miércoles, abril 05, 2017

Mis narraciones.

Ahora que el olvido llega


Ahora que el olvido llega y se lleva los recuerdos, quiero rendir un tributo permanente a: Tatín, Mamá Tita, Agustina, Aurora, doña Lola, Eufemia y a las demás mujeres que con su amor forjaron nuestros sueños en aquel tiempo donde vivir era tan difícil para los pobres y muy especialmente a las parteras que con sus manos fecundas nos sacaron del vientre de nuestras madres y nos mostraron el mundo

También a los hombres que como Juan de la Rosa, el abuelo Ismael, el tío Alberto, Ovidio y el tío Rafael entre otros, fueron guardianes celosos de nuestra raza.

Domingo Acevedo

                            Horizonte de pájaros fugaces.

Se nubla el horizonte de fugaces pájaros que esconden sus nidos detrás de los cristales de la tarde.
Planean en un cielo crispado de nubes y sombras, heridos por los rayos de un sol que agoniza en los brazos de la noche.
Por el camino real Ninito, con todo el peso de la noche sobre su espalda, cabalga despacio hacia donde la abuela Mamá, Tita lo espera con los brazos abiertos.
Feb. 2012

Domingo Acevedo.
Un monumento a la pobreza

Es prima noche, por el camino las sombras cabalgan en el viento hacia los infinitos espacios del tiempo perdido tratando de alcanzar un horizonte de luz. 

en el cielo, el destello de las estrellas se agolpa en nuestras miradas prisioneras por la grandeza de un universo en expansión, mientras que en el monte los grillos elevan una sinfonía al infinito  y junto al camino real una casita techada con tabla de palma, cobijada con yagua y con el piso de tierra, apenas iluminada por una lamparita de gas, se erige como un monumento a la pobreza, en ella una familia malvive todos los días su cotidianidad de hambre y miseria.

Domingo Acevedo.
Enero/13

Desde donde vivo


Desde donde vivo puedo ver el mar distante levantarse más allá del muelle, lamiendo con su lengua azul el horizonte. A veces el viento del sur nos trae residuos de olas resecas por el sol, plumas de pelícanos gigantes, huesos de peces invisibles y restos de barcos hundidos por los años.


El río Haina parte el muelle en dos partes iguales, el muelle que permanece iluminado más allá de la oscuridad de los barrios haineros. De vez en cuando una bengala ilumina la noche o un disparo largo de fusil estremece el viento y ahuyenta a los polizones y a los ladrones de furtivos de mercancías barata.

Cuando desde mi ventana veo a los barcos anclados tan lejos de los sueños, siento pena de los marineros prisioneros del salitre y la distancia, que sueñan con hermosas sirenas que les roban el corazón para esclavizarlos en su mundo submarino de calamares fantásticos, caballitos tiernos de mar y peces de colores.

Feb/12

A esta hora el camino real.

El camino real a esta hora esta desierto, una brisa caliente levanta nubes de polvo que se pierden entre los matorrales resecos.

Es medio día, en julio el verano achicharra todo el monte y la primavera es un vestigio lejano de flores y mariposas derretido en el recuerdo de los abuelos que debajo de una mata de mango dormitan en el efímero esplendor de los sueños.
Enero 2012



A ninguna parte he ido todo este tiempo de vivir

A ninguna parte he ido todo este tiempo de vivir. He caminado sin rumbo por los caminos de la vida, he vivido una vida que no es mía, que es ajena, que le pertenece a otros, he cargado sobre mis hombros sueños y dolores ajenos.

Hoy me he quitado la máscara que he llevado puesta por tanto tiempo y he ido al espejo a mirarme tal cual soy y no me conozco, no soy yo, mi rostro es el rostro de todos, soy el pueblo, soy la vida, la esperanza.

Soy ese niño que muere cada tres segundos de hambre, soy esa mujer crucificada en la  más absoluta pobreza, soy ese hombre que después de un día de andar por la ciudad buscando una esperanza, vuelve a su casa con las manos vacías, soy ese anciano abandonado a su suerte, soy el mendigo de la calle, soy la muchedumbre acorralada por las guerras y el hambre, yo soy el dolor, soy la vida, soy la esperanza última.
Enero 2012




Bajo el gran árbol de la noche



Más allá de la miserable realidad de nuestra existencia, nuestra alegría permanece intacta  bajo los escombros purpuras de los amaneceres efímeros  del invierno tropical.

Nuestra rebeldía nos llevó a ser felices en medio de tanto horror, nada nos detuvo, ni el peso de las cadenas, ni la pobreza, ni el hambre, ni la lluvia eternizándose en el camino.

