jueves, octubre 21, 2021

Ciguapa dormida en el viento

 


 

He ido recolectando mis palabras

a través del tiempo

para poner en tu frente

madre

una corona de flores y estrellas

ciguapa que habita a la sombra de los flamboyanes

dormidos en el viento

cuyos pasos se pierden en las noches

queriendo alcanzar la luna

hija de la lluvia

y el bosque

heredera de los amaneceres

y el rocío

mujer que me llevo durante nueve meses

en su vientre

alimentándome de su fortaleza

y su ternura

y con dolor

un día profético de noviembre

antes del amanecer

de una nueva década

me trajo al mundo

para que pudiera ver con mis ojos

el horror

y pudiera testimoniar con mis palabras

la pena ancestral de nuestros abuelos

esclavizados en las plantaciones

de algodón y caña

en donde a pesar de la crueldad del amo

en  las noches

las tamboras repican libertad

y anuncian en secreto

la huida de los esclavos al quilombo

Sept/2021

Domingo Acevedo.

A mi madre Consuelo Acevedo.

 



 

Nueve anos de eternidad (1961-1970)

 


 

Este poema trata de nuestro regreso a nuestras tierras después que fuimos desalojados por la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo en el 1959, después de su muerte en el 1961 volvimos a recuperar nuestro territorio pero Balaguer nos desalojo nuevamente en el 1970 y ya nunca más pudimos volver a nuestra tierra, por eso el titulo nueve anos de eternidad.

 

Hoy en el 2021, después de tanto tiempo nos queda la tristeza y la  impotencia ante los abusos del estado y el no haber podido volver a la tierra que amábamos tanto.

 

