miércoles, febrero 13, 2019

En Palma Sola, mataron general Rodríguez Reyes, para culpar a los Mellizos



“Al primero que mataron fue al general Miguel F. Rodríguez Reyes, porque esa era la idea: matarlo a él para acusarnos a nosotros”, expresa Adriana Rodríguez Beltré, hija mayor de uno de los mellizos de Palma Sola que tiene recuerdos escalofriantes de la masacre producida en el lugar el 28 de diciembre de 1962. 

Ella pudo conversar con el militar en los momentos previos a su caída. Miguel Francisco Rodríguez Reyes llegó con siete oficiales, agrega, mientras los hijos de Plinio Rodríguez giraban alrededor de un círculo que el líder religioso trazó para protegerlos de lo que había vaticinado: el ataque. 


El general les ordenó: “¡Dejen esa ceremonia que vamos a formar un pelotón!”, cuenta Adriana. Añade que luego de pronunciar estas palabras “entró a la iglesia, se sentó, pidió un vaso de agua…” “Yo salí y vi que todo estaba rodeado, de pronto sonó un disparo y el general salió: seguido lo mataron”. 

 Tanto Adriana como sus hermanos, primos y sobrinos se reunieron para denunciar la supuesta venta de los terrenos de Palma Sola, considerados como una reserva histórica. Afirmaron que un hijo de Rodríguez Reyes estuvo persiguiéndolos y debieron ocultarse de él hasta hace poco, porque la falsa versión de que ellos asesinaron a su padre se transmitió por años. 

 De ese infausto momento conversan, además, con estupor y lágrimas, Susana, Américo, Josefina, Ylsa María y Manuel de Jesús Rodríguez Beltré, hijos de Plinio Rodríguez, uno de los mellizos que continuó la tradición del llamado “Papá Liborio”. 

Manuel es el menor. Tuvieron que registrar Beltré como primer apellido pues su padre no lo pudo declarar, ya que fue exterminado en la masacre. Sus restos reposan en Palma Sola. También ofrecen testimonios Urbana Cuevas Ventura, cuyo padre, Donato, alias Nonito, cayó en los sucesos, y Paulina Mora Rodríguez, sobrina de Plinio. 
Los humildes descendientes repiten las mismas expresiones de los que gritaban en medio del tumulto, el calor, el fuego, las lacrimógenas, los disparos e incendios. Adriana no vivía en Palma Sola, sino en la casa de unos tíos en San Juan de la Maguana. 

Pero ese día mientras visitaba en la cárcel León Romilio Rodríguez, otro de los mellizos, apresado por el culto, un militar le mandó a decir a su padre que iban a ser agredidos y ella, valiente, fue a unirse a la familia. -Mi hija, usted si es guapa, ¿a qué vino? Viene una comisión entre cielo y tierra que ustedes no podrán aguantar, y concluyendo sus palabras la niña, de 13 años, vio sobrevolar dos aviones.

 “Papá le pidió a la muchedumbre que lo dejaran solo, pero la gente no se fue, dijeron que preferían morir”, atestiguan. Plinio pidió a su esposa, Ana Josefa Beltré, que le colara café y decretó: -¡Ustedes verán ahora mismo! ¡Estamos aquí vivos pero pronto van a pasarle por arriba a los muertos, va a haber una guerra! ¡Salgan! -¡No! ¡Aquí la vamos a esperar!, replicó Esthervina Cuevas, su hermana. 

 El papá observó a los militares desarmando a los liboristas y golpeando a un devoto llamado Avelino, “le quitó el arma y le dio con ella y ahí papá cayó muerto”, recuerdan. “¡Caarajooo, los hombres!”. Adriana corrió al lugar donde derribaron a su padre. “Lo volteé, le quité la camisa y no tenía ni una gota de sangre”, narra. 

Muchas conjeturas y análisis científicos y populares se han hecho sobre este caso insólito que Adriana vivió y que suscriben sus parientes. “Tenía dos crucifijos y dos espuelas. Mamá se lanzó sobre él, se levantó y gritó: ‘¡Caarajooo, los hombres! ¡Vamos a pelear aunque sea con palo y piedra!”. 