En las noches alrededor de la luna, en una danza olvidábamos nuestras penas. El ritmo de las tamboras y el calor de las hogueras nos emborrachaban de felicidad y nuestros cantos hacían florecer el maíz y multiplicaba los panes en las manos del hambre.

Bajo el gran árbol de la noche, florecido de constelaciones y estrellas, con fuego escribíamos nuestra historia en los pergaminos del tiempo, lo tristemente felices que éramos en  esa estación donde aún fluye la sangre en el inminente trayecto de la aurora, por donde todos los días, los fantasmas de Miche, Amantina y la abuela Mama tita se aleja hacia la ciudad dejando sobre el rocío, retazos del alma evaporándose con el sol de este amanecer que tejieron  entre mis ojos las manos analfabetas y tiernas de la tatarabuela, que se murió de ausencia en las habitaciones del verano, esperando ver como en noviembre en la luna llena  las planicies del sur se  llenan de unicornios.

Domingo Acevedo.
Feb/14



Mis huellas vienen de ninguna parte

Mis huellas vienen de ninguna parte y se pierden en una ciudad donde la soledad y el olvido se adueñan de todas las cosas.

Todos estos tiempo en caminado en círculo alrededor de la nada sin darme cuenta lo rápido que se han ido todos estos años, llevándose con ellos parte de mi vida.

Esta mañana me he mirado al espejo y me he visto tan desamparado que lloré imperturbable mi desdicha de ser humano.

EL RASTRO DE UN LÁGRIMA.

He seguido el camino de una lágrima dibujada en el rostro del atardecer, ya oscurece, esperamos a Felipe y a Ñoñó que fueron a pescar tilapias a la laguna de Manganagua, ha sido duro el día en el largo trajinar del hambre, la sequía  destruyó toda la cosecha, el monte achicharrado por el sol de julio, resplandece con las primeras estrellas y nuestras miradas se pierden entre las sombras del anochecer, a ver si vemos aparecer a nuestros hermanos    por el camino real.
Nos preocupa su tardanza, además el hambre ya hace estragos en nuestros estómagos, en la cocina mamá mantiene el fuego encendido, papá aun no regresa del monte, anda cortando la leña para mañana preparar el horno, han sido largos todos estos días de hambre, no hay maquey, ni yambí,  el monte está desolado,  con esta prolongada sequía, hasta las aves se han ido a otros lugares.
Desde aquí puedo ver el fuego de la cocina de Popó Candela, Negra su esposa debe estar haciendo la cena. Imagino a Miguela jugando con las sombras de la noche, más allá de las anacahuitas gemelas,  bajo los limoncillos florecidos de eternidad de la tía Tatín. El orgullo nos impide ir a pedir  un poco de comida a las casas ajenas, preferimos morirnos de hambre, inmerso en nuestra soledad. Desde aquí escuchamos las canciones tristes de la vellonera del negocio de Andrés Longo, cierro los ojos y se me humedecen los ojos de estrellas.
No sabemos que horas es, pero presentimos la presencia cercana de nuestros hermanos, oteamos el horizonte, el viento nos trae su olor mezclado con el olor de los pescados, suspiramos tranquilos, ya podemos sentir sus pasos certeros en la oscuridad, silban, para decirnos que ya llegaron, viene felices, cargados de tilipias y jicoteas. En medio del patio nos abrazamos bajo el cielo infinito de estrellas, mamá sale y también los abraza, nos preparamos debajo de la mata de javey, para quitarles las escamas a los pescados, ellos apartan un poco para llevarlos a sus casas, son muchos no nos lo comeremos todos esta noche. Papá llega, sudoroso, con toda la oscuridad de la noche pegada en la piel, deja a Julia, libre, que se acerca hasta donde nosotros estamos, rebuzna y sacude la cabeza, es su manera de decirnos, yo también estoy aquí, León ladra alegre, juguetea, salta,  nos lame las piernas y luego se acomoda en el suelo junto a nosotros.
Después de limpiar los pescados, buscamos un lugar en el patio donde encender una fogata y nos sentamos alrededor de ella, ya mamá hierve los pescados, hace un cardo con sal, ajo y orégano, no hay nada más, pero será suficiente por el día de hoy. Reímos, contamos historias, entonamos canciones ancestrales, León nos mira con asombro y Julia descansa hasta que mi padre la lleve al lugar donde pasa la noche, cerca de la casa debajo de la mata de café cimarrón, ella y León son parte de la familia, después de comer, Felipe, se irá  dormir con la tía Aurora y Ñonó, se irá a donde la tía Amantina, ella  lo crió desde muy pequeño. Más allá de la alambrada los grillos cantan incesante a las estrella.
Entre mis ojos cabe todo el universo, la noche huele a bosque seco, a luna llena y caldo de pescado, busco el calor de mis dos hermanos mayores, me siento entre  los dos y los miro con orgullo, ellos son  buenos pescadores y mejores cazadores,  un día seré como ellos y podré ir por el monte y  llegar más allá de los limites ancestrales y cazar la quimera, para entregarle a mis padres la felicidad eterna.
Mamá nos llama, es hora de comer, entramos a la casa, en la sala la llama de la lamparita jumeadora danza al compás del viento, por momentos parece que se apagará, para luego renacer de sus cenizas como un ave fénix,  está sabroso el caldo, sólo que la tilapias tienen muchas espinas hay que comerlas con sumo cuidado para que no se quede una en la garganta, es una pena que no apareció un coco para cocinarla, nos quedan algunas tilapias para mañana y tres sabrosas  jicoteas, para los días siguientes, así que podremos invitar a otros vecinos  a compartir  nuestra comida.
Manuel, mí pequeño y solitario amigo hace rato se fue, tal vez con hambre, imagino que vive allá, muy lejos, donde se ve aquella lucecita distante, él nunca ha querido llevarme a su casa.
Ya comimos, es hora de dormir, Felipe y Ñonó se despiden entre abrazos y sueños y me dicen que mañana temprano me llevarán con ellos a las distantes regiones del norte, a cazar, que me prepare, que pasarán a las seis de la mañana por mí, me voy a la cama feliz, el corazón no me cabe en el pecho, mañana por fin  podré ir cazar.
Nosotros conocemos y amamos cada palmo de nuestra tierra, amamos al viento, las nubes, las aves, los árboles, los animales, las mariposas, la lluvia, la primavera que hace florecer al bosque,  cada camino tiene un  horizonte  que termina en nuestros sueños y en definitiva, nuestro amor por la madre tierra, es el amor por la vida, es el amor a Dios que lo ha creado todo tan perfecto.
Para mí lo más importante es que se acerca el día en que podré atravesar los límites ancestrales del monte y atrapar a la quimera, para entregarles a mis padres la felicidad eterna.  
Mientras cierro los ojos, escucho los tambores lejanos que invitan para mañana en la noche, a bailar en el patio de la abuela Mamá Tita, la danza de la lluvia para conjurar la sequía.


