martes, febrero 05, 2013

Danilo Medina nuestro presidente

Danilo Medina nuestro presidente, es la continuación del despotismo, la simulación y el engaño.

 Danilo Medina es la continuación de la pobreza programada, de la marginalidad creada como estrategia de gobierno.

 Danilo Medina es la continuación de los aumentos desmesurados de los productos de la canasta básica, de los apagones y la escasez prolongada de agua.

 Danilo medina es la continuación de la delincuencia y el narcotráfico alimentados desde el estado, es la continuidad de la inseguridad ciudadana, los abusos policiales y la represión contra los ciudadanos que en las calles reclaman sus derechos de manera pacifica y ordenada.

 Danilo Medina es la continuación de los que han entregado parte de nuestro territorio a empresas mineras con contratos onerosos que lesionan el interés nacional y pone en peligro la soberanía nacional, y que además se llevaran nuestras riquezas y sólo nos dejaran contaminación, pobreza y muerte.
 En definitiva.

Danilo Medina, nuestro presidente, es la continuación de los gobiernos del PLD, que multiplicaron los juegos de azar y profundizan la degradación moral de nuestra sociedad.


 Domingo Acevedo.

domingo, febrero 03, 2013

No sólo es inteligente aquel que sabe leer y escribir y/o tiene una profesión.


No sólo es inteligente aquel que sabe leer y escribir y/o tiene una profesión.


Muchas personas están equivocadas respecto a que creen que sólo son inteligentes aquellos que saben leer y escribir y/o tiene alguna profesión y no es así, yo que he tenido la oportunidad de convivir con personas de las montañas, las llanuras y los bosques, se que esas personas sin saber leer, ni escribir tienen una inteligencia natural del medio en que viven que les permiten sobrevivir en las condiciones más extremos.

Por ejemplo hay muchas personas que sin saber leer ni escribir saben nadar,  conducir vehículos de motor, por ejemplo mis padres no saben leer ni escribir pero saben contar, sumar, restar y  multiplicar. Yo he visto en los bosques en los que he estado que sus habitantes tienen un completo dominio del medio en el cual viven, conocen cada árbol, cada insecto, cada ave, cada animal y hasta por las posiciones de las nubes, el viento, el sol y la luna,  saben si lloverá o hará frío.

Saben para que sirve cada hoja, incluso saben orientarse por los árboles, el sol, la luna y las estrellas, entre otras cosas y es esa sabiduría natural transmitida de generación en generación es lo que les permite llevar una vida mas o menos llevadadera en el difícil medio que les ha tocado vivir  y yo apuesto, a que una persona culta, inteligente, capaz,  por no decir civilizada no sobreviviría una semana sin esos conocimientos naturales en una selva.

Domingo Acevedo.



No hay etapa más bella que la niñez.


No hay etapa más bella que la niñez.


No hay etapa más bella que la niñez, nada puede borrar la felicidad del rostro de los niños, ni siquiera la pobreza, ni el hambre y ni el horror de las guerras y las calamidades de quienes viven en la pobreza extrema pueden borrar del rostros de los niños el milagro de una sonrisa.

Domingo Acevedo

Nuestra posición anti imperialista.


Nuestra posición anti imperialista

Nuestra posición anti imperialista no es contra el pueblo Norteamericano, es contra la política guerrerista y genocida que desde el pentágono implementan sus gobiernos contra otros países, muchas veces indefensos y bajo argumentos falsos  que utilizan para cometer crímenes masivos de lesa humanidad

Domingo Acevedo

Nosotros viejos militantes revolucionarios.

Nosotros viejos militantes revolucionarios, resistiremos hasta que nuestra juventud despierte y se levante y se haga dueña de su destino y haga los cambios necesarios para que el pueblo dominicano alcance la felicidad que se merece.

Domingo Acevedo

sábado, febrero 02, 2013

HOY QUE GUANCHO NO ESTA.


HOY QUE GUANCHO NO ESTA.

Guancho fue una de los pocos seres humanos con las que compartí retazos de mí vida, no fuimos niños de escuela. Nuestra infancia estaba diseminada por todo el monte, entre los conucos y los potreros, entre la maleza y los árboles perdidos bajo el sol ondulante de la primavera, entre los maizales dorados de mayo y los pastos de la tierra encantada donde, el tío Juan y el tío Alberto, nómadas peregrinos del alba, apacentaban  sus vacas.

