martes, marzo 20, 2012

La insignificante grandeza

RUGE LA LUZ

Tumulto de colores
la tarde se inunda de primavera
oleaje de mariposas amarillas
estrellándose contra imaginarios acantilados
en tu mirada el viento clarea el horizonte
con un olor a flores fosificado en el tiempo
en lo infinito el sol parece una moneda perdida
ágata que se rompe en la mirada de un ángel
ruge la luz
al compás de los tambores del silencio
la noche hace su llegada triunfal


Vestida de azul I

Así vestida toda de azul me acompañas en mis sueños,
viajas conmigo por los senderos del amor,
tan feliz que te desnuda y danza para mi bajo la luna
luego sudorosa y jadeante
corres hacia mis brazos
y en la soledad del tiempo
bajo las estrellas
arropados por las sombras de la noche
hacemos el amor

Vestida de azul II

Busco tu rostro que la noche dibuja
en los pergaminos de la ausencia
la ciudad a esta hora empieza a desfallecer
herida por las luces y la soledad
en una esquina bajo la sombra de un farol
una prostituta hace el amor a la nostalgia
ebrios transeúntes suben la escalinatas
de los sueños
y antes del amanecer
ante mis ojos sin ningún rubor
se suicidan
la ciudad
por sus calles de asombro te busco
entre los fantasma de la zona colonial
y te imagino vestida de azul
en los balcones de la alborada
diciéndome adiós para siempre



La insignificante grandeza

Quiero dejar testimonio de la insignificante grandeza de nuestras vidas. Decir que sobre la primavera que con sus manos fecundas hicieron florecer nuestros abuelos, construyeron una gran ciudad.

De esa tierra que en mi corazón es un canto no queda nada, sólo recuerdos, recuerdos edificados sobre las cenizas de nuestra nostalgia, recuerdos tan enraizados en mis palabras que en mi voz anidan los pájaros fabulosos de mis sueños que más allá de la polvorienta geografía de mi cuerpo iluminan los cubículos del olvido, en donde la civilización enterró toda nuestra alegría.

En nuestra forma simple de ver la vida no advertimos que el mundo de más allá de la alborada ambicionaba nuestras tierras, que la modernidad avanzaba inexorable hacia nosotros triturando entre sus fauces todo lo que encontraba a su paso, que por el camino real a menos de una hora de distancia a pie, la ciudad resplandecía en todo su esplendor, sus avenidas románticas con sus ventanales que todas las tardes daban al mar, las luces que herían el corazón de las sombras con sus cuchillos color del oro viejo, sus pomposos edificios preñados de sueños, sus mujeres de algodón que vestían sus corazones con las luces primeras del alba para no morir de pena atrapadas por la soledad, sus escuálidos hombres vestidos con los colores más estridendentes del arco iris, sus ruidosos automóviles ebrios de distancia y sobre todo sus noches bulliciosas, con sus casinos, donde el azar y la ambición atrapaban a los hombres en sus tentáculos imposibles, sus cines de melancolía de la Duarte y la Mella, donde la quimera llevaba a los espectadores en un viaje sin retorno por lo túneles infinitos de la fantasía, el mar Caribe con sus barcos fantasmas esfumándose en el horizonte, las vidrieras de las tiendas que atrapaban nuestros sueños en el bucólico encanto de querer tener y no poder y mirábamos hacia dentro de nosotros mismos y terminábamos parados frente al espejo de la vida harapientos y descalzos en un mundo ajeno y extraño, como extraño éramos nosotros en ese mundo y de nuevo volvíamos a nuestras tierras en donde la vida transcurría sin más prisa que ir a los conucos, andar por los montes maroteando alguna fruta de lástima, arrear vacas hacia las distantes regiones del rocío , cazar pajaritos endebles para mitigar el hambre de toda la vida y en las noches alrededor de la hoguera los abuelos en una danza nos hablaban de sus hazañas remotas, de su largo viaje sin retorno hasta llegar aquí, de la crueldad del látigo en sus espaldas, de cuando lucharon contra el hombre blanco por su libertad, de sus anhelos por volver al África y de sus raíces enterradas en estas tierras que abonaron con sudor y sangre , tierra, en que a pesar de todo, siempre serán extraños.

Al final de la jornada sin más luces que la de la luna y las estrellas nos alejábamos por los caminos que los grillos iluminaban con su canto, gritando a viva voz la alegría de compartir en una danza la vida, al llegar al hogar con la piel pegajosa de oscuridad dar un beso a mis padres, pedir su bendición y acostarme en mi hamaca, hasta que el sol de un nuevo siglo nos traiga la esperanza que perdimos en el duro batallar contra la modernidad.


