestro,
acoso político, social y económico, intimidación y persecución
a familiares, entre otras violaciones a los derechos
humanos y ciudadanos”.
Después del asalto perpetrado al Royal Bank Of Canada,
el oprobioso régimen balaguerista encontró una justificación
para comenzar una tenaz persecución contra el grupo y otros izquierdistas.
Los organismos represivos del Estado difundieron fotos de Amaury Germán Aristy,
Ulises Cerón Polanco, Bienvenido Leal Prandy, Virgilio Perdomo Pérez
y Plinio Matos Moquete. Este último dirigía el denominado Grupo Plinio,
y no existían evidencias concretas que le conectaran con Los Palmeros.
A raíz de esa persecución, el productor de televisión Ercilio Veloz Burgos
hizo de mediador y pidió al jefe militar de Los Palmeros que se entregara
porque supuestamente las Fuerzas Armadas le respetarían la vida.
Amaury Germán Aristy le respondió con una carta donde le decía que
“no se podía confiar en un régimen que asesinaba, detenía, desaparecía
y desterraba a todo aquel que no comulgara con sus ideas dictatoriales”.
La persecución de los organismos represivos de Balaguer fue
extremadamente fuerte y cruel. El 3 de Enero de 1972
fuerzas represivas combinadas allanaron la residencia
de la madre de Germán Aristy, doña Manuela Aristy,
y cuando algunos agentes revisaban debajo de las camas de la casa,
la señora, con actitud valiente, les dijo:
“¿Qué buscan debajo de las camas?, si se encuentran con mi hijo
serán ustedes los que se meterán debajo de las camas”.
Más tarde, el 12 de Enero del año de 1972, las fuerzas de seguridad
del régimen de Joaquín Balaguer lograron ubicar el paradero
de los jóvenes revolucionarios del grupo “Comandos de la Resistencia”,
o Los Palmeros, en el kilómetro 14 de la Autopista Las Américas.
La desigual lucha comenzó a las cinco de la madrugada
y concluyó con la muerte de Los Palmeros, a las 4:00 de la tarde.
La vivienda fue cercada y de inmediato atacada a tiros,
cayendo Virgilio Perdomo Pérez y Ulises Cerón Polanco,
quienes fueron sorprendidos por las tropas a las cinco de la mañana,
cuando salían, y vilmente asesinados y rematados con bayonetas
y lanzallamas, quedando sus cuerpos quemados e irreconocibles.
Eso sí, los “valientes” sitiadores solamente pudieron acercarse a ellos
cuando ya habían agotado sus municiones y estaban muertos.
Una muestra más de la brutalidad y la crueldad de las fuerzas represivas
del régimen de Joaquín Balaguer.
Los disparos alertaron a sus compañeros, quienes se internaron
en la cueva que habían preparado como refugio alternativo.
Tal cueva fue escenario de la demostración más grande de sacrificio,
valentía y heroísmo en la Historia Moderna de la República Dominicana,
cuando esos dos jóvenes revolucionarios escenificaron una batalla
de cerca de quince (15) horas, entre ellos, verdaderos héroes,
y más de cinco mil (5,000) integrantes de las Fuerzas Armadas balagueristas.
Esa demostración fue una lucha entre una oprobiosa fuerza del poder
y una gloriosa voluntad de defender sueños e ideales. Al mismo tiempo,
representó un golpe mortal de los remanentes del trujillismo y del neotrujillismo,
enquistados en el balaguerismo, contra el Movimiento 14 de Junio
y las fuerzas más progresistas de la República Dominicana,
representadas en este caso por un pequeño grupo de jóvenes
que dedicaron sus vidas a la consecución de un sueño, de un ideal:
la transformación integral, social y política de la nuestro país.