El centauro


Recuerdo con pena, como hace ya más de quinientos años de la llegada del hombre blanco a estas tierras, que las compartíamos diversas criaturas del bosque en paz.

Ellos después de construir rústicos poblados que después se fueron convirtiendo en hermosas ciudades, en su inmenso egoísmo, no se conformaron con la tierra que tenían  y se fueron adueñando poco a poco y a la fuerza de todos los territorios de más allá del horizonte, donde habitábamos nosotros en,  no valió que resistiéramos, los caminos se fueron tiñendo con la sangre de las creaturas  de bosque, todo el que se opuso fue aniquilado.

Yo el último sobreviviente de aquellas batallas, el heroico y solitario guerrero de las sombras, el que no pudo ser vencido por la crueldad del hombre blanco, el que no cayó en sus engaños y trampas, el más temido y odiado, derrotado por el cansancio y la modernidad, no me quedó más que disfrazarme de humano para poder sobrevivir a la crueldad del hombre. Cuanto me costó adaptarme a sus defectos, y miserias, a su injusticia, a su inhumanidad.

Hoy que el tiempo ha pasado, envejecido en mi soledad casi eterna, arrastrando el dolor del extermino ya no puedo, no tengo fuerzas para seguir escondiendo por más tiempo lo que soy, es por eso que he decidido tirarme de este precipicio hacia la libertad.



Sueños perdidos en los conucos.

Son las seis de la tarde, detrás de la casa papá prepara su montura. Julia es una burra que nos ha acompañado en un gran trecho de nuestras vidas, ha estado ahí, en las buenas y en las malas, sobre su lomo nos ha llevado por todos los confines de esta tierra y más allá, a la ciudad en donde no hay espacio para los humildes labradores que llenos de harapos por sus calles inhóspitas venden sus sueños perdidos en los conucos y  por las que pregonan  a viva voz: verduuuras, yuuuca, aguaaaaacates, maaaaangos marchanta llevo carbooon, venga marchanta que llevo huevos criollos, para después de vender nuestros productos por miserables monedas, perdernos nuevamente en el monte con todos nuestros sueños a cuesta.