Un día de otoño


Nací junto al resplandor azul naranja de los sueños
en brazos de la quimera
cuando el sonido ancestral de los tambores
atrapaba a los hombres y las mujeres de la aldea
en la telaraña de la utopía y la nostalgia
nací herido por un rayo de eternidad
en la inefable soledad de las estrellas y el rocío
bajo los escombros del olvido
lejos del mar y la primavera
en el preámbulo de las mariposas
un día de otoño
cuando los soles eclipsados noviembre
emergían despacio de las aguas cenagosas del amanecer


Evidencia

Más allá del bohío
el olor vegetal de los hornos
evidencia que el hambre ronda
los días

Esta tarde de invierno
pájaros de oro Petrificados en el viento
migran hacia los oscuros rincones del agua

La quimera
herida por un rayo de eternidad
agoniza en brazos de un ángel

El sol
con sus dedos perfumados de clorofila y rocío
golpea las puertas en penumbra del amanecer



El abismo de los sueños

De niño nunca imaginé la redondez de la tierra
la sospechaba plana
pensaba que el mundo
era tan sólo todo lo que mis ojos alcanzaban a ver
por eso en mis viajes hacia los conucos de mi padre
siempre tuve el cuidado
de no alejarme mucho de la realidad
para no caer en el abismo de los sueños


Huracán

Entre junio y Noviembre
Los vientos que vienen del atlántico
Se abalanzan con furia
Sobre todas las islas del mar caribe
Dejando sobre las ciudades destruidas
Sus huellas de sangre y dolor


Ángel de ternura

Ese ángel de ternura que en tus ojos tiembla
busca en los pergaminos del tiempo
el tibio resplandor de las primeras tardes de abril


El aroma de tu voz

el aroma de tu voz trepa por las paredes del viento
hasta la cúpula mas alta de mis tímpanos


Amo esa luna que en tus ojos
No deja de cantar a la noche



Mi origen

La tarde recrea ante mis ojos la nostalgia de mi origen perdido en África.

La tristeza de estos largos años de exilio en que hemos perdido nuestra identidad hace florecer entre mis ojos lirios de agua.

La pena acumulada durante estos siglos de huir a ningún lado golpea mi memoria como un látigo de sal que abre viejas heridas que vuelven a sangrar bajo el sol púrpura de nuestro ocaso. Tantos años de olvido han dejando en mi boca el agrio sabor de la ausencia

África sigue siendo en mi corazón la ilusión más dulce, se que ya no volveré al acrisolado mundo de mis sueños; me he resignado a morir en esta tierra tan ajena y tan mía, pero mi vida sigue allá, en la aldea de donde una noche mi ADN sin querer, empezó a viajar en un cuerpo desconocido hacia una isla perdida en el mar Caribe.

Quinientos años después, la mirada triste de la abuela Mamá Tita, me despierta en medio del estruendo de los arcabuces y los gritos de los hombres que defendían a los suyos, hasta terminar atados a la codicia de unos hombres que contra el reflejo de la aldea incendiada los conducían por un sendero de horror hasta una embarcación anclada en un océano de cadáveres, emprendiendo un viaje sin retorno hacia el dolor.

Yo apenas era menos que un sentimiento perdido en la memoria de alguien que aún no había nacido, pero ya llevaba sobre mis hombros el peso de una historia de látigo y sudor, donde la vida nunca dejó de ser un canto que en las noches, se multiplicaba en la voz alegre de las tamboras.


Peces luminosos

Un río de peces luminosos Inundó la ciudad
sepultada bajos los escombros del invierno


No quiero

No quiero habitar en tus sueños
como un fantasma que se desnuda
antes tus ojos y se masturba
quiero
tan sólo quiero
quiero ser lo que siempre he sido
un fugitivo que huye de sí mismo
y que termina escondiéndose
en los inhóspitos parajes de tu memoria

camino de eternidad

Amanece
el sol deshoja la noche en la distancia
que agoniza a la puerta de un cementerio de luces
el trino sombrío de unos pájaros de luto
iluminan el ambiente
un largo camino de de sangre viene d el eternidad
es aquí donde termina
donde el sol libera al rocío de la esclavitud de la noche




