

En 1923, tras presenciar un accidente brutal en las calles, Morgan no se quedó quieto. Pensó: ¿Y si existiera una señal que indicara con claridad cuándo parar y cuándo avanzar?
Así nació la idea del semáforo moderno, con tres posiciones: alto, precaución y siga. Un invento simple, pero revolucionario.
El problema: nadie quería comprarle nada a un hombre negro.
La solución: vendió su idea a través de intermediarios blancos. Porque aunque su rostro no fuera aceptado, su genio era imparable.
Garrett también creó la máscara antigás, salvando vidas en guerras, incendios y minas. Todo desde el anonimato. Desde la resistencia. Desde el dolor transformado en propósito.
Nunca buscó fama. Solo justicia.
Porque mientras otros ponían barreras… él encendía caminos.