Lo que ven no es solo una fotografía.
Es una despedida.
Es una imagen de amor: única, silenciosa, más fuerte que el miedo, la soledad e incluso la muerte.
Una historia inolvidable.
Ndakasi era una gorila de montaña.
Cuando tenía solo dos meses, los guardabosques del Parque Nacional de Virunga, en lo profundo del Congo, la encontraron aferrada al cuerpo sin vida de su madre, asesinada por cazadores furtivos.
No huyó. Se aferró con fuerza, como si aún pudiera traerla de vuelta.
Fue entonces cuando apareció André Bauma, un joven guardabosques.
No tenía nada más que sus manos.
Levantó su pequeño y tembloroso cuerpo y la abrazó contra su pecho.
Se quedó con ella toda la noche, calentándola con su propio cuerpo, rezando para que sobreviviera.
Y sobrevivió.
Desde ese momento, fueron inseparables. Ndakasi fue llevada al Centro Senkwekwe, el único orfanato del mundo para gorilas de montaña.
Allí, aprendió a respirar de nuevo. A confiar de nuevo. A vivir de nuevo.
Con el tiempo, se hizo famosa.
En 2019, una foto suya se hizo viral: de pie, sonriendo, con la mirada fija en la cámara, como diciendo: "Estoy aquí. Y estoy bien".
Millones de personas compartieron esa imagen con una sonrisa.
Pero pocos conocían la historia detrás.
Porque Ndakasi no era solo una "gorila graciosa".
Era una superviviente.
De la guerra. De los cazadores furtivos. De la destrucción de su bosque. De la soledad.
Y a pesar de todo, aún sabía amar.
Durante catorce años, tuvo a alguien que nunca la abandonó.
André fue su hogar.
No solo un cuidador, sino un verdadero amigo.
La única constante en un mundo lleno de caos.
Luego llegó la enfermedad. Su cuerpo se debilitaba cada día.
Pero André nunca se fue.
La cuidó sin descanso. Sin necesidad de palabras.
Y cuando sintió que el final se acercaba, hizo lo único que mejor sabía hacer:
Recostó la cabeza en su pecho y se durmió.
Para siempre.
Imagina ese momento.
El silencio tras el último aliento.
Un corazón que aún latía, roto.
Y el suave peso de la confianza, dejando ir.
Eso es amor.
No ruidoso ni dramático, sino presente.
En manos que nunca sueltan.
En ojos que nunca apartan la mirada.
En un vínculo que habla por sí solo.
Ndakasi no era solo una gorila.
Era una amiga, un ser que caminaba sobre el fuego y aun así florecía, gracias al cariño y al amor.
Era un trocito de la naturaleza que nos miraba a los ojos y preguntaba:
"¿Y tú? ¿Qué haces con el amor que has recibido?"
Recuerda su nombre: Ndakasi. La gorila que hizo sonreír al mundo y falleció en los brazos del hombre que la amó hasta el final.
Que su historia nos ilumine.
Que su memoria nos recuerde que todo ser vivo merece respeto, protección... y un corazón dispuesto a acogerlo, incluso en sus últimos momentos.
Fuentes:
Parque Nacional de Virunga, Declaración Oficial sobre Ndakasi, 2021.
BBC, “La gorila de montaña Ndakasi muere en brazos de un guardabosques”, 2021.
National Geographic, “La vida y el legado de Ndakasi”, 2022.