JUNCOS AZULES


Ríos coagulados en las mejillas del viento
lámparas heridas por el sol
prostitutas dormidas en las efímeras
habitaciones del viento
pupilas rotas por el dolor
juncos azules bajo la lluvia helada de otoño
horizonte de mariposas amarillas
en las tardes fúnebres de invierno
sentado en la mesa del hambre
un niño

Mano invisibles
I
Manos invisibles van taponando las heridas del horizonte
por donde se derrama la sangre luminosa de un cíclope herido
II
La tarde lentamente va sepultando en un cementerio de sombras
los últimos residuos del sol
III
En el preámbulo de la noche un niño llora



Fantasma desnudo

No quiero habitar en tus sueños
como un fantasma que se desnuda
antes tus ojos y se masturba
quiero
tan sólo quiero
quiero ser lo que siempre he sido
un fugitivo que huye de sí mismo
y que termina escondiéndose
en los inhóspitos parajes de tu memoria


La vieja Belén

Este domingo de tristes soles escondiéndose
bajo las piedras amarillas del camino
la lluvia trajo en su vientre
el olor sombrío del musgo que crece entre las grietas
de mis palabras
bosque de almácigos y ceibas
anacahuita de cristal
galope de pájaros fosforescentes en la noche
aviadores imposibles haciendo piruetas
en un cielo crispado de ángeles
y por entre la espinas y las luces
de enero
Isabel
la mamá de Antonio
encarna a la vieja Belén

Los duendes del rocío

Se esconderán todas las estrellas
despertarán los duendes invisibles del rocío
y asaltarán el día
que con su repentino temblor de luces y sombras
recibe al sol
y lo acompaña hasta el horizonte
donde la tarde entrega su trono a la noche
y en un aserradero de humo
incansables leñadores Intentan en vano
cercenar el corazón alegre de las flores

Ángel de ternura

Ese ángel de ternura que en tus ojos tiembla
busca en los pergaminos del tiempo
el tibio resplandor de las primeras tardes de abril

E l aroma de tu voz

el aroma de tu voz trepa por las paredes del viento
hasta la cúpula mas alta de mis tímpanos

Amo esa luna

Amo esa luna que en tus ojos
No deja de cantar a la noche

Cementerio de luz

El sol en la distancia deshoja la noche
que agoniza a la puerta de un cementerio de luces
el trino de unos pájaros de luto
ilumina de sombras la mañana
un largo camino de sangre viene de la eternidad
es aquí donde termina
donde el sol libera de la esclavitud de la noche
al rocío

Pupilas rotas por el dolor

Ríos coagulados en las mejillas del tiempo
lámparas heridas por las sombras
prostitutas dormidas en las efímeras
habitaciones del viento
pupilas rotas por el dolor
juncos azules bajo la lluvia helada del otoño
horizonte de mariposas amarillas
en las tardes fúnebres del invierno
sentado en la mesa del hambre
un niño

La vieja Belén

Este domingo de tristes soles escondiéndose
bajo las piedras amarillas del camino
la lluvia trajo en su vientre
el olor sombrío del musgo que crece entre las grietas
de mis palabras
bosque de almácigos y ceibas
anacahuita de cristal
galope de pájaros fosforescentes en la noche
aviadores imposibles haciendo piruetas
en un cielo crispado de ángeles
y por entre la espinas y las luces
de enero
Isabel
la mamá de Antonio
encarna a la vieja Belén

Los duendes del rocío

Se esconderán todas las estrellas
despertarán los duendes invisibles del rocío
y asaltarán el día
que con su repentino temblor de luces y sombras
recibe al sol
y lo acompaña hasta el horizonte
donde la tarde entrega su trono a la noche
y en un aserradero de humo
incansables leñadores Intentan en vano
cercenar el corazón alegre de las flores



Mi origen

La tarde recrea ante mis ojos la nostalgia de mi origen perdido en África.

La tristeza de estos largos años de exilio en que hemos perdido nuestra identidad, hace florecer entre mis ojos lirios de agua.

La pena acumulada durante estos siglos de huir a ningún lado golpea mi memoria como un látigo de sal que abre viejas heridas que vuelven a sangrar bajo el sol púrpura de nuestro ocaso. Tantos años de olvido han dejando en mi boca el agrio sabor de la ausencia

África es en mi corazón una hoguera que se enciende entre mis ojos cuando miro hacia atrás, se que ya no volveré al acrisolado mundo de mis sueños; me he resignado a morir en esta tierra tan ajena y tan mía, pero mi vida sigue allá, en la aldea de donde una noche mi ADN sin querer, empezó a viajar en un cuerpo desconocido hacia una isla perdida en el mar Caribe.