Nuestra infancia todos los días se perdía por los infinitos senderos que recorríamos descalzos  detrás de la quimera, ensimismados en las historias que nos contaban  los abuelos que prisioneros de una gloria ya perdida en el ocaso de sus vidas todavía viven prisioneros de sus sueños.

Hoy que guancho no está, lo recuerdo, porque él siempre quiso estar a mi lado, compartir mi soledad  y mi tristeza, esa tristeza que él nunca entendió y que me acompañaría por el resto de mi vida. Recuerdo que recorrer el monte era nuestra única obsesión, trepar por  los árboles hasta alcanzar las nubes, hacernos invisibles entre las hojas y el viento y perseguir a los viajeros  hasta más allá de los límites de nuestras tierras, jugar con las mariposas y los pájaros y después de perseguir inútilmente a los fantasmas de nuestros abuelos, por los infinitos senderos de la fantasía, tendernos boca arriba sobre el pasto a soñar con la felicidad, que la abuela Mamá tita nos decía que estaba más allá del horizonte y que nunca, por más que la buscamos no  pudimos encontrar esa señora para regresarla a la aldea.
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Domingo Acevedo.

El derecho a vivir con dignidad.

Un día, los pobres, los hijos de nadie, los parias, tendrán necesariamente que tomar las calles, para conquistar por las buenas o por las malas su derecho a vivir con dignidad.

Domingo Acevedo.

tu cuerpo desnudo.




En las noches
petrificado tras el cristal de mis recuerdos
tu cuerpo desnudo danza en la penumbra del tiempo

Al embajador de Canadá en la Rep. Dominicana.

AL EMBAJADOR DE CANADA EN EL PAÍS. 

hay que decirle al embajador de Canadá, que somos una nación libre, que la Barrick Gold es una estafa a nuestro país, que aquí hay personas con mucha dignidad, que lucharemos hasta las ultimas consecuencias contra ese emporio minero, caracterizado por el saqueo de las riquezas ajenas y por llegar hasta el crimen contra los que se oponen a ella.

Domingo Acevedo.

Dos poemas, una historia.


LA MUERTE DEL CHIVO

Después de la muerte del chivo volvimos a vivir  a las Esperilla
construimos sobre las cenizas de la tierra arrasada nuestros sueños
atrás dejamos toda la nostalgia del mar
el fuego de los atardeceres consumiéndose en sus aguas azules
olvidamos el martirio de la soledad y el hambre 
con nuestras manos hicimos posible que la primavera
floreciera nuevamente
volviendo  a ser felices en nuestra vieja sociedad conuquera
donde el trueque era una cotidiana actividad comercial
y la abuela mamá tita y el tío Juan regían el destino
de todas las cosas
éramos una  familia y dos apellidos
Acevedos y Paniaguas
y nuestra historia  estaba íntimamente ligada a la Esperilla
la tierra que tanto amaron nuestros abuelos 
porqué según la abuela Mamá tita en ella había nacido
la abuela de la abuela de su abuela
así resumía ella el tiempo
y tal vez por eso en las tardes legendarias por el camino real
veíamos pasar en grandes caballos blancos
los espíritus de de nuestros antepasados diciéndonos adiós
con sus manos pálidas de muertos
ellos siempre lucharon contra el tiempo
pero ignoraban que su peor enemigo no era el tiempo
sino el olvido


Domingo Acevedo.





