miércoles, noviembre 16, 2016

En el breve espacio que hay entre la tarde y la noche


En el breve espacio que hay entre la tarde y la noche, el bosque se queda densamente tranquilo. Por un instante la vida parece congelarse, para luego ebullir en el canto de los pájaros y los insectos del monte.
Las sombras se escurren lentamente por entre los flamboyanes dormidos vistiendo de tonalidades grises todo el paisaje.
Ya hace rato que el sol terminó de acurrucarse detrás de las montañas dejando en el horizonte un trémulo resplandor de colores que la noche ahoga.
Apresuro mis pasos por el camino, me embriago del dulce olor a clorofila. En el cielo no cabe una estrella más, que desde la más remota antigüedad forman increíbles constelaciones que recrean la imaginación.
Grandes luciérnagas iluminan el camino que después de un día agotador en el conuco me lleva de regreso al bohío.

Nov/16
Domingo Acevedo.


La voz herida del agua

La lluvia ha dejado un olor tembloso
de membranas mohosas en la tarde
de hojas disueltas en el viento
de pasos de ciguapas ahondándose
en la espesura del monte
de soles apagándose
en los brazos lejanos de la noche
de lunas cuajadas en el silencio húmedo del aire
donde flamean los sueños

en la voz herida del agua

Domingo Acevedo

Foto tomada de la red.

Acuoso espejismo del bosque

Nació en primavera
de la metamorfosis del asombro
en las profundidades del río
entre algas y manatíes
cuando la luna nueva
improvisaba alboradas  en el génesis efímero de la distancia
acuoso espejismo del bosque
destello sublime de la imaginación
danzarina solitaria que todas las noches bajo las ceibas se esfuma


Domingo Acevedo.

Foto tomada de la red.

Archivo del blog