jueves, junio 05, 2014

Sigue avanzando en la población el virus que produce dolores musculares, dolor de cabeza y fiebre.




Sigue avanzando en la población el virus que produce dolores musculares, dolor de cabeza y fiebre entre otros síntomas que sacan de circulación a la persona que lo afecta por lo menos de tres a cinco días en que las personas no pueden casi ni moverse. Aunque los síntomas continúan a veces hasta por más de quince días, produciendo en las personas ronchas como si estuvieran alergia y una picazón insoportable y que las autoridades de salud publica dicen que es Chikungunya, que la produce el mosquito Aedes aegiptys.  

Pero la percepción general de la población es que esa enfermedad no la produce ningún mosquito. Lo que si es cierto es que esa enfermedad no mata a menos que no se complique con otras afecciones que pueda tener quien la contraiga, además he visto que a algunas personas les da más fuerte que a otras y cuando entra a una casa no sale hasta que no le da a todas las personas que habitan en dicho lugar.

Y que me perdonen los entendidos en la materia, pero yo de manera particular dudo que sea algún mosquito que produzca esta enfermedad que avanza indetenible en el país ante la incapacidad de los organismos de salud que están haciendo muy poca cosa por detener su avance  es más, en los hospitales a veces no hay ni siquiera los medicamentos necesarios para tratarla. Esperemos a ver que nos dice la realidad con el paso de los días en que más y más personas siguen siendo afectadas por el virus,  trastornando las labores productivas y educativas del país.

Domingo Acevedo.

Mayo/14

Los funcionarios diputados y senadores si son delincuentes de verdad.

Los funcionarios diputados y senadores si son delincuentes de verdad.

He dicho muchas veces que no estoy de acuerdo con que se maten de manera sumaria a los delincuentes, pero debo recordarle a los funcionarios de este gobierno y a los diputados y senadores, que si hay que matar delincuentes en las calles hay que empezar por ellos, esos si son ladrones de verdad porque esos se roban el dinero del pueblo, el dinero que hay que invertir en medicina, educación empleos y otros servicios que beneficien a la población más pobre.

Domingo Acevedo.

Junio/14

Estimado Domingo Acevedo,

Estimado Domingo Acevedo,
 
Soy editor y trabajo para dos editoriales de Madrid: Editorial Niram Art y Mundi Book. Estuve mirando para de su curriculum y he visto su actividad poética. Según pude leer en Internet se dedica seriamente a la tarea de escribir. Buscando nuevos autores, tuve el placer de encontrar en Internet información sobre usted y pude leer algunos poemas suyos. En estos momentos estoy trabajando en un proyecto que tiene como objetivo la publicación de libros de poesía. Si tuviera interés  en una posible colaboración, podría ofrecerle más detalles sobre este proyecto.
 
Quiero mencionarle que en el caso de los escritores conocidos, la editorial cubre todos los gastos de edición. Si consideramos que la obra se puede vender, pero el autor no es conocido en España, lo que podemos ofrecer es cubrir la mitad de los gastos de edición. Al igual que la editorial, el autor cubre la mitad de los costes y recibe la mitad de los beneficios.
 
Para tener más información sobre la actividad que desarrollamos, puede visitar usted las páginas web de las editoriales mencionadas y buscar en Google y en YouTube.
 
A la espera de sus noticias, le envío un cordial saludo,
 
Aarón Reyes - Editor
 

Carta a compadre Mon.