 Los adultos que hoy relatan estos episodios eran niños a los que las circunstancias obligaron a cubrirse de lodo por el humo, los gases y el abrasante calor, ya que además, la guardia incendiaba las viviendas, recuerdan. Ana Josefa fue herida en un brazo y sangrando siguió exhortando a los atacados a defenderse. Los militares entraban a las casas y disparaban a todos, manifiestan.
“Recuerdo como ahora cómo fue herido Caamaño”, continuó Adriana. “Estaba parado con su ametralladora sobá y papá se la arrebató y él cayó herido”. Francisco Alberto era comandante de un cuerpo policial anti motines denominado Cascos Blancos. La dama confiesa que su familia lo conocía desde antes del acontecimiento. “Era amigo de mamá, de los mellizos y de Maura Medina, iba siempre por allá…”. 

 Los muchachos veían con tristeza cómo los militares “se llevaban en camiones la crianza y los bienestares de papá y mamá” pero no se detenían. “Nos reunimos y salimos y nos ocultamos detrás de una mata de palma”. Adriana exclama: “Señores, hay que creer en Dios, esos militares nos pasaban cerquita y nosotros nos quedábamos calladitos, cuando se fueron cruzamos donde Nicanor…”. Salvaron sus vidas. “Pero murieron muchos tíos y sobrinos y padres. 

A Tulio y a Nicolás los amadrinaron por manos y pies y les prendieron candela. Tulio pudo salvarse. Vimos cómo a muchos fugitivos les sacaban el dinero de los bolsillos”. “Buscaba a papá en los palos”. 

Los descendientes de los mellizos de Palma Sola se agruparon para entonar las salves que cantan a Liborio y a sus padres en las procesiones y ritos que celebran en el santuario al que ahora están impedidos de entrar. Lloran más que alegrarse, pese a los años transcurridos después del exterminio. 

 Américo solloza al decir que “eso nos afectó a todos” y Susana, bañada en lágrimas, revela: “Yo iba a los palos creyendo que eran mi papá. Hay días que amanezco con eso en la cabeza y no como”. Pero Josefina es la más afectada.

 Igual demuestra su pesar entre llanto pues al ser tan niña no conoció a su padre. -¡Devuélvete que ahí viene la guardia a acabar lo que queda vivo!, es una de las exclamaciones que aún resuenan en sus oídos. No vieron los cadáveres de sus parientes, amigos y vecinos. “Palma Sola era un sitio de paz, de creencia en Dios, papá regaba maíz y decía: ‘Así vendrán las personas”, cuentan buscando explicación al genocidio. 

 Aseguran que Donald Reid y Rafael F. Bonnelly fueron “ofreciendo dinero a papá para que mandara a la gente a votar por ellos” y él respondió: “Yo no mando a nadie a votar”. Enfatizan que los visitantes replicaron: “Si no votan les vamos a prender candela”. 

 Historiadores y sociólogos atribuyen a la matanza connotaciones políticas y el predominio de la Iglesia Católica, contraria al movimiento mesiánico. 1962 era un año electoral en el que se disputaban el poder los influyentes Partido Revolucionario Dominicano y la Unión Cívica Nacional. Fuentes Hoy digital. 07/09/2015.

Al coronel de abril, gloria eterna.

Desde abril a Caracoles, gloria eterna al Coronel de Abril.


