lunes, agosto 06, 2018

El retrato del poder hegemónico


Lilliam Oviedo
“Puedo decir inequívocamente que no hay participación del gobierno de Estados Unidos en esto en absoluto” declaró John Bolton, el ultraconservador asesor de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, apenas horas después del atentado con drones contra el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro.
La prensa controlada por el gran capital colabora con el funcionario y sus secuaces colocando en sus titulares los adjetivos “supuesto” y “presunto” delante de la palabra atentado. ¿Qué calificativo les cabe a quienes dirigen la elaboración de las crónicas basura?
John Bolton habló para la cadena Fox News menos de 12 horas después del atentado contra Nicolás Maduro.
Se recuerda que en 1973, pocos días después del golpe de Estado contra el presidente chileno Salvador Allende, Henry Kissinger se pronunció en términos similares, no ante la prensa sino ante el propio Congreso de los Estados Unidos.
Habían pasado 31 años (año 2004) cuando fue divulgada una conversación en la cual Richard Nixon decía a Henry Kissinger: “Bueno no lo hicimos, como sabes, nuestra mano no se muestra en este caso…”. Y Kissinger respondía: “Nosotros no lo hicimos. Quiero decir, los ayudamos...a crear las condiciones de la mejor forma posible...”.
¿Será, acaso, desvelada, dentro de tres décadas una conversación similar entre Donald Trump y John Bolton?
El tema de la guerra económica, aunque los analistas pagados fingen ignorarlo, se reedita. Está documentado que tres semanas antes de que Allende fuera derrocado, funcionarios estadounidenses aprobaron un millón de dólares en ayuda encubierta para partidos políticos y organizaciones privadas en Chile, y también que Nixon propuso vender las reservas estadounidenses de cobre para bajar los precios internacionales del metal, del cual dependía en gran medida la economía chilena.
¿No es lo que ocurre hoy con el petróleo y con las numerosas trampas financieras?
El diseño de las tácticas y el criterio para elaborar la estrategia son readaptados en forma permanente, pero la naturaleza del imperialismo es la misma.
Detrás del bigote del guerrerista e interventor John Bolton o de la breve figura de Henry Kissinger se aposenta la personalidad de verdaderos militantes del atraso político y del sometimiento colonial.
Con insultos o con elogios…
En el quehacer político, y particularmente en el manejo diplomático, el poder hegemónico se disfraza, pero a su pesar también se retrata.
Tras la victoria de Andrés Manuel López Obrador, en México, Donald Trump le dirigió una cálida felicitación. A esa felicitación, hay que añadir la cordial visita de Mike Pompeo y los cordiales saludos de Trump tras recibir la carta en la cual López Obrador le manifiesta su intención de disminuir el flujo de indocumentados reduciendo a su mínima expresión los factores de expulsión que existen la América Latina y en Centroamérica.
La demanda de que se inicien rápidamente los trabajos de construcción del muro fronterizo, está, sin embargo, más enmarcada en la respuesta al presidente electo de México que el saludo elogioso.
Tras amenazar con el cierre del Gobierno si no se ejecutan sus propuestas básicas en materia de política migratoria, Donald Trump escribió en su cuenta de Twitter: "Debemos tener seguridad fronteriza, deshacernos de la migración en cadena, el sorteo, la captura y liberación, y liberar a las Ciudades Santuario; vamos por la migración por méritos, protejamos a ICE y a las autoridades policiales y, por supuesto, continuemos construyendo, ¡pero mucho más rápido, el muro!".