Ya la montura está lista, León juguetea entre nuestras piernas alegre, salta, ladra, mientras Julia nos mira con toda su ternura resumida en sus ojos tristes. No me acuerdo cuando llegó a casa pero la recuerdo de toda la vida, desde siempre, desde que tengo uso de razón.

Estamos detrás de la casa, bajo la mata de capá, mi madre, mi hermano Juancito, y yo, Felipe y Ñonó no sé por dónde andan. Ya mí padre está preparado al lado de Julia, se despide con un gesto de la mano y se monta, yo corro y me aferro con ternura a una de sus piernas y luego me alejo para ver como él, mi padre, se aleja por el camino en sombras a un lugar perdido en el monte, León  va tras él ladrando y saltando alegre, nosotros nos quedamos parados en medio de la noche hasta que ellos se pierden en la oscuridad.


Allá en un claro del monte mi padre tiene un horno hecho de troncos secos para hacer carbón vegetal, para luego venderlo en la ciudad. Tiene que cuidarlo, por eso es que amanece todas las noches vigilándolo para que no se incendie  porque sino en vez de carbón sólo encontrará cenizas.

En la carbonera, a la intemperie dormirá sobre algunos sacos de cabuya que lo cubrirán del frío de la noche y los mosquitos, acompañado de los grillos y las estrellas, las lechuzas y los murciélagos. A su lado León gruñirá a los fantasmas que rondan la soledad de la noche en el monte, él y Julia no desampararán a mi padre por nada del mundo, estarán siempre a su lado protegiéndolo de toda maldad escondida entre el silencio nocturno y la oscuridad.

Mañana tempranito, antes que salga el sol, mi madre, Juancito y yo iremos a encontrarnos con mi padre, les llevaremos un poco de café y algo de comer ya a  esa hora el carbón estará listo para llenar cuatro o cincos sacos para acomodarlos en el lomo de Julia y regresar a la casa, para de inmediato mi padre tomar el camino hacia la ciudad y venderlo a algún comerciante para traernos de comer para unos cuantos días.



HOY QUE GUANCHO NO ESTA.

Guancho fue uno de los pocos seres humanos con las que compartí retazos de mí vida, no fuimos niños de escuela. Nuestra infancia estaba diseminada por todo el monte, entre los conucos y los potreros, entre la maleza y los árboles perdidos bajo el sol ondulante de la primavera, entre los maizales dorados de mayo y los pastos de la tierra encantada donde, el tío Juan y el tío Alberto, peregrinos del alba, apacentaban  sus vacas.

Nuestra infancia todos los días se perdía por los infinitos senderos que recorríamos descalzos  detrás de la quimera, ensimismados en las historias que nos contaban  los abuelos que prisioneros de una gloria ya perdida en el ocaso de sus vidas todavía viven atrapados en sus sueños.

Hoy que guancho no está, lo recuerdo porque él siempre quiso estar a mi lado, compartir mi soledad  y mi tristeza, esa tristeza que él nunca entendió y que me acompañaría por el resto de mi vida. Recuerdo que recorrer el monte era nuestra única obsesión, trepar por  los árboles hasta alcanzar las nubes, hacernos invisibles entre las hojas y el viento y perseguir a los viajeros  hasta más allá de los límites de nuestras tierras, jugar con las mariposas y los pájaros y después de perseguir inútilmente a los fantasmas de nuestros abuelos por los infinitos senderos de la fantasía, tendernos boca arriba sobre el pasto a soñar con la felicidad, que la abuela Mamá tita nos decía que estaba más allá del horizonte y que nunca, por más buscamos entre  la fantasía y los sueños la  pudimos encontrar para regresarla a la aldea.
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Domingo Acevedo.


Ya son más de las cuatro de la tarde, el sol empieza a acrisolar el horizonte con sus rayos que se van atenuando con el paso de las horas  vistiendo de colores las nubes que raudas se alejan, huyendo de las sombras.

Por el camino los labriegos regresan de sus conucos, sobre sus hombros cargan el peso amargo de la pobreza. La tierra con esta larga sequia es poco lo que da.

Regresan cansados con sus azadas al hombro, sus machetes en el cinto, con sus sombreros de paja, las camisas sudadas, los pantalones remangados y los pies descalzos.
Julio es un mes árido donde el calor que se eterniza más allá de las noches parece quemarlo todo, hasta los sueños.