FEBRERO ERA GRIS ENTONCES
Playa lejana
silencio de olas y espumas
silencio de polvo y arena
silencio de Caracoles
Barcarola de sueños y de ternura
uniformes
botas y fusiles
mochilas cargadas de ilusiones
guerrilleros que se alejan de la playa
rumbo a las montañas
donde el frío muerde la noche
y la muerte cabalga en el viento
y se esconde entre los árboles trémulos
y acecha uniformada
y sigue el rastro húmedo
de sus pasos sobre la hierba mojada
febrero era gris entonces
y los días
se trasnocharon borrachos
en el silencio de los cobardes
que tenían las manos temblorosas
y la boca llena de baba
y en la sangre la angustia
y la desesperación
por haber anidado en el alma la traición
ellos Coronel
inexplicablemente callaron
la presencia de ustedes en Caracoles
pero hoy después de tantos años
hacen de tus sueños un afiche
y de febrero un escenario de flores y aplausos
cobardes
que todas sus vidas han hablado
de revolución
pero nunca han tenido el valor de empuñar un fusil
y hacer patria
seudo revolucionarios
que menstruaron de temor
blasfemos
que hacen delirar a la multitud
con sus discursos enérgicos
efímeros astros
que brillanen un opaco
firmamento de sangre
frívolos camaleones
hiedras venenosas
que van dejando tras de sí
las huellas indelebles
de la muerte y el luto
ellos te vendieron Coronel
a los vampiros
que ahogan en sangre
las más mínimas aspiraciones de libertad
de los pueblos que como el nuestro
luchan por alcanzar la luz
a los monstruos pálidos y crueles
que habitan en el norte de la tierra nueva
y quienes se creen con el derecho
de regir el destino del mundo
febrero era gris entonces
y tu piel un rastro en la arena
que se alejaba de la playa
rumbo a las montañas
donde tu voz de fusil
aún truena lejana
y hace temblar
a esos Generales indecentes
que se cagaron en los pantalones
cuando supieron de tu presencia
en Caracoles
porque ellos
nunca tuvieron tu estatura
ni tu valor
ni tu heroísmo
por eso llamaron
a sus amigos del Pentágono
quienes precisaron
la necesidad de tu muerte
y ordenaron
que enviaran la jauría tras de ti
que ávida y sedienta de tu sangre
temerosa
te buscaba incesante
entre el hambre y la fatiga de los días
eternos de febrero
donde la muerte
se escondía entre los árboles trémulos
y acechaba uniformada
la muerte
hacía su ronda cotidiana
febrero era gris entonces
y la tarde entristecida
mezcla de pólvora y sangre
se despedía furiosa
entre el ruido de los fusiles
y los gritos de los hombres
que no podían concebir
la ternura de las flores
porque menos que las bestias
no tenían noción del amor
ellos nacieron para matar
y disparaban ráfagas interminables
contra el tiempo y los árboles
contra el viento y las flores
contra la aves y las piedras
cautelosos seguían tus huellas
que ya no iban a ninguna parte
sabían que en algún lugar
te encontrarían vencido
y te arrancarían del pecho la ternura
para entregársela al tirano
como trofeo por la hazaña
de tu crimen inútil
al tirano sumiso y leal
ante los que lejos
de nuestras fronteras
propiciaron tu muerte
hoy
los encuentro en cualquier lugar
mostrando sus medallas y ascensos
e inventándose historias fantásticas
sobre tu muerte
hay hasta quienes han escrito libros
pero ellos ignoran
que tienen una deuda de sangre
que más temprano que tarde
la historia les cobrará con creces
porque yo sé Comandante Román
que tu crimen no quedará impune
rumor de plenilunio
en un aserradero abandonado
quedó el coronel herido
cuidando de su amigo moribundo
- seguid vosotros
romped el cerco tendido
venced la muerte
que airada nos busca
la muerte que no descansará
hasta encontrarnos
y destrozar con su odio nuestra carne
nuestros sueños
y no les importe el hambre
ni la fatiga
ni el frío
ni lo largo del camino
ni que la noche sea oscura
seguid inexorables
hacia la aurora
y construid sobre las cenizas
de nuestros huesos la esperanza
andad seguid sin mí
y sed cautos
que la muerte está ahí
escondida entre los dientes afilados
de las piedras
entre las hojas pálidas
la muerte
mecánica
absurda
fría
ciega
uniformada
la muerte
mezcla de sangre y lodo
vomitando su pus nauseabundo
su pus amarillento y hediondo
vomitando cuajarones de odio
la muerte esta ahí violenta
amarga
real
febrero era gris entonces
y entre sueños
y promesas inútiles
te hicieron prisionero
y te ataron
eran hombres crueles
asesinos por convicción
y te llevaron ante los Generales
que complacidos te observaron
y gozaron impotentes
torturando tu carne
y después trituraron tus huesos
y un General
con su odio repugnante
te disparó cobarde
y la bala ciega
cumplió la orden de muerte
de aquel canalla
y después
quemaron tu cadáver pero tu carne
resistió el odio y el fuego
y te enterraron
en un valle lejano y sombrío
donde la angustia irrevocable
de tus huesos
dejó un rastro amargo de sangre
sobre la tierra
boquiabierta y sedienta
y
hoy
después de tantos años
ellos les temen
al silencio retorcido de tus huesos
a tu nombre
porque ellos saben que un día
el pueblo se levantará
con tu ejemplo
y hará justicia
y entonces
necesariamente
no habrá lugar en esta tierra
ni para los canallas que vendieron tus sueños
ni para los criminales
que cobardemente te asesinaron
Domingo Acevedo.
Al coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó, y a los que junto a él murieron en las frías montañas de la Cordillera Central, tratando de alcanzar una estrella.






















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