Llegamos al atardecer al Alto de
la Rosa, era poco menos de las cuatro y media de la tarde, ya el primer grupo hacía tiempo que había llegado, tenían más o menos dos horas en el
refugio y se alistaban para hacer la comida.
Llegamos exhaustos, tiramos los
equipajes en un rincón y nos tendimos por donde quiera a descansar, yo me dormí
y desperté una hora después, ya repuesto del cansancio, me dedique a apreciar
el paisaje, es entonces que me doy cuenta que atravesamos un sendero de flores
azules hasta el portón de entrada al refugio, que también hay una torre de
vigilancia y un mirador desde donde se puede apreciar un hermoso paisaje.
En estas largas caminatas lo más
importante es poder ir mirando los detalles del espectacular paisaje que se va
abriendo a nuestros ojos en la medida que nos vamos adentrando en la cordillera
Central.
Salimos del lado sur de la presa de
Sabaneta, que está ubicada en el pueblo del mismo nombre con destino a la caseta del Alto de la Rosa, que está a unos trece km y se asciendo a
unos 1700 msnm, hasta llegar a ella, que es el primer refugio en la ruta al pico Duarte por San Juan y que nos acogerá por lo que queda del
día y la noche y donde tendremos que reponer fuerzas para hacer mañana los más
de veinte km hasta llegar al segundo refugio que es la caseta de Macutico, en el
valle del río Blanco, desde donde se puede apreciar los picos más altos de la
cordillera Central.
La cordillera
Central comienza en su parte superficial, desde la península de San Nicolás en
Haití y se extiende por el territorio Dominicano, desde Restauración y Loma de Cabrera, dividiendo el Cibao en algunas partes del Sur, llegando hasta Baní y San Cristóbal,
albergando los picos más altos del país y el pico más alto de las Antillas, que es el pico
Duarte con 3,098 msnm
Desde la torre de vigilancia del
refugio se puede advertir un hermoso y enorme paisaje, indescriptible con
palabras: largas y verdes montañas coloreadas por el crepúsculo que le da un
toque mágico, con el lomo cargados de
nubes que flotan sobre la suave brisa de la tarde que se desvanece en la
distancia.
Al entrar la noche nos dan el
alerta de que ya la comida está lista, todos pasamos por la cocina con nuestros
platos y en la medida que nos la van dando nos vamos acomodando por
donde quiera a comer.
Como es costumbre en la noche preparamos
una fogata para calentarnos, hacer la
evaluación del trayecto y contarnos los cuentos y las anécdotas propias de
estos viajes en donde las penalidades y las dificultades que encontramos en el
camino nos hermanan en la solidaridad.
En la fogata nos apretujamos uno
con otros para contrarrestar el frío propio de estas montañas y sentirnos más
seguros en esta inmensa soledad que parece absorbernos y comenzamos a contar
las anécdotas y las historias, mientras los guías nos preparan un té de jengibre
que es bueno para mitigar el frío que nos cala los huesos.
Después de tomarnos el té, cada
cual se va al lugar donde pasará la noche, teniendo en cuenta que mañana a las cinco de la mañana hay que estar de pie
para hacer el desayuno, preparar los bultos
y a más tardar a las seis, aun con las sombras del amanecer salir hacia el
próximo refugio.
Domingo Acevedo.