Ya hace un rato que el tío Juan de la Rosa y el tío Alberto regresaron de más allá de las lejanas praderas del rocío, se alejaron tanto hacia el oeste buscando pastos que cruzaron las claras aguas de la cañada de Guajimía y llegaron a Manoguayabo, en donde el ganado comió hasta hartarse y después abrevó en las aguas del rio Haina.

Son más de las siete  de la noche imagino que ya el abuelo Ismael llegó a su casa, en el km7 de la carretera Sánchez, llevó a Julia donde pasa la noche, se dio un baño, cenó y luego como todas las noches se sentó bajo los limoncillos florecidos de sobras y estrellas, junto  a Mimina, su esposa a ver como se alejan por la carretera Sánchez los pocos carros que pasan rumbo a Haina o San Cristóbal.

En la esperilla, los hombres después de darse un baño y comer algo se van juntando poco a poco en la pulpería de Andrés Longo a tomarse un trago, escuchar canciones en la vellonera y contarse viejas historias repetidas y carcomidas por el tiempo en donde olvidan lo amargo de sus vidas.

Es extraño pero Manuel hoy no ha dado señales de vida no se por donde andará mi solitario amigo. 

Hace un rato la tía Eufemia que venía de Manganagua, pasó por casa a saludar a mamá y siguió su camino hacia Borronoso, en donde vive con su familia.
Nosotros como es costumbre nos juntamos en el rancho de la abuela Mamá Tita, en el encontramos a  Ninito que hace un rato  llegó y mientras los adultos conversan en la enramada, nosotros correteamos por el patio, hacemos piruetas, danzamos  y nos hacemos dueños de la noche y construimos con la inocencia los sueños que nos permitirán sobrevivir a la vorágine del hambre.


Domingo Acevedo.



Ahora recuerdo a la abuela Mamá tita,  haciendo chola de Guayiga.

Ahora recuerdo a la abuela Mamá tita,  haciendo chola de Guayiga,  para mitigar el hambre de toda la vida, atrás ha quedado la  primavera, el verano se adueñó de todo el paisaje. Julio está lleno de malos presagios, hasta las gallinas han muertos en esta agria sequía.

Cada año que pasa el sol desata su ira con más fuerza sobre el bosque, sólo las hormigas han sobrevivido a la inclemencia del tiempo,  los ancianos dormitan debajo de una mata de mango, tratando de escapar del sopor del medio día.

La brisa caliente se desenreda entre los arbustos achicharrados, levanta nubes de  polvo en el patio, se arremolina, parece danzar y luego se aleja por el camino real,  más allá de los últimos bohíos del pueblo.

Domingo Acevedo.
He querido y no he podido resumir en mis palabras toda la tristeza de mis ancestros, todo el dolor que hemos acumulados en estos siglos de ausencia y exilio, en que hemos vividos marginados en el dolor de la pobreza, no ha bastado haber resistido tanto tiempo, al final nos ha vencido la nostalgia, aquí, en estas tierras hemos sepultado nuestras esperanzas, ya no regresaremos a nuestros orígenes, tristemente nos hemos resignado a morir aquí, tan lejos del calor de la aurora.
Domingo Acevedo.
Junio/15

LA PRIMERA LUNA DEL INVIERNO

Atardece, en la punta más distante del horizonte, el sol como un náufrago solitario, se hunde despacio en un océano de mariposas multicolores que revolotean alrededor de la nada. Las sombras como pájaros fúnebres van cayendo sobre la tierra, que ciñe sobre su cintura su vestido de luto y por las avenidas  de las grandes capitales del mundo, las luces montadas sobre el caballo azul  del viento persiguen a las sombras que se esconden entre las agrietadas paredes del  tiempo, dos ventanas en mi rostro se abren al universo, en ellas un complejo organigrama de estrellas giran alrededor de la primera luna del invierno. 




Me he quedado azorado ante el paisaje que tengo esta  tarde ante mis ojos: el mar asoma en la distancia por encima del muelle, entre los arboles dispersos en la distancia y las aves  marinas que rondan el cielo.
Los niños juegan a  lo lejos, saltan, corren, vocean, ríen, en la infinita felicidad de su niñez. Un racimo de rulo, el primo olvidado del plátano, se recorta contra los alambres de cobre del tendido eléctrico de alta tensión y los techos de cinc de las casas, una doña en una silla parece dormitar, agobiada por el sopor de la cuaresma,  mientras el viento con su andar pausado recorre los rincones del barrio y se aleja. Hay cayenas florecidas en los jardines  improvisados  de las casas miserables del barrio.
Ahora los niños regresan de la escuela con su algarabía y su inocencia dispersa por las calles polvorientas que se van perdiendo entre las sombras de la tarde que languidece, dejando paso a la oscuridad de la noche que se adueña de los rincones más inverosímiles  del barrio.