[Carta a] Compadre Mon

Tanto he pisado esta tierra,
que es ella la que anda ya.
Compadre Mon.
Por una de tus venas me iré Cibao adentro.
Y lo sabrá el barbero, aquel que los domingos
te podaba las barbas
como quien poda un árbol de la patria.
Y también Domitila lo sabrá, Domitila
que mientras comadreaba tenía entre las manos
unos duendes que hacían pan sabroso hasta el lodo.
Y hablo de Domitila, porque sin esa cosa...
quizá ni tu revólver fuera un poco de pueblo.
Porque ella fue tu risa, fue tu pan y tu catre.
¿Qué hubiera sido entonces de esas cosas humildes
que tocaron tus manos, tu calor, tus pisadas?
Tu caballo
hubiera sido siempre una bestia cualquiera.
Tal vez sin estas cosas los muchachos con sueño
ya hubieran enterrado tu pistola, tu espuela;
todo lo que en tu cuerpo y en tu aire
es la tierra que quiso no quedarse dormida.
Porque tú, que no fuiste nunca niño de escuela,
a la escuela te llevan en la boca los niños.
Es que no quiero hablar de tus cosas mayores,
ni aún de aquella extraña madrugada en que diste
órdenes a un soldado
para que repicara las campanas
por tu llegada al pueblo.
No.
No quiero hablar ahora de tus cosas de todos.
De lo que quiero ahora
es hablar del remiendo que te hacía la tía
en aquellos no aún gloriosos pantalones.
Hablo de la ternura con que tú ya besabas
sus manos costureras, cuando aún tus bolsillos
se cargaban de piedras para romper faroles.
La gente que te vio tan pequeñito
no pensó que la tierra se iba a poner tan grande...
Ahora,
cualquiera cosa tuya huele a patria.
Hasta Tico, el lechero
que llega con un poco de leche en su sonrisa,
y me dice:
aquí, Manuel, estuvo Mon un día,
¡que no rompan la silla donde lo vi sentado,
arrimao a esta puerta!
Ya ves, Compadre Mon,
no puedo hablarte ya de cosas grandes;
tu pistola, tus barbas, tu caballo,
tu nombre,
todo es pequeño junto a esta sonrisa.
¡Cómo brilla tu historia en los dientes de Tico!
Qué grande estás, Compadre Mon en esas
cosas pequeñas.
¡Por las ventanas de Tico yo me iré Mon adentro!
El maíz no lo sabe,
ni el trueno,
ni el agua.
Pero tú estás en el maíz del niño
que piensa crecer mucho y tener tu tamaño,
y tener un caballo como el tuyo
que entró en la historia a fuerza de ser patria.
El trueno no lo sabe,
pero tú estás en la garganta ronca
de los tambores que enronquecieron
de tanto hablar de ti..., de los rugidos
del paso de tu sangre.
El agua no lo sabe,
pero eres, el agua con un cuento...
tú le pusiste edad al agua de los hombres...
al agua que más duele, la pesada
¡que siempre llena venas, y con sed siempre el hombre!
Sin embargo, no quiero,
no quiero hablar, compadre Mon, de esas cosas visibles tuyas...
Yo prefiero decirte que Cachón, un muchacho
enclenque de mi pueblo,
estuvo muchos días y demasiadas noches,
torturándose,
fabricando,
puliendo unas estrofas, y luego, sin comer,
muchas veces,
iba a mi casa, casi asustado,
casi tartamudo, sorprendido,
y como quien comete su más sagrado crimen,
me decía: -Manuel, aquí tengo una cosa
que quiero que tú veas.
Pero nunca, nunca pude leerla,
porque temblaba para darme aquello...,
y volvía a su casacón aquello en secreto,
y volvía a pulir,
y a no dormir,
ni comer,
y volvía a hablar solo.
De esto, Mon, sí quiero casi hablarte en familia:
de aquel muchacho débil escribiendo tu nombre,
buscando entre tus barbas raíces de la tierra,
los árboles perdidos de la patria...
De esto, Mon, sí quiero casi hablarte en familia:
de aquel muchacho en huesos
que iba a la barbería
y diez veces le preguntaba al barbero
que cuánto le debía...
(Porque, Mon, es muy triste
no terminar un verso).
Aquel muchacho simple que perdió la memoria
y que yo le decía que comiera...
Aquella emoción pura que al nombrarte, parece
que se abría las venas para que se bebieran
hondo y tibio tu nombre.
Esto sí me parece que no deja que el tiempo
gaste hasta lo más simple de tu voz:
tu sonrisa.
Y a ti, Compadre Mon, que te encontré una tarde
haciendo el hoyo puro
del futuro cadáver de tu cuerpo
(porque nunca supiste que tu muerte
no cabe en ningún hoyo de la tierra).
Yo mismo que de niño te conocí en el aire
que respiraba el pueblo,
iba ya repartiéndome tu vida,
iba haciéndole un poco de mis cosas,
iba ya no dejándole morir...
Después el campamento se ocupó de tu nombre,
de tus cosas mayores.
Y era difícil ya, que como un hombre cualquiera,
te pegaras un tiro,
o te entregaras a menudencias,
a pequeñas manías;
porque hasta aquellas inútiles palabras a tu gato
tenían ya un sentido,
porque así son, Don Mon, todas las cosas
que pertenecen a lo que ya tiene
tamaño de destino...
Un simple canto de gallo que despierta
las cosas de la mañana,
toma de pronto la estatura de un siglo.
Si entre las cosas que se despiertan con su canto
se levanta un caballo con la historia en el lomo.
Te estoy diciendo esto, viejo Mon, ahora
en que hacer unos versos y ponerse a decirlos
es un peligro... tan grande
como ponerse a hacer la patria
con sables de madera de sándalo.
Porque nosotros, los que hacemos
estas cosas de sueño, no estamos preparados
para la fiesta del honor con precio...
Yo voy, a ratos, ciegos que tocan su instrumento
por unos cuantos cobres. Muchas veces,
después de sus canciones, voy a verme al espejo,
y miro bien mi cara para ver si es la mía...
Porque, a veces, cuando cantan los ciegos,
muchas cosas del cuerpo voy dejando
no sé a dónde...
Por eso,
pregunto por mi nombre cuando cantan los
ciegos.
Te estoy diciendo esto porque a veces
lo que nació en tu pecho lo tienes en la mano...
Te estoy diciendo esto, viejo Mon, porque a ratos,
hablas conmigo cosas que hablando no me dices.
He caminado mucho por los ríos
que vienen de tu cuerpo cuando a oscuras
te hicieron; y sé que cuando sangras
te salen por las venas los sueños más varones.
Es que desde hace tiempo,
tú contruyes la patria, destruyéndote.

Manuel del Cabral.

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