Quinientos años después, la mirada triste de la abuela Mamá Tita, me despierta en medio del estruendo de los arcabuces y los gritos de los hombres que defendían a los suyos, hasta terminar atados a la codicia de unos hombres que contra el reflejo de la aldea incendiada los conducían por un sendero de horror hasta una embarcación anclada en un océano de cadáveres, emprendiendo un viaje sin retorno hacia el dolor.

Yo apenas era menos que un sentimiento perdido en la memoria de alguien que aún no había nacido, pero ya llevaba sobre mis hombros el peso de una historia de látigo y sudor, donde la vida nunca dejó de ser un canto que en las noches, se multiplicaba en la voz alegre de las tamboras.

Racimo de luz

esa es mi voz
eco lejano de tamboras ahogándose
en la mirada ausente de la eternidad
madreselva que se enreda en la brisa
árbol nocturno de sonidos
barco de humo derritiéndose en la alborada
luna de papel hundiéndose en el mar
densa atmósfera de clorofila
caballo de azúcar cabalgando
sobre la arena luminosa del verano
estampa de sangre en las paredes del futuro
mi voz
eco de lágrimas salpicando las ciudades
heridas por la guerra
aroma desolado
campanas de agua
racimo de luz en el pozo de la muerte
grito de guerra
canto de amor
esa es mi voz

Murallas de papel

Santo Domingo
avenidas desoladas
autos veloces
transeúntes atrapados en burbujas de neón
luces derritiéndose en las paredes
de los altos edificios
suburbios que se los traga la noche
ríos contaminados
malecón de sombras
obelisco de cera
murallas de papel
y tres puertas siempre abiertas



Otra vez Santo Domingo

Ya es de noche
por la avenida Duarte
una oleada humana se escurre
entre los cristales de las tiendas y la fantasía del neón
en el parque Enriquillo agónicos bebedores de triculí
comparten su morada con los palomitos del malecón
que huelen cemento
atracadores y policías se confunden entre las sombras
y las luces de la zona colonial
esperan a que sus victimas
atraviesen los límites de la inocencia
para atraparlos entre las redes de la locura y el miedo
en Villa Juana y la Ciénaga
vendedores de crac y marihuana
ofertan sus productos al mejor postor
son las 3:00 A.M.
los jevitos de la Lincoln ebrios de cocaína y velocidad
se masturban a nombre de la madre
de la sociedad que los parió
y en la París con José Martí
viejas prostitutas de algodón
hacen el amor a la soledad
a esa misma hora en la calle el Conde
frente a la catedral primada de América
un mendigo defeca en la conciencia de todos nosotros
desde la calle Isabel la Católica
un fantasma lo observa
y se aleja llorando
es la ciudad
en el semáforo de la Sarasota con Jiménez Moya
mendigos Haitianos se suicidan con sus cuchillos de miseria
y en la zona norte
precisamente en Capotillo
último reducto de la esperanza
la policía reprime a la población
que protesta contra el FMI
y Joselito muere asesinado
mientras que en Boca Chica
una turista Alemana se da un baño de sol y playa
el sueño de Hitler es ya historia
a su lado
un negro criollo duerme tranquilo


Cascada de sueños


Cascada de sueños
arco iris de amor
días completos de lluvia
breves días de sol en tus ojos hacen retoñar la primavera
caballos de gloria cabalgan en tu memoria hacia la eternidad
en tus palabras la rabia y el olvido pelean hasta morir
y es la rebeldía
la que desde la puerta de una lágrimas dice adiós a la quimera
y en tu sonrisa quijotes de plata van sembrando de luz
los páramos distantes de la esperanza
en tu mirada un ángel de ternura amasa el barro estridente de la vida
y es tu corazón un jardín donde la luna florece mariposas


Nudo de lágrimas

Ya nadie podrá desatar el nudo de lágrimas
que me ata a tu recuerdo
aquí estoy
perdido entre los oscuros espacios que dejan los sueños
en los resquicios de la nada
goteras de sal caen sobre las sábanas blancas del insomnio
y de luto se han ido vistiendo todos los árboles del camino
que lleva hasta mi casa
desnuda y triste la quimera danza en mi memoria hasta morir
pájaros de sombras anidan en los sonidos oxidados de mi voz
y hace siglos que los ojos de la ausencia lloran mi vida
sobre las grandes capitales del mundo
el humo de las chimeneas bosteza su veneno
es la luz
un espejo donde el horizonte se mira y envejece
y en las íntimas habitaciones del agua
una sirena llora desconsolada su eternidad
y desde la ventana principal de la alborada
alguien que no conozco me dice adiós



