Buena parte de la humanidad está convencida de que el universo es un lugar rebosante de vida, incluso de civilizaciones tecnológicas. Esto resulta paradójico, teniendo en cuenta que carecemos de la menor evidencia de ello; ni siquiera hemos sido capaces de explicar cómo surgió la vida en nuestro propio planeta. Pero muchos se acogen a una idea sencilla: el principio copernicano, según el cual la Tierra no es un lugar privilegiado del universo. Y si la vida y los humanos hemos surgido en un planeta, un Sistema Solar y una galaxia que no tienen nada de único o extraordinario, ¿por qué no en cualquier otro lugar?
Y sin embargo, hasta ahora nuestras búsquedas de vida extraterrestre no han encontrado ninguna prueba concluyente. Los rastreos de tecnofirmas, señales de tecnología alienígena, han cosechado solo silencio y oscuridad. El último de ellos acaba de publicarse: los astrónomos Chenoa Tremblay y Steven Tingay, del International Centre for Radio Astronomy Research (ICRAR), han empleado el radiotelescopio australiano Murchison Widefield Array para escrutar la región en torno a la constelación de Vela, que comprende unos 10 millones de estrellas. “No se encontraron señales desconocidas”, concluye el estudio.
No obstante, Tingay subraya que hasta ahora los proyectos SETI (Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre) solo han examinado el equivalente al volumen de una piscina en comparación con los océanos terrestres: “A pesar de haber aumentado en un factor de 100 nuestros resultados pasados, la analogía de la piscina y el océano sigue siendo válida”, dice a OpenMind. El astrónomo cita una estimación reciente según la cual en nuestra galaxia podrían existir unas 36 civilizaciones, o entre 4 y 211, “lo que significa que son pocas y muy distanciadas”, concluye. “Seríamos muy afortunados de tener uno de esos sistemas estelares en el volumen de búsqueda que incluimos en nuestro estudio”.
¿CUÁNTAS CIVILIZACIONES CAPACES DE COMUNICARSE PODRÍAN EXISTIR EN LA GALAXIA?
Dicha estimación es obra de los astrónomos de la Universidad de Nottingham Tom Westby y Christopher Conselice, que han abordado una vieja pregunta: ¿cuántas civilizaciones capaces de comunicarse a través del espacio podrían existir en la galaxia? Tradicionalmente las especulaciones han girado en torno a la ecuación formulada por Frank Drake en 1961. Sin embargo, sus incertidumbres son tales que se han propuesto soluciones desde cero hasta miles de millones. Conselice y Westby se han basado en la versión astrobiológica del principio copernicano, según la cual en otros planetas la vida inteligente podría surgir como lo ha hecho en la Tierra. “Si se dan las condiciones adecuadas, similares a como surgimos nosotros, científicamente no hay razón para que no pueda ocurrir algo similar”, expone Conselice a OpenMind. Para el astrónomo, la razón por la que aún no hemos contactado con nadie es que la civilización más cercana se hallaría a 17.000 años luz. “Hasta ahora, SETI solo ha llegado a unas decenas de años luz”, aclara. “El volumen rastreado en la galaxia es muy, muy diminuto”.
Conselice y Westby no son los únicos en sugerir que la vida inteligente comparable a la humana no es algo tan común como se cree. Utilizando una variante mejorada de la inferencia bayesiana, un tipo de análisis estadístico que incorpora las observaciones para refinar sus estimaciones, el astrónomo de la Universidad de Columbia David Kipping ha analizado qué podría ocurrir en la Tierra si la cinta de la historia del planeta se reprodujera una y otra vez, como en el famoso experimento mental propuesto en 1989 por el paleontólogo Stephen Jay Gould. Este sostenía que, en un millón de repeticiones, los humanos no surgiríamos de nuevo.
Los resultados de Kipping arrojan una probabilidad de 3 a 1 de que la abiogénesis, la aparición de la vida, sea un fenómeno común y temprano. “Así que, si volviésemos a reproducir la cinta, esperaríamos que la abiogénesis se repitiera”, resume a OpenMind. Por el contrario, es más bien improbable que surgiera de nuevo una especie similar a la humana, aunque el análisis no puede cuantificar cómo de rara es la vida inteligente: “Uno en cien es raro, pero también lo es uno en diez elevado a cien”, explica. “Lo segundo implicaría que no hay nadie más, lo primero que habría civilizaciones esparcidas por las estrellas”.