Domingo Acevedo.


Marzo/14

Feliz día del periodista.

Tomada de la red.

Ángel naturaleza.

Tomada de la red.

sábado, abril 01, 2017

Graficas de la pasada marcha verde en Santiago.

Gráficas de la marcha celebrada el pasado domingo 26 de marzo en Santiago de los 30 Caballeros en protesta contra la corrupción y la impunidad que impera en la República Dominicana 







Tomadas de la red.

Las divas en El Soberano con sus distintivos verdes.




Fotos tomadas de la red.

viernes, marzo 31, 2017

La delincuencia hay que atacarla en sus orígenes



Las personas honestas y serias ahora,  además de los delincuentes que azotan todas las regiones del país, también tendremos que cuidarnos de los policías y militares que han mandado a las calles con el supuesto propósito de combatir la delincuencias, ya que estos en vez de mantener a rayas a los delincuentes, lo que hacen es hacerle la vida imposible a las personas que se dirigen a sus trabajos con los odiosos retenes que son usados para macutear, maltratar, reprimir y hasta asesinar  a los civiles ya  que quienes dirigen estos operativos no tienen la más mínima formación humana para respetar los derechos de las personas  y se creen que el arma y el uniforme que poseen  le dan el poder de pisotear y humillar a los que por desgracia debemos salir a las calles a ganarnos la vida o hacer alguna  diligencia como es llevar los niños al colegio, ir al supermercado,visitar algún amigo etc.

Lo primero es que nos violan el derecho constitucional al libre tránsito y violan también el código penal que establece que ninguna personas puede ser detenida por simple sospecha, pero te detienen sin ninguna razón y sin ningún  tipo de cortesía.

Lo primero que  te preguntan es si tu eres militar,  parecería que los militares tienen luz roja para delinquir, ya que si eres militar te dejan ir sin requisarte, lo otro es que las personas no  tiene el derecho a  preguntar porque son detenidas, ya que eso los ofende de tal manera que se atreven a maltratarte físicamente.

Estamos jodidos no tenemos quien nos defienda, ya que estos militares y policías son los garantes del sistema de corrupción e impunidad que impera en la República Dominicana.    

Esta estrategia ha fallado en más de una ocasión y es que el problema de la delincuencia hay que atacarlo  por sus orígenes, por las causas que la origina, la corrupción estatal, la impunidad, la marginalidad, la pobreza, la falta de empleos y oportunidades entre otras cosas y no de manera superficial, primero hay que acabar  con la delincuencia arriba y luego con la de abajo.