Derrotado el día
se aleja montado en un caballo de sangre


En mi voz
las palabras echan raíces

El sonido de las tamboras
reivindica en la sed del agua y la sangre mi origen



Canto a la eternidad

El día llegó agotado de pelear contra el tiempo
Y se dejo caer sobre la tierra
recostó su cabeza sobre las altas montañas
Y sin prisa se durmió
Despertó
cuando la tarde besó su frente con ternura
y se alejó cantando hacia la eternidad


Aspas de sombras

Abatida por la metralla
la noche se eterniza en la mirada
ausente de la muerte
campanarios heridos por el silencio oxidado
del invierno
carne desnuda en su púrpura inocencia
temblor y congoja en la selva
grito desolado
flores incineradas
aspas de sombras
llora la sangre en alas de la eternidad
voz quebrada de quijote
muerte que da vida a la vida
vida que no termina con la muerte
cadáveres sonámbulos girando
alrededor de la alborada
y más allá de los sueños
la esperanza aún retoña
en el acrisolado destello del rocío

A Raúl Reyes

Testimonio de mayo

He vivido atado a los recuerdos
a los momentos irrecuperables de mi infancia
que se perdieron en el largo camino de la ausencia
a las mañanitas memorables del rocío,
a los días inolvidables de la primavera
a las noches esplendorosas de luna llena
aún tengo pegado en la piel
el claroscuro resplandor
de los días interminables de mayo
el olor de los potreros guía mis pasos
por el camino de los conucos
hacia la soledad inmensa de la lluvia
y el perfume de la clorofila colorea mi voz
de mariposas
aún los duendes invisibles del invierno
rondan mi memoria
y más allá del horizonte de mis ojos
un niño descalzo llora su hambre


LA PRIMERA LUNA DEL INVIERNO

Atardece, en la punta más distante del horizonte, el sol como un náufrago solitario, se hunde despacio en un océano de mariposas multicolores que revolotean alrededor de la nada. Las sombras como pájaros fúnebres van cayendo sobre la tierra, que ciñe sobre su cintura su vestido de luto y por las avenidas de las grandes capitales del mundo, las luces montadas sobre el caballo azul del viento persiguen a las sombras que se esconden entre las agrietadas paredes del tiempo, dos ventanas en mi rostro se abren al universo, en ellas un complejo organigrama de estrellas giran alrededor de la primera luna del invierno.


El abismo de los sueños

De niño nunca imaginé la redondez de la tierra
la sospechaba plana
pensaba que el mundo
era tan sólo todo lo que mis ojos alcanzaban a ver
por eso en mis viajes hacia los conucos de mi padre
siempre tuve el cuidado
de no alejarme mucho de la realidad
para no caer en el abismo de los sueños


Huracán

Entre junio y Noviembre
Los vientos que vienen del atlántico
Se abalanzan con furia
Sobre todas las islas del mar caribe
Dejando sobre las ciudades destruidas
Sus huellas de sangre y dolor

Peces luminosos

Un río de peces luminosos Inundó la ciudad
sepultada bajos los escombros del invierno


Piedra resplandeciente

En medio de la noche
la muerte se riza el pelo
sentada sobre una piedra resplandeciente
se mira en el espejo del universo
en su infinita soledad nadie la consuela
ni siquiera el tiempo seca sus lagrimas
sólo la mira y sigue su rumbo hacia la eternidad


Sin más preámbulo

No quiero morirme perdido entre las luces
de esta ciudad que tanto amo
prefiero en un cementerio baldío
arrancarme los ojos
y tirárselos a los lobos
y luego caminar por las calles dando tumbos
ebrio de soledad
borracho de tristeza
y al llegar a la puerta de la eternidad
sin más preámbulo que una lágrima
suicidarme

Ola de sal


El tiempo se ha roto con tu ausencia
dejando un rastro de eternidad en mi voz
a veces la sensación de tu partida
levanta en mis ojos una ola de sal
que destruye las habitaciones del olvido
y todas las noches
la luz
va dejando espejos de luna
en las paredes de la alborada
donde los niños
con los dedos tiznados de ternura
escriben tu nombre
Miguel