EL REGRESO

El regreso fue feliz
desenterramos nuestros sueños petrificados debajo de la tierra 
con nuestra alegría poblamos  los espacios de la ausencia
y volvimos a correr por los caminos interminables del botao
a buscar mangos y aguacates en el fundo de la abuela
a levantarnos tempranito a  buscar la leche donde el tío Juan de la Rosa
a buscar agua al hotel el embajador
volvimos a caminar por los senderos de los sueños
con el alma salpicada lunas  y  estrellas
recuerdo las mañanitas frías
las horas memorables del rocío
nuestros viajes interminables hacia los amaneceres rosas de abril
las mariposas amarillas
el olor de las guayabas
mayo que tejía con hilos de plata los colores de la primavera
con diciembre llegaba la época del amor y la nostalgia
yo siempre me dejaba vencer por la melancolía
de esos  días efímeros
las flores de pascua
el viento del norte que nos endulzándonos el alma
con la tristeza de un siglo enlutado por las guerras y el odio
mientras que en el cielo placido del invierno
 la luna llena
compañera de mis noches alegres
el día de reyes
el ritual
la hierba de guinea
el baso de agua
la meta verde
el cigarrillo crema
el papelito
el desvelo
al otro día la decepción
los reyes no pudieron entrar
León asustó a los camellos con sus ladridos y siguieron de largo 
nos quedaba la tristeza de no entender por que no teníamos
un juguete como los demás niños
tampoco comprendíamos la muda tristeza de nuestros padres
que desesperados nos decían
no se apuren que la vieja Belén pasará
con algún juguete de lástima para ustedes
todo parece tan absurdo después de tanto tiempo
la carretera de caliche
el hotel Embajador
Borronoso
el campo de golf
los transformadores
la escuela
el viejo maestros
que cuando Andrés Longo se emborrachaba lo hacia huir
y tenía que dormir en el monte
doña Erica la esposa del embajador de Alemania en el país
las monjitas de siempre
sor Refugio
sor Milagros
sor Inés 
siempre tiernas y cariñosas
Minó
Pepe el loco
Cohete
los Dendenes dueños de las madrugadas y el rocío
el play a donde íbamos a tirar piedras a la luna
Popó Candela
Damiana la Patana
Mandinga
la vieja Tiesa
Caquín el zapatero plebe  remendón y borrachón
Juan caco de yuca
Guaroita
Juan Barriga
Zira la mamá de Fafa Taveras 
Ulises que alguna vez nos paseó a todos en su vieja motoneta
por las calles de fantasía de la ciudad alegre de más allá de la alborada
mi padrino Higueyano
Chenchita
el tío Gugú
María de los Angeles
Josefita escondida siempre tras un disfraz varonil
el tío Vallejo solitario y tierno
vagando por la tierra que lo olvida
con su saco llenos de sueños tocando puertas
que hace siglos la vida le cerró para siempre
la tía Eufemia
Isidro el caballo
Enrique
Julio 
Guancho
Silvio el hijo de Minta
el tío Rafael
Pichao
todos se dejaron vencer por el tiempo
ahora nosotros luchamos contra el olvido
para que no nos venza la nostalgia 

Domingo Acevedo.

Viva el Che, viva la libertad.






miércoles, enero 30, 2013

Poeta




Nadie entiende tu soledad
poeta
esa soledad que pregona tu silencio
cuando caminas despacio por las calles
dejando huellas inconclusas y fatigadas en tu alma
esa soledad que destila tu mirada
cuando el viento en tu interior abre puertas
por donde se escapan los hombres
proscritos del tiempo
viejos violinistas encantados
que con su sonido de flautas
llenan tu sangre de prostitutas
y mendigos
de molinos de vientos
y quijotes
de alondras
y luciérnagas remotas
que viajan en tu mente
hacia un secreto universo de bitácoras
donde es un espejismo
tu soledad
un espacio vacío
un abismo cósmico
de fosforescentes  longitudes verticales
que ahondan la angustia de las estatuas colosales
que miran impávidas al cielo