Domingo Acevedo.
Marzo/17

Cunde el pánico

Elisabeth de Puig - 31 de Marzo de 2017
Cunde el pánico: en tres ocasiones el pasado sábado, en lugares muy distintos,  conocidos y desconocidos me hablaron solamente de su miedo a andar por las calles, de atracos, de la obligación de vivir recluidos, de la angustia cuando salen los hijos de noche:  “atracan en el  parqueo de tal famoso gimnasio de Naco”; “ya no se puede dejar los carros en los grandes centros comerciales porque te acechan”;  “vayan de preferencia a tal lugar pues está mejor vigilado que tal otro; “salir de un banco es un peligro”. Una real paranoia parece haberse adueñado de todos los que hasta hace poco gozaban de una vida privilegiada en los sectores residenciales de la ciudad de Santo Domingo.
A la velocidad que vamos pronto un chistoso sacará un Apps para permitirnos  circular de manera segura en un país dónde, en lo que va del mes de marzo, mataron a más de cien personas e hirieron a más del doble.
Cunde el pánico y un disgusto generalizado. ¿Qué está pasando a sólo un mes del discurso de autosatisfacción o de rendición  de cuentas propagandístico que pronunció el presidente de la República el pasado 27 de febrero?
A mi entender las copas se rebosaron y, de pronto, la gente se cansó de ser considerada como atrasados mentales. Gracias al despliegue contundente de informaciones sobre Odebrecht empezamos a entender  los lazos de causalidad entre la indignante delincuencia política que está pillando de manera vergonzosa el país y la puesta en jaque de la salud, la educación y la seguridad de la ciudadanía.
Por lo tanto, no es casual que la RD se quemara  estrepitosamente en los índices de felicidad por países publicados por la Red de Soluciones de Desarrollo Sostenible de la ONU (SDSN), que nos otorga el penúltimo lugar por Latinoamérica. Visto que los indicadores tomados en cuenta para medir el nivel de felicidad de los países fueron el sistema político, los recursos, la corrupción, la educación y el sistema de sanitario de cada país, nos hemos quemado porque la falta de lucha contra la corrupción y la mala asignación de los fondos del Estado en beneficio de una sola corporación mafiosa desencadenan una baja de todos los otros indicadores.
Se siente un descalabro en la vida de la gente y en su umbral de aguante. Cuando no hay fe en los políticos, ni en la Policía y la Justicia ocurren dramas como los que vivimos a diario: cualquier pendejo, con arma legal o ilegal, se vuelve un ajusticiador.
Marzo  ha visto llover todo tipo de informes y noticias alarmantes:  el informe del Banco Central indicando que la tasa de desempleo de las mujeres jóvenes casi duplica la de los hombres, el informe de Plan Internacional sobre los embarazos de adolescentes, las noticias contradictorias sobre Lajun y la basura que nos arropa. Los llamados de la Iglesia sobre la corrupción, las declaraciones de Monseñor Masallés que ve “perdida” la lucha contra la impunidad. Los periódicos todos los días reseñan más y más muertes y atracos, ocho muertos y catorce heridos por violencia en el último fin de semana, más feminicidios, en una espiral indetenible, sin hablar en este ambiente de los patéticos intentos de las autoridades y comisiones por desviar la bomba de tiempo de Odebrecht.
El muy fácil glosar sobre la mejoría del índice de desarrollo humano y el crecimiento de la República Dominicana. Pocos entienden que detrás  de estos datos se esconde un crecimiento desigual y antojadizo sin ninguna planificación: un día favorecerán los productores de fresas, otro la remodelación de un sector de la capital en vez de tal otro.
El dinero de nuestro crecimiento en vez de mejorar e impactar de manera sostenible en  la vida de la gente necesitada enriquece una banda política que llega al poder sin saco y casi a pie y que se ramifica desde el Palacio Nacional hasta las alcaldías pasando por la Justicia. Este modelo delictivo nos ha empobrecido  económicamente y, sobre todo, moralmente porque la corrupción y su hedor corroen de manera dramática a la sociedad  en todos sus estamentos.
Como me lo dijo ayer un joven de Villas Agrícolas de 18 años, pasaporte en mano: “Vengo a despedirme, me voy a España donde mi hermana. Me largo de este país.  Aquí, para nosotros los pobres lograr algo tenemos que ser peloteros, cantantes o, mejor, políticos”.
Tomado de Acento.com

Filete a la Odebrecht


Tomadas de la red.

Según informe del PNUD en República Dominicana se vive peor que en Venezuela


Publicación original de CNN Español
A primera vista, el nivel de desarrollo humano en Latinoamérica parece ir en aumento: la región sólo está por detrás de Europa y Asia en el último informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), que evaluó el bienestar en 188 países durante 2016. Además, la mayoría de las naciones de la región registraron un Índice de Desarrollo Humano alto y medio, con un sólo país en la categoría de bajo, Haití. Sin embargo, poniéndole la lupa a las cifras se develan dos hechos: no hay ninguna nación latinoamericana entre las mejores 10 (ni siquiera en el top 20 o 30) y la desigualdad sigue poniendo en jaque el avance de la región.
Cada año, el Índice de Desarrollo Humano mide tres dimensiones, sobre las cuales saca un promedio de 0 a 1:
  1. La esperanza de vida al nacer, enfocada a la capacidad de llevar una vida larga y saludable
  2. Los años promedio de escolaridad, que reflejan la posibilidad de adquirir conocimiento
  3. El producto interno bruto per cápita, como un indicador de poder tener un nivel de vida “decente”.