Eso es Trump, y es esa la naturaleza del sector político que lo llevó a la Presidencia, y no cambiará por el hecho de que López Obrador le hable de diálogo y le dispense un tratamiento amistoso.
Después del intercambio de saludos, López Obrador ha dicho que no quiere hablar del muro, pero Trump sí se refiere al tema, porque es uno de sus grandes proyectos, y, por supuesto, no ha dejado de serlo. Expresa su prisa y su determinación. ¿Dejará de hacerlo? No es lo que se alcanza a ver.
López Obrador, a través de las redes sociales, expresa que sigue apegado a sus proyectos. “Reitero: se dará prioridad a la medicina preventiva, se acabará con la corrupción en la compra de medicamentos, se terminarán los 57 hospitales inconclusos por la plaga del contratismo y se garantizará atención médica y medicamentos gratuitos”, dijo a través de Twitter.
El día 1 de agosto, expresó: “Hace un mes, más de 30 millones de mexicanos, nos dieron su confianza. Ni a ellos ni a nadie les fallaremos”. ¿No tendrá esa decisión como costo su presunta amistad con Trump? Indudablemente, o deja de ser para Donald Trump el gran tipo que aparentemente es, o deja de ser para su pueblo el líder en quien depositó su confianza el día 1 de julio.
Una pregunta todavía más problemática: ¿Tolerarán Donald Trump y su equipo asesor del cual forman parte John Bolton y otros ultraconservadores la implantación en México de un liderazgo similar al de Hugo Chávez?
Hay que mantener la pregunta porque aunque no son similares el ríspido discurso de Hugo Chávez y el moderado y cortés comportamiento social de López Obrador, el proyecto de convertirse en ente de colaboración para reducir al mínimo los factores de expulsión en los países centroamericanos, sustituyendo el uso de la fuerza por la motivación a las mayorías para permanecer en sus países de origen, no es un proyecto que pueda contar con la simpatía de Trump.
El concepto de clase no puede ser expulsado de la ciencia política, porque toda política afecta de uno u otro modo a los diferentes segmentos sociales.
¿Permitirá el sector conservador que ha tratado de presentar como potables las ideas de la ultraderecha presentando rostros frescos como portadores de las más vetustas formas de concebir la sociedad y la política, que desde México López Obrador se convierta en coordinador de un plan para acabar con la miseria, la exclusión y la desigualdad en toda la franja centroamericana?
Para proteger sus fronteras, Trump y su equipo entienden que son efectivas una guardia fronteriza bien armada y con derecho de disparar a matar, y la construcción de un muro.
La respuesta a la propuesta de López Obrador, ya comenzó a manifestarse en las presiones para levantar las vallas y aumentar la fuerza, y aún quienes se refieren al hecho como presunto atentado o como supuesto ataque, saben bien que se manifiesta en la subida de tono de las acciones contra Venezuela y en el enfriamiento de las relaciones con Cuba.
Si es insostenible la evasión del tema del muro por el electo presidente de México, lo es también el saludo elogioso en un ambiente que no podría ser más hostil.
“Cuando la hipocresía comienza a ser de muy mala calidad, es hora de comenzar a decir la verdad”, sentencia Bertolt Brecht. Y es preciso añadir que ahora la verdad se manifiesta, porque la calidad de la hipocresía es pésima. El poder hegemónico, a su pesar, enseña el rostro y las garras…

