Nada puede justificar la deslealtad entre entre padres e hijos, entre amigos, entre maestros y alumnos y menos entre un cinta negra y su sensei, en donde suponemos que hay fuertes vínculos en la sinceridad arraigada a través de años de duros entrenamientos y sacrificios, que va desde el vínculo puramente profesional, pasando por lo afectivo, por ese sentimiento de fidelidad que debe sentir un alumno por su sensei y un sensei por su alumno, establecido en el código del karate.
Las diferencias siempre existirán, ya que no todos siempre pensaremos de la misma manera, ni tendremos los mismos enfoques sobre determinados puntos de vistas y en la medida en que el estudiante va avanzando en el conocimiento del karate, es posible que surja en él dudas que lo induzcan a buscar en otros lugares respuestas a las enseñanzas de su sensei, más eso no debe ser motivo de deslealtad, sino un motivo para conversar y entenderse como seres humanos que por años han estado unidos por los lazos fraternos de las artes marciales.
Y sí el alumno quiere emprender un nuevo camino, buscar nuevos horizontes, el sensei debe entender que cuando se crece esas cosas suceden, debe dejarlo ir en paz y seguir siendo alumnos y maestros, cada cual por su lado, sin conflictos y sin traumas.
Algunos de los diferentes estilos que practicamos hoy, surgieron de esas diferencias, dudas y enfoque distintos entre alumnos y senseis, sobre los métodos y las técnicas que se enseñaban en la antigüedad, por lo que yo creo que no debe haber deslealtad, ni traición entre senseis y alumnos por pensar o tener diferentes criterios, sino tener la inteligencia, la tolerancia y la suficiente madurez, para dirimir las diferencias permitiendo de esa manera que se tome la mejor de las desiciones y que sea aceptada como buena y válida por ambas partes.
Debemos entender, aunque nos duela, que las personas que están a nuestro lado, tienen el derecho a tomar su propio camino, cuando lo crean necesario.