Los atacantes, además de tener una mayoría, utilizaron todos los recursos
a su alcance, desde bazookas, morteros, helicópteros artillados, aviones
y embarcaciones desde donde disparaban hacia la cueva,
con el apoyo logístico del tristemente célebre Grupo de Asistencia
Militar de la Embajada Norteamericana en el País, MAAG,
y de miembros de la Agencia Central de Inteligencia
de los Estados Unidos de América, la C.I.A., quienes según los informes
fueron los que detectaron la ubicación exacta desde donde disparaban
los jóvenes revolucionarios dentro de la cueva, a través de un avión
norteamericano equipado con dispositivos de fotografía infrarroja
para detección, que fue mandado a buscar a una base aérea de Puerto Rico.
Fue toda una verdadera epopeya épica, al estilo espartano.
Bienvenido Leal Prandy y Amaury Germán Aristy
demostraron un valor indomable,
y al igual que Virgilio Perdomo Pérez y Ulises Cerón Polanco,
demostraron tener más estrellas en la frente
que las de todos los generales que comandaban las fuerzas sitiadoras,
demostrando al mismo tiempo tener más atributos viriles y varoniles
que la totalidad de todos los que les enfrentaron.
Esos dos (2) jóvenes Palmeros combatieron y mantuvieron a raya,
durante varias horas, a las fuerzas militares y policiales, comandadas
por los oficiales: Contralmirante Marina de Guerra Ramón Emilio Jiménez (a) Milo,
y por los generales Neit Rafael Nivar Seijas, Jefe de la Policía Nacional,
y Salvador (Chinino) Lluberes Montás.
En proporción, ¡Habían allí más generales que en la Guerra de Viet-Nam!
Ya en los finales del desigual combate, Virgilio Perdomo cae abatido,
y Amaury German Aristy resiste durante una hora después,
cayendo también abatido solamente cuando su fusil calló al acabar sus proyectiles.
Amaury Germán Aristy, Ulises Cerón Polanco,
Bienvenido Leal Prandy y Virgilio Perdomo Pérez,
ofrendaron sus vidas por la Patria.
Demostraron lo que era tener valores, principios y conciencia.
Y mostraron al mundo el oprobio que significó la dictadura oscura
y sangrienta de Joaquín Balaguer, rodeado de lo peor que pudo
existir en la República Dominicana, algunos de los cuales aún intentan
defenderle y justificarle, llegando inclusive a la aberración
nunca imaginable de declararle Padre de la Democracia Dominicana.
Algunos de sus también culpables seguidores, de manera irresponsable,
quieren aducir que Joaquín Balaguer se vió obligado por las circunstancias
a ejercer la represión y a eliminar físicamente a lo mejor
de la juventud dominicana de entonces,
y debido a supuestas presiones de los “norteamericanos”,
quienes estaban temerosos de tener una “Segunda Cuba” en el Caribe.
Otros de esos mismos irresponsables quieren aducir que Joaquín Balaguer
estaba “controlado” por los “Incontrolables”, grupos de poder
que supuestamente tenían también en esa época el verdadero poder de decisión.
Vamos a suponer que sean ciertas esas hipótesis esgrimidas por esos irresponsables.
Joaquín Balaguer era el presidente de la República Dominicana.
Como tal, pudo, si en verdad hubiese querido, mandar al “carajo”
a todos aquellos que supuestamente le presionaban
para la instauración de su régimen represivo.
Pudo haber demostrado su autoridad
y haber desbaratado al grupo de incontrolables.
Lo hizo cuando el caso de Wessin y Wessin.
Sus ansias de poder eran más fuertes que su dominicanidad.
Y no me hablen de sus famosas obras en beneficio del país.
Ninguna de esas obras vale más que una sola gota de la sangre
que derramó al asesinar a tantos valiosos jóvenes dominicanos.
Todavía se escucha en los aires dominicanos,
movido por los vientos de las ansias de verdadera Democracia,
de verdadera Libertad y de Justicia Social,
el lema de esos jóvenes revolucionarios:
“Habrá Patria, Haremos Patria”.
Desde la izquierda: Amaury Germán Aristy, Virgilio Perdomo Pérez, Bienvenido Leal Prandy y Ulises Cerón Polanco. Foto tomada de El Nacional.