domingo, agosto 05, 2018

Pedro Henríquez Ureña

(Santo Domingo, 1884 - Buenos Aires, 1946) Escritor y humanista dominicano. Hijo de la poetisa Salomé Ureña de Henríquez, fue una de las figuras más sólidas y estimables de la cultura dominicana. Su vida literaria empezó a los catorce años, con la publicación de una colección de poemas titulada Aquí abajo. En 1901 se trasladó a Nueva York a cursar estudios universitarios. De aquella ciudad pasó a La Habana (Cuba), donde en 1905 apareció su primer libro, Ensayos críticos, para pasar luego a México, donde permanecería entre 1906 y 1913.

Pedro Henríquez Ureña
En 1914 volvió a la capital cubana, donde publicó un estudio acerca de Hernán Pérez de Ayala. Entre 1915 y 1916 residió en las ciudades de Washington y Nueva York; en Estados Unidos dio a la imprenta Las nuevas estrellas de Heredia (1918). Ese mismo año ingresó en la Universidad de Minnesota, en la que se mantuvo como docente hasta 1921. Durante esa época viajó a España en dos oportunidades y estableció contacto con Ramón Menéndez Pidal, quien escribió el prólogo a La versificación irregular en la poesía castellana, su tesis doctoral presentada en Minnesota.
De Estados Unidos salió hacia México; allí participó activamente de las políticas adelantadas desde la Secretaría de Educación por José de Vasconcelos, ejerció la docencia universitaria y fue director general de Enseñanza Pública en Puebla. En 1924 se trasladó a Argentina, país en el cual residiría hasta su muerte, con una pausa entre 1931 y 1933, cuando atendió el llamado del dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo para que se hiciera cargo de la dirección de Educación, labor que decidió interrumpir. Durante este período ocupó una cátedra en la Universidad. En Argentina fue catedrático en las universidades de Buenos Aires y de La Plata. Murió en 1946 mientras se dirigía en tren hacia esta última ciudad a atender sus compromisos académicos.
Erudito de tipo moderno, preocupado por la corrección y la pureza del lenguaje, y enamorado de los clásicos griegos, latinos y castellanos, Pedro Henríquez Ureña escribió pocas obras de imaginación; entre sus piezas literarias figuran el cuento La Sombra, el poema dramático El nacimiento de Dionisos y algunas poesías más, dentro del tono y ambiente del modernismo. Su limpieza literaria corrió parejas con su limpieza espiritual: por caminos opuestos a los de su hermano Max Henríquez Ureña, se alejó en cuanto pudo del dictador Trujillo.
Pedro Henríquez Ureña fue un filólogo y un ensayista de verdadera altura, apasionado por la sencillez del lenguaje, que procuró limpiar de barroquismos hasta llegar en ocasiones a la sequedad. Son fundamentales sus estudios titulados Ensayos críticos (1905); Horas de estudio (1910); Mi España (1912); La versificación irregular en la poesía castellana (1920); Seis ensayos en busca de nuestra expresión (1928); La cultura y las letras coloniales en Santo Domingo(1936); El español en Santo Domingo (1940); Plenitud de España (1940); Corrientes literarias en la América hispana (1941); y su obra póstuma Historia de la cultura en la América Hispánica (1947).

Son de verdadera importancia sus ensayos sobre Juan Ruiz de Alarcón y sobre Fernán Pérez de Oliva, así como su recopilación de Romances de América (1913), en la que recogió los romances españoles que todavía se recitaban o cantaban en la República Dominicana. Henríquez Ureña es apreciado como una de las más ilustres figuras de las letras de la América española.

Biografías y vidas.

viernes, agosto 03, 2018

La alianza estratégica entre China y Rusia cambia el escenario mundial

[alai-amlatina] Alainet.org Al Día - 03/08/18

Alai-AmLatina alai-amlatina@alai.info a través de listas.alainet.org 

16:06 (hace 6 horas)
 para alai-amlatina
- - - Servicio Informativo "Alai-amlatina" - - -
Agradecemos sus aportes económicos que permiten sostener este servicio: http://www.alainet.org/donaciones


Alainet.org Al Día - 03/08/18

Español:
Te invitamos a sostener el trabajo de ALAI. 
Contribuciones: http://alainet.org/donaciones.php

Mas informacion: http://alainet.org
FaceBook: http://facebook.com/America.Latina.en.Movimiento
Twitter: http://twitter.com/ALAIinfo
RSS: http://alainet.org/rss.phtml 

______________________________________
Agencia Latinoamericana de Informacion
email: info@alainet.org

Suscripciones: http://listas.alainet.org/listas/subscribe/alai-amlatina
Desuscripciones: http://listas.alainet.org/listas/signoff/alai-amlatina

Los Amos (Cuentos escritos en el exilio, 1962)

Juan Bosch
(República Dominicana, 1909-2001)