A Miguel Ángel Acevedo

Domingo Acevedo




Haikus 2009

Espejo de oro
El sol tras las montañas,
Amanece.
2
Voces lejanas
Olor a café tostado
Cantan los grillos.
3
Luna de papel
Noches de tercio pelo
Un perro ladra.
4
Luz y salitre
el mar suspira
la ciudad fosforece.
5
Viento del norte
canto de primavera
cayena en flor
6
Cristal molido
perlas tan, tan distantes
frías estrellas
7
Triste la tarde
un camino en sombras
un niño corre
8
El mar caribe
viejas ruinas de papel
calles de sombras
9
Junto al Ozama
una ciudad resplandece
santo Domingo
10
Un transeúnte
por la ciudad perdida
pasos sin rumbos
11
Teje la lluvia
con sus hilos de plata
la primavera
12
Llega la noche
en el río prisioneras
las mariposas
13
Luna de cristal
arrebol de la noche
suspira el sol
14
Está nevando
tiritan las estrellas
es el invierno
15
Luz amarilla
deslumbran la mañana
los girasoles
16
Aura marina
sobre el mar Caribe
sendero de luz
17
Largos caminos
En la noche perdido
Un peregrino
18
Es primavera
Mariposas amarillas
Canta el viento


Un espejismo de pájaros fúnebres
sobre Palestina
escupen sangre.

LOS AMIGOS PERDURABLES

La vida me ha demostrado que los amigos perdurables son aquellos con los que compartes ideas, sueños e ilusiones y que la amistad se fundamenta sobre hechos concretos, es un sentimiento que nos lleva a una acción cotidiana y permanente, donde no hay espacio para la mentira, la manipulación, el engaño, ni la hipocresía. Un amigo es lo más cercano a la ternura.

Domingo Acevedo

Podrás engañar al mundo, mas no así tu conciencia.



Tu ausencia

Es tu ausencia
un puñal de sal clavado en mi voz
herida que salpica de silencio las palabras


Campanario de agua

Por un pedazo sombrío de la tarde
asoma un sorbo amago de sol
campanario de agua
que repica en la mirada del ocaso


Árbol de pájaros azules

Árbol de pájaros azules
atrapados en los cubículos de las sombras
tres ruiseñores de sal
estampan en las paredes del olvido
tu nombre



Sin más preámbulo

No quiero morirme perdido entre las luces
de esta ciudad que tanto amo
prefiero en un cementerio baldío
arrancarme los ojos
y tirárselos a los lobos
y luego caminar por las calles dando tumbos
ebrio de soledad
borracho de tristeza
y al llegar a la puerta de la eternidad
sin más preámbulo que una lágrima
suicidarme

SUSURRO IMAGINARIO

Copos de sombras manchan de ausencia el olvido
la voz empañada del limo verde del ocio
es apenas un susurro imaginario
que se pierde en la noche



ANAQUELES DEL ALMA

Mis padres en un éxodo interminable
poblaron las lluviosas regiones del sur
de ellos conservo en los anaqueles de mi alma
las cadenas que ataron su origen al olvido
los recuerdo en las tardes mirando el horizonte
buscando entre las sombras de la tarde
el sonido de alguna tambora lejana
nunca fueron felices
toda mi alegría es la tristeza que de ellos heredé
y en algún rincón de mi alma
la abuela mamá tita todavía recolecta
los residuos perdido de su pasado
la lluvia como siempre
va dejando huellas de sal sobre las paredes del silencio
teje mantos de sombras con los que se arropa la soledad
y aprisiona en las claras habitaciones del agua
la alegría de ese niño
que detrás de los espejos de mis ojos
no deja de llorar





DETRÁS DEL ESPEJO

Detrás del espejo duerme un fantasma
en sus ojos la luz pelea contra las sombras
por eso es que la habitación se ilumina de mariposas
que traspasan las paredes de la noche
hasta diluirse en la distancia
que va de los sueños al amanecer


CON ALAS EN LA ESPALDA

Ese niño con alas en la espalda
y el cielo en la mirada
que todas las tardes como testimonio de su breve edad
me trae en su voz de pájaro
un ramillete de flores silvestres
tiene en la mirada
alegre la sonrisa
y un corazón de azúcar derretido en mis palabras
tierna la azucena en sus manos
como un relámpago perfuma el sendero
por donde sus pasos se alejan del ocaso a la aurora
a llenar de ternura mi alma

A Guaroa Acevedo mi hijo.

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