con un silencio de salitre y olvido en sus labios petrificados por el tiempo
ellas lloran
poeta
inadvertidas suplican y sus lágrimas de rocío
sobre la hierba reseca
cada mañana guardan prisioneras las estrellas australes
nadie sabe de dónde vinieron
pero están ahí
mudo testimonio de una civilización de cíclopes
que se marcharon dejándolas como evidencias
y aunque posiblemente no volverán
ellas  aún esperan la llegada de los secretos visitantes del cielo
es en esa rígida actitud de melancolía
que ellas se parecen  a ti
poeta
a ti que tienes una herida abierta
por donde cada tarde se cuelan pájaros
y mariposas
a llenar de alas y flores tu mirada
que vuela tranquila hasta alcanzar la frontera más lejana del universo
ellas
poeta
se parecen a ti que tienes una edad prehistórica
que guarda relojes minerales
que esconden sueños de arena
que hablan de una historia diluida en un tiempo
que tiene dedos amargos que se aferran con dolor
al delirio de los arácnidos que tejen pausadamente
sus telarañas lumínicas   donde atrapan los insectos
que pueblan el pensamiento putrefacto
del hombre moderno
que no vive
que agoniza
enloquecido por el espanto cotidiano de la muerte
intoxicado por el humo
abrumado por la prisa
y en su delirio solo vive para el odio y la guerra
vociferando que la paz es sólo un sueño de guitarras y palomas
una canción  que los niños olvidaron antes de nacer
un discurso hueco
una palabra fría
nada
y olvida que él como tal es simplemente excremento
de un desarrollo que apesta a muerte
un esclavo de las máquinas
una cifra estadística
un número
que se maneja sin ningún valor humano
con desprecio
sin ninguna identidad
ese es el hombre moderno
viciado
prostituido
deshumanizado
el que agoniza acorralado por la prisa
en que el tiempo desvanece los sueños
y diluye la esperanza entre espejos rotos
el que no admite que al final del siglo XX
tu puedas soñar con la paz
y vestirte de ternura y solidaridad
para construir con las palabras el amor
para que la alegría perdure más allá de la profecía
para que la primavera estremecida por un vuelo horizontal de golondrinas
sea eterna bajo este cielo infinitamente breve
y si al final del poema él persiste y se obstina
en su actitud oscura hacia la vida arrojando al hombre común  al vacío
donde la muchedumbre amotinada
es triturada por la incertidumbre de un futuro incierto
míralo despacio y con desprecio
y en silencio guarda tu soledad en un bolsillo
y luego sigue tu camino sin prisa hacia la aurora
para que cuando amanezca tu tristeza sólo sea
un pájaro que se escapa de tus ojos hacia el olvido
y para que entre tus manos repletas de sueños
germine la vida
y se multiplique la esperanza

Domingo Acevedo.






Sueños perdidos en los conucos.




Son las seis de la tarde, detrás de la casa papá prepara su montura. Julia es una burra que nos ha acompañado en un gran trecho de nuestras vidas, ha estado ahí, en las buenas y en las malas, sobre su lomo nos ha llevado por todos los confines de esta tierra y más allá, a la ciudad en donde no hay espacio para los humildes labradores que llenos de harapos por sus calles inhóspitas venden sus sueños perdidos en los conucos y  por las que pregonan  a viva voz: verduuuras, yuuuca, aguaaaaacates, maaaaangos marchanta llevo carbooon, venga marchanta que llevo huevos criollos, para después de vender nuestros productos por miserables monedas, perdernos en el monte con todos nuestros sueños a cuesta.

Ya la montura está lista, León juguetea entre nuestras piernas alegre, salta, ladra, mientras Julia nos mira con toda su ternura resumida en sus ojos tristes. No me acuerdo cuando llegó a casa pero la recuerdo de toda la vida, desde siempre, desde que tengo uso de razón.

Estamos detrás de la casa, bajo la mata de capá, mi madre, mi hermano Juancito, y yo, Felipe y Ñonó no se por donde andan, ya mí padre está preparado al lado de Julia, se despide con un gesto de la mano y se monta, yo corro y me aferro con ternura a una de sus piernas y luego me alejo para ver como él, mí padre, se aleja por el camino en sombras a un lugar perdido en el monte, León  va tras él ladrando y saltando alegre, nosotros nos quedamos parados en medio de la noche hasta que ellos se pierden en la oscuridad.


Allá en un claro del monte mi padre tiene un horno hecho de troncos secos para hacer carbón vegetal, para luego venderlo en la ciudad, tiene que cuidarlo, por eso es que amanece todas las noches vigilándolo para que no se incendie  porque sino en vez de carbón sólo encontrará cenizas.

En la carbonera, a la intemperie dormirá sobre algunos sacos de cabuya que lo cubrirán del frío de la noche y los mosquitos, acompañado de los grillos y las estrellas, las lechuzas y los murciélagos. A su lado León gruñirá a los fantasmas que rondan la soledad de la noche en el monte, él y Julia no desampararán a mi padre por nada del mundo, estarán siempre a su lado protegiéndolo de toda maldad escondida entre el silencio nocturno y la oscuridad.

Mañana tempranito, antes que salga el sol, mi madre, Juancito y yo iremos a encontrarnos con mi padre, les llevaremos un poco de café y algo de comer ya a  esa hora el carbón estará listo para llenar cuatro o cincos sacos para acomodarlos en el lomo de Julia y regresar a la casa, para de inmediato mi padre tomar el camino hacia la ciudad y venderlo a algún comerciante para traernos de comer para unos cuantos días.


Domingo Acevedo.

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