El primer país de Latinoamérica es Chile, que aparece en el puesto 38 del ranking mundial, con un puntaje de 0,84. Junto con Argentina, en la posición 45 y una puntuación de 0,827, son los únicos que en la región alcanzaron un Índice de Desarrollo Humano muy alto. Están seguidos por Uruguay (puesto 54), Panamá (60), Trinidad y Tobago (65), Costa Rica (66), Cuba (68) y Venezuela (71), en la categoría de alto. Los países con los índices más bajos de la región son, además de Haití en el puesto 163, Honduras (130), Guyana (127), Guatemala (125) y Nicaragua (124).
Estas fueron las posiciones de cada país en la región:
A nivel mundial, el primer puesto se lo llevó Noruega con un puntaje de 0,94. Le siguen Australia (0,93), Suiza (0,93), Alemania (0,92), Dinamarca (0,92) y Singapur (0,92), respectivamente.
La amenaza de la desigualdad
El PNUD destacó en su documento que el aparente progreso en Latinoamérica está dejando rezagadas a millones de personas. “Cuando se ajusta por la desigualdad, el Índice de Desarrollo Humano (IDH) de la región se reduce casi un 25% debido a la distribución inequitativa del progreso en desarrollo humano, en particular respecto de los ingresos”, explicó el comunicado de prensa del PNUD sobre Latinoamérica y el Caribe.
En este sentido, el reporte registró que en Latinoamérica hay más mujeres que hombres viviendo en condiciones de pobreza: para 2012 había 117 de ellas por cada 100 hombres, lo que representó un incremento del 8% desde 1997. Pero no sólo eso: la brecha puede seguir ampliándose a futuro.
“Este informe muestra que las vulnerabilidades son acumulativas. Una mujer, rural e indígena a quien no se le reconozca el derecho a la tierra, por ejemplo, enfrentará una combinación de desventajas”, explicó Jessica Faieta, directora Regional del PNUD para América Latina y el Caribe. También añadió que “tenemos que examinar de manera pormenorizada los promedios —incluidos los que parecen indicar que vamos por buen camino— para ver a quién se está dejando atrás y por qué”.
En parte por eso no hay que perder de vista la advertencia hecha por el PNUD en el informe de desarrollo humano regional que publicó en junio del año pasado: entre 25 y 30 millones de personas corren el riesgo de recaer en la pobreza.
“Muchos son jóvenes y mujeres con inserción laboral precaria en los sectores de servicios de la región. Forman parte de un grupo mayor, de 220 millones de personas (38%, casi dos en cada cinco latinoamericanos) que son vulnerables: oficialmente no son pobres pero tampoco lograron ascender a la clase media”, señaló el comunicado de prensa sobre el reporte en su momento.
Todos los países de la región, salvo Haití, registraron más de 10 años de escolaridad, estando Argentina en la cima con 17,3 años. Sin embargo las diferencias en el PIB per cápita sí son más marcadas pues mientras el que menos registra en esta taza son 1.657 dólares, el que más gana llega a los 28.049 dólares.
También preocupa la seguridad
La tasa de homicidios en Latinoamérica es de 21,6 por cada 100.000 personas, como lo indicó el comunicado del PNUD. Una cifra que es 14 veces más alta que la de Asia Oriental y el Pacífico, región que registró el menos número de homicidios. Además, por cada 100.000 personas en América Latina se encarcelan 244, una tasa bastante alta si se tiene en cuenta que Asia Meridional son 48 y en África Subsahariana, 88.
Y las buenas noticias son…
El PNUD reportó que en América Latina y el Caribe se redujo en un 70% la mortalidad de los niños menores de 5 años entre 1990 y 2015. Además, todo el continente fue declarado libre de malaria.
¿Y a nivel mundial?
El informe del PNUD también destacó los avances logrados a nivel mundial en términos de desarrollo humano. Por ejemplo, 1.000 millones de personas salieron de la pobreza extrema entre 1990 y 2015 y la tasa mundial de mortalidad de niños menores de 5 años se redujo en más de la mitad en el mismo periodo: pasó de 91 a 43 por cada 1.000 nacidos vivos. Sin embargo, hay otras cifras que también preocupan.
Una de cada nueve personas en el mundo padece hambre y una de cada tres, malnutrición. Condición que causa el 45% de las muertes entre los niños menores de cinco años. De hecho, 385 millones de niños viven con menos de 1,90 dólares al día. En total son 766 millones de personas que sobreviven con tan poco dinero.
Y la desigualdad también es pronunciada: el 1% de la población mundial posee el 46% de la riqueza. “Las desigualdades de ingresos influyen en las desigualdades en otras dimensiones de bienestar y viceversa, Teniendo en cuenta la desigualdad actual, los grupos excluidos están en una posición débil para iniciar la transformación de las instituciones, carecen de agencia (capacidad para actuar) y de voz y, por lo tanto, tienen poco peso político para influir en la política y la legislación por los medios tradicionales”, indicó el informe.
Además, la cifra de desplazados forzosos llegó a los 65 millones de personas. Una situación que el PNUD describe además del hecho de moverse de lugar como el enfrentamiento a condiciones extremas, entre las que se encuentran la falta de empleo, de ingresos y de acceso a servicios. “A menudo, sufren acoso, animosidad y violencia”, señaló el reporte. Y más de 21,3 millones de personas son refugiados, cifra que según el documento es casi la población completa de Australia.
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