LA FALACIA DEL PLANETA DE LOS SIMIOS
En la Australian National University, Charles Lineweaver se ha ocupado también de estudiar la probabilidad de que la vida sea un fenómeno común, y advierte contra la idea extendida de que la abiogénesis deba conducir inevitablemente al desarrollo de lo que el astrónomo Carl Sagan llamaba “el equivalente funcional de los humanos”; Lineweaver lo denomina “la falacia del planeta de los simios”. Según este científico, en el devenir planetario se presentan cuellos de botella que pueden desviar la evolución biológica a una vía muerta. Hasta hace 100 millones de años, Australia compartía especies similares con otras masas de tierra, pero su separación la convirtió en un continente aislado que no alumbró un equivalente funcional de los humanos. Si Australia hubiera sido la única tierra seca del planeta, no estaríamos aquí.
Pero no solo la evolución de una especie tecnológica inteligente está muy lejos de ser una consecuencia obligada de la abiogénesis; tampoco la aparición de vida tiene por qué ser algo inevitable. “No podemos confiar en que la abiogénesis sea un fenómeno común”, apunta Lineweaver a OpenMind. “Este no debería ser el mensaje a extraer de mi estudio o el de Kipping”. El científico señala que las incógnitas aún son muy numerosas: no sabemos hasta qué punto el bombardeo de la Tierra por asteroides en sus inicios pudo estar implicado en el origen de la vida, ni hemos podido producir vida en el laboratorio. Además, agrega, “no hemos podido identificar nueva vida emergente en la Tierra; si la vida terrestre surgió hace unos 4.000 millones de años, ¿por qué no podría estar surgiendo hoy en condiciones similares?”.
LA SEGUNDA GÉNESIS
Este argumento se conoce como “segunda génesis”: ¿cómo podemos confiar en que la abiogénesis sea algo común, si en la Tierra, que sepamos, solo ha ocurrido una vez? En el Ames Research Center de la NASA, el astrobiólogo Alfonso Dávila se dedica a la búsqueda de una segunda génesis en el Sistema Solar, analizando parajes terrestres análogos a los de otros mundos. Para Dávila, es posible que la Tierra haya alumbrado múltiples abiogénesis, pero que no hayan prosperado: “Es posible que presiones evolutivas (competición) solamente permitan que triunfe una bioquímica global por planeta; solamente puede quedar uno, para los fanáticos de Los Inmortales”, comenta. Según el astrobiólogo, ni siquiera el hallazgo de vida en otro mundo del Sistema Solar sería prueba de una segunda génesis, ya que su origen podría ser el mismo que el de la vida terrestre: “Los planetas pueden intercambiar material biológico, por ejemplo a través de meteoritos. Personalmente, creo que no va a ser fácil encontrar evidencia de una segunda génesis de vida”, añade.
Quizá alguna respuesta a todo lo anterior podría encontrarse en las cianobacterias. Estos microbios fotosintéticos se cuentan entre los primeros seres vivos del planeta de los que tenemos constancia, y su intervención fue clave para hacer de la Tierra primitiva un lugar habitable. Este es el campo de investigación de la bióloga Patricia Sánchez-Baracaldo en la Universidad de Bristol. “En algún momento, las cianobacterias empezaron a colonizar los océanos, fijando cantidades sin precedentes de carbono y nitrógeno. Este fue el salto fundamental y eso transformó la vida en la Tierra, y en ese punto tenemos la proliferación de la vida compleja”, resume a OpenMind. El conocimiento de este nodo esencial de la vida terrestre puede informar sobre qué podría ocurrir en otros lugares del universo. Y para Sánchez-Baracaldo, este es el veredicto: “Es muy probable que la vida haya evolucionado en otros planetas si existen las condiciones adecuadas”.
En definitiva, aún faltan respuestas. “Hacemos todo lo que podemos para tratar de responder a la pregunta: ¿es común la vida en el universo?”, dice Lineweaver. “Pero puedo decir con seguridad que, hasta ahora, no tenemos conclusiones seguras”.
Javier Yanes
@yanes68
BBVA