El regreso fue feliz

desenterramos nuestros sueños petrificados debajo de la tierra 

con nuestra alegría poblamos  los espacios de la ausencia

y volvimos a correr por los caminos interminables del botao

a buscar mangos y aguacates en el fundo de la abuela Mama Tita

a levantarnos tempranito a  buscar la leche donde el tío Juan de la Rosa

a buscar agua al hotel Embajador

volvimos a caminar por los senderos de los sueños

con el alma salpicada de lunas  y  estrellas

recuerdo las mañanitas frías

las horas memorables del rocío

nuestros viajes interminables hacia los amaneceres rosas de abril

las mariposas amarillas

el olor de las guayabas

mayo que tejía  con sus hilos de plata los colores de la primavera

el relámpago

el rayo

el trueno

la lluvia

con diciembre llegaba la época del amor y la nostalgia

yo siempre me dejaba vencer por la melancolía

de esos  días efímeros

adornados por las flores de pascua

el viento del norte que nos endulzaba el alma

con la tristeza de un siglo enlutecido por las guerras y el odio

mientras que en el cielo placido del invierno

la luna llena

amarilla y redonda

como una moneda

gastada entre mis ojos

la noche buena

la navidad

el año nuevo

el día de reyes

la prisa para que anocheciera

para irnos temprano a dormir

y poner debajo de la cama

la hierba de guinea para los camellos

el vaso de agua

la menta verde

el cigarrillo crema

y el papelito con los deseos

para los reyes magos

el desvelo

y al otro día

la decepción

debajo de la cama no había ningún juguete

los reyes no pudieron entrar

León asustó a los camellos con sus ladridos

y siguieron de largo 

nos quedaba la inocente tristeza

de no entender porque no teníamos

un juguete como los demás niños

porque ellos sí

y nosotros no

era tanta la impotencia

que no advertíamos

la muda tristeza de nuestros padres

que desesperados nos decían

no se apuren

la vieja Belén pasará

con algún juguete de lástima para ustedes

después de tanto tiempo

todo nos parece tan hermosamente triste

el camino real

el hotel Embajador

el campo de golf

Borronoso

La carretera de Caliche

los Transformadores

la Esperilla

el colmado de Birin

el almacén de Amarante

la pequeña escuela

el viejo maestros

que cuando Andrés Longo

se emborrachaba lo hacía huir

y tenía que dormir en el monte

Cató

Celia

Minó

Ovidio

doña Ericka

la esposa del embajador de Alemania en el país

que  siempre nos agradeció aquel gesto de Chobolo y Ñoño

que encontraron a sus dos hijos perdidos

en el campo de golf del hotel Embajador

y se lo entregaron sanos y salvos

las monjitas de la nunciatura

siempre tiernas y cariñosas

sor Refugio

sor Milagros

sor Inés

el seminario que estaba entre la avenida 27  de febrero

la avenida Lincoln

y la avenida Bolívar

donde hoy está la Pontificia Universidad

Católica Madre y Maestra

el padre Mancilla

los monaguillos

la misa

las catequistas

el catecismo

el bautizo

la primera comunión

hemos crecido tanto

que ya todo es desilusión

y nostalgia

Pepé el loco

Cohete

Doble tapa

Mallen

Mario el tuerto

La clínica de Zaiter

En donde las personas encontraban la calidez

de los afectos

de un médico dedicado a curar a los pobres

Bebe leche

Guancho

Enrique

Mambo

Belén la partera que con sus manos maravillosas

hacía posible que la vida ya concebida

brotara del vientre de las madres abandonadas en el olvido

Elio

Billigo

Chéche

Coquillo

Piringo

los Dendenes dueños de las madrugadas y el rocío

Esteban

Moncho

Lolita

el viejo Magaleno

Isabel la mamá de Antonio

que en enero

después de reyes

para la vieja Belén

cruzaba el horizonte

regalando juguetes y ternura

a los niños pobres

Julio que con sus manos de alfarero 

hacía panes de ternura 

que repartía en las madrugadas

a los fantasmas de la ciudad

para mitigar el hambre de toda la vida

Bertilia

Víctor Enrique

Aurora

Pipí

todavía Diego y canina

todos los días

llegan tempranito a casa

con el olor del rocío pegado en la  piel

a buscar un poco de café

para luego seguir su camino

hacia los conucos

en donde la primavera

florece en sus corazones

como evidencia

de que los días de hambre

quedaron en el olvido

Mangula

Folla

Juan Ballenilla

papá Goyo

El maestro ingles

desterrado de su país  

y condenado a vivir en esta tierra

en donde murió sin más gloria que el olvido

La tía agustina

El tío Alberto

Doña Lola

Silvio el hijo de Minta

Chacho  que lo curaba todo con sus botellas

de hojas y raíces del bosque

Subendo

la tía Tatín

Juan de la Rosa

el abuelo Ismael

la vellonera de Andrés Longo

con aquellas canciones de Niní Cafaro

eternizándose en las noches tristes de nuestra ausencia

Taina

Minimito

Guillermo

Juan Barriga

Ninito que todavía cabalga despacio

por el camino de los atardeceres

hacia donde la abuela Mama Tita

lo espera con los brazos abiertos

Quiquita

Titín el barbero

Tiro

Domingota

Mi madrina Zoila

el play a dónde íbamos a tirar piedras a la luna

Popó Candela

Ramon Nolasco

Ramonita

Damiana la Patana

Mandinga  en su soledad

todavía camina triste por el camino real

hacia ninguna parte

la vieja Tiesa

Salvadora

Juanita Tiro

la tía Eufemia

Caquín el zapatero plebe  remendón y borrachón

Juan caco de yuca

Felimón

Chuchú

Zira la mamá de Fafa Taveras 

Ulises su esposo

que alguna vez nos paseó a todos en su vieja motoneta

por las calles de fantasía de la ciudad

alegre de más allá de la alborada

mi padrino Higüeyano

Chenchita

el tío Gugú

Palilo

Brito el policía amigo

que después de la guerra

en esa época oscura de terror y muerte

de los 12 anos

cayó abatido

víctima de la violencia política

en una calle de Santo Domingo

Isidro el caballo

Fabrí

Rosita

Andesito

Eduviges que cuando supo que tenía que irse

para siempre de sus tierras

se dejó morir atropellada por un vehículo

En la avenida 27 de Febrero

frente a Manganagua

María de los Ángeles

Felipe

Pimpa

Joaquín la flecha

Josefita empeñada siempre

en esconder detrás de un disfraz varonil

sus atributos de mujer

Pichao

Guaroita

Pichón

Blanco

el tío Vallejo

solitario y tierno

vagando por la tierra que lo olvida

con su saco llenos de sueños y ternura

tocando puertas que hace siglos la vida le cerró para siempre

el tío Rafael

Amantina

Felipito

Sergio

a donde se fue Sesen 

a morir entre los recuerdos de la guerra patria

sus sueños inconcluso 

y el olvido

Gero

Nego

Pascuala

Altagracita

Juliana

Aun repican en nuestra memoria

el ritmo frenético de  las tamboras

que nos llaman del pasado

para que nos juntemos

en el presente

para que no se pierda en el tiempo

el legado de los abuelos

 

Domingo Acevedo.

 

 


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