La República festeja hoy el 205 aniversario del nacimiento de Juan Pablo Duarte, padre de la nacionalidad dominicana, cuya egregia memoria llega todavía difusa al entendimiento de nuevas y viejas generaciones, como si su figura histórica estuviese condenada al perpetuo desaliento de una sociedad que aún no valora en su justa dimensión la excelsitud de su obra redentora.
Duarte fue un hombre excepcional que pudo abrevar en las mayores fuentes del pensamiento político, humanístico, jurídico y social de las naciones más avanzadas del siglo XVIII, como Alemania, Francia, Inglaterra y España, hervideros de ideas y movimientos revolucionarios que forjaron en él la convicción de luchar por una República libre e independiente, separada de Haití.
Es preciso resaltar que la empresa separatista emprendida por ese joven con apenas 20 años de edad se desarrolló en una sociedad matizada por el atraso y la marginalidad, cuyos habitantes sufrían la opresión de un régimen que había ocupado la parte española de la isla al fracasar el intento independentista del general José Núñez de Cáceras en 1821.
El genio de Duarte creó en 1833 La Trinitaria, que por su estructura y estrategia de organización ha sido considerada como una de las organizaciones políticas más avanzadas de su tiempo en América Latina, como también lo fue La Filantrópica, a través de la cual y por medio del teatro se divulgaban las ideas republicanas.
La juventud de hoy debería saber que Juan Pablo Duarte fue un líder visionario, ideólogo de todos los movimientos tácticos y estratégicos que conllevaron al trabucazo del 27 de febrero de 1844, que también tomó el sable y en su condición de general de brigada marchó al frente de guerra a combatir a los ejércitos haitianos.
En pago a su excepcional empresa patriótica, Duarte recibió grades dosis del acíbar de la traición motorizada por hombres ambiciosos o débiles, que a la primera tormenta cambiaron la proa de la República hacia tierras indignas de la anexión y el vasallaje.
Los buenos y verdaderos dominicanos guardan gratitud eterna hacia la figura del Padre de la Patria, que será por siempre el más elevado motivo de orgullo para el gentilicio nacional y cuya memoria ha de estar presente todas las veces que se requiera defender con el cuerpo, alma y corazón la irrenunciable soberanía nacional.
¡Que la bandera tricolor ondee con orgullo en todo el territorio nacional en recuerdo imperecedero de Juan Pablo Duarte, forjador de la nacionalidad dominicana y de una República que podrá ser destruida, pero sierva de nuevo, ¡jamás!