      Cuando ya Cristino no servía ni para ordeñar una vaca, don Pío lo llamó y le dijo que iba a hacerle un regalo.
       —Le voy a dar medio peso para el camino. Usté está muy mal y no puede seguir trabajando. Si se mejora, vuelva.
       Cristino extendió una mano amarilla, que le temblaba.
       —Mucha gracia, don. Quisiera coger el camino ya, pero tengo calentura.
       —Puede quedarse aquí esta noche, si quiere, y hasta hacerse una tisana de cabrita. Eso es bueno.
       Cristino se había quitado el sombrero, y el pelo abundante, largo y negro le caía sobre el Descueza La barba escasa parecía ensuciarle el rostro, de pómulos salientes.
       —Ta bien, don Pío —dijo; que Dio se lo pague.
       Bajó lentamente los escalones, mientras se cubría de nuevo la cabeza con el viejo sombrero de fieltro negro. Al llegar al último escalón se detuvo un rato y se puso a mirar las vacas y los crios.
       —Qué animao ta el becerrito —comentó en voz baja.
       Se trataba de uno que él había curado días antes. Había tenido gusanos en el ombligo y ahora correteaba y saltaba alegremente.
       Don Pío salió a la galería y también se detuvo a ver las reses. Don Pío era bajo, rechoncho, de ojos pequeños y rápidos. Cristino tenía tres años trabajando con él. Le pagaba un peso semanal por el ordeño, que se hacía de madrugada, las atenciones de la casa y el cuido de los terneros. Le había salido trabajador y tranquilo aquel hombre, pero había enfermado y don Pío no quería mantener gente enferma en su casa.
       Don Pío tendió la vista. A la distancia estaban los matorrales que cubrían el paso del arroyo, y sobre los matorrales, las nubes de mosquitos. Don Pío había mandado poner tela metálica en todas las puertas y ventanas de la casa, pero el rancho de los peones no tenía puertas ni ventanas; no tenía ni siquiera setos. Cristino se movió allá abajo, en el primer escalón, y don Pío quiso hacerle una última recomendación.
       —Cuando llegue a su casa póngase en cura, Cristino.
       —Ah, sí, cómo no, don. Mucha gracia —oyó responder.
       El sol hervía en cada diminuta hoja de la sabana.
       Desde las lomas de Terrero hasta las de San Francisco, perdidas hacia el norte, todo fulgía bajo el sol. Al borde de los potreros, bien lejos, había dos vacas. Apenas se las distinguía, pero Cristino conocía una por una todas las reses.
       —Vea, don —dijo—, aquella pinta que se aguaita allá debe haber parío anoche o por la mañana, porque no le veo barriga.
       Don Pío caminó arriba.
       —¿Usté cree, Cristino? Yo no la veo bien.
       —Arrímese pa aquel lao y la verá. Cristino tenía frío y la cabeza empezaba a dolerle, pero siguió con la vista al animal.
       —Dése una caminadita y me la arrea, Cristino oyó decir a don Pío.
       —Yo fuera a buscarla, pero me toy sintiendo mal.
       —¿La calentura?
       —Unjú, me ta subiendo.
       —Eso no hace. Ya usté está acostumbrado, Cristino. Vaya y tráigamela.
       Cristino se sujetaba el pecho con los dos brazos descarnados. Sentía que el frío iba dominándola. Levantaba la frente. Todo aquel sol, el becerrito...
       —¿Va a traérmela?—insistió la voz. Con todo ese sol y las piernas temblándole, y los pies descalzos llenos de polvo.
       —¿Va a buscármela, Cristino? Tenía que responder, pero la lengua le pesaba. Se apretaba más los brazos sobre el pecho. Vestía una camisa de listado sucia y de tela tan delgada que no le abrigaba.
       Resonaron pisadas arriba y Cristino pensó que don Pío iba a bajar. Eso asustó a Cristino.
       —Ello sí, don —dijo—; voy a dir. Deje que se me jipase el frío.
       —Con el sol se le quita. Hágame el favor, Cristino. Mire que esa vaca se me va y puedo perder el becerro. Cristino seguía temblando, pero comenzó a ponerse de pié.
       —Sí; ya voy, don —dijo.
       —Cogió ahora por la vuelta del arroyo —explicó desde la galería don Pío.
       Paso a paso, con los brazos sobre el pecho, encordó para no perder calor, el peón empezó a cruzar sabana. Don Pío le veía de espaldas. Una mujer se tizó por la galería y se puso junto a don Pía
       — ¡Qué día tan bonito, Pío! —comentó con voz cantarina
       —El hombre no contestó. Señaló hacia Cristino, que se alejaba con paso torpe como si fuera tropezando.
       —No quería ir a buscarme la vaca pinta, que parió anoche. Y ahorita mismo le di medio peso para el camino.
       Calló medio minuto y miró a la mujer, que parecía demandar una explicación.
       —Malagradecidos que son, Herminia —dijo—. De nada vale tratarlos bien.
       Ella asintió con la mirada.
       —Te lo he dicho mil veces, Pío —comentó. Y ambos se quedaron mirando a Cristino, que ya era apenas una mancha sobre el verde de la sabana.

50 cuentos imprescindibles



Aunque se trata de un objetivo a largo plazo, hemos llegado ya a los cincuenta cuentos publicados en esta sección de NarrativaBreve.com. Estamos pues más cerca de los 1001 cuentos. Vista la calidad de las narraciones que he ido publicando (y que vosotros habéis escogido), se puede decir sin caer en la exageración que se trata de cincuenta cuentos imprescindibles. Empezamos por Max Beerbohm y acabamos con José Saramago pasando por Cortázar, Borges, Cheever, Monterroso, Bierce, Carver, etcétera. 

A todos vosotros (escritores, editores, libreros, críticos literarios y lectores), muchas gracias por vuestra colaboración. 


Os dejo el listado de esos cincuenta cuentos imprescindibles:

LOS MEJORES 1001 CUENTOS LITERARIOS DE LA HISTORIA
NarrativaBreve.com

 1. "Enoch Soams", de Max Beerbohm (elogiado por Enrique Anderson Imbert en Así se escribe un cuento, Suma de Letras, 2003, página 159).
2. "Casa tomada", de Julio Cortázar (elogiado por José Donoso en Así se escribe un cuentoSuma de Letras, 2003, página 237).
3. "Macario", de Juan Rulfo (elogiado por José Donoso en Así se escribe un cuentoSuma de Letras, 2003, página 237).
4. "Las moscas", de Horacio Quiroga (citado por Edelweis Serra en Tipología del cuento literario, p. 123). 
5. "Esa mujer", de Rodolfo Walsh (elegido en una encuesta que Alfaguara le hizo a críticos literarios el mejor relato argentino del siglo XX). 
6. "La casa inundada", de Felisberto Hernández (uno de los cuentos preferido de Julio Cortázar)
7. "Vivir para siempre", de James George Fraser (seleccionado por Borges, Bioy Casares y Silvina Ocampo en Antología de literatura fantástica).
8."Regreso a Babilonia", de Francis Scott Fitgerald, elogiado por Harold Bloom en Cuentos y cuentistas. El canon del cuento
9. "El dinosaurio", de Augusto Monterroso, elegido vía email por Juan Planas Benássar, poeta y columnista de El Mundo.
10. "La barrica de amontillado", de Edgar Allan Poe, seleccionado vía email por el crítico literario Manuel Simón Viola
11. "Septiembre", de Pilar Galán, seleccionado vía email por el editor y escritor Marino González Montero. 
12. "El nadador", de John Cheever, seleccionado vía email por la escritora Paloma González Rubio
13. "El Aleph", de Jorge Luis Borges, seleccionado vía email por Eloy M. Cebrián
14. "El cuentista", de Saki, seleccionado vía email por Pilar Galán
15. "Ajedrez", de Kjell Askildsen, seleccionado por Antonio Sánchez, propietario de la Librería El Buscón (Cáceres). 
16. "El gesto de la muerte", de Jean Cocteau, seleccionado por María Carvajal. 
24. "El chiquitín", de Luigi Malerba, seleccionado y comentado por Blanca Ballester.
27. "La tercera orilla del río", de João Guimarães Rosa, seleccionado, traducido y comentado por Paz Díez Taboada.
39. "En memoria de Paulina", de Adolfo Bioy Casares, elogiado por Mempo Giardinelli en Así se escribe un cuento.
41: "Mi hijo el asesino", de Bernard Malamud, recomendado y comentado por Jaime Díez Álvarez. 
43: "Bolsas", de Raymond Carver, recomendado e introducido por Ana Mª Morales Malmierca.

Y el listado continúa...

NarrativaBreve